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Proclama Mapuche – Tehuelche
Miles de años antes de que cualquier descendiente de europeo soñara en conformar un estado independiente...
Puelmapu (Territorio Mapuche)
Chubut-Argentina.
Miles de años antes de que cualquier descendiente de europeo soñara en
conformar un estado independiente de los regímenes de gobiernos con visiones
monárquicas e imperiales, nuestro Pueblo Mapuche se desarrollaba armónicamente
en este territorio.
Nuestros antepasados supieron comprender cada señal de su entorno y se basaron
en él como fuente de inspiración, transformando en ¨ley¨ cada manifestación de
nuestro Itrofillmogen, la diversidad de vida, la vida en su conjunto, la
naturaleza.
De esta visión surge el ADMAPU que es el conjunto de leyes que regirán el
comportamiento del hombre pero en interacción permanente con la naturaleza, en
un espacio territorial determinado, nuestro Wallmapu.
Como principio fundamental nuestros antepasados y nosotros, los actuales mapuche,
sabemos interpretar que somos parte de la naturaleza y no dueños de ella. Así se
nutrió nuestra cosmovisión y así pretendemos que se perpetúe.
Nuestro Mapuzungun, el habla de la tierra, nuestro idioma, nos comunica cada
verdad de nuestro entorno, transformándose en un lenguaje que transmite un
mensaje profundo, filosófico, ideológico y espiritual. Este lenguaje jamás pudo
adecuar un concepto que se refiera a la propiedad, a la propiedad privada.
Este concepto de la propiedad privada es un blanqueo del dominador para
justificar el despojo, la destrucción, la violencia y la muerte.
Nuestro Pueblo Mapuche, tanto ayer como hoy, valora la reciprocidad, lo
comunitario, lo colectivo. Supo practicar la diversidad cultural internamente.
La horizontalidad organizativa era la libertad absoluta del hombre. Cada Lofche,
comunidad, mantuvo su autonomía y cada espacio del territorio mapuche preservó
su identidad. Nagche, Puelche, Guluche, Williche, Lafkenche, Wenteche, Pikunche,
Pehuenche, Rankulche, estas y otra identidades territoriales conformaron y
conforman la gran Nación Mapuche. No somos ni chilenos, ni argentinos, ni
neuquinos, ni chubutenses, somos Mapuche, gente de la Tierra.
Ayer, avanzaron con armas de fuego para matar nuestro cuerpo y con armas
ideológicas para matar nuestro espíritu. Resistimos a ese avance por parte de
los españoles. Tres siglos de guerra y no fuimos derrotado. Pero nuestros
mayores presagiaban una embestida más sangrienta por parte de esos españoles
nacidos en territorio mapuche. ¿Qué los movilizaba a estos criollos a consumar
tal genocidio? ¿Un grito libertario, o no pagar más tributo a la corona? ¿Eran
los pobres, los obreros, los peones, los que se rebelaban a la monarquía
española o los ricos, los oligarcas y latifundistas que veían como un obstáculo
a la Corona española, para su ambición?
Nacían los estados, se erigía una frontera dividiendo nuestro territorio en dos
y se consumaban los últimos gritos de libertad de nuestro pueblo. Ya no seríamos
mapuche, del saliente quedarían los argentinos y del poniente los chilenos.
Se fortalecieron las instituciones, los tres poderes. En lo ejecutivo, ya la
horizontalidad no sería concebida. En lo judicial, nuestro ADMAPU sería
reemplazado por el Derecho Romano. En lo legislativo, los grandes Futa Trawun,
grandes encuentros o parlamentos comunitarios no definirían nuestro futuro,
ahora lo haría el Congreso winka.
Fue el Congreso como brazo legislativo del Estado quien el 4 de octubre de 1878
autorizó al Poder Ejecutivo, es decir al general Roca, a establecer "la línea de
fronteras sobre la margen izquierda de los ríos Negro y Neuquén, previo
sometimiento o desalojo de los indios bárbaros de la pampa". Eran nuestros
mayores aquellos bárbaros, nuestros ancestros mapuche, quienes estaban por
sufrir en carne propia la mal llamada Conquista del Desierto.
La misma terminología que utilizó el entonces ministro de Guerra para convencer
a los legisladores, deja en claro la magnitud de la usurpación que sufrió y
sufre aún nuestro pueblo mapuche. En el anteúltimo de los párrafos de su
discurso sostenía que creía "justo y conveniente destinar oportunamente a los
primitivos poseedores del suelo, una parte de los territorios que quedarán
dentro de la nueva línea de ocupación".
