Latinoamérica
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América Central: La recolonización del istmo
Tom Ricker
Tercer Mundo Económico (Uruguay) y Boletín EstaSemana (Cuba)
El Tratado de Libre Comercio de América Central (TLCAC o CAFTA, por su sigla en
inglés) ya es muy conocido en América Central, y muy temido. Para muchos
equivaldrá a la miseria de los pequeños agricultores de la región.
"Los precios son tan bajos que tenemos que cultivar cada vez más para obtener
los ingresos mínimos para sobrevivir". Así es como describe la situación de los
pequeños agricultores de aquí un dirigente de la nueva organización campesina
nicaragüense Fedicamp.
Los pequeños agricultores ya tenían que luchar por competir con importaciones
subsidiadas de Estados Unidos. Ahora, si se aplica el Tratado de Libre Comercio
de América Central (TLCAC) se enfrentan a la lúgubre perspectiva de que los
inunden con maíz y arroz importados, vendidos a precios por debajo de los costos
de producción. El TLCAC ya es muy conocido en América Central, y muy temido. Las
calles de Managua están cubiertas de leyendas que denuncian el tratado. El
favorito es: "TLCAC = miseria".
Los gobiernos de América Central, sin embargo, celebran el TLCAC. Los ministros
dicen que los ayudará a consolidar la democracia en la región y a abrir un nuevo
camino de desarrollo. "Esta es la consolidación de un proceso muy difícil, muy
grave, que para algunos de nuestros vecinos comenzó con la guerra civil. Ha sido
necesario tener coraje y visión para llegar a este punto", declaró el ministro
de Comercio de Costa Rica, Alberto Trejos.
El futuro de Fedicamp y otras organizaciones de pequeños agricultores -la
mayoría de la población rural de América Central- depende de cuál evaluación del
TLCAC resulta correcta: miseria u oportunidad.
"Negociando" el TLCAC
"Cuando no hay equilibrio de poderes, la negociación es imposición", manifiesta
Carlos Pacheco, del Centro de Estudios Internacionales de Managua. Sería difícil
encontrar otro proceso de negociación multilateral con menos "equilibrio de
poderes".
La economía estadounidense llegó a los 11 billones de dólares en 2003 y
representa casi el 70 por ciento del producto interno bruto (PIB) del hemisferio
occidental. Por otro lado, el PIB de todos los países de América Central juntos
fue de 58.000 millones de dólares en 2000, menos que el ingreso total de tan
solo dos compañías agrícolas con sede en Estados Unidos que se beneficiarán del
acuerdo: Cargill y Archer Daniels Midlands. La economía más pequeña, Nicaragua,
produce sólo 3.000 millones de dólares al año en bienes y servicios.
Políticamente, la elite de América Central también ha dependido históricamente
de Estados Unidos, si bien Costa Rica ha sido en cierta forma una excepción. La
desigualdad y la dependencia incidieron más claramente en las negociaciones del
TLCAC sobre agricultura, donde América Central tenía más cosas en juego.
Durante las conversaciones informales que precedieron al inicio de las
negociaciones oficiales, la Federación de Productores Agrícolas de América
Central trató de incidir para que se creara una mesa de negociación aparte para
la agricultura. El Representante Comercial de Estados Unidos se negó, y exigió
que la agricultura estuviera junto con otros temas controvertidos, como
textiles, en una sola negociación sobre cuestiones arancelarias.
Los negociadores de América Central intentaron entonces crear una lista de
productos agrícolas que esperaban excluir del acuerdo hasta que Estados Unidos
iniciara discusiones sobre los subsidios agrícolas internos. Por ejemplo, grupos
como la Federación Cooperativa Agrícola Nicaragüense presionaron para la
exclusión del maíz blanco, los frijoles rojo y negro, el arroz y los productos
lácteos. Pero el Representante Comercial de Estados Unidos se negó, aceptando
finalmente una eliminación gradual -y no inmediata- de los aranceles en ciertos
productos críticos, ampliando los plazos de 15 a 20 años en algunos casos. Sin
embargo, incluso esa "concesión" no es segura. El capítulo 19 del tratado otorga
a la Comisión de Libre Comercio, que administrará el TLCAC, el poder de acelerar
la supresión de aranceles.
