Latinoamérica
|
Caso berríos: chicana jurídica impediría extradición a chile de militares comcosur al día -
Comcosur al día
La justicia uruguaya ya está tramitando el pedido de extradición enviado por
su par chilena de los tres oficiales del ejército uruguayo acusados de
complicidad en el "Caso Berríos." A pesar de las evasivas y los silencios
oficiales, el pedido de extradición de los coroneles TOMÁS CASELLA, EDUARDO
RADAELLI y WELLINGTON SARLI fue cursado a la Suprema Corte de Justicia el pasado
jueves 15, la que al día siguiente se lo remitió al juez de turno, Gustavo
Mirabal.
Los tres requeridos estuvieron implicados de una u otra manera en el secuestro,
desaparición y muerte del bioquímico y agente secreto pinochetista Eugenio
Berríos, ocurrido en nuestro país en 1992. Berríos fue sacado clandestinamente
de Chile en octubre de 1991 para evitar que declarara ante la justicia de ese
país en la investigación del asesinato en Washington D.C. del ex canciller de
Salvador Allende, Orlando Letelier. Tras pasar por Argentina, el 12 de ese mismo
mes ya estaba instalado en Montevideo, bajo custodia conjunta de militares
chilenos y uruguayos. Aquí vivió clandestinamente durante un año, pero el 12 de
octubre de 1992, realizó una llamada que le resultaría fatal. En efecto, ese día
Berríos llamó a la embajada embajada chilena en Montevideo, solicitando un
salvoconducto para volver a Chile y declarar ante la justicia, ya que no
soportaba más la vida que estaba llevando.
Luego de que la persona con quién habló en la representación chilena comunicara
la novedad a sus custodios, Berríos fue recluído en la casa de playa del coronel
Eduardo Radaelli en el balneario Parque del Plata, cercano a Montevideo. Tres
días después el conflictuado agente pinochetista logró escaparse de sus
custodios y se presentó en la comisaría del balneario, denunciando estar siendo
secuestrado por militares chilenos y uruguayos y correr riesgo de vida. Mientras
los policías tomaban su denuncia, la comisaría se vió rodeada de vehículos
militares, de uno de los cuales descendió el coronel Tomás Casella y reclamó a
Berríos, alegando que era un amigo suyo y "estaba mal de la cabeza.
Tras varias idas y venidas, Casella se fue con Berríos y la denuncia fue
anulada. El 24 de marzo de 1993, el general Augusto Pinochet visitó Uruguay, y
Tomás Casella fungió como su edecán, acompañándolo en su periplo por Montevideo,
Piriápolis y Punta del Este. El 14 de abril de 1995 se encontró un cadaver semi
enterrado en las dunas del balneario El Pinar, el juez sobre el cual recayó la
investigación sospechó que podría tratarse del cadáver de Berríos y ordenó un
estudio antropométrico que confirmó sus sospechas, al igual que lo haría luego
un estudio de ADN. Sin embargo, a casi diez años de iniciado, el caso fue
pasando de juez en juez, todavía se encuentra en la etapa pre-sumarial, y la
justicia uruguaya no ha encontrado ningún sospechoso.
Por el contrario, la justicia chilena sí fue capaz de avanzar en la resolución
del crimen a pesar de que nunca pudo contar con la colaboración de su par
uruguaya, que le negó reiterados pedidos de compartir información basándose
precisamente en el secreto del presumario. Hoy día, los asesinos de Berríos
están presos en Chile, y la justicia de ese país ha solicitado la extradición de
sus cómplices uruguayos. Como se pudo determinar en la investigación efectuada
en Santiago, los tres oficiales del ejército uruguayo, tuvieron activa
participación en mantener a Berríos secuestrado, y además -por lo menos-
facilitaron las condiciones para el crimen. A la justicia uruguaya sólo la
dejaron citarlos como "testigos.
Según informa hoy el semanario "Búsqueda," el juez Mirabal -antes que nada-
deberá determinar si la asociación ilícita de la que la justicia chilena acusa a
Casella, Radaelli y Sarli, "se cometió en Chile o si se concretó en Uruguay." La
contestación que Mirabal encuentre para esta pregunta es determinante, pues si
el juez concluye en que la asociación entre los militares chilenos y los
uruguayos se realizó en nuestro país, ello determinaría que la extradición no
corresponde. Tomando en cuenta que ninguno de los gobiernos uruguayos
posteriores a la dictadura ha accedido nunca a algún pedido de extradición de
sus militares violadores de los derechos humanos, y conociendo el largo
historial de omisiones de la "tutelada" justicia uruguaya, la respuesta a este
pedido parece obvia.