Latinoamérica
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Resumen del libro del mismo nombre, escrito por el autor
"La globalización cuestionada"
José Cademartori
PRIMERA PARTE: LA GLOBALIZACION EN EL MUNDO
La globalización neoliberal genera un nuevo ordenamiento de los conflictos al
nivel mundial. La década del setenta marca la divisoria entre dos épocas. La
actual se inicia con la instalación de regímenes dictatoriales, la caída de los
regímenes socialistas y la instalación de las doctrinas neoliberales. La
realidad actual se asemeja a las condiciones existentes en dos períodos del
siglo XIX, uno, el pre-monopolista y el otro, a la etapa de formación de los
monopolios que abarca los decenios posteriores a la Comuna de París.
En el siglo XX, sobre todo a partir de los sesenta se extendió la utilización de
los trabajadores de la periferia del mundo. Los métodos empleados son muy
variados; abarcan desde formas de esclavitud o semi esclavitud hasta el empleo
de la maquinaria y la automatización más avanzada. Tal es la base de la
acumulación originaria del capital transnacional. Los altos niveles de desempleo
en todos los países son el piso en que se asienta el modelo neoliberal. Esta
doctrina afirma que los salarios elevados son la causa y el alto desempleo la
consecuencia. Por el contrario, la realidad muestra que los salarios altos
prevalecen cuando hay bajo o nulo desempleo mientras que los salarios bajos se
presentan cuando hay alto desempleo.
Un importante efecto del sistema transnacional es el cambio en la composición
numérica del proletariado mundial, en el cual las naciones subdesarrolladas
aportan ya el segmento mayoritario. En la mayor parte de los países están aún en
el proceso de aprendizaje de las formas de lucha. En todos los continentes
proliferan los conflictos laborales. Surgen los sindicatos internacionales y se
extiende la coordinación internacional en la lucha sindical.
La creación de la Organización Mundial de Comercio (1994) no ha traído la
prosperidad para todas las naciones como se proclamaba. Los mercados de los
países industrializados continúan cerrados o protegidos de competencia de los
productos de los países del Sur mientras éstos han eliminado buena parte de sus
barreras defensivas. A la vez, las transnacionales, en especial las tecnológicas
han ampliado sus ventajas en los países en desarrollo.
Las transnacionales dominan en el comercio internacional de las materias
agrícolas. Ellas implantan alrededor del planeta bebidas y alimentos que
contradicen normas dietéticas saludables. La disyuntiva para el agricultor
independiente es abandonar la tierra o someterse al sistema, en calidad de
contratista dependiente, permanentemente endeudado. El objetivo de la
"liberalización del comercio mundial" es desalojar del mercado la llamada
"producción agrícola excedente" en circunstancias que buena parte del planeta
presenta carencia de alimentos.
Mediante los tratados de libre comercio, las multinacionales quieren imponer sus
semillas transgénicas en reemplazo de las autóctonas para obligar a los
campesinos a tener que pagarlas cada año, eliminando un derecho ejercido durante
milenios. La expansión del modelo neoliberal en las áreas vírgenes pasa a ser
cuestión de vida o muerte para los pueblos originarios. La revolución
biotecnológica impulsada por las multinacionales amenaza con destruir la
diversidad y eliminar multitud de especies nativas. Los efectos colaterales de
los transgénicos aún se desconocen, por lo que los científicos insisten que se
apliquen los principios de precaución y responsabilidad.
La inferioridad en que se encuentran los pequeños agricultores y campesinos para
competir, exige de parte del estado la creación de poderes compradores, bandas
de precios, asistencia técnica masiva y crédito a bajo costo. Hay que estimular
su organización en formas colectivas de producción y comercialización. Debe
asegurarse la completa sindicalización de los trabajadores de la tierra y la
negociación colectiva de sus condiciones de trabajo. No pocos países tienen aún
pendiente la ratificación del Convenio 169 de la OIT sobre pueblos indígenas. En
muchos países la reforma agraria aun parece ser el punto de partida
indispensable para la dignificación del campesinado y para la modernización de
la agricultura.
Si en América Latina la década de los ochenta se llamó la década perdida, la de
los noventa se puede caracterizar como la década frustrada a pesar de las
promesas que traería el fin de las dictaduras militares. En América Latina la
década de los noventa ha sido el apogeo de los regímenes neoliberales. Al no
encontrar un cauce al descontento aumentan las crisis políticas y las rebeliones
populares que han llevado a la destitución de varios gobernantes de América
Latina.
