Latinoamérica
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PUERTO RICO
Colonialismo y globalización
Norberto Cintrón Fiallo*
Quizás resulte apropiado comenzar este mensaje recordando, ahora cuando se
cumplen cien años de su nacimiento, los versos que Pablo Neruda dedicara a
Puerto Rico en el primer poema de Canción de Gesta, allá para la década de 1960:
'Tengo elegido un tema caluroso
Con sangre, con palmeras y silencio,
Se trata de una isla rodeada
Por muchas aguas e infinitos
Allí crece el dolor de los que esperan
Y se desangra un río de lamentos,
Es una pobre isla encarcelada.
Van y vienen los días cenicientos.
Vuela la luz y vuelve a las palmeras,
La noche viaja en su navío negro
Y allí sigue, allí está encarcelada
La isla rodeada por el sufrimiento.
Y se desangra nuestra sangre en ella
Porque una garra de oro la separa
De sus amores y su parentesco.'
Desde la situación colonial que nos particulariza, el escenario puertorriqueño
representa un texto que puede ser leído, muestra las señalizaciones que inventan
el camino. Bajo el dominio del mismo poder que hegemoniza estas globalizaciones
hemos vivido los últimos 100 años de nuestra historia.
Dice Antoni Comin en el texto Mundialización: aspectos políticos, que 'la
globalización, que supuestamente sería universalización de la economía, la
unificación del planeta en un único mercado mundial, es en realidad -
básicamente- una occidentalización de la economía mundial y, sobre todo, una
norteamericanización de ésta'. Y añade que, 'la guerra fría ha sido una guerra
militar en la que el ejército vencedor ha impuesto un sistema económico
determinado al resto del planeta para favorecer los intereses económicos del
capital de los EEUU, en primer lugar...'
Hace más de 100 años, los Estado Unidos de América, por medio de un tratado en
el cual nosotros nada tuvimos que tratar, el llamado tratado de Paris de 1998,
nos impusieron situaciones que mucho se asemejan a las que hoy pretenden
imponer, mediante el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) a toda
América Latina. Y podría hasta parecer curioso nuestro caso, pues para la década
de 1930, el intelectual puertorriqueño Antonio S. Pedreira, decía, ante la
teoría de los defensores del colonialismo, quienes señalaban que Puerto Rico
representaba el puente entre dos culturas, que nos declaraban 'puente' para que
todo el mundo nos pasara por encima. En la actualidad, aquellos empresarios
neoliberales y globalizadotes que impulsan a San Juan como sede del ALCA,
también utilizan la metáfora del puente para defender nuestra supuesta capacidad
para servir como cabecera de playa del neocolonialismo neoliberalizador. A
finales de junio de 2004, el secretario de Estado puertorriqueño sostenía, al
anunciar la próxima reunión de la Comisión Económica para la América Latina y el
Caribe (CEPAL), que Puerto Rico 'Puede ser -no importa sus estatus político- un
enlace extraordinario con cada país de América latina' en esa reunión llevada a
cabo en San Juan, desde el 28 de junio al 2 de julio de 2004, Puerto Rico,
debido a su carencia de soberanía y a su sometimiento a la representatividad
internacional yanqui, sólo pudo participar como país asociado y no como miembro
en propiedad. Pero, por arte del virtualismo discursivo ideológico, nuestra
condición colonial pasó a ser uno de nuestros haberes, pues se concluyó, luego
de la presentación de un estudio económico sobre Puerto Rico, que una de
nuestras ventajas es el conocimiento del 'mercado norteamericano'.
Pero esos puentes de que se habla, resultan ser los lazos que unen a sus
empresas, pero que a nosotros nos separan. Es a esa separación a la que alude
Neruda en los dos últimos versos de su poema:
'porque una garra de oro la separa de sus amores y su parentesco'
Hablamos pues, desde nuestra singularidad colonial, la misma que nos obliga año
tras año ha incluir, dentro de las resoluciones que se presentan ante la ONU, un
párrafo que exprese nuestra identidad latinoamericana y caribeña. Es como si las
circunstancias geográficas, históricas y culturales no bastasen para declarar
nuestra identidad a menos que se pronuncie y se apruebe el discurso que las
devuelva a su verdadera realidad. No hay peor tragedia existencial que aquella
causada por el colonialismo en la geografía mental del puertorriqueño. Nueva
York o los Angeles se encuentran más cerca que la República Dominicana o Haití.
