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Latinoamérica

El pasado, el presente y los ataques a la izquierda

Escribe: Hugo Cores
La República

Un pensador judío contemporáneo, Norman Finkelstein, quizás contaminado por el prodigioso, perdón, quiero decir, peligroso espíritu crítico del marxismo, se ha preguntado por qué el peor crimen contra la humanidad de la historia, el holocausto judío, recién comenzó a ser denunciado en todo su horror a partir de la década del 60.

La manipulación del holocausto

El genocidio de millones de judíos realizado por el régimen nazi fue objeto de mercadeo: mientras la política de la guerra fría exigió cerrar filas en torno a los valores "occidentales" para detener el avance "comunista" mientras los Estados Unidos optaba por reconstruir una Alemania vencida sobre y con escombros nazis, mientras el comunismo fue el nuevo enemigo predilecto, la denuncia del holocausto judío era realizada por la izquierda, por aquellos (comunistas, socialistas, anarquistas) que también habían sido perseguidos y escarnecidos. En los años que siguieron a la Segunda Guerra, la denuncia de los crímenes nazis era mal vista por las clases dirigentes norteamericanas, sostiene el autor.

Posteriormente, la masificación y difusión de la denuncia, su "industrialización", en los Estados Unidos, responde a un cambio en la política imperial en Medio Oriente y del papel que Washington le asigna a Israel como aliado para su acción global en Medio Oriente. Esa política ofensiva empieza a justificarse con las variadas y abundantes formas que toma la denuncia del holocausto, cuya inevitable presencia mediática parece destinada a buscar legitimar la agresividad de la política del Estado de Israel.

La historia hecha desde el poder

Salvadas las distancias, algo similar ocurre con hechos y circunstancias históricas vividas por nuestro país. Los analistas que en Uruguay examinan críticamente las obras históricas han demostrado con sobrados ejemplos cómo el relato que se formula del pasado de la nación suele ser objeto de alteraciones y reciclajes.

Cada fase de la dominación ideológica termina por tener su propia versión del pasado, funcional al proyecto político que se propone impulsar.

Pasado, presente y futuro se imbrican en un solo movimiento, intelectual, académico, editorial y publicitario, apuntado a fortalecer la ideología de la clase dominante creándole una "legitimidad histórica" sobre la que fundar su propio proyecto de país, intentando gravitar sobre la ciudadanía y ampliar así su base de sustentación política.

Por cierto que en este terreno la derecha, como en casi todos, no ha sido la única que ha actuado.

Las otras voces, la historia de "los de abajo"

Dentro de las fuerzas progresistas y de los sectores sociales postergados transcurre, más lentamente, un proceso de lucha por la recuperación de la memoria histórica.

Este esfuerzo por recomponer la historia "de los de abajo" se enfrenta a menudo con la hostilidad del Estado y de los grandes medios de comunicación.

Pero si estos obstáculos existen, por ejemplo, para estudiar la situación de los obreros y de los peones rurales explotados en el siglo pasado o de los hombres y mujeres de origen africano o de las maniobras de las grandes potencias contra gobiernos populares en nuestra América, las barreras se vuelven infranqueables cuando de lo que se trata es de estudiar y dar a conocer el pasado reciente, el de los últimos cuarenta años de la vida del país.

En ese terreno, buena parte de los archivos oficiales están herméticamente cerrados para los investigadores. Los archivos de la persecución a las organizaciones gremiales y políticas, a los docentes, artistas e intelectuales de izquierda: totalmente vedados, al menos para los investigadores uruguayos.

Habrá que seguir reconstruyendo memoria y al mismo tiempo demandar trasparencia histórica a partir de la apertura de los archivos que importan.

La ampliación del campo de batalla

Los testimonios y ensayos realizados desde el campo popular, a veces con respaldo académico calificado, entablan, también en el terreno de la memoria, un escenario donde batallan las ideas y los intereses políticos. Se incorporan a la lucha por la hegemonía ideológica, de la que forman parte. Como, en su campo específico, lo hacen los artistas, los escritores, los músicos y los poetas, en lo que podríamos llamar una incesante "ampliación del campo de batalla".

Las Memorias para Armar, "Vivir en Libertad", "Los fusilados de Abril", María Constanza, Samuel Blixen, José Jorge Martínez, Sara Méndez y Raúl Olivera ampliaron en ese sentido una senda fecunda que no ha cesado de incorporar trabajos invalorables para el análisis de ese pasado reciente.

