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Libro de preso político desnuda las vergüenzas de la transición
Lucía Sepúlveda Ruiz
Rebelión
Apenas un día después de la aprobación por el Senado del indulto a los presos
políticos, Pedro Rosas Aravena, uno de los recluidos por diez años en la Cárcel
de Alta Seguridad (CAS), fue autorizado por Gendarmería para asistir al
lanzamiento de su libro "Derechos Humanos en la Transición" el pasado miércoles
11 de agosto, en el Museo Vicuña Mackenna de la capital. Mareado, porque era
primera vez que veía las calles y un recinto amable, el joven profesor de
historia, de tupidas cejas y tez muy pálida, presidió el acto que fue poco a
poco llenando de color sus mejillas y ensanchando su emocionada sonrisa.
El libro es una quemante y documentada acusación sobre la utilización de la
tortura desde los años 90 en adelante, para castigar conductas consideradas
subversivas. La escritora y directora de teatro Mónica Echeverría lo presentó
diciendo: "Leer esta obra es pasar del asombro al horror y la indignación, por
hechos que no creíamos posibles en democracia. Pedro Rozas, con su libro y con
su presencia de joven que no claudicó, nos lanza una bofetada, por cobardes. Y
nos llena de esperanza por un futuro que habíamos considerado perdido."
Protagonista e historiador
El autor, prisionero desde 1994, afirma que su militancia mirista operó como un
elemento de identidad que le permitió resistir en prisión. Es profesor de
historia y geografía de la Universidad de Los Lagos. La obra, publicada por
editorial Ayún con el apoyo de ProAndes, es parte de la tesis de grado con que
obtuvo en prisión, apoyado por los historiadores Gabriel Salazar y Sergio Grez,
el grado de magister en Historia a través de un programa desarrollado por la
Universidad ARCIS. En el lanzamiento lo acompañó el director del Museo, Sergio
Grez, quien destacó la condición de protagonista e historiador de Pedro Rosas,
señalando que esta investigación no sólo es denuncia sino sobre todo, análisis y
reflexión sobre los aspectos impresentables de la transición. Estos aspectos,
dijo, fu
Los rehenes actuales
Rosas, hoy de 30 años, considera que ellos han sido los rehenes de la
transición. Resalta que el tratamiento recibido a comienzos de los años 90 ha
sido extendido ahora a los luchadores mapuche y de organizaciones sociales
combativas, y espera poder transmitir su experiencia de resistencia a la nueva
hornada de rebeldes. Agrega que el calificativo de "terrorista" asignado a ellos
y otros prisioneros acusados como él de realizar acciones armadas luego del
inicio de la transición, contribuyó a ahuyentar la solidaridad de las
organizaciones que tradicionalmente apoyaban los derechos humanos y ayuda hoy a
legitimar arbitrariedades tales como procesos dobles, confesiones bajo tortura y
otras violaciones al derecho internacional. A él se le condenó por colocación de
bombas en bancos, porte de armas y un asalto.
"Lo que nos hicieron era un mensaje para todos los que quieran rebelarse. Las
leyes Cumplido que crearon entonces son las que hoy se aplican a estudiantes,
trabajadores y mapuche", explica. La Cárcel de Alta Seguridad, creada en 1994
por decreto supremo del gobierno del ex presidente Aylwin, es analizada en todos
sus objetivos y prácticas por el autor, con una investigación que desnuda la
violación de los derechos humanos en plena transición.
Torturar es más barato
Sostiene Rosas que la tortura como método policial suple la debilidad del
trabajo de investigación que debería realizar los tribunales. "Resulta más
barato y cómodo en Chile torturar para detener, que investigar para detener y
dejar en manos de los tribunales la determinación de la culpabilidad".
Explica que los procesados muchas veces no conocieron nunca a los abogados de la
Corporación de Asistencia Judicial que supuestamente debían defenderlos. Se
recogen aquí las cifras que avalan estas acusaciones: 96 muertes en
procedimientos policiales "antiterroristas", tales como la matanza de avenida
Apoquindo, en octubre de 1993. Se detallan claramente 27 casos de verdaderas
"ejecuciones" de militantes políticos rodriguistas, lautaristas o miristas, y se
mencionan 140 casos de tortura sólo entre 1990 y 1994. De los 30 prisioneros
actuales de la CAS, 29 manifiestan haber sido víctima de torturas.