El colonialismo norteamericano ha pretendido sacarnos de nuestro entorno
antillano, caribeño y latinoamericano. No hay prueba más dramática que las
prohibiciones que nos imponen para relacionarnos con los hermanos cubanos. Se
trata de todos los impedimentos, de todas las sanciones y re-sanciones
inventadas periódicamente por el gobierno de los Estados Unidos contra la
Revolución Cubana. Ultimamente, Venezuela, hasta hace poco destino turístico
para muchos puertorriqueños de clase trabajadora, ha desaparecido de nuestra
geografía aérea.
Es necesario recalcar esa realidad colonial que nos caracteriza y es necesario
recalcar los visos de neocolonialismo que la actual situación de globalización
transporta para Latinoamérica. De la misma manera en que Manuel Vázquez
Montalbán, en un ensayo sobre la mundialización y la cultura indica la necesidad
de, 'volver a hablar de un planteamiento de lucha de clases dando a la palabra
clase otra dimensión, condicionada por una segmentación evidentemente
diferente', así mismo se hace necesario hablar de un nuevo colonialismo, esta
vez dentro de un marco escénico evidentemente distinto.
Estos son los procesos que el escenario puertorriqueño trae consigo. Desde el 25
de julio de 1898 nuestra historia ha sido la historia del control económico
norteamericano, de su dominio militar y político, de los intentos de asimilación
cultural e imposición, tanto de su pensamiento como de su visión del mundo. Con
la invasión de sus tropas, se aceleró el proceso mediante el cual la economía
puertorriqueña pasó a ser un apéndice de la norteamericana. Mediante el
acaparamiento de nuestras tierras, sus compañías impusieron el monocultivo
azucarero. De ese modo extraían la riqueza puertorriqueña hacia los Estados
Unidos. Cinco años después de la invasión las importaciones desde Estados Unidos
ascendieron a un 80% mientras las exportaciones hacia ese país se elevaron sobre
el 65%. Dos años de gobierno militar sirvieron para que pudieran tomar control
de lo económico y de lo político. Cuando, en el año 1900, aprobaron una ley
conocida como Ley Foraker, con la intención de concedernos un supuesto gobierno
civil, los estadounidenses se arrogaron los derechos relativos a
reglamentaciones comerciales con los propios Estados Unidos y otros países.
En función de mantener el control económico se establecieron medidas encaminadas
al control de la cultura y del pensamiento. Se reorganizó el maltrecho sistema
educativo heredado de la antigua metrópoli española, con el propósito explícito
de crear puertorriqueños que pensaran y sintieran a la manera norteamericana.
Se declara inservible la lengua española, patrimonio de nuestra formación
histórica y se creó una absurda situación, digna de aquel mundo al revés de que
hablaron los pensadores anticolonialistas de la década de 1960. Una situación en
la cual los puertorriqueños no alfabetizados recibían enseñanza en una lengua
desconocida. Vázquez Montalbán, al describir la situación totalizante creada por
el neoliberalismo globalizante en lo cultural, indica que, 'la transmisión de
principios de desigualdad instituida y de pesimismo histórico, que invita por
tanto a una paralización, a no buscar el cambio, a no intentar experimentos que
puedan dañar una situación alcanzada, se ejerce fundamentalmente a través de los
aparatos de educación e información, que tienen un control político mediante los
planes de educación e información y que luego de la transmisión de ese balance
patrimonial y de esa propuesta de creación de una conciencia paralizada, de una
conciencia a favor de la lógica del economicismo'. Fueron, tanto la educación
como la información, los medios utilizados por el colonialismo para desarrollar
una conciencia a tono con sus objetivos en nuestro país. Se trató de una
conciencia acrítica respecto al contexto de nuestro desenvolvimiento.