En el campo académico, se han realizado aportes sumamente valiosos, como las obras de Carlos Demassi, Álvaro Rico, Rodolfo Porrini y Clara Aldrighi, para nombrar apenas las más recientes, obras que se suman a una tradición de la que Benjamín Nahum en la Historia y Gerónimo de Sierra en la Sociología, constituyen autores de trabajos ejemplares.

Los debates pendientes y los que no se pueden postergar

Ahora bien, en los últimos tiempos, se han realizado varias promociones editoriales intensas de obras cuyo contenido se podría sintetizar diciendo que en sus tesis principales se responsabiliza a la izquierda por el advenimiento del régimen dictatorial.

Es obvio que la izquierda no puede ser tomada, en sus antecedentes históricos, como una unidad monolítica sino como una confluencia de vectores diversos en un frente común y con un programa común. Con distintas inspiraciones ideológicas y orientaciones estratégicas.

¿Es acaso la hora de dirimir las controversias o los aspectos que están inconclusos de esos debates? Resulta claro que no, que no es este el momento para abocarse a ese debate y balance crítico de lo actuado.

Bien distinta es la situación en lo referido a la literatura histórica contra la izquierda. Esa no debiéramos dejarla pasar. Forma parte de la lucha política actual, tan actual como qué va a pasar con el agua, con la educación o la salud de los uruguayos.

"La Revolución Imposible" de Alfonso Lessa

En ese terreno, cometí un error al no hacer conocer, en su debido momento, hace un año y medio, mis opiniones críticas a una obra muy difundida (y premiada) de Alfonso Lessa. Una tesis del autor para una maestría en Ciencias Políticas de la Facultad de Ciencias Sociales en la Universidad de la República.

Creo que una obra como "La Revolución Imposible" puede adquirir, como mérito, el iniciar un debate sobre postulados que justifican una discusión a fondo. Lamentablemente, y eso no es responsabilidad de Lessa sino nuestra, de la izquierda, ese debate no se abrió.

A cuenta de mayor cantidad, quiero enumerar apenas los titulares de mis principales críticas a la obra:

1-Atribuye la radicalización de las luchas y el surgimiento de la guerrilla exclusivamente a lo que llama "el huracán cubano". Descalifica, a texto expreso, la existencia de causas internas para la insurgencia nacida contra el proceso de autoritarismo político y deterioro social que se vivía en el país desde que se firmó, en 1959 la primera Carta de Intención con el FMI.

2-Para Lessa no existen los gremios, ni los cañeros, ni las huelgas, ni la CNT, ni su programa, ni el Congreso del Pueblo.

3-El autor busca y obtiene testimonios orales sobre sucesos de hace más de 30 años, sin que aparezca ni distancia con esos dichos ni una labor de cotejo con documentos de época que validen la fuerza de verdad de lo que afirma el testigo.

4-Lo más grave: da como fuente válida afirmaciones de jerarcas militares activos durante la dictadura. Sin cotejo crítico y sin toma de distancia.

Continuaré con el asunto.
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El mito y la realidad del libre comercio

__Especial__
I Foro Social de las Américas
Alberto Acosta y Eduardo Gudynas (*)
Deuda Externa <http://www.deudaexterna.com/> / D3E. Ecuador, julio del 2004.

El presente artículo está basado en la introducción del libro «Libre comercio: mito y realidad» (Editorial AbyaYala, en colaboración con ILDIS y D3E), que se distribuye durante el 1er. Foro Social de las Americas.

Quito.- El "libre comercio" está en boca de todos como una verdad revelada que ofrece las mejores soluciones para los problemas de los países de América Latina. Intentar una crítica del "libre comercio" es casi temerario en el día de hoy, ya que es una idea defendida desde los más diferentes ámbitos: la política, la academia y el empresariado. Pero, además, parece insensato cuestionar una apelación a la "libertad" del comercio; ¿quién puede estar en desacuerdo con la libertad? Por otro lado, todos quieren comerciar; los empresarios y los países sueñan con exportar y creen que desde allí se desencadenará el crecimiento económico. Se alude una y otra vez a la experiencia de las naciones asiáticas que en la actualidad son exportadores globales como prueba adicional de la importancia del "libre comercio".