En América Latina el desempleo se ha mantenido elevado en muchos países en los
años de mayor crecimiento económico. Al extenderse la flexibilidad laboral, los
nuevos puestos de trabajo se hicieron más precarios. El número absoluto de
pobres siguió aumentando a lo largo de la década y primeros años del siglo XXI.
Aun en aquellos países donde el índice de pobreza se redujo, persistió la
tendencia a una mayor inequidad, transformando a América Latina en el continente
con las mayores desigualdades del planeta. El modelo extiende la mendicidad y la
niñez abandonada, el narcotráfico, la compraventa de órganos humanos, las redes
de prostitución y pedofilia.
Han surgido varias corrientes opuestas a la globalización neoliberal, de origen
distinto a las tendencias marxistas o socialistas. Estos enfoques convergen en
una profunda crítica al capitalismo transnacional por su responsabilidad en la
depredación de la naturaleza y de los seres humanos, particularmente en los
países pobres. En la argumentación de los ecologistas es ilusorio que los países
pobres puedan alcanzar el nivel de los países industrializados. Por otro lado ha
cobrado cada vez más impulso la propuesta de establecer el impuesto Tobin a las
transacciones de divisas y aumentar los impuestos a los consumos suntuarios y a
las herencias. Otra campaña se centra en el cierre de los llamados paraísos
fiscales. Así, se abren nuevas posibilidades de acción conjunta entre "verdes" y
"rojos", como también entre las nuevas capas medias y los trabajadores
organizados.
Todo este cuadro invita hacia nuevos enfoques alternativos. En el ámbito mundial
se hace más imperiosa la necesidad de la intervención activa de los pueblos para
forjar una nueva matriz más pacífica, democrática y más justa de las relaciones
entre las naciones. Se requiere reconstruir un programa integral de cooperación
Norte-Sur. Hay que crear espacios para estrategias que conjuguen autonomía
nacional con la solidaridad. Hay un lugar para mecanismos de integración y
complementación dentro de cada continente y para la acción común entre las
naciones subdesarrolladas de Asia, Africa y América Latina.
Se trata de contar con proyectos nacionales de desarrollo sustentable y
equitativo, discutidos y aprobados por los ciudadanos. Ello requiere políticas
de re-industrialización. Es indispensable la defensa y promoción de las pequeñas
empresas y crear espacios protegidos para cooperativas y empresas
autogestionadas. Deben ser fortalecidos los sindicatos y el derecho de los
trabajadores a participar en las decisiones empresariales que les afectan. Se
debería otorgar mayor importancia a las organizaciones gremiales, agrupaciones
de consumidores, organizaciones ecologistas, vecinales, educativas, sanitarias,
étnicas, culturales y artísticas.
En América Latina, el estado ha sido decisivo para el desarrollo de nuestras
naciones. Pero hay que avanzar en su democratización. Debe existir el derecho a
legislar por iniciativa ciudadana. Hay que institucionalizar el plebiscito
vinculante y las consultas ciudadanas. Se debe afianzar el derecho ciudadano a
la información pública proscribiendo el monopolio privado de los medios de
comunicación masiva.
SEGUNDA PARTE: LA GLOBALIZACION EN CHILE
En los años noventa volvió a repetirse el efecto de la globalización y la
liberalización del comercio exterior, que llevó a una crisis de la agricultura.
Los cultivos tradicionales para el mercado interno se redujeron en pocos años.
Cuando se creía asegurado el autoabastecimiento alimenticio, las importaciones
volvieron a crecer. En los años 1997 al 2002 las deudas de agricultores y
campesinos aumentaron por los altos intereses fijados y la contracción del
mercado interno, resueltos por el Banco Central y el gobierno. Las importaciones
de alimentos a precios artificialmente bajos perjudicaron a los agricultores que
producen para el consumo interno.
La gran masa de los trabajadores del campo no se benefició de los años de auge.
Los puestos de trabajo disminuyeron. En los comienzos de los noventa los
mejoramientos fueron mínimos, comparados con las ganancias de las compañías
exportadoras. El ingreso promedio del trabajo en las zonas rurales era en el año
2000 inferior al de 1990. En las faenas agrícolas y forestales, los
subcontratistas descuentan un 30% o más del salario que pagan los empresarios,
sin garantizar seguridad en el transporte, ni el pago de las cotizaciones
previsionales y de salud.