Según Vázquez Montalbán el estado de conciencia que el neoliberalismo contempla
instalar está basado en la aceptación pesimista de la inevitabilidad de los
procesos en desarrollo. En Puerto Rico, la Cámara de Comercio, organización de
empresarios, decía hace ya tiempo atrás, mientras intentaba organizarse para
tomar ventajas del proceso globalizador, que, 'para bien o para mal el pasado
pasó...' Este es también el mensaje de la inevitabilidad. Con él se intenta
apagar la conciencia crítica de quienes levantan oposiciones a las avasallantes
explotaciones del escenario actual. Se construye al pensamiento como una
manifestación del pasado y obstaculizadora. De esa actitud florece un pesimismo,
un fatalismo, que es también característico de las situaciones coloniales.
Por ejemplo, para el año 1934, en su libro Insularismo, Antonio S. Pedreira
calificaba al puertorriqueño de 'aplatanado'. Durante la década de 1940, el
cuento El Josco de Abelardo Díaz Alfaro, cuento que durante años ha sido parte
del currículo puertorriqueño, presentó una situación en la cual la identidad
puertorriqueña sucumbía al final inevitablemente, ante el empuje de la
americanización. Para la década de 1960. El escritor Rene Marqués, publicó su
ensayo El puertorriqueño dócil en el cual planteaba la incapacidad del
puertorriqueño para rebelarse. La tesis de una docilidad casi congénita. Durante
años, tanto la literatura como el sistema educativo, elaboraron una visión
pesimista del mundo que intentaban reflejar en un caso y promover en el otro, el
conformismo con la situación existente.
Actualmente los embates del neoliberalismo dentro de nuestro contexto colonial
han impulsado un nuevo conformismo relacionado con los sectores obreros.
Consiste en postular que para mantener unos puestos de trabajo, el trabajador
tiene que aceptar toda clase de sacrificios y cualesquiera condiciones que les
imponga el patrono. En otras palabras, tienen que abandonar la lucha antiquísima
de su clase. Es parte de la ideología que diseminan los sectores empresariales
recogidas por dirigentes obreros. Esta ideología sostiene que en aras de
mantener e empleo, el trabajador tiene que aceptar salaries que no solo no le
permiten elevar su nivel de vida sino que lo empujan a la muchedumbre de los
empobrecidos A los empresarios y a los patronos esta predisposición a la
impotencia a la cual nuestra situación de dominio sin soberanía tiene
acostumbrados a gobernantes y funcionarios, les ha servido de maravilla para
imponer su discurso.
La evolución lingüística de la globalización, ya dígase ' más mercado y menos
gobierno 'o 'más mercado y gobiernos más eficientes' no significa dentro de
nuestra realidad puertorriqueña mucho más que la puesta al día de la función
colonial que nuestro gobierno ha realizado durante mas de cincuenta años - a
través de nuestro desarrollo industrial- a favor de unos empresarios que
abrumadoramente son industriales trasnacionales norteamericanos.
Durante el pasado mes de junio vivimos un ejemplo de ese paso sin fricciones que
ha dado nuestro colonialismo en el momento actual. La gobernadora de Puerto Rico
desautorizó públicamente al Secretario del Trabajo y con ello lo obligó a
renunciar. La razón que tuvo para hacer esto fue que el Secretario hizo unas
expresiones que favorecían la aprobación de una nueva ley antimonopolística que
regulara de alguna forma las nuevas circunstancias económicas que vive el país.
Pedía que se le restituyesen los derechos a los empleados a jornada parcial.
Según sus propias manifestaciones, en Puerto Rico en los comercios que emplean
de cien o más personas, sesenta de cada cien están a jornada parcial. Wal-Mart,
la gigantesca trasnacional, emplea a tiempo parcial hasta siete de cada diez
trabajadores. Recientemente compró la cadena puertorriqueña de Supermercados
Amigo. Los empleados de estos supermercados denunciaron rebajas en sus horarios
de cuarenta a veintidós horas semanales. Despiden todos los meses de sesenta a
cien trabajadores para sustituirlos por nuevo personal al que no cubren las
prestaciones que rigen para trabajadores con jornada regular o con más de tres
meses en el empleo. Contra esta explotación y precarización de los empleos se
manifestaba el Secretario del Trabajo cuando fue obligado a renunciar.
