Latinoamérica
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Se hunde El Salvador
Hedelberto López Blanch
Rebelión
El nuevo presidente de El Salvador, Elías Antonio Saca, que tomó posesión del
cargo el pasado 1 de junio, tendrá durante su mandato la insana satisfacción de
acabar de convertir a su país en una neocolonia, si continúa entregando a las
empresas norteamericanas el control de la economía y hasta de su soberanía.
Su antecesor en el cargo y también miembro de la Alianza Republicana
Nacionalista (ARENA), Francisco Flores, en los cinco años que estuvo en el poder
lanzó al país por el camino del neoliberalismo y el libre comercio que han
provocado mayor disparidad en la distribución de Producto Interno Bruto de la
nación que solo alcanza los 12 000 millones de dólares anuales.
Datos de organismos internacionales indican que el 20 % de la población recibe
el 59 % de los ingresos, mientras más del 40 % recibe menos del 6 %.
El Salvador es el país más pequeño de Centroamérica con 21, 040 kilómetros
cuadrados de superficie y que padeció durante largos años una sangrienta guerra
civil. El camino del neoliberalismo acogido por los dirigentes de ARENA desde
1992 cuando llegaron al poder, ha incrementado la pobreza en el país con la
consecuente delincuencia social y la proliferación de numerosas bandas.
Saca recibe una nación que en el 2003 tuvo un déficit en la balanza comercial de
2 627 millones de dólares, una pobreza que alcanza al 53 % de los ocho millones
de salvadoreños.
En cuanto al desempleo, cifras oficiales lo calculan en el 7 % mientras que los
sindicatos y partidos de oposición como el Movimiento Popular de la Resistencia
(MPR) lo ubican en 16 % y otro 40 % que realiza labores en el sector terciario,
vendiendo bisuterías, frutas y vegetales.
Antes de concluir su mandato, Flores dejó encaminado el Tratado de Libre
Comercio para Centroamérica (TLC) tras la firma del documento, en Washington el
pasado 28 de mayo último, efectuada por lo representantes El Salvador,
Guatemala, Nicaragua, Honduras, Costa Rica y Estados Unidos.
El TLC traerá desastrosas consecuencias para las débiles y atrasadas economías
de la región y en el caso específico de El Salvador, acabará de abrir las
puertas al capital extranjero que se adueñará de extensiones de tierra para
nuevos cultivos, llevará a la quiebra a las pequeñas y medianas empresas que no
podrán competir con los monopolios internacionales y hasta controlará los
servicios a la población como la electricidad, el agua y la salud.
Según el documento firmado y que entrará en vigor si los diferentes Congresos
dan su aprobación, durante el primer año serán suprimidos los aranceles al 99,8
% de las exportaciones industriales salvadoreñas hacia Estados Unidos y en
correspondencia se eliminarán los impuestos al 78 % de los productos
provenientes del norte hacia la nación centroamericana.
El beneficio no es nada halagüeño pues el 90 % de las mercancías salvadoreñas
están desgravadas desde hace año debido a las facilidades de la Iniciativa de la
Cuenca del Caribe. Además, muchos de esas mercancías son producidas con materias
primas, insumos y tecnologías norteamericanas y el Salvador solo pone la mano de
obra barata.
Los principales productos que van hacia el mercado norteamericano son los
obtenidos en las maquiladoras, que representan el 88 % de esa exportación.
Desde hace meses, la Asociación de Pequeños y Medianos Empresarios de El
Salvador (AMPES) ha denunciado que la concreción del TLC significará para sus
miembros la quiebra inminente porque el calzado, textiles, artes plásticas,
carpinterías y otros rubros no podrán competir con las tecnologías y
presentación de las mercancías norteamericanas que inundarán el mercado
nacional.
Situación similar ocurrirá en el campo pues la ya deprimidas cosechas de arroz,
maíz y frijol (debido a la falta de créditos y apoyo gubernamental) terminarán
aplastadas con la entrada de esos productos alimenticios procedentes del Norte,
sin pagar impuestos.
Aun más grave será el trato igualitario que se establece en el TLC para todos
las compañías estadounidenses que dirijan sus capitales hacia Centroamérica. Las
leyes les permitirán tener los mismos derechos que las empresas nacionales, pero
a la hora de reclamar cualquier medidas que estas estimen arbitrarias o que
afecten sus intereses, lo podrán hacer ante organismos o tribunales
internacionales.
Es decir, si una empresa adquiere propiedades en una zona acuífera, por ejemplo,
y se hace dueña del servicio a la población, que deberá ser pagado, el gobierno
no podrá tomar medidas que le puedan afectar como la de volver a nacionalizar el
servicio pues tendrá que pagar a la compañía no solo lo que costó la inversión,
sino también las ganancias que pudo obtener durante los años que explotaría los
manantiales.
Los servicios de agua, electricidad y alimenticios, continuarán pasando al
control foráneo, mientras que los sanitarios y hasta los educacionales irán
convirtiéndose cada vez más en un privilegio de quien pueda pagarlos.
Al no tener el gobierno decisiones sobre estos imprescindibles servicios y
producciones, también disminuirá su capacidad para mantener la soberanía e
independencia económica, social y política del país pues estará atado al
arbitraje del capital extranjero dirigido desde Estados Unidos.
El flamante presidente Elías Antonio Saca ha reiterado que continuará la
política neoliberal, de libre comercio y a favor de la confirmación del TLC
llevada adelante por su antecesor o lo que es igual: ver convertido a El
Salvador en una verdadera neocolonia.