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Latinoamérica

Vía Campesina: una historia de sobrevivientes

Luis Hernández Navarro
La Jornada

El 14 de junio se inauguró en la ciudad brasileña de Sao Pablo la cuarta Conferencia Internacional de Vía Campesina. Movimiento internacional que coordina organizaciones campesinas, de productores rurales pequeños y medianos, de trabajadores agrícolas, de mujeres del campo, y de comunidades indígenas de Asia, Africa, América y Europa, la Vía es una de las más importantes fuerzas que luchan contra la globalización neoliberal.

Figuras campesinas de talla internacional como el francés José Bové, el brasileño Joa Pedro Stedile, el vasco Paul Nicholson, el hondureño Rafael Alegría, la chilena Francisca Rodríguez o Lee Kyung Hae -el agricultor coreano que se inmoló durante la pasada reunión de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en Cancún- participan en sus filas.

Vía Campesina ha estado presente en muchas de las más importantes jornadas de lucha altermundistas. Seattle, Génova, Porto Alegre o Mumbai fueron estaciones de paso obligado en su lucha. La Vía ha puesto en práctica la resistencia civil pacífica como parte de sus campañas contra las semillas genéticamente modificadas, contra Monsanto, por la reforma agraria y por la defensa de la agricultura campesina. Sus integrantes lo mismo ocupan latifundios que destruyen campos sembrados con OGM, que meten de contrabando queso roquefort francés a Estados Unidos para consumirlo durante manifestaciones, que emprenden acciones contra McDonald's.

Pertenecen a la Vía 97 organizaciones (cinco mexicanas) que representan a millones de familias rurales de 43 países. (Annette Desmarais, La Jornada 4/10/ 03). Participan allí tanto campesinos del sur como agricultores familiares del norte, coordinados en ocho regiones. En sus filas convergen asociaciones promovidas por antiguos partidos comunistas o socialistas, confederaciones libertarias, grupos cooperativistas e iniciativas ecologistas.

La meta principal del movimiento internacional consiste en impulsar la solidaridad y la unidad en la diversidad entre organizaciones de pequeños agricultores, para promover relaciones económicas basadas en la igualdad y la justicia social, la preservación de la tierra, la soberanía alimentaria y la producción agrícola sostenible.

Un mundo en peligro

A la cuarta Conferencia Internacional de Vía Campesina asistirán delegados de 80 países. ¿Cuál es el objetivo de este encuentro? Según declaró a la prensa Paul Nicholson, agricultor y miembro de la Asociación de Agricultores del País Vasco, "bajo la comprensión de que las políticas neoliberales son la causa de la crisis agrícola campesina familiar en el norte y en el sur del mundo, vamos a desarrollar estrategias comunes, entendiendo que sólo es posible cambiar las políticas agrícolas cambiando las políticas neoliberales en todo el mundo. Los ejes van a ser la lucha contra el comercio libre, contra el modelo neoliberal de producción. En ese contexto van a ser un eje aglutinante tanto los transgénicos como la defensa de una política agraria regional porque, a final de cuentas, la comida es local y no global, y la soberanía alimentaria consiste en el derecho de los pueblos a producir alimentos".

Efectivamente, el mundo rural está en peligro. El modelo de agricultura industrializada, la concentración monopólica en la siembra y comercialización de alimentos, el libre comercio, la privatización de la tierra, el abandono por el Estado de las funciones redistributivas y asistenciales en el agro de los países pobres, y la urbanización acelerada del planeta amenazan la sobrevivencia de la pequeña producción agrícola.

En 1972 poco menos de las dos terceras partes de la población mundial vivía en el campo, pero para 2007 sólo lo hará la mitad. En muchos casos este desarraigo no es voluntario, sino forzado por la "mano invisible" del mercado o las políticas de los organismos multilaterales.

Durante 2003 los países ricos canalizaron alrededor de 300 mil millones de dólares en subvenciones a su agricultura. Esos subsidios, concentrados en la producción de cereales, productos lácteos, azúcares y algodón, provocan la ruina de los hombres del campo de los países pobres. Irónicamente las dos terceras partes de esas ayudas no van a parar a manos de los agricultores, sino de las grandes empresas trasnacionales. Al mismo tiempo unos mil millones de campesinos viven en la pobreza en todo el mundo.

A pesar de que alrededor de 85 por ciento del comercio mundial de alimentos se desarrolla dentro de las fronteras nacionales, existe una obsesión de las grandes potencias agrícolas y las empresas agroexportadoras por reducir las barreras a la importación y prohibir la protección directa o indirecta a la producción. Salvo en casos como el café, el cacao y el té, cuya producción se localiza en regiones específicas, pero cuyo consumo es casi universal, la mayoría de la comida que se consume en el planeta se cultiva y comercializa dentro de fronteras nacionales.