El propio Roca, homenajeado por tantas estatuas, admitía en su mensaje que la
Argentina se preparaba a conquistar un territorio que no le pertenecía, que
tenía "primitivos poseedores". El futuro presidente de los argentinos le pedía a
su Poder Legislativo que le otorgara las partidas presupuestarias necesarias
para cumplir con la Ley 215, que ya había ordenado correr la frontera hasta el
río Negro, en 1867. La idea no era nueva: cuando surgió este pensamiento, en el
siglo XVIII, el desierto empezaba en el Fortín Areco, Mercedes y el Salado.
Una vez más el invasor ponía en evidencia la dimensión del crimen que se
aprestaba a cometer. Si la Argentina había heredado las fronteras y posesiones
del antiguo virreinato del Río de la Plata, éstas debían permanecer a unos 200
kilómetros de Buenos Aires. Pero en agosto de 1878 confesaba Roca ante los
miembros del Congreso, que "la población civilizada se extiende por millares de
leguas más allá de la línea de frontera que nos legó el virreinato, y la riqueza
pública y privada que la Nación se halla en el deber de garantir, se ha
centuplicado".
Fue el Congreso el que aprobó por ley y en forma consciente la usurpación de
nuestro Wall Mapu. En teoría, imperaba el estado de derecho en la Argentina que
nos invadió, sin embargo sólo un diputado alzó su voz para señalar que se estaba
violando la Constitución de 1853, la que ordenaba "conservar el trato pacífico
con los indios". Esa cláusula constitucional -que desapareció después de la
reforma de 1994- hacía expresa referencia a los tratados que nuestros lonko
(autoridad ancestral mapuche) habían firmado con autoridades nacionales y
provinciales de las Provincias Unidas del Río de la Plata, la Confederación o la
República, sucesivamente.
Al internarse las tropas del general Roca en nuestro territorio, varios de esos
tratados estaban en vigencia, en particular los que habían firmado nuestros
lonko Sayweke, Purrán, Pincén, Mariano Rosas y Baigorrita, entre otros. Sin
embargo, a los que invadían en nombre de su civilización no les importó respetar
los acuerdos que habían celebrado pocos meses atrás, los que establecían
claramente por dónde pasaban las fronteras.
El Poder Legislativo de la República no reparó en esos detalles, pero de los 20
artículos de fondo con que contó finalmente la Ley 947 -la que Roca quería- 15
se destinaron a establecer cómo se repartirían las tierras que las columnas del
Ejército nos arrebataron.
No está de más recordar que el propio ministro de Guerra se quedó con 15.000
hectáreas de la mejor calidad, en cercanías de Guaminí.
Sin embargo, el Poder Legislativo no consideró necesario reaccionar cuando las
columnas del Ejército cruzaron el río Neuquén para subyugar el territorio
mapuche pewenche. No aceptamos la explicación de la "historia oficial" que
excusa el atropello a partir de la insubordinación de un subalterno: Napoleón
Uriburu.
Roca convalidó su violación a la ley y la hizo propia, ante la ausencia moral de
diputados y senadores, cómplices con su silencio de la usurpación que también
sufrieron nuestros mayores al sur de los ríos Neuquén, Negro y Limay. Es más, ya
en la presidencia de la Nación, el perpetrador de la guerra que nos trajo el
winka dispuso nuevas expediciones al Nahuel Huapi, a la cordillera de los Andes
y al interior del actual territorio patagónico. Buscaba que ninguna de nuestras
comunidades pudiera permanecer en libertad, que el sometimiento fuera total, que
el genocidio se consumara. Para concretar los postreros ataques contra nuestro
pueblo dejó la hipocresía de lado y ni siquiera se preocupó por guardar las
formas: el Congreso se encontró frente a hechos consumados que no había previsto
en leyes y debates. A nadie le importó demasiado que la Argentina cargara en su
conciencia con crímenes que hoy serían considerados de lesa humanidad:
fusilamientos sumarios, deportaciones masivas, desmembramiento de familias,
prisión en condiciones infrahumanas, esclavitud y otros regalos notables que
recibimos de la civilización. Sólo un pequeño sector de la prensa demostró
cierta vergüenza ante el atropello, pero sus páginas fueron rápidamente
olvidadas por quienes decidían qué sucesos de la historia debían relatarse y
cuáles no.