Así, desde el inicio, las negociaciones estuvieron destinadas a excluir las
demandas agrícolas más fundamentales de América Central. Lo que les quedaba a
sus negociadores era negociar en bloque para fortalecer sus posiciones en los
detalles restantes. Esto también fracasó ya que el Representante Comercial de
Estados Unidos inició conversaciones bilaterales sobre el acceso al mercado con
grupos de países en forma individual logrando enfrentar a los países. El
resultado es una colcha de normas de acceso al mercado con concesiones mínimas
del lado de Estados Unidos.
Otro resultado de esta estrategia de divide y vencerás fue la de revertir
seriamente el proceso de integración económica regional de América Central,
tornando prácticamente imposible la creación de una estructura arancelaria
unificada, en que los países eliminen los aranceles entre sí y mantengan una
única estructura arancelaria para las importaciones de fuera de la región. Lo
irónico es que el gobierno de George W. Bush adujo que uno de los objetivos de
las conversaciones era lograr una mayor integración regional.
Desigualdad total, competencia desleal
Un folleto de educación popular sobre el TLCAC y la agricultura, publicado en
Nicaragua, pregunta: " ¿El TLCAC es competencia o masacre?", comparando los
sectores agrícolas de Nicaragua y Estados Unidos. El grado de desigualdad entre
ambos países, y entre Estados Unidos y el resto de América Central, es total.
"El TLCAC obligará a los agricultores de la región a competir, no contra los
agricultores de Estados Unidos sino contra los contribuyentes de Estados Unidos
y el Departamento del Tesoro más poderoso del mundo", declaró en enero Stephanie
Weinberg, de Oxfam America, a funcionarios del Congreso. Mientras que el
agricultor promedio de Nicaragua debe luchar por obtener un ingreso anual de 400
dólares, los fondos que el gobierno estadounidense entrega a sus productores
promediaron los 20.000 dólares por establecimiento agropecuario entre 1999 y
2001, según el informe anual de la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico (OCDE), el club de los países ricos. No obstante, la cifra
promedio oscurece una desigualdad extrema: la gran mayoría de los agricultores
estadounidenses recibe menos de mil dólares al año.
La desigualdad entre los sectores agrícolas de Estados Unidos y América Central
va más allá del tema de los subsidios. Medido como factor de productividad del
trabajo (valor de producción por trabajador), el producto agrícola de Nicaragua
representa 2,76 por ciento del de Estados Unidos. Esta diferencia enorme es el
resultado del uso mucho mayor de fertilizantes y la mecanización de la
agricultura en Estados Unidos. La diferencia en la investigación en mejoramiento
y biotecnología también afecta esos números en formas que pueden tener
consecuencias profundas si el TLCAC entra en vigor.
La historia del frijol "rojo chiquito" ilustra lo que está en juego.
Investigadores de la Universidad de Washington desarrollaron el rojo chiquito en
el marco de un programa de investigación financiado por el Departamento de
Agricultura de Estados Unidos. El rojo chiquito es el primer frijol rojo que se
plantará en Estados Unidos y que tiene las mismas cualidades que los frijoles
rojos de América Central. Los Servicios de Investigación Agrícola del
Departamento de Agricultura de Estados Unidos dijeron en el comunicado de prensa
emitido acerca del descubrimiento de esta cepa en abril de 2002 que "el rojo
chiquito es un frijol seco comestible que los agricultores estadounidenses
pueden cultivar para exportar a mercados de Honduras, Nicaragua, El Salvador y
otros países de América Central".
Si bien no es una noticia importante en Estados Unidos, un artículo de tapa en
El Nuevo Diario de Nicaragua describió al rojo chiquito como potencialmente más
devastador que el Huracán Mitch. Muchos agricultores temen que las importaciones
procedentes de Estados Unidos dejen a los agricultores locales en la ruina y los
expulsen de su tierra. Alvaro Fonseca, de la nicaragüense Fundación para el
Desarrollo Socioeconómico Rural, aduce que peligra el sustento de 200.000
agricultores.
Frente a todo esto, aún los que apoyan el TLCAC en América Central están
nerviosos. "El grado de asimetría es obvio", dice Oscar Alemán, un especialista
en comercio exterior de Nicaragua, y una de las voces a favor del TLCAC.