De esta manera la idea del "libre comercio" se convierte en un mito, rodeado de aspectos positivos, con una leyenda de casos exitosos y un discurso teórico, inmune a las críticas. Sin embargo, la realidad es distinta del mito, y las situaciones que hoy se observan en América Latina advierten que detrás del slogan "libre comercio" no todo es libre, no todo se refiere al comercio, y muchos de los resultados son negativos, basta ver la experiencia mexicana.

América Latina y el Caribe han avanzado firmemente por el camino del "libre comercio" desde por lo menos la década de 1980, sin que con esta aseveración se acepte como que antes estas economías hayan estado totalmente cerrada a los flujos comerciales y financieros internacionales. Lo cierto es que en los últimos años las fronteras se abrieron aún más, se bajaron (casi) totalmente los aranceles y los mercados nacionales han sido invadidos por productos importados. En algunos casos aumentaron los flujos exportadores (especialmente de productos primarios), pero a su vez también se incrementaban las importaciones, y casi todos cayeron en déficits comerciales que han forzado un redoblado endeudamiento externo. A su vez, el Estado dejó de proteger la industria nacional, que ya no pudo competir con éxito con los productos importados, por lo que se vendieron muchas empresas a compañías extranjeras desencadenando la extranjerización y concentración, y otras simplemente cerraron sus puertas. El desempleo se agravó, dando paso a una masiva emigración.

Estos procesos, apenas esbozados, nos permiten ubicar al "libre comercio" como parte de una serie de reformas sustanciales en las economías y políticas nacionales, orientadas a satisfacer las demandas de los grupos transnacionales de poder, particularmente de aquellos sustentadores del Consenso de Washington. Esos cambios privilegiaban el papel del mercado como escenario esencial para la marcha social, el Estado se debía reducir, se debían privatizar los servicios públicos, era necesario un estricto equilibrio fiscal para servir la deuda externa, asegurar el libre flujo de capitales y abrir las fronteras al comercio global. Bajo esas ideas el ciudadano se convierte en consumidor, y la política desaparece en una gestión mercantilizada.

La idea actual del "libre comercio" es parte de esos conceptos. Es una idea que se vendió desde los países del Norte, pero que ni siquiera se aplica en esas naciones. Inglaterra, Alemania, Francia, Estados Unidos, Japón y los demás países industrializados aplicaron constantemente las más diversas barreras y restricciones comerciales, con una fuerte presencia estatal apoyando y amparando a distintos sectores productivos. Y lo siguen haciendo; por ejemplo, las naciones desarrolladas aplican un total de mil millones de dólares diarios en subsidios y protecciones agrícolas. El mito genera un problema grave, pero a su vez todos quedan atrapados en su interior sin conseguir salir.

A pesar de que sus prácticas son de un "comercio regulado", desde los centros universitarios y los podios políticos se enseña sobre el comercio "libre", y desde las agencias de desarrollo como Banco Mundial, BID y FMI se condiciona a los países del sur para que desregulen su comercio y acepten pasivamente todo el instrumentario librecambista.

El resultado es obvio: los países del norte mantienen el comercio regulado, pero al obligar que los de América Latina liberen sus mercados, se consolida el comercio asimétrico. Las naciones industrializadas invaden los mercados del sur, mientras que los latinoamericanos y los caribeños no logran exportar ni sus productos primarios por las protecciones en el norte.

Esta situación se agrava en la actualidad por la proliferación de acuerdos del mal llamado libre comercio entre los países de América Latina con Estados Unidos y la Unión Europea. Bajo las nuevas versiones de esos acuerdos la situación se complica todavía más ya que los nuevos convenios no sólo tratan de temas comerciales sino que se cuelan aspectos no-comerciales para establecer mecanismos de sobreprotección a las inversiones estadounidenses, las formas en que los gobiernos hacen sus compras, los derechos de propiedad intelectual, la privatización de los servicios públicos y muchos otros temas más. Por lo tanto el "libre comercio" no sólo no es libre, sino que trata de muchos otros temas además del "comercio".

Por otro lado, los resultados de la estrategia del "libre comercio" no han generado el desarrollo económico prometido, no redujeron la desigualdad ni la pobreza, y la disconformidad social es creciente. A la par con las protestas ciudadanas se suman nuevas corrientes de reflexión sobre el comercio, tanto a nivel latinoamericano como global, que advierten sobre las falacias del "libre comercio".

