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Medio Oriente - Asia - Africa

Doctrinas peligrosas


Antonio Maira
Cádiz Rebelde

Sebastião da Silva o
Una amenazante derivación en el Eje del Mal

Todo parecía bajo control.
Libia, Siria, Irán y Corea habían sido amedrentados por los halcopalomas de Washington cuando un aullido de dignidad ofendida salió de Mato Grosso do Sul, en el Brasil. Sin duda alguna los latinos parecen soliviantados.
El juez federal Sebastião da Silva, ha aplicado el principio jurídico de "reciprocidad diplomática" y ha emitido una sentencia que ordena a la policía de fronteras de Brasil fichar a los turistas norteamericanos de la misma forma que son fichados los ciudadanos brasileños cuando entran en Estados Unidos.
El secretario de Estado Colin Powell, que llevaba años manejando el puño de hierro antes de ser nombrado responsable de la diplomacia norteamericana, educado en teorías muy distintas a la de la reciprocidad; administrador de un sistema diplomático que funciona como avanzadilla de un aparato militar irresistible, amenaza sin contemplaciones, miente con descaro, y golpea cuando lo considera necesario, ha protestado apelando al tratamiento discriminatorio que a su juicio aplican las autoridades brasileñas a los ciudadanos norteamericanos.
La ecuación de Powell, la misma que aplica en política exterior, es que la determinación de delincuentes, delitos internacionales y condenas es algo que corresponde en exclusiva a Washington. Además los funcionarios, y por extensión, los ciudadanos de los EEUU son intocables para jurisdicciones ajenas.
EEUU fichará a todos los ciudadanos brasileños que entren en sus fronteras. De igual manera fichará a los ciudadanos de decenas de países. La policía de inmigración, el FBI o cualquier otra agencia de seguridad federal podrá registrar, interrogar, aislar y someter a toda clase de molestias o vejaciones a los recién llegados. Si son árabes, musulmanes, africanos o latinos, si sus rasgos son sospechosos, sufrirán sin duda un trato especial.



Tony Blair o
La sospecha es suficiente

Tony Blair va por ahí con gestos de dignidad ultrajada. Él es así, muy propio.
Hay que reconocer que el premier británico no tiene la valiosa ayuda que le presta un Wolfovitz al presidente de los Estados Unidos cuando explicó hace meses que el asunto de las armas de destrucción masiva de Irak había sido una coartada para "vender la guerra" a la opinión pública.
Tampoco puede dejar hacer libremente, para abrir camino, a una pareja de asesores desalmados como Richard Perle y David Frum, autores de el libro titulado: Un fin para el mal; como ganar la guerra contra el terror", que en Estados Unidos elaboran teorías sobre el "Eje del Mal" y entonan cantos de guerra interminable.
Blair, a base de mentir sin límites, había conseguido aterrorizar a la "opinión pública" británica con la posibilidad de un ataque con armas biológicas. Las armas estaban allí, en Irak –afirmaba compungido pero belicoso el primer ministro- listas para ser activadas en pocos minutos. Ahora, acorralado por la evidencia que niega la existencia de las famosas armas en manos de Sadam Hussein, y por la muerte de Kelly que se parece mucho a un suicidio ayudado o inducido, apela a las dimensiones del país invadido para aferrarse a la dificultad de encontrar las pruebas con las que justificó la guerra.
El pasado 11 de enero, Blair se refugió en una teoría, terrible, sobre el valor de la sospecha.
"Lo que sí creo, y espero que la gente lo entienda, es que yo recibí toda esa inteligencia y hubiera sido irresponsable no actuar en consecuencia. Basta con imaginar que ocurriría si no hubiera hecho caso de es inteligencia y hubiera pasado algo terrible".
"Basta con imaginar" para cometer decenas de miles de asesinatos.
En esa misma entrevista, Tony Blair se comprometió a lo imposible: "dimitiré si se demuestra –léase ‘me demuestran’- que he mentido.