Latinoamérica
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Mezquindad en Guadalajara
Angel Guerra Cabrera
La acción concertada de Europa y América Latina podría crear un importante polo
de paz y cooperación internacional y contribuir sustantivamente al equilibrio
del mundo, desbalanceado hoy por la hegemonía militar y el belicismo de Estados
Unidos. Bastaría, por ejemplo, un trato europeo menos injusto a los productos
agrícolas latinoamericanos y caribeños para que el Viejo Continente recuperara
en la región parte del intercambio comercial perdido ante Washington desde la
década de los setentas. Lamentablemente este escenario se antoja por ahora un
espejismo inalcanzable a la vista de los nulos resultados de la III Cumbre
América Latina y el Caribe-Unión Europea(UE), celebrada en Guadalajara. La UE no
trajo nada nuevo a la reunión, excepto mostrarse más dividida e irresoluta que
nunca ante los colosales problemas del mundo, y, por lo tanto de América Latina.
Si en algo mostró unidad fue en la mezquindad de sus posturas, que implican una
regresión alarmante en su cultura política. Es el caso de su oposición casi
hasta última hora nada menos que a aceptar la inclusión en el documento final de
los principios del derecho internacional –particularmente el de no intervención-
proclamados en la Carta de la ONU.
En esa lógica, la Declaración de Guadalajara resultó un inventario de
ambigüedades, buenas intenciones y conceptos abstractos que acepta de antemano
el desigual orden internacional actual y ni siquiera se propone reformarlo
ligeramente. La declaración evitó entrar a fondo en los temas esenciales que
interesan a los pueblos de nuestra América, reafirmó la asimetría en que se
basan las relaciones entre las dos áreas geográficas e incluso dejó el camino
abierto para continuar profundizándolas.
No podía ser de otra manera. Cualquier reunión internacional refleja en sus
resultados la naturaleza de sus asistentes. En este caso estaba de un lado la
región latinoamericana y caribeña, atada con excepción de Cuba por los rígidos
lazos de dependencia y subordinación al sistema imperialista establecido en el
siglo XIX, ahora reforzados por las políticas neoliberales. Junto a Cuba,
Venezuela, Brasil y Argentina -que en distintas escalas tratan de romper con
este cuadro fomentando la unidad latinoamericana- influyeron favorablemente,
unidos al CARICOM, en el consenso regional previo. Pero del lado europeo hubo
una resistencia cerril a cualquier avance hacia una relación más equitativa. Y
es que en los gobiernos de la UE prevalecen los intereses de la dominación por
dos razones fundamentales. Una es que Alemania, Francia y Gran Bretaña son
cofundadores y usufructuarios con Estados Unidos del sistema imperialista. Entre
ellos existen crecientes contradicciones, pero no impiden que se pongan de
acuerdo en la defensa de sus privilegios frente al mundo subdesarrollado, en
cuyo saqueo y explotación basan su riqueza. Por otro lado, Londres y los ex
países socialistas recién ingresados operan como quinta columna de Estados
Unidos dentro de la UE. Esta no es hasta la fecha más que un mercado único
regido por los dogmas neoliberales –como lo demuestra su proyecto de
Constitución-, pero muy lejos aún de conformar un Estado supranacional capaz de
aplicar una política exterior autónoma respecto a Estados Unidos.
En este contexto, la tímida censura a las torturas de la ocupación estadunidense
en Irak arrancada por América Latina y el Caribe, sólo fue posible por la
oportuna denuncia en La Jornada de la renuencia europea a aceptarla, amplificada
por otros medios de difusión mexicanos. Prueba más clara de su genuflexión ante
Washington es la rotunda negativa a condenar el bloqueo a Cuba, sin duda la
expresión más alta del unilateralismo estadunidense en las últimas décadas. Era
el colmo de la cobardía y pequeñez exhibida por los cultos y civilizados
gobiernos del Viejo Continente, cuando defender el multilateralismo estaba
supuestamente entre los objetivos principales de la reunión.
No hablemos de la cohesión social, una farisaica palabreja acuñada del otro lado
del Atlántico con la que han conseguido encantar a más de un ingenuo de esta
orilla. ¿ Con qué moral puede emplearla una Europa cuya opulencia se hizo
traficando esclavos y que desde entonces asienta su desarrollo en el
subdesarrollo de la mayor parte de la humanidad? La reunión de Guadalajara es
otra prueba de la urgencia de lograr una América Latina independiente, unida y
solidaria, que hable con una sola voz en el mundo.
aguerra12@prodigy.net.mx