Latinoamérica
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Brasil, el MST y el debate estratégico
Los desafíos actuales de la izquierda
brasileña
Joâo Pedro Stédile
Alai-amlatina
Joâo Pedro Stédile, miembro de la coordinación nacional del Movimiento
de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) del Brasil, interviene con este
artículo en el debate sobre los rumbos de la construcción de la izquierda
(partidaria y social) en ese país. Contra los diagnósticos simplistas y las
recetas corto-placistas, él concluye: "Las izquierdas precisan hacer una buena
autocrítica y comenzar a trabajar mirando a largo plazo". Publicado
originalmente en el periódico mensual brasileño Democracia Socialista (www.democraciasocialista.org.br)
de setiembre de 2004, editado por la corriente del PT de igual denominación; su
versión en castellano es de ALAI (Nota de Inprecor.org.br).
Los desafíos actuales de la izquierda brasileña
La sociedad brasileña vive un período muy especial, por diversas razones. Una de
ellas es el largo período de crisis del modelo económico. Siempre que hay
crisis, hay inestabilidad, pero al mismo tiempo se caracteriza por ser un
proceso de transición, aún cuando no sepamos hacia donde iremos. Eso va a
depender de la correlación de las fuerzas sociales.
Después de 50 años del llamado modelo de industrialización dependiente –en la
definición de Florestan Fernández-, en la década de los 80, ese modelo entró en
crisis como patrón de acumulación del capital. En la década siguiente, la clase
dominante brasileña aceptó un papel de subalterno al capital internacional y
pasó a implementar las políticas neoliberales, con la "ilusión" de que
constituiría un nuevo modelo de desarrollo de la economía nacional.
Las políticas neoliberales desnacionalizaron nuestra economía, debilitaron el
poder del Estado y dieron libertad total al capital internacional. Pero esa
subordinación no condujo a un nuevo ciclo de desarrollo. El capitalismo
internacional había entrado en una fase de total hegemonía del capital
financiero, mezclado con los grandes grupos monopólicos, que dominan el
comercio, la industria y los servicios.
Ahora, la forma principal de acumulación es en la esfera financiera. Se acumula
por medio de los intereses y del lucro en la compra de acciones de las empresas
estatales o nacionales ya instaladas; y se da total libertad al envío de remesas
al exterior. Nada de eso genera riqueza nacional, empleo, trabajo, distribución
de renta.
En doce años de esas políticas, la economía, como todo, permanece inestable.
Independientemente que el PIB crezca, permanezca inestable o decrezca, las
grandes transnacionales y el capital financiero siempre ganan. O sea, el modelo
no sirve para las naciones, no sirve para que las poblaciones mejoren su vida,
pero sirve a las grandes empresas oligopólicas y al capital financiero.
Cambios y contradicciones
Con resultados sociales cada vez peores, el pueblo entendió el significado de
esas políticas y, en las elecciones de 2002, votó contra el modelo. No se sabía,
sin embargo, qué debería ser colocado en su lugar, incluso por el bajo nivel del
debate político de la campaña de 2002. En la desesperación de la amenaza de la
crisis Argentina, parte de las elites brasileñas aceptó la posibilidad de cambio
e hizo una alianza con la alternativa Lula.
Del lado de acà, del PT y de las fuerzas sociales que apoyaron a Lula, esa
posibilidad era entendida como una alianza táctica entre la clase trabajadora y
sectores de la burguesía industrial, para enfrentar al capital financiero,
nacional e internacional. Pero de parte de las elites no fue esa la lectura.
Hicieron una alianza para no perder los dedos, y para seguir influyendo en las
políticas públicas en el rumbo del neoliberalismo.
Pasado casi la mitad del mandato, el resultado está ahí. Se sigue una política
económica neoliberal, hegemonizada por esos sectores de la clase dominante
brasileña que controlan toda el área económica del gobierno, desde el Banco
Central hasta el Ministerio de Agricultura. La naturaleza y las consecuencias de
esa política todos ya conocemos desde hace 12 años. Representan la hegemonía del
capital financiero, que usa las políticas públicas para garantizar sus tasas de
lucro, a través de los intereses, del poder de oligopolio y de la libertad total
de actuación.
¿Y cuál la contradicción que acaba ayudándonos? Es que este conjunto de
políticas de corte neoliberal no se constituyó en un modelo sólido de
acumulación de capital y de reimpulso de un proceso de desarrollo nacional.
Podremos tener hasta crecimiento económico, pero este será hegemonizado por el
capital financiero, por el sector oligopolizado de la economía y por las
exportaciones de las empresas transnacionales, que usan el libre comercio para
aumentar sus tasas de lucro.
