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México: CGIAR, contaminación y eufemismos
Silvia Ribeiro
ALAI-AMLATINA
En este mes se cumplen tres años del anuncio oficial de la contaminación
transgénica del maíz campesino en México, centro de origen del cultivo. Un
crimen impune, pero de ninguna manera olvidado. Un crimen intencional también,
ya que las empresas y científicos que manipularon genéticamente un cultivo de
polinización abierta, como el maíz, sabían que en algún momento éste se cruzaría
con los cultivos campesinos.
Las autoridades del sector agrícola en México salieron entonces al rescate de
las empresas multinacionales contaminantes, negando primero la contaminación y
luego afirmando que "aumentaría la diversidad genética" del maíz y que sería una
"transferencia gratuita de tecnología".
Posteriormente, promoviendo un proyecto de ley de "bioseguridad" para
legalizarla. Proyecto que nada tiene que ver con la seguridad de los cultivos
campesinos ni con el tesoro histórico y cultural único que entrañan, pero sí con
garantizar la seguridad de las inversiones de las cinco transnacionales que
controlan el negocio mundial de los transgénicos. Redactado por funcionarios y
científicos ligados estrechamente a esa industria, fue aprobado sin discusión
por el Senado y al parecer la mayoría de la Cámara de Diputados amenaza
consolidar el crimen.
Como contracara, la contaminación transgénica del maíz en su centro de origen
despertó enorme inquietud y protestas en todo el mundo. Cientos de
organizaciones campesinas y de la sociedad civil nacional e internacional han
expresado su protesta, plasmada entre muchas otras acciones, en cartas públicas
a organismos de Naciones Unidas, al Grupo Consultivo de Investigación Agrícola
Internacional (CGIAR, por sus siglas en inglés) y al gobierno. Organizaciones y
comunidades campesinas e indígenas de México realizaron sus propias pruebas y
constataron la contaminación en al menos nueve estados, anunciando también su
resolución de no permitir que continuara, tomando el tema en sus propias manos,
resguardando sus semillas y reforzando las redes de intercambio e investigación
campesina. En cambio, la Secretaría de Agricultura (Sagarpa), siguió aumentando
las fuentes de contaminación, permitiendo la importación de maíz transgénico de
Estados Unidos, tratando de levantar la moratoria a la siembra de este maíz y
desmantelando centros públicos de investigación y programas de apoyo a los
agricultores mexicanos, como la Productora Nacional de Semillas (Pronase).
Este es el contexto en el cual el Grupo Consultivo de Investigación Agrícola
Internacional (CGIAR) tendrá su asamblea internacional en la ciudad de México,
del 25 al 29 de octubre próximo. El CGIAR es la mayor red pública internacional
de investigación agrícola. En México está ubicado unos de los 18 centros que la
integran: el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (Cimmyt). En
conjunto, el sistema CGIAR tiene en sus bancos de genes la mayor colección
pública de semillas de cultivos alimentarios y forrajeros, más de 600 mil
muestras.
Casi la totalidad de éstas son fruto de la recolección de semillas de campesinos
e indígenas en todo el mundo, ya que la diversidad agrícola -variedades de los
cultivos adaptadas a diferentes climas, suelos u otras condiciones- es una
característica propia del trabajo campesino. Desde hace más de 10 mil años hasta
nuestros días, su trabajo descentralizado y colectivo es la base de alimentación
de toda la humanidad. Toda las semillas que se usan actualmente en el mundo,
incluyendo las de la investigación agrícola en centros públicos y universidades
o las de laboratorios y empresas privadas, se basan en esta herencia campesina.
Contaminar estas semillas es un ataque a este legado. Por ello, las protestas y
demandan también fueron al Cimmyt y al CGIAR, particularmente por la amenaza de
contaminación transgénica en los bancos genéticos.
Como si no supieran todo esto, el Comité de Recursos Genéticos del CGIAR se
reunió en Roma la semana pasada, en preparación de la próxima asamblea en
México, para considerar el tema de la "presencia adventicia" de transgénicos en
sus bancos de genes. "Presencia adventicia" es un eufemismo de la industria
biotecnológica para nombrar "neutralmente" la contaminación transgénica. El uso
de este término por parte del CGIAR es lamentable, pero mucho más que a la
reunión no invitaran a los campesinos, principales víctimas de la contaminación,
pero sí a representantes de Monsanto y Dupont, dos de las multinacionales
culpables de ésta. En un burdo intento de última hora, consiguieron que un
agricultor filipino, integrante de la Federación Internacional de Productores
Agrícolas (que representa los intereses de la agricultura industrial)
participara en la reunión, lo cual no logró lavar el hecho de que el CGIAR
prefiere discutir con los criminales antes que con las víctimas.
Javier Usabiaga, secretario de Agricultura de México, será el anfitrión de la
asamblea del CGIAR, y presidirá un mesa redonda ministerial el 28 de octubre
próximo. Seguramente será necesario más de un eufemismo para explicar tres años
de favorecer la contaminación transgénica en México, centro de origen del maíz,
de debilitar la investigación agrícola pública, de estar entregando a las
multinacionales años de trabajo de Pronase. Como también para el CGIAR explicar
por qué da la espalda a los campesinos, mientras hace experiencias con trigo
transgénico y pretende manipular genéticamente muchos otros cultivos, incluido
el maíz en Africa.
Le alcancen o no los eufemismos a Usabiaga y al CGIAR, las organizaciones
campesinas se preparan para hablar claramente, expresando sus posiciones en un
Foro Campesino por las Semillas y la Vida, parte de los actos paralelos de la
sociedad civil en esa semana.
* Silvia Ribeiro es investigadora del Grupo ETC.