Unas cuantas empresas, como Nestlé, Unilever, Philp Morris y Pepsico, controlan el grueso del mercado mundial de alimentos. Otras tantas monopolizan la producción de semillas y agroquímicos. Cargill y otras cinco compañías de granos controlan 95 por ciento de todas las exportaciones de maíz y trigo de Estados Unidos, 90 por ciento del comercio de estos mismos cereales en la Unión Europea, 90 por ciento de las exportaciones de cebada de Canadá e igual porcentaje de las ventas argentinas de trigo al exterior.

La extinción del mundo rural conlleva también la erosión o el fin de múltiples culturas y gastronomías, así como la degradación del medio ambiente. Cerca de 125 millones de seres humanos, muchos originalmente campesinos, viven fuera de sus países de origen.

No puede extrañar entonces que en estas circunstancias hayan surgido múltiples resistencias campesinas en todo el planeta. Esas resistencias identifican al neoliberalismo como su enemigo y perciben que la sola lucha dentro de sus estados nacionales es insuficiente para enfrentarlo. Entre las más destacadas a escala internacional se encuentra la Vía.

Con sabor carioca

El origen de Vía Campesina se remonta a abril de 1992, cuando varios líderes campesinos de America Central, de Norteamérica y de Europa se reunieron en Managua, Nicaragua, en el congreso de la Unión Nacional de Agricultores y Ganaderos (UNAG). En mayo de 1993 celebraron su primera conferencia en la ciudad de Mons, Bélgica. Siete meses después organizaron una manifestación de 5 mil personas en las calles de Ginebra para protestar contra el Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT).

La convergencia fue posible porque estaba entonces a punto de firmarse la ronda Uruguay y diversos líderes rurales de varios países, muchos de los cuales se habían encontrado en reuniones internacionales, coincidieron en su rechazo explícito al modelo neoliberal y en su negativa a ser excluidos de la definición de políticas agrícolas. Estaban de acuerdo también en que los enemigos a vencer eran la globalización neoliberal y las grandes trasnacionales de la industria alimentaria.

En abril de 1996, en Tlaxcala, y cuatro años después en Bangalore, India, el movimiento efectuó su segunda y tercera conferencias. En ese momento se había convertido ya en una presencia visible y escuchable.

La lucha por la soberanía alimentaria es para la Vía un objetivo de lucha estratégico. La entiende como el derecho de los pueblos a producir su comida en su territorio en forma que refuerce sus valores culturales y el medio ambiente (Annette Desmarais, La Jornada, 18/10/03).

A diferencia de fundaciones como Oxfam, que ven en la apertura de los mercados de las naciones desarrolladas la vía para apoyar a los campesinos del tercer mundo, y promueven la reforma de la OMC en el terreno agrícola, al tiempo que proponen una serie de apoyos para países pobres a los que llaman "caja de desarrollo", la Vía exige, lisa y llanamente, que la agricultura salga de la OMC. Esta institución no es, desde su punto de vista, una instancia legítima para regular el comercio agrícola mundial.

Vía Campesina defiende la democratización de la posesión y del uso de la tierra. Está en contra de su concentración y de su uso para explotar a otras personas u otros pueblos. Defiende el derecho de los campesinos a organizarse en las formas más diferentes en sus comunidades y lugares donde habitan. Reivindica asimismo la necesidad de que los gobiernos y estados protejan y estimulen la agricultura familiar, campesina y cooperativa, con políticas agrícolas adecuadas de precios, asistencia técnica, seguro y garantía de comercio como forma de producir alimentos y preservar las culturas.

La cuarta Conferencia de la Vía abordará como temas centrales la soberanía alimentaria, la prohibición de semillas genéticamente modificadas, la reforma agraria, la elaboración de una plataforma política internacional y una Carta Internacional de los Derechos de los Campesinos a ser presentada ante la comisión de los Derechos Humanos de la ONU, y la definición de su relación frente al sistema de Naciones Unidas, la FAO, la OMC, Fondo Monetario. Internacional (FMI) y el Banco Mundial. Su lema es: "¡Organicemos la lucha: tierra, alimento, dignidad y vida!"

João Pedro Stédile, uno de los fundadores del MST, destacó que la conferencia cobra mayor importancia para el movimiento campesino latinoamericano, porque se realiza en momentos en que se enfrentan nuevos retos para defender la agricultura familiar y campesina ante la imposición del libre comercio y de las políticas impuestas desde la OMC.

Nacida de la tenaz decisión de los campesinos de seguir siendo campesinos, Vía Campesina se ha transformado en unos de los más relevantes actores del archipiélago altermundista. Resistente a una modernización que quiere prescindir de sus integrantes, se ha convertido en promotora de una modernización donde quepan todos. Curiosa ironía para una clase a la que los clásicos le asignaban como papel en la transformación social el de un mero costal de papas.