El enfrentamiento entre estos dos funcionarios gubernamentales resumió dos
visiones de mundo incompatibles en el actual escenario globalizador. El
Secretario del Trabajo expresó que 'el desarrollo económico hay que lograrlo sin
olvidarse del ser humano, que es el propósito de toda gestión gubernamental. Las
leyes laborales no son otra cosa que leyes de vida. El trabajo es esencial para
la calidad de vida'. Por otro lado la gobernadora expresó que 'no consideraré
ningún proyecto que afecte adversamente al sector que genera los empleos en
Puerto Rico'. Con esas palabras apoyó los planteamientos hechos por la
Asociación de Industriales y la Asociación de Bancos. La forma y manera como se
expresa la globalización en Puerto Rico no es producto de procesos económicos
'naturales' o 'inevitables', sino el acto de una voluntad política. Voluntad
política en este caso asumida por el poder ejecutivo en función de socio menor
del verdadero poder político: el estadounidense.
El ya citado Antoni Comin ha señalado al describir la globalización actual, 'no
se trata de un proceso económico que se vaya desarrollando por sí solo mediante
mecanismos exclusivos o prioritariamente económicos, sino que esta unificación
económica del mundo se impone principalmente mediante la política de la
diplomacia y de las armas.' A partir de un hecho militar -la invasión de 1898-el
poder político estadounidense ha manipulado nuestros procesos económicos a tono
con sus necesidades, no con las nuestras. Actualmente nuestra economía es un
sembradero de centros comerciales que no responden necesariamente ni a nuestros
intereses ni a nuestras realidades. Recientemente un legislador puertorriqueño
denunció que ' mientras el Producto Nacional Bruto (PNB) ha estado decreciendo
desde 1999 y se encuentra por debajo del 3%, el pietaje comercial ha ido
creciendo y en los últimos años se ha duplicado de quince millones de pies
cuadrados a 31 millones durante el 2004. Así mismo la deuda de los consumidores
ha ido creciendo a un ritmo mayor que el PNB'. Las tiendas Wal-Mart generan más
de 15 mil millones de dólares en ventas en Puerto Rico. Otras tiendas como la
cadena Kmart, que en los Estados Unidos se encuentran bajo las leyes de quiebra,
en Puerto Rico informan ganancias colosales.
El contenido político del poder norteamericano en Puerto Rico ha evolucionado
desde la invasión militar hasta la imposición neoliberal, en función del
imperialismo económico. En 1917 el Congreso aprobó la Ley Jones que nos impuso
la ciudadanía estadounidense por encima de la oposición de la Cámara de
Delegados puertorriqueña que representaba a nuestro pueblo. La imposición de esa
ciudadanía daba legitimidad a la extensión del servicio militar obligatorio a
los puertorriqueños. Sin embargo, todos los poderes económicos que el Congreso
de los Estados Unidos había tomado para sí mediante la Ley Foraker de 1900, se
mantuvieron intocados. El latifundio, el monocultivo y el ausentismo marcaron
nuestro desarrollo económico hasta la mitad del siglo pasado. Fueron años de
enormes ganancias para la industria azucarera absentista, pero de miserias,
explotación y enfermedades para los trabajadores puertorriqueños.
Justamente a la mitad del Siglo XX se aprobó en Washington una ley conocida como
la Ley 600, cuyo titulo es 'Ley, proveyendo para la organización de un gobierno
constitucional en Puerto Rico.' Para el ano 1952 entro en vigor la Constitución
de Puerto Rico y el Estado Libre Asociado de Puerto Rico. Esa constitución fue
aprobada por el Congreso después de eliminarle secciones completas que habían
sido aprobadas por el pueblo de Puerto Rico aunque mantuvo en vigor
disposiciones que pertenecían a la Ley Jones de 1917. Estas disposiciones
pasaron a llamarse Ley de Relaciones Federales para Puerto Rico.
Entre las disposiciones que se mantuvieron se encuentran las leyes relativas a
tarifas, aduanas y derechos de importaciones. El establecimiento de una
constitución en Puerto Rico llegó junto con la transformación de la economía de
un modelo fundamentalmente agrícola a uno industrial. La transformación
económica se organizó sobre una base de exoneración contributiva, subsidios para
la infraestructura, salarios bajos y el libre acceso de productos al mercado
estadounidense. Fue un cambio llevado a cabo en beneficio de las industrias de
los Estados Unidos sin tomar en cuenta la economía del país. Lo que trajo como
consecuencia el disloque en los patrones de comportamiento social.