En este contexto, para elevar el nivel del debate y desmitificar el discurso del "libre comercio", durante el Primer Foro Social de las Américas, se está presentando una colección de ensayos sobre esas cuestiones, que incluye algunos textos clásicos poco conocidos en la actualidad.

Esos artículos, publicados por la editorial AbyaYala, conjuntamente con ILDIS y D3E, comienzan con un texto clave de Friedrich List, escrito en la primera mitad del siglo XIX en el que plantea un camino diferente al del librecambismo de la época, que tuvo un gran éxito en Alemania. List (1789-1846), un economista alemán que centró su atención en la superación del "subdesarrollo" de su país, sintetizó su pensamiento en un libro publicado en 1841. "Retraso" y "dependencia" de Alemania respecto a Gran Bretaña son las preocupaciones implícitas en dicho trabajo; una situación que fue superada gracias a una serie de acciones inspiradas en una serie de reflexiones y propuestas de política elaboradas por List, las cuales fueron "aplicadas casi al pie de la letra", al decir del economista peruano Jürgen Schuldt. Como afirmó hace un par de años otro economista alemán, Wilhelm Hankel, en List se puede ver "el inventor de la 'economía institucional', una suerte de relatividad económica que renuncia a la pretensión de que exista algo así como un modelo de economía de mercado universalmente válido, independiente del tiempo y de la historia". Sus planteamientos, enfrentados a la visión dominante de ese entonces -propugnada por los clásicos: Adam Smith, Jean Baptiste Say y David Ricardo-, brindan, aún ahora, valiosas reflexiones para forjar respuestas alternativas. Su crítica apuntaba a desvirtuar las indiscutibles "verdades" forjadas alrededor del libre comercio mundial y la doctrina de las ventajas comparativas. List levantó una posición contestaría de las visiones "globalizadoras" de su época, con gran éxito en la práctica, como se vería décadas más adelante a través del notable desenvolvimiento de Alemania; hecho que, sin embargo, no pudo registrar el propio List, quien, plagado por una serie de problemas y frustraciones, optó por suicidarse.

También se incorpora un artículo poco difundido de John Maynard Keynes (1883-1946), el economista más connotado del siglo XX, quien, en un artículo sobre la autosuficiencia nacional, escrito en 1933, ensaya una feroz crítica a los sueños del libre comercio, llegando incluso a señalar que "yo simpatizo, por lo tanto, con aquellos quienes minimizarían, antes que con quienes maximizarían, el enredo económico entre naciones. Ideas, conocimiento, ciencia, hospitalidad, viajes - esas son las cosas que por su naturaleza deberían ser internacionales. Pero dejen que los bienes sean producidos localmente siempre y cuando sea razonable y convenientemente posible, y, sobre todo, dejemos que las finanzas sean primordialmente nacionales. Sin embargo, al mismo tiempo, aquellos que buscan liberar a un país de sus enredos deberían ser muy lentos y cautelosos. No debería ser un asunto de romper raíces sino de entrenar lentamente a una planta para que crezca en una dirección diferente".

Herman Daly, otro destacado economista ofrece un análisis clave para la situación regional que se especializa en vender productos primarios, que son recursos naturales, y por lo tanto alimenta el desarrollo de las naciones industrializadas a costa de su propio subdesarrollo. La situación latinoamericana, desde diversos puntos y con énfasis diferentes, es analizada sucesivamente y en ese orden por Helio Jaguaribe, Alberto Acosta, Rafael Correa, Jaime Estay, Enrique Daza y Raúl Fernández, Lincoln Bizzozero, Claudio Lara Cortés, Jürgen Schuldt y Eduardo Gudynas.

Con esta colección de textos se apuesta a un aporte que busque la sustancia en el debate para así establecer las bases de una economía política renovadora que permita construir una verdadera integración regional, que deberá ser incluso política, como paso previo para un posicionamiento inteligente y soberano de la América latina y caribeña en el contexto internacional. Este libro también espera refrescar un debate enrarecido por el entusiasmo dogmático de los defensores del "libre cambio", quienes gracias a su poder dominante, han mantenido cerradas las puertas para otras visiones impidiendo el afloramiento de propuestas alternativas.

(*) A. Acosta es economista ecuatoriano y E. Gudynas es analista uruguayo.

Disponible en Abya-Yala:
12 de Octubre 14-30 y Wilson
Teléfono 02-2506247
www.abyayala.org