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Venezuela: derrota de la mediocracia
La Jornada
La extraordinaria jornada cívica efectuada en Venezuela el domingo pasado, en la
que, según cifras oficiales avaladas por los observadores internacionales de la
Organización de Estados Americanos (OEA) y del Centro Carter, el presidente Hugo
Chávez fue ratificado en el cargo con 58.25 por ciento de los votos, es el
triunfo de los simpatizantes chavistas contra una oposición apoyada sobre todo
en los propietarios de los medios masivos de comunicación, que pretendían
derrocarlo desde hace dos años minando el amplio apoyo popular que lo llevó al
poder y poniendo en su contra a amplios sectores de la clase media. Los dueños
de canales privados de televisión y radio, así como de diarios nacionales,
asumieron las funciones de la oposición política ante el vacío que dejaron los
partidos tradicionales, AD y COPEI, quienes por décadas mantuvieron un
bipartidismo pernicioso para las mayorías y quedaron prácticamente
desarticulados tras el triunfo de Chávez en las urnas en 1998.
En distintos momentos de la crisis política que ha enfrentado el gobierno
venezolano, esta mediocracia usó todos los recursos a su alcance para manipular
la información y difundir dentro y fuera del país la imagen de un presidente
autoritario, repudiado por la mayoría de la población, protector de la guerrilla
colombiana e impulsor de una revolución comunista en el país. Fue crucial la
participación de la televisión privada en las convocatorias a las huelgas
petroleras de los tres años pasados para forzar la renuncia del mandatario -que
causaron graves pérdidas económicas al país- y particularmente asumió un papel
protagónico en el golpe de Estado de abril de 2002, cuando antes de que se
consumaran los hechos se dedicó irresponsablemente a difundir versiones de que
Chávez había sido derrocado, sin contar con que la manipulación informativa
quedaría evidenciada horas después, cuando, en un hecho inusitado en la historia
latinoamericana, el mandatario fue repuesto en el cargo.
Este domingo, los amplios sectores populares que respaldan al gobierno chavista
se impusieron con su participación masiva en las urnas y echaron por tierra la
imagen de un presidente antidemocrático y repudiado por la mayoría, así como la
confianza de la oposición en que la consulta sería un mero trámite para sacarlo
del poder. Vale reconocer que también los partidarios de la revocación del
mandato (41.74 por ciento) acudieron masivamente a las urnas para manifestar su
voluntad y dejar sin oportunidad cualquier maniobra fraudulenta que enturbiara
el proceso.
Sin embargo, los impulsores de la revocación del mandato, cuyos intereses han
sido afectados por las reformas de contenido social impulsadas por el gobierno
bolivariano, no se dan por vencidos. A pesar del aval de la OEA y del Centro
Carter a los resultados de la consulta popular -la más observada en la historia
del país- y del reconocimiento internacional a la participación pacífica de la
ciudadanía en este ejercicio democrático, el canal Globovisión insiste en la
distorsión informativa difundiendo versiones sin sustento sobre un supuesto
fraude electoral e insistiendo en que en Caracas priva un ambiente de tensión
por los resultados de la consulta.
No debe olvidarse que el referendo fue el mecanismo que el gobierno y la
oposición convinieron para dar una salida pacífica y democrática a una larga
confrontación que ha costado la vida a decenas de personas, por lo que ambas
partes están obligadas a reconocer los resultados que reconocen la legitimidad
de Chávez y a privilegiar la vía del diálogo para superar la crisis política. En
ese sentido, es un signo positivo el ofrecimiento del mandatario de diálogo y
conciliación a sus adversarios.
Finalmente, los venezolanos dieron a América Latina y al mundo una lección de
democracia que Washington no puede pasar por alto. Al hacerse eco de la
exigencia de la oposición para que se haga una auditoría a los resultados de la
consulta, introduce un elemento que podría retrasar la reconciliación entre los
venezolanos. Por ello el gobierno estadunidense está obligado, junto con la
comunidad internacional en su conjunto, a respetar la voluntad popular expresada
en las urnas.
P O L I T I C A
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México D.F. Martes 17 de agosto de 2004
Luis Hernández Navarro
Venezuela: cuadrangular con casa llena
Hugo Chávez se voló la barda. Por octava vez consecutiva desde 1998 triunfó en
una consulta popular o en un comicio presidencial. "La pelota cayó en el centro
de la Casa Blanca, le metimos un jonrón", dijo ante la multitud reunida frente
al Palacio de Miraflores para celebrar su triunfo, y añadió: "Es un regalo para
Bush".
En esta ocasión, con 94 por ciento de las actas contadas, el presidente de
Venezuela obtuvo 58.25 por ciento de los votos. Porcentaje mayor al conseguido
cuando fue electo en 1998 con 56.2 por ciento de los sufragios, y al 57 por
ciento alcanzado cuando se religió en 2000. Triunfo aún más destacado si se
considera que varios de sus antiguos aliados hace seis y cuatro años participan
hoy en la opositora Coordinadora Democrática, y que en esta ocasión la
abstención fue de tan sólo 27 por ciento, contra 36.5 en 1998 y 43.8 por ciento
en 2000.