Miles de puertorriqueños se vieron obligados a emigrar a los Estados Unidos en
busca de empleos en las escalas inferiores del mercado de trabajo. De modo que
el colonialismo en Puerto Rico también operó mediante la exclusión de grandes
sectores de la población. Al día de hoy, somos un país dividido. Cerca de la
mitad de los puertorriqueños residen en los Estados Unidos principalmente en los
guetos.
Durante los cincuenta y dos años de existencia del llamado Estado Libre Asociado
de Puerto Rico, los cambios en nuestra economía se han orientado por las
estrategias del mercado norteamericano. Nuestro primer desarrollo industrial se
basó en la industria liviana. Para finales de la década del 1960 se dio un
movimiento hacia la industria pesada. Pero ese último desarrollo se desenfocó
como consecuencia de la crisis del petróleo ocurrida durante la década de 1970.
Para mediados de esa misma década el gobierno de los Estados Unidos permitió que
las empresas en Puerto Rico estuviesen exentas de pago contributivo para todo
aquel ingreso que fuera generado como resultado de sus operaciones e nuestro
país. Se les permitió una exoneración adicional por concepto de los dividendos
remitidos a sus casas matrices. También quedaron exonerados los dividendos
derivados de sus inversiones financieras e el territorio. Dichas leyes que se
conocieron como sección 936 de la ley de Rentas Internas Federal, quedaron
eliminadas durante la década de 1990.
Para entender el estado actual de nuestra economía, producto del colonialismo y
del neoliberalismo, hay que escudriñar el resumen que hizo la Cámara de Comercio
en el año 2001: 'Puerto Rico es un gran exportador y nuestra economía se basa en
el comercio exterior. Nuestras ventas al exterior superan en valor a nuestro
Producto Bruto, por ejemplo en el año fiscal 2000 las ventas al exterior fueron
$47,980 millones y nuestro Producto Bruto fue de $41,363 millones. El reto es
que de las industrias nativas no participan en la gran mayoría de las
exportaciones. Nuestra actividad exportadora se concentra mayormente en las
actividades de empresas manufactureras subsidiarias de matrices estadounidenses
las cuales importan insumos y exportan su producción a la empresa matriz sin que
localmente se desarrolle el peritaje para la actividad exportadora, por eso es
que el 87.8% de nuestras exportaciones de mercancías registradas son a los
Estados Unidos, donde se ubica la mayoría de las matrices de nuestras empresas
manufactureras.'
Durante los últimos cincuenta años, los Estados Unidos han manipulado el
lenguaje democrático y el ordenamiento internacional mientras impone el control
político de nuestra patria, si es necesario, por medio de la fuerza. A mitad del
siglo pasado se estableció la llamada Ley de la Mordaza que permitía encarcelar
al liderato político que se opusiera a los intentos de perpetuar el coloniaje
por medio del Estado Libre Asociado. Al aprobarse la constitución
puertorriqueña, los Estados Unidos se presentaron ante la Asamblea General de
las Naciones Unidas para solicitar una resolución mediante la cual se eliminara
a Puerto Rico de la lista de territorios coloniales porque con el Estado Libre
Asociado habíamos alcanzado un grado de gobierno propio que permitía la
exclusión de nuestra patria de dicha lista. Con esta falsedad logró su propósito
de no tener que rendir informes sobre la situación jurídico-política de Puerto
Rico. Todavía, aunque cada vez menos, algunos de nuestros políticos utilizan el
lenguaje de esa resolución para defender nuestra actual situación política.
Desde 1948, el gobierno de los Estados Unidos intentó legitimar su régimen en
Puerto Rico permitiendo la elección de gobernantes dentro de las circunstancias
electorales que pueden existir en territorio intervenido militarmente,
controlado políticamente y explotado económicamente. Llevó a cabo la represión y
la persecución sistemática de todos aquellos puertorriqueños que han defendido
la liberación del país. Se estableció, lo que en nuestra historia ha pasado ha
llamarse el 'carpeteo'. Miles de boricuas fueron fichados y vigilados, tanto en
sus hogares como en sus comunidades o trabajos. Desde el momento mismo de la
invasión, miles de patriotas puertorriqueños han sido encarcelados, desde el
periodista Evaristo Izcoa Díaz, en 1899, hasta los más de mil civiles condenados
en la lucha por sacar la marina de los Estados Unidos del municipio
puertorriqueño de Vieques.