Fuimos testigos silenciosos de décadas de seudodemocracias, golpes militares,
muertes y desapariciones, pactos, negociados, lobby, endeudamientos, entregas,
guerras, cipayismos, desarrollismos, transnacionalización y flexibilización,
populismos, capitalismos, neoliberalismos, privatizaciones y globalización.
Hoy como ayer este Congreso sanciona leyes que tienen como objetivo allanar el
camino de la destrucción, de la depredación y de la rapiña. Empresas mineras,
multinacionales, forestales, grupos empresariales nacionales e internacionales
como Benetton, se ven beneficiadas por ¨el derroche filantrópico¨ de este
Congreso a estos sectores.
Hoy como ayer una justicia encargada de legitimar una nueva conquista. La
judicialización, la criminalización de la lucha de nuestro Pueblo, es la última
¨moda¨ en los pasillos de los Tribunales. Vimos cómo recientemente ¨depuraban¨
la máxima instancia judicial por considerarla vinculada al anterior gobierno.
Esto no garantiza que en el resto de los
tribunales del país la justicia no siga siendo socia de la corrupción, de los
negocios, de intolerancia racial y de la perpetuidad de la ideología de la
conquista y el sometimiento.
Y un poder ejecutivo que se mimetiza según la ocasión.
Dos décadas de democracia consecutivas han dejado un saldo de permanentes
enunciados pero se ha acentuado la asimilación a través del clientelismo, y el
control a través del asistencialismo y el punterismo político hiriendo
gravemente nuestra organización política ancestral. A medida que la banda
presidencial es traspasada de un mandatario a otro, la demagogia va impregnada
en esta, provocando un abismo cada vez mayor entre la cultura dominante y las
culturas de los Pueblos Originarios.
Les preguntamos a los tres poderes, a Ud. Señor Presidente, a Uds. Sres.
diputados y senadores y a Uds. señores jueces ¿qué entienden por diversidad
cultural?, ¿alguna vez se preguntaron sobre la existencia de más de veinte
Pueblos Originarios en este territorio?, ¿alguna vez investigaron sobre su
pasado, sobre su historia, sobre como también fueron sometidos?, ¿alguna vez
reflexionaron críticamente sobre qué es la democracia en un país multiétnico?,
¿es posible vislumbrar un futuro de libertades plenas, condenando a la
desaparición a los Pueblos Indígenas o excluyendo a más del 50 % de la población
de este país, pertenecientes o no a los pueblos originarios?
Hoy, un sólo pensamiento hegemónico, condena a este planeta a la pena de muerte.
Cientos son los pueblos originarios que en el contexto mundial emergen para
salir del silencio. Luchamos por nuestra libertad y por nuestra
autodeterminación. Tenemos un conocimiento milenario que nos permite enfrentar a
un libre mercado con una economía solidaria. Nuestra cultura es la base del
desarrollo, busca elevar la calidad de vida de las personas tanto desde un punto
de vista individual como de las necesidades colectivas de la comunidad.
La tierra para nosotros no es un factor de producción sino es el origen y la
verdad de nuestra existencia, es el espacio donde recreamos armónica y
plenamente nuestra cosmovisión. Jamás permitiremos que nuestra Mapu -Tierra sea
prostituída al mejor postor.
La vuelta o el regreso de la gente de la tierra a esta, significa, una salida a
la concentración urbana, a la desocupación y a la marginalidad.
El comité de descolonización de Naciones Unidas escuchó nuevamente el reclamo de
soberanía sobre las Islas Malvinas por parte del canciller Argentino, mientras
tanto ingleses, belgas, franceses, italianos, grupos empresariales extranjeros
se quedan con el sur, con el centro y con el norte del territorio de este país.
A la sociedad en general, les decimos que mientras existan las montañas,
mientras existan los lagos, los ríos, los bosques, nosotros Mapuche – Gente de
la Tierra- seguiremos existiendo y resistiendo.
Hoy como ayer, la palabra, el habla no tiene muchas oportunidades. La
intolerancia y sometimiento prevalece sobre todas las cosas. No tenemos mucho
margen de error, si pretendemos dejar un país respirable a las futuras
generaciones. Las diferencias de pensamientos, de credos, de raza, de
cosmovisiones deberían ser fuente de inspiración y no de represión.
Un antepasado Mapuche, un orientador de la resistencia, presagió frente a la
muerte, al saqueo y la invasión, que de cada uno de nosotros que caiga diez nos
levantaremos.
Por territorio, justicia y libertad. ¡MARICI WEU!
Pueblo Mapuche