En esas políticas no hay espacio para la distribución de la renta, para la
reforma agraria, para el mercado interno, para la elevación del consumo de
bienes masivos y mucho menos para las políticas sociales. Sin catastrofismo, con
esa opción los problemas sociales solo se agravarán. Aquí, en la China o en
cualquier país que fueran aplicadas.
Ese es el desafío de orden económico. No hay salida para el pueblo con las
políticas económicas neoliberales. Ellas solo interesan al gran capital.
Manteniéndose en ellas, solo se agravarán los problemas del pueblo, incluso con
el PIB creciendo y con algunos sectores, en especial vinculados al mercado
externo, aumentando el número de empleos.
El desafío de la izquierda social
¿Y como enfrentar esta realidad? Hay una tendencia natural de las fuerzas
sociales y políticas tener como referencia solo lo que el gobierno hace. Empero,
como se dice en el pueblo , "el agujero está más abajo". La sociedad brasileña
precisa debatir y construir un nuevo proyecto de desarrollo, pensando que modelo
puede hoy organizar la producción y la economía apuntando a encontrar solución a
los problemas de la población, y no solamente a la acumulación del capital. Es
preciso una verdadera minga social, que lleve ese debate a todos los espacios
sociales, de las escuelas, colegios, universidades, sindicatos, iglesias y
movimientos sociales. Y esto extrapola la tendencia simplista de solo hablar mal
del gobierno o defenderlo.
El segundo desafío. En la lucha de clases todo se resuelve por la correlación de
fuerzas. No basta un ejercicio de retórica, por más combativo que sea. Quien no
tiene pueblo organizado, no tiene fuerza para defender sus ideas. Quien tiene
apenas ideas buenas, y no se preocupa en organizar a los trabajadores, a los
pobres, cae fácilmente en el sectarismo, en el izquierdismo o en el
"amarillismo".
La correlación de fuerzas sociales actual es desfavorable para la clase
trabajadora, por el largo período histórico de reflujo del movimiento de masas.
Eso no quiere decir que no hayan luchas sociales. Pero no existe un movimiento
creciente y masivo, que construya orgánicamente una unidad popular en torno a un
proyecto unificado de cambios. Es preciso estimular las luchas sociales y la
construcción de un amplio movimiento de masas, unitario, que consiga
contraponerse a la hegemonía del capital financiero, que se expresa en las más
diversas esferas de la sociedad y, a veces, hasta en el movimiento sindical.
Aquí cabe una reflexión autocrítica de todos nosotros. Para estimular y
organizar las luchas sociales es necesario hacer un trabajo de base, lo que
significa para la militancia social dedicarse prioritariamente a hacer el
trabajo de convencimiento y de organización nuclear del pueblo. Precisamos
colocar nuestras energías allá donde el pueblo vive, trabaja, y organizarlo.
Es preciso llevar nuestras ideas, nuestros materiales, hacer pequeñas reuniones,
ir aglutinando, construyendo fuerza social organizada. Desgraciadamente, parte
de la militancia no percibe que sin organizar al pueblo no se va a ningún lugar,
y muchas veces se elude con eternas reuniones de cúpula o meros discursos
evaluativos de la coyuntura.
Disputa ideológica
El tercer desafío que la izquierda social tiene se da en el campo de la disputa
ideológica. Precisamos organizar la disputa de la hegemonía en la sociedad, como
nos alertaba Gramsci. No solo hacer luchas económicas, corporativas, que pueden
resultar en pequeñas conquistas sociales para la clase, pero que no organizan a
la clase para transformaciones sustantivas ni disputan proyectos en la sociedad.
En este campo ideológico tenemos varios frentes y tareas pendientes. Tenemos el
trabajo de formación política de nuestra militancia, de nuestros cuadros,
actualmente muy raro. Tenemos la tarea de construir nuestros propios medios de
comunicación social: radios comunitarias, televisoras comunitarias y públicas,
periódicos y boletines. ¿Hasta cuando vamos a estar ilusionados con conquistar
pequeños espacios en la televisión, en los periódicos y en las radios de la
burguesía? Ellos siempre van a estar al servicio de los intereses de su clase,
la clase dominante, como nos advertía el entrañable Perseu Abramo.
Debemos también utilizar las más variadas formas de expresión cultural. El
teatro, la música, la danza, las artes plásticas y las fiestas populares
representan una excelente forma de comunicación social y de ideas con nuestro
pueblo.
Como ven, tenemos muchas tareas por delante, si queremos salir de esa crisis
económica e ideológica que la sociedad brasileña vive. Las izquierdas precisan
hacer una buena autocrítica y comenzar a trabajar mirando a largo plazo.
03/09/2004
* Joao Pedro Stédile es miembro de la dirección del MST, participa en la CMS
(Coordinación de Movimientos Sociales).