En los momentos actuales varios puertorriqueños como Antonio Camacho, Carlos
Alberto Torres, Oscar López y Haydee Beltrán, se encuentran cumpliendo largas
condenas en las cárceles de los Estados Unidos como consecuencia de sus luchas
por la independencia de Puerto Rico. A lo largo del siglo pasado otros
puertorriqueños y puertorriqueñas tales como Rafael Cancel Miranda y Lolita
Lebrón, por mencionar sólo dos, han cumplido hasta veinticinco años de encierro
en cárceles estadounidenses por sus actos heroicos en defensa de nuestra
dignidad, soberanía e independencia.
Como ya mencionamos, el poder interventor se ha apoyado en la educación para
crear una mentalidad capaz de aceptar la supremacía del colonizador. A partir de
1898, se le impuso a nuestro pueblo el currículo que utilizaban las escuelas
norteamericanas. Se comenzó a conmemorar sus días festivos, se inculcó el culto
a sus héroes, a su himno y su bandera y se ocultó nuestra historia de lucha,
nuestros héroes de la independencia y nacionalidad y se criminalizó el uso de
nuestra bandera. La educación sirvió como medio de indoctrinación militar. Un
país carente de ejército propio, inculcaba el militarismo en sus escuelas y
universidades. Se sembró en nuestro territorio de bases militares que ocupaban
un 13% del terreno cultivable.
En el terreno del idioma el imperialismo encontró un campo fértil para la
manipulación. La enseñanza del inglés ha sido siempre en Puerto Rico un proyecto
de carácter político. Comenzaron imponiendo el inglés como vehículo de
enseñanza. Ante el fracaso de ese absurdo pedagógico, han privilegiado su
enseñanza, pero no como vehículo humanizador y de ampliación cultural, sino como
instrumento de asimilación. No se busca la creación de un puertorriqueño capaz
de comunicarse con sus hermanos caribeños de lengua inglesa. Tampoco profundizan
la comunicación con la otra mitad de nuestra nación que vive en los estados
Unidos, sino crear los cuadros que necesita la economía norteamericana en estos
momentos.
Tanto el asunto lingüístico como el manejo de la educación y de la información,
se dirigen a la creación de un pensamiento único favorable al poderío
norteamericano. Buscan la formación de un puertorriqueño consumidor y cuyas
potencialidades productivas sólo sean posibles si se manifiestan dentro de las
necesidades de las grandes empresas. El manejo de las circunstancias
lingüísticas del puertorriqueño ha sido y sigue siendo un intento de intervenir
en la construcción y reconstrucción de nuestra identidad. En las últimas décadas
la educación oficial ha hecho propaganda a favor del constructivismo, el
humanismo y el pensamiento critico. Sin embargo, cuando se compara el nivel
retórico de las reformas con sus contenidos semánticos o con sus prácticas
clasistas, obtenemos el peso real que el colonialismo y el nuevo mercantilismo
tienen en nuestro sistema educativo.
En el año 1998 se cumplió un siglo de colonialismo norteamericano en Puerto
Rico. Este aniversario se cumplió en los momentos de mayor empuje de un
neoliberalismo que nos venía arropando desde la década del 1980. El 1998 nos
encontró en medio de una llamada reforma laboral que desmanteló muchas de las
reivindicaciones alcanzadas por la lucha de los trabajadores. Esa reforma
aprobada para el año 1995 y profundizada en 1998, modificó la forma de hacer
pagos por horas extraordinarias, enmendó la ley de salario mínimo y las
reglamentaciones concernientes a vacaciones regulares y por enfermedad, propició
medidas que permitían el despido de empleados para sustituirlos con nuevos
empleados con menos derechos laborales.
