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Medio Oriente - Asia - Africa

19 de enero del 2004

Siria, en el "eje del mal"

Juan Agullo
Misiosare

A cualquiera le inquieta que Washington lo incluya en su "eje del mal". A Siria –gobernada por el mismo partido de Saddam Hussein, fronteriza con Irak y enemiga histórica de Israel– aún más. No da la impresión, sin embargo, de que suponga un peligro para la paz mundial

A 30 kilómetros del puerto mediterráneo de Taartus está el "Hacha de los Caballeros". Es un impresionante castillo construido por los cruzados hace 800 años. R., de Washington, se pasea por sus torres y almenas. Le acompañan B. y C., compatriotas. Están haciendo un viaje por Medio Oriente. El mayor problema con el que dicen haberse topado es que al enterarse de dónde vienen, la gente suele hacerles el vacío.

En Palmira -la "brida del desierto"- apenas hay turistas. B., el camellero, explica que hace tres años las avenidas de una de las ruinas más importantes del mundo antiguo estaban a rebosar de visitantes. La definición de Siria como parte del "eje del mal" y la guerra de Irak cayeron como bombas. La gente está desesperada. Hoy hay más policías que trabajadores. El presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva está de visita en este país y su esposa ha decidido acercarse hasta aquí. A cuanto extranjero ven por la calle le preguntan si es brasileño.

Y la vida sigue. Los sucesos de Irak les preocupan, pero no por eso A. va a dejar de llevar sus corderos al cercano mercado de Deir-ez-Zur.

Partido Baaz

Siria no padece embargos de consideración, pero se encuentra cada vez más aislado. Turquía se orienta hacia Europa; Irak está ocupado y el resto del mundo árabe mira hacia otro lado. Incluso Beirut ha dejado de esconder sus deseos de que las tropas sirias abandonen Líbano. El país está trufado de banderas del partido Baaz, pero da la impresión de que el ideal de la unidad árabe es cosa del pasado, si es que alguna vez existió.

S. es palestina. Lleva en Siria toda su vida pero apenas tiene un papelucho en el que figura su estatuto de "refugiada". Tiene complicado salir del país. Pasó varios años en las cárceles de Hafed El-Asad, padre de la Siria moderna y del actual presidente, Bachar El-Asad. El delito de S.: militar en un grupúsculo clandestino. Una vez recuperada la libertad, S. regresó a vivir al barrio palestino de Damasco: banquetas ajadas; calles encharcadas; pintas del Che… Ahora trabaja como contadora en varias empresas y apenas llega a fin de mes.

La autarquía no es muy rentable. Siria puede enorgullecerse de tener cierto tejido industrial propio. También, algo de maquila. Poco, si de lo que se trata es de ahorrar. Si eso se pretende, hay que emigrar.

Z. vive en Mayadín, sobre el río Eufrates. Se formó como maestro rural pero no le alcanzaba. Un día lo dejó todo y se marchó a Arabia Saudita. Allá trabajó durante ocho años en la industria textil. Regresó a su pueblito y compró una furgoneta que convirtió en combi. Actualmente realiza un trayecto muy rentable: de la petrolera Deir-ez-Zur a Abu-Kamal, en la frontera con Irak.

"How are you?"

Para los sirios, migrar es tradición. G., cristiano greco-ortodoxo, lo explica mientras apura su vasito de mate en el puerto de Lataquía. Aunque ya no habla español, nació en Caracas. Su padre emigró en la época de la "Venezuela Saudita". El mate no es, pues, cosa de familia, sino de los que hicieron un trayecto parecido al de la familia de G., pero hacia Argentina. Las rentas de la migración dieron para algo. Ahora, G. es propietario de un edificio de tres plantas: en la baja, los abarrotes; en la tercera, el hotel.

Hay a quien, sin embargo, no se le permite viajar. Y no se trata de palestinos, sino de sirios. Bueno, formalmente, H., M. y K. dicen ser kurdos. Viven y estudian en Alepo, la segunda ciudad siria. Se quejan amargamente de no poder hacerlo en Qamishle, su ciudad de origen (al norte del país). Según ellos, allá no hay universidad, no porque la localidad sea pequeña, sino por la sistemática política de opresión del pueblo kurdo, común en otros tres países: Turquía, Irán e Irak. En su tierra no hay educación ni trabajo ni salud, mucho menos en su idioma.

El árabe parece ser obligatorio en el Kurdistán. En el resto del país es el idioma materno. Antiguamente se estudiaba francés, la lengua colonial. Actualmente, el inglés se está convirtiendo en vehículo de escape. Los jóvenes lo aprenden con fruición "por lo que pueda pasar", como apunta B. Hasta el más pequeño, en el pueblo más aislado, exclama ante un extranjero: "How are you?". El conocimiento que en Siria se tiene de Occidente es mucho mayor del que, en principio, pudiera parecer: unos lo sueñan y otros lo detestan, pero todos lo conocen.

Battlefield

En los cibercafés del barrio cristiano de Damasco, a las 12 de la noche, todavía se navega. Hay quien checa sus cuentas de correo electrónico. Formalmente está prohibido, pero la mayoría de los sirios sabe que, a través del Messenger, todo es posible. Los adolescentes están en lo suyo: juegan a Day of defeat, Warcraft o Battlefield. Lo hacen con amigos en medio mundo: Estambul, El Cairo, Londres, Buenos Aires. Cuando termine la jornada todos harán la única cosa a la que obligan los establecimientos: borrarán su "historial" de navegación.

Y hasta el día siguiente. Hasta que los almuédanos vuelvan a llamar a la oración mediante poéticos cánticos de las suras del Corán. Ellos sí que no saben nada de Internet. Las simples imágenes no forman parte de su patrimonio cultural. El islam no entiende de representaciones, sino de contacto directo con Dios. En Siria, las mezquitas no están tan llenas como en otros países del mundo árabe, pero tampoco tan vacías como hace 20 años. A medida que el nacionalismo árabe se ha enfriado y el marxismo ha desaparecido, el islam ha vuelto a tomar fuerza.

Mientras el régimen controle la deriva, deja hacer. En los ochenta, los islamistas fueron perseguidos: actualmente son relativamente tolerados. Con la izquierda pasa lo mismo. Pese a los aspavientos de Washington, hablar de dictadura en Siria resulta exagerado. El régimen es autoritario, pero está en fase de transición. Por eso los sirios esperan. Saben que pasará algo, pero no quieren que sea una guerra ni una invasión extranjera. Creen en sí mismos, en su sencillez cotidiana, en su amabilidad natural y en su cultura milenaria.

Datos sobre Siria

• Tiene el tamaño de Sonora: 185 mil kilómetros cuadrados.

• Colinda con Turquía, Irak, Israel y Líbano.

• Sus 15 millones de habitantes hablan dos tipos de árabe: el clásico, común al resto de países árabes, y el dialecto, local.

• Desde 1963 está gobernado por el Baaz, un partido de ideología nacionalista árabe e influencia marxista.

• Desde 1976 sus tropas se encuentran estacionadas en Líbano. Los Altos del Golán están ocupados por Israel.

• Luego de la invasión a Irak, Siria fue incluida como parte del "eje del mal".

• Kurdistán es un país sin Estado (450 mil kilómetros cuadrados, como Sonora y Chihuahua juntos). Sus 40 millones de habitantes son de nacionalidad siria, turca, iraní e iraquí. Los kurdos son musulmanes, pero no hablan árabe.