El batazo de Chávez no debió sentar bien en Washington. El gobierno venezolano
ha desafiado regularmente los propósitos unipolares de la política exterior de
la Casa Blanca y todo indica que lo seguirá haciendo. Ha mantenido excelentes
relaciones con Cuba, a la que proporciona petróleo a cambio de ayuda médica y
deportiva. Se ha rehusado a involucrarse en la guerra estadunidense contra la
drogas en Colombia y ha tendido vías de entendimiento con las guerrillas de ese
país.
Por si fuera poco, en la Cumbre de las Américas, realizada en Quebec en 2001, se
negó a aceptar una resolución a favor de una zona hemisférica de libre comercio.
Para promover el reordenamiento del mercado petrolero a favor de los países
productores, promovió estrechas relaciones con Libia e Irak, parte del eje del
mal de la administración Bush. Criticó a Estados Unidos por causar bajas civiles
durante los bombardeos en Afganistán. Organizó la exitosa segunda Cumbre de
Jefes de Estados y Gobiernos Miembros de la OPEP, que tuvo lugar en Caracas en
septiembre de 2000, punto de inflexión en el actual repunte de los precios del
petróleo.
Hugo Chávez ha puesto en práctica una política petrolera nacionalista que
molesta a las grandes empresas trasnacionales del sector y a los organismos
financieros multilaterales. Una política que muestra que es factible resistir
exitosamente algunas de las líneas de funcionamiento de la globalización
neoliberal. Retomó el control de la industria nacionalizada en 1976 y ha dado
prioridad a los recortes a la producción y a la diversificación en las
actividades del sector, en contra de la llamada "generación Shell", esto es, de
los ejecutivos que presionaron a favor de la salida de Venezuela de la OPEP e
impulsaron la privatización de la petrolera estatal Pdvsa. Su quehacer
independiente le ha ganado a esa nación un liderazgo mundial indiscutible en
este campo.
El asunto del petróleo es clave. Desde 1925 el oro negro se convirtió en el
primer producto de exportación de ese país. Esta base moldeó, durante muchos
años, el sistema de democracia restringida y minimizó la lucha de clases. De
hecho, la democracia venezolana fundada por el Pacto de Punto Fijo (1958)
descansaba en la distribución de las rentas petroleras a través de un sistema de
clientelismo político.
Una de las claves del triunfo presidencial en el referendo revocatorio de su
mandato está, precisamente, en la forma en que ha redistribuido esas rentas
petroleras, desplazando a los antiguos beneficiarios y destinando parte de ellas
a los sectores más pobres del país. Lo que no es poca cosa, si se considera que
cerca de 70 por ciento de la población de 25 millones de habitantes se encuentra
en situación de pobreza. El gobierno bolivariano canalizó este año 3 mil 200
millones de dólares de los ingresos petroleros para acometer un audaz programa
de obras sociales, producción agrícola e infraestructura. El gasto alcanzará 32
por ciento del PIB.
Significativa ha sido también la reforma agraria puesta en práctica durante su
mandato. Con 70 por ciento de los predios cultivables en manos de sólo 3 por
ciento de los propietarios, promovió una Ley de Tierras que estableció un límite
máximo a la propiedad rural y ha repartido más de 2 millones de hectáreas. Esta
reforma, junto con el reconocimiento jurídico de los derechos de los pueblos
indígenas y la aceptación de la existencia de una profunda discriminación
racial, han dado poder a quienes no lo tenían y provocado el malestar de los
pudientes. Tanto que las cámaras de comerciantes e industriales protestaron por
primera vez en contra del Ejecutivo, el 10 de diciembre de 2001, llamando a un
paro para oponerse a la Ley de Tierras, porque supuestamente desafiaba los
derechos de propiedad.
Así las cosas, no puede extrañar que los más humildes estén convencidos de que
su presidente es la única fuerza que rechaza aceptar una globalización a
expensas de ellos.
Muchas cosas se pueden debatir sobre el gobierno de Hugo Chávez, pero lo cierto
es que su más reciente triunfo confirma que está muy lejos de ser el gobernante
autoritario que la oposición venezolana, Washington y sectores de la
socialdemocracia internacional se empeñan en divulgar. Chávez evitó la represión
a los medios de comunicación hostiles a su gobierno y el uso de la fuerza para
reprimir las manifestaciones que exigían su renuncia. Por el contrario,
respondió al desafío opositor movilizando a sus seguidores, que han resultado
ser muchos más que sus detractores.
Entre los grandes derrotados de la jornada se encuentran los medios de
comunicación que asumieron el papel de intelectuales colectivos de la oposición.
Fracasadas las intentonas de golpes de Estado, huelgas generales y referendos
revocatorios, con el marcador en contra por el jonrón con la casa llena que les
conectó Chávez, la Coordinadora Democrática no cuenta hoy más que con dos
opciones: o busca reinsertarse al juego democrático o apuesta por el magnicidio.