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Latinoamérica

General retirado reconoce hurtos, violaciones, torturas y robo de bebés, dice que no pidió perdón por culpa de "los altaneros"

Comcosur al día

El general retirado Oscar Pereira egresó de la escuela militar en diciembre de 1962 como alférez de infantería. En diciembre de 1974 fue designado oficial de Estado Mayor, en febrero de 1981 ascendió al grado de coronel y en el mismo mes de 1993 fue promovido al grado de general. Hacia inicios de 1999 comenzó a manejarse su nombre como posible comandante en jefe ante la eventualidad de que el Encuentro Progresista ganara las elecciones de octubre de ese año. Al no producirse dicha circunstancia, en marzo de 2000 solicitó su pase a retiro.
Esta semana salió a la venta su libro "Recuerdos de un Soldado Oriental del Uruguay," en el que revisiona el oscuro período de la dictadura civil-militar de 1973-85 desde una nueva perspectiva.
En medio del fárrago de libros sobre el período que en los últimos meses han inundado las librerías uruguayas, el de Pereira tiene la particularidad de ser el primero en el que un militar reconoce las aberraciones cometidas por las fuerzas armadas en nombre de la Patria. Aunque el militar se preocupa especialmente por dejar en claro que él "nunca empuñó el arma para matar ni torturó en busca de información"; tiene la valentía de reconocer que "las torturas, asesinatos y desapariciones de personas durante el proceso cívico militar" constituyeron un "procedimiento bestial" aceptado de "buen grado" por las Fuerzas Armadas. Pereira confiesa sí, que algunos militares (entre los que se incluye) contribuyeron "fervientemente" a la "legitimación moral" de la tortura con el argumento de derrotar "rápidamente al cruel enemigo" de una guerra que -según dice- los militares "no habían empezado ni querido.
"Todos aceptamos de buen grado el procedimiento bestial," afirma Pereira, y explica que al principio pensaba que las denuncias "por el deshonesto saqueo de viviendas, el ultraje de mujeres indefensas y la perversa desnaturalización materna de recién nacidos" eran "patrañas" orquestadas para deteriorar la imagen de las Fuerzas Armadas. Sin embargo, tras "los contundentes argumentos" acumulados con el tiempo, Pereira se convenció de que "las injustificables aberraciones" existieron, aunque "fueron cometidas por unos pocos." De todas formas acepta que hubo "una omisión irresponsable de todo el escalón de mando," ya que -como él dice- "nuestro código establece que la supuesta ignorancia de los hechos no es causa para eximir la total responsabilidad del superior.
El general Pereira confiesa en su libro que estuvo "mil veces preparado" para pedir perdón, pero que no lo hizo porque en las filas militares "predominaban los altaneros opinando que ni las instituciones ni los soldados deben pedir perdón." Finalmente, Pereira dice en su libro que "entiende" a los familiares de los desaparecidos y señala que si él hubiera sido damnificado por el gobierno militar "procedería de igual forma". Sobre el tema, añade que él "Tenía la firme convicción de que el reclamo se mantendría durante toda la vida" porque la demanda moral de los familiares de desaparecidos no se resolvió con la "cuestionada ley" de Caducidad. Por supuesto que pese a sus remordimientos, Pereira no dice qué hicieron sus compañeros con los cuerpos de los detenidos desaparecidos. Pero bueno, algo es algo y principio tienen las cosas.