Por otro lado, la política del cobre, desde Pinochet a Lagos, se rige por el
Decreto Ley Piñera que transfiere el ejercicio de la propiedad de los recursos
minerales, mediante la llamada "concesión plena". Chile perdió en diez años
4.538 millones de dólares adicionales al permitir que gran parte del mineral
extraído se exporte en forma de concentrados y no de refinados. Por otra parte,
durante los últimos diez años 43 empresas transnacionales de un total de 47,
simuló "pérdidas" en sus balances, con el fin de no pagar impuestos. Un amplio
sector de la opinión pública apoya el establecimiento de un royalty o regalía
similar al que estas mismas compañías pagan a los estados donde tienen
inversiones similares.
Durante los noventa, la deuda externa de Chile siguió aumentando. Al alcanzar la
mitad del Producto Interno Bruto, la Deuda Externa vuelve a convertirse en el
presente en una bomba de tiempo que puede estallar, ante una nueva crisis
internacional. Un ejemplo es Enersis. Sin haber aportado un solo kilowat ,
Enersis, acumuló una deuda de 12.000 millones de dólares, cifra equivalente a
poco menos de un tercio del total de la Deuda de Chile.
Una expresión del dinamismo con que se expanden las multinacionales en Chile es
el hecho que sus ventas han crecido más que el Producto Interno Bruto, más que
las ventas de las empresas estatales y más que las empresas privadas. Si
continúa la transnacionalización sin límites, al momento de celebrar los 200
años de la Independencia Nacional, la mayor parte de la economía estará
controlada por las multinacionales. A fines del 2003, el valor acumulado de las
inversiones extranjeras sumado a la deuda externa constituía un pasivo total de
unos 85.000 millones de dólares. Como resultado de este proceso, los envíos al
exterior de las rentas netas del capital transnacional se incrementan
constantemente.
La globalización neo-liberal ha contribuido a una mayor concentración de los
activos en pocas manos, no sólo del capital extranjero, sino también de los
grandes empresarios chilenos. Unos 90 grupos financieros controlan la mayor
parte de las grandes empresas. El 10% de la población más rica del país ha
aumentado fuertemente su participación en el ingreso nacional en los últimos
treinta años. En vez del "crecimiento con equidad" el resultado ha sido un
"crecimiento con desigualdad".
En el texto se explica porqué el Tratado de Libre Comercio entre Chile y Estados
Unidos profundizará la trasnacionalización de la economía chilena.
La inversión foránea directa, uno de los objetivos del Tratado, no es la única
fuente de capital procedente del exterior. Economías que han experimentado un
formidable desarrollo han recurrido muy poco a este tipo de inversión foránea,
mas bien la han limitado estrictamente. En general, será preferible recurrir al
crédito externo como complemento para financiar inversiones rentables de las
empresas nacionales en vez de fomentar la instalación de las multinacionales. El
texto sostiene que el Estado debe reservarse el derecho de aceptar o no el
proyecto inversor, debe evaluar las ventajas concretas que representa y
compararlo con sus costos y otras alternativas para el país.
En materia de recursos naturales, un dominio preferente de las inversiones
extranjeras actuales, debe extenderse el principio constitucional de que los
recursos naturales son de posesión plena del estado, sin perjuicio de formas
limitadas de concesión a privados.
El autor sostiene que Chile requiere de un Proyecto Nacional de Desarrollo. El
PND nos debe instar a regular respetuosamente nuestro intercambio con la
naturaleza. Esto implica reanudar la estrategia industrializadora, interrumpido
hasta hoy, pero adaptado a las perspectivas del siglo XXI. Se deben caducar las
concesiones onerosas, desarrollar un fuerte sector público, delimitar y
garantizar el desarrollo de las distintas áreas de propiedad, estatal, regional,
municipal, social, privada, mixta, de cooperativas y de trabajadores.
Esto significa una nueva estructura de ingresos, tributarios y otros que
transfiera recursos desde los sectores minoritarios hacia los programas sociales
y hacia la inversión productiva pública. Redistribuir es tarea políticamente
difícil que será resistida por los afectados, por todos los medios. Por eso se
requiere contar con apoyo de una amplia mayoría nacional. Se necesita un nuevo
estado que se haga respetar, con autoridad moral, pero nada autoritario y muy
participativo, un poder transparente y sometido al control ciudadano.
Pero la soberanía no puede ser un camino solitario, al margen de nuestros
vecinos y hermanos. Nuestros estados latinoamericanos en alianza con los del
mundo en desarrollo, más el apoyo de los movimientos y gobiernos solidarios del
primer mundo, pueden constituir una fuerza capaz de abrir paso a otro mundo
posible, a una nueva vía hacia la integración mundial, pacífica, democrática y
justa.