"Estados Unidos tiene que empezar desde la realidad, aún por su propio bien. A
menos que elabore un plan de cooperación económica que nivele nuestras
desigualdades mediante la inversión y la transferencia tecnológica, la pérdida
de puestos de trabajo y el aumento de la depresión que tendrá lugar en América
Central no hará más que aumentar la presión migratoria sobre sus fronteras".
Pérdida de puestos trabajos en el campo
En toda la región, la supresión de aranceles, aún graduales en algunos
productos, finalmente implicará que la gente de las zonas rurales pierda su
tierra y sus trabajos.
Tomemos como ejemplo el impacto del Tratado de Libre Comercio de América del
Norte (TLCAN) en México. La caída de los precios del maíz que siguieron al
ingreso del maíz estadounidense costó 1,7 millones de puestos de trabajo en el
sector agrícola, y la pérdida de ingresos importantes para casi 15 millones de
pequeños agricultores.
"Si el TLCAC entrara en vigor hoy, 420.000 puestos de trabajo del sector
agrícola nicaragüense -incluidos los de los propios productores- podrían
desaparecer, aumentando la migración a las ciudades, Costa Rica y Estados
Unidos", dice Alvaro Fiallos, presidente de la Unión Nacional de Agricultores y
Ganaderos (UNAG).
Los investigadores de Oxfam estiman la pérdida inmediata de 22.000 puestos de
trabajo y unos 80.000 en cinco años. Esto se agregaría a la pérdida de cientos
de miles de puestos de trabajo en la producción nacional. Esa pérdida de puestos
de trabajo aumentará la situación desesperada de la región, que en los últimos
años, como consecuencia de la caída de los precios internacionales del café,
tuvo una pérdida de 600.000 puestos de trabajo.
Mientras tanto, la elite de América Central no muestra gran preocupación. El
gobierno de Costa Rica, por ejemplo, se ha negado a proteger a los productores
de maíz durante años, alineándose con los ganaderos que exigen poder comprar
raciones más baratas. Los agricultores de Costa Rica temen que el TLCAC los
entierre económicamente aún más.
Soberanía alimentaria
El Programa Mundial de Alimentación estima que una de cada cuatro personas en
América Central -8,6 millones- sufre de hambre, y en su mayoría viven en zonas
rurales. Algunos proponentes del TLCAC dicen que los precios más bajos que habrá
como consecuencia del tratado, los beneficiarán. Pero lo habitual es que la
caída de los precios de los productos básicos no se traduce en precios más bajos
de los alimentos en el mercado.
En México, cuando por el TLCAN bajó el precio interno del maíz, el precio de los
alimentos a base de maíz -en especial la típica tortilla mexicana- no bajó. En
realidad, aumentó 279 por ciento. Las razones del aumento de precios fueron la
rebaja de los subsidios del gobierno a los productores de tortilla y la elevada
concentración del mercado: dos compañías controlan el 97 por ciento del
comercio. Aún sin el TLCAC, las transnacionales están tomando el control del
mercado nacional de alimentos en América Central. Cargill compró intereses en la
empresa avícola de Nicaragua Tip Top y quiere comprar la gigante regional Pollo
Campero, actualmente de capitales guatemaltecos. La industria láctea Parmalat
controla la única procesadora de Nicaragua con capacidad para abastecer las
necesidades de pasteurización para ingresar a los mercados estadounidenses, y es
la principal proveedora de productos lácteos en el mercado nacional.
Los países de América Central están perdiendo la capacidad de abastecer de
alimentos producidos localmente y a precios razonables. El TLCAC acelerará
gravemente este proceso.
Hay pocas razones para dudar de que la aplicación del tratado provoque el
desplazamiento generalizado en las zonas rurales de América Central. Los
agricultores de Nicaragua y otros países de la región obviamente no están
dispuestos a participar de ese experimento que los dejará sin tierras y, quizás,
incluso sin alternativas de empleo.
* Tom Ricker es coordinador de políticas para Hyattsville, Centro Quixote con
sede en Maryland. Este artículo fue publicado por primera vez en Multinational
Monitor, abril de 2004.