Igual que ayer
La descripción de las formas de tortura empleada (páginas 48 y 49) es la misma
de los tiempos de dictadura. Hay testimonios sobre la detención y reclusión
recogidos entre los propios presos, tales como Oriana Alcayaga, Jorge Mateluna,
y Patricio Gallardo, a quienes agradeció especialmente Rosas el día del
lanzamiento. En tono festivo contó que sus compañeros de prisión reconocían que
el libro, obra de todos ellos, no era de lectura agradable pero sí necesaria.
"Hacer ciencia social desde abajo no es tarea fácil" dijo socarronamente el
autor cuando concluía su intervención, poco antes de ser llevado de vuelta a la
Cárcel de Alta Seguridad luego de esas cuatro horas de permiso.
Recluir en la CAS a los rebeldes, explica en la obra, tenía como objetivo
"romper el cordón con la matriz social estructurante y nutriente de la acción
política rebelde", ya que hacía virtualmente imposible una comunicación normal
con el exterior. Allí llegaron 82 prisioneros el 22 de octubre de 1994 (que se
redujeron a 34 en 2001). Juzgamiento de civiles por tribunales militares,
estigmatización política, dilación excesiva de los procesos, vulneración del
derecho a la defensa están entre las irregularidades descritas. El
procesamientos de manera paralela por la justicia civil, bajo leyes especiales
que impiden la obtención de beneficios intracarcelarios y persiguen el
aniquilamiento sicofísico de los recluidos, se analiza detenidamente, al tiempo
que el libro describe cómo los prisioneros lograron organizarse para luchar
contra esas condiciones de vida. "
Muchas veces los reos eran trasladados a otros lugares en castigo por
gendarmería, en un virtual secuestro ya que de ello no se informaba a sus
familiares. Se les reacomodaba permanentemente, para romper cualquier tipo de
vínculo que se estableciera entre ellos. Se aplica así la norma de separación
categorial como instrumento de reducción, volviendo al revés la recomendación
internacional que existe al respecto de agrupar a los presos de acuerdo a sus
características.
El logro del "piso básico"
"Sólo la resistencia de los prisioneros permitió tras sucesivas huelgas de
hambre el acceso a talleres y cursos", explica el autor. Todo el acceso a luz
natural y aire libre ha sido conseguido luego de represiones físicas, castigos
etc. El reglamento inicial postulaba un régimen de visita sin contacto físico y
por locutorio con familiares y abogados; sólo la visita de un familiar directo
al mes era permitida por el plan, que fue resistido hasta lograr en 1995 lo que
denominan el "piso básico": visitas familiares por tres horas cada 15 días, en
un subterráneo sin luz natural. Estas condiciones fueron denunciadas como
inaceptables el año 1996 por Nigel Rodley relator especial de Naciones Unidas
para derechos humanos, quien denunció que la salud mental de los internados en
la CAS estaba en serio riesgo. Nadie en Chile reaccionó.
Hasta ahora está prohibido el ingreso de revistas y periódicos y son retiradas
las radios y tv como castigo. Ello es denominado por Rosas "conductismo
pacificador", experiencia vivida durante una década por los presos bajo un
régimen de alta seguridad, aislamiento y segregación único en Chile que vulnera
la legislación internacional relativa a los derechos humanos.
Humanos y frágiles
El día del lanzamiento, Pedro Rosas, apoyado en la mesa recubierta con los
colores de la bandera roja y negra del MIR, rindió un emocionado homenaje a las
madres, padres, e hijos de los presos políticos que han apoyado sus luchas. "Su
presencia y crítica nos ha hecho lo que somos. Somos parte de un proyecto de
cambio que va más allá de una orgánica y no se agota en ella. Somos humanos,
frágiles, y tenemos tantas esperanzas y miserias como cualquiera. Vivimos la
historia como el escenario que da sentido a nuestra experiencia de vida, pero no
lo hacemos solos, estamos en la población, en el territorio que habitamos antes
en la lucha. He visto crecer una dignidad y esperanza difíciles de comprender."
Próximo a su liberación, como efecto de la ley aprobada recientemente por el
congreso y/o un indulto presidencial, Pedro Rosas, aquejado de un cáncer
testicular, está lleno de proyectos para el día que regrese "al país que ya no
existe". Su próximo libro tratará sobre las luchas de los años 80. Y sus
inquietudes no tienen que ver sólo con la historia, sino con la reconstrucción
de la esperanza y de un proyecto de cambios profundos, abrazado por su
generación de jóvenes antidictatoriales.