En esos años se llevó a cabo también la venta de la Compañía Telefónica. Esta
era la mayor compañía nacional puertorriqueña. Su venta constituyó una
transacción millonaria. La política privatizadora del gobierno afectó otros
haberes nacionales a veces mediante la venta y otras mediante la contratación y
subcontratación. Sin embargo, dentro de las políticas neoliberales ensayados en
nuestro país, es muy importante destacar lo que ha ocurrido en el terreno de la
salud pública. La mal llamada reforma de salud desmanteló un sistema de salud
pública que ofrecía servicios de calidad a medico-indigentes a través de
dispensarios y hospitales primarios, terciarios y supraterciarios costeados y
administrados por el gobierno. Actualmente los servicios médicos se proveen por
medio de aseguradoras que controlan el expendio de medicinas, el tratamiento
medico, hospitalizaciones, laboratorios y otros servicios relacionados con el
tratamiento de un enfermo. El puertorriqueño que requiera servicios de salud
está bajo el poder administrativo de estas compañías que lo dirigen todo en
función de sus intereses mercantilistas.
Quizás debamos terminar ahora parafraseando al poeta cubano Nicolás Guillén con
aquello de: 'Cómo estás tú Puerto Rico de socio asociado en sociedad'. La
aliteración desenmascara el carácter colonial del llamado Estado Libre Asociado
de Puerto Rico. Los velos del neoliberalismo no reinventan mucho en su afán de
ocultar el dominio político tras los recursos metafóricos del discurso. En el
informe sobre la evolución de la economía puertorriqueña preparado por la CEPAL
se habla de: 'La falta de experiencia de los puertorriqueños en el manejo de una
política de comercio exterior' También se habla de una supuesta 'aprensión ante
los procesos de integración'. Ambos señalamientos nada tienen que ver con
actitudes o conductas nacionales. Ambos son manifestaciones del poder colonial
en nuestra patria. Tal 'aprensión' frente a los procesos de integración no es
otra cosa que 'la garra de oro' que nos separa, al decir de Neruda. Mientras que
la inexperiencia en 'el manejo de una política exterior' no es otra cosa que un
elemento descriptivo de nuestra condición política actual. Nuestra incapacidad
para llevar a cabo relaciones económicas internacionales, junto a la carencia de
una política monetaria, la elevación de los costos marítimos provocados por las
leyes de cabotaje, así como la existencia de leyes que nada tienen que ver con
la realidad puertorriqueña completan el cuadro.
La usurpación de los poderes nacionales por un poder metropolítico es la
condición particular del pueblo puertorriqueño que limita su capacidad para
manejar las enormes dificultades de un proceso globalizador que se da como
manifestación del capitalismo devorador, así como de los esfuerzos de dominio
internacional único ejercido por los Estados Unidos. Puerto Rico no tiene la
soberanía que resulta indispensable para trabajar el escenario económico de
acuerdo con nuestros mejores intereses y nuestras determinaciones de desarrollo.
Nuestra economía depende de factores o decisiones que se construyen ajenos a
nuestra participación. Para poder integrarnos realmente a unos procesos de
desarrollo sustentable, necesitamos del traspaso de los poderes políticos que
hoy se encuentran en el gobierno de Washington.
Por eso, hablar nuestra singularidad requiere de una terapia de realidad
política y lingüística. Ni los eufemismos, ni las metáforas, ni las
aliteraciones puestas al servicio de poderes hegemónicos presentan nuestro caso.
Llevamos más de cien años de colonialismo norteamericano. Tenemos todos los
impedimentos que esa anacrónica situación política nos impone, pero podemos
servir como espejo para reflejar las lecturas que se deben hacer en estos
momentos de recolonizaciones. Nuestros cien años de experiencia, resistencia y
lucha continuada, nos dan derecho a la esperanza. Por eso, cerramos nuestra
exposición con palabras de Leonardo Boff en Tiempo de Trascendencia: 'Ni el
sistema militar más duro, ni el nazismo más feroz, ni la represión eclesiástica
más dogmática pueden contener al ser humano, que siempre los desborda. Y no hay
sistema social, por muy cerrado que sea, que no tenga brechas por donde el ser
humano pueda entrar y hacer explotar esa realidad. Por muy aprisionado que esté,
en el fondo de la tierra o dentro de una nave espacial en el espacio exterior,
porque con su pensamiento habita las estrellas y rompe los espacios.'
Que falta hace Juan Antonio Corretjer
¡Viva Puerto Rico Libre!
¡Viva La República de Puerto Rico!
Tengamos vergüenza no coqueteemos con los colonialistas
No a las elecciones coloniales
Flotara sola aunque se oponga el viento
* Norberto Cintrón Fiallo es integrante de la Coordinadora para la
Confraternidad Caribeña y Latinoamericana.