Latinoamérica
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La violencia los prefiere jóvenes
Nora Di Pacce
Radio Nederland
¿Qué futuro puede imaginar una sociedad en que la principal causa de muerte
de sus jóvenes es el homicidio? En Brasil, morir de viejo está siendo cada vez
más difícil para los varones de entre 15 y 24 años. Así lo demuestra la cuarta
edición del "Mapa de la Violencia: Los Jóvenes de Brasil", presentado por la
UNESCO junto con la Secretaría Especial de Derechos Humanos.
El 11 por ciento de los homicidios del mundo se comete en Brasil, que ocupa el
5º lugar en número de jóvenes muertos de forma violenta entre 67 países
estudiados, por detrás de Colombia, Islas Vírgenes, El Salvador y Venezuela. De
cada 100 jóvenes brasileños muertos en el 2002, cuarenta fueron asesinados. Las
cifras son escalofriantes y no paran de crecer. Entre 1993 y el 2002 -período en
que se realizó el trabajo de investigación- el número de homicidios aumentó el
62 por ciento en la población en general, pero entre los jóvenes de 15 a 24 años
el número es aún peor: 88 por ciento.
Las respuestas del Estado y de los sucesivos gobiernos siempre estuvieron
centradas en la represión y no en la prevención. El resultado de estas políticas
es este cuadro alarmante de muertes violentas en un país que no está en medio de
un conflicto armado o una guerra civil, como es el caso de Colombia.
La exclusión mata El sociólogo y coordinador del estudio de la UNESCO, Julio
Jacobo Waiselfisz, señala que hay una relación directa entre el Índice de
Desarrollo Humano (IDH) y la violencia, lo que demuestra que cualquier solución
para ese tema debe ser encaminada a través de políticas públicas para la
juventud.
Lo que está matando a los jóvenes brasileños es la exclusión. Esto se observa
claramente en otro dato relevante que se desprende del informe de la UNESCO:
Siete de cada diez jóvenes asesinados son negros y pobres.
Brasil se jacta de ser un país formado por un crisol de razas que viven en
armonía. Pero esto no lo exime de ser un país con fuerte componente racista
cuando se trata de la población negra. "Si ves a un negro conduciendo un auto
importado, o es futbolista o es narcotraficante", es una frase usual que está
instalada en el imaginario social. Así asume la sociedad una desigualdad
lacerante, como algo casi natural: Entre los negros y mulatos hay mayor índice
de analfabetismo, escaso acceso a la educación superior y cobran la mitad de
salario de un blanco por el mismo trabajo.
"Cuantos más años de estudio tiene un trabajador, mayores serán las
posibilidades de estar empleado", ese es otro rezo popular. Pero en todo caso
sirve sólo para los blancos en Brasil. Los negros y mulatos desempleados tienen
en promedio más tiempo de estudio que los que tienen trabajo. Predomina la
mentalidad de que los negros no pueden estar en puestos más calificados y que
sólo sirven para trabajos manuales que precisan de poca o nula escolaridad. De
esta manera encontrar a un negro en un puesto ejecutivo es una tarea casi
ímproba. Sólo hablando de las 500 empresas más importantes del país, el 74% no
tienen negros en las directivas. La exclusión social no afecta sólo a negros y
mulatos, pero sin duda la padecen mucho más.
El representante de la UNESCO en Brasil, Jorge Werthein, reconoció que los
jóvenes son la franja de la población más vulnerable en todo el mundo, pero
consideró que los índices de violencia registrados en Brasil son "absolutamente
inaceptables".
El número de jóvenes de Brasil asciende a 35 millones y representan el 20 por
ciento de los 175 millones de habitantes del gigante sudamericano, y el aumento
del asesinato como causa de muerte está relacionado al crecimiento del
narcotráfico y el contrabando de armas. Un paso positivo en este sentido fue la
sanción, el año pasado, del Estatuto del Desarme. Las armas de fuego se destacan
en la mortalidad de la población, principalmente entre los jóvenes. Según el
estudio, el 31 por ciento de todas las muertes de jóvenes registradas en el 2002
fueron por armas de fuego.
La UNESCO advierte que "no existe ninguna política pública que responda de forma
adecuada a esta violencia" y entre las recomendaciones para enfrentar esta
dramática situación, pone de relieve la necesidad de invertir en políticas de
prevención sobre en un eje fundamental: aumentar los recursos de la educación
para mantener a los jóvenes en las escuelas.
Los recursos que se destinan a represión representan el 10% del Producto Interno
Bruto (PIB) mientras que el destinado a educación es sólo la mitad. El negocio
de la seguridad privada es el único sector de la economía que crece a una tasa
del 30 por ciento al año.
"Si huyes te atrapan, si te paras te matan"
El sistema penitenciario en Brasil está en una situación de emergencia, entre
otras cosas por la sobrepoblación. Por cada detenido que sale entran dos y los
índices de reincidencia son altísimos. La mayor parte de los presos está en las
cárceles por crímenes contra el patrimonio y menos del 20 por ciento por
homicidios o narcotráfico. Pero en ese infierno, las facciones mafiosas que
operan dentro de los presidios con la connivencia de autoridades penitenciarias,
se encargan de convertir el tiempo de "estadía" de los que entran por delitos
menores en una verdadera escuela del crimen.
Construir más presidios y aumentar las penas, esa es la respuesta que hasta
ahora viene dando el estado. Mantener un preso encerrado cuesta 16 veces más que
alfabetizar un alumno y crear una vacante en una cárcel cuesta el equivalente a
cinco casas populares.
El 60 por ciento de la población carcelaria tiene menos de 30 años, la mayoría
no completó la escolaridad primaria y muchos son analfabetos. La exclusión como
fenómeno racial también está presente: la mayoría son negros o mulatos.
En los barrios pobres, de la periferia de las grandes ciudades como Río de
Janeiro -que es el estado con mayor índice de homicidios de todo Brasil- los
jóvenes suelen repetir una letra de rap: "Si huyes te atraparán, si te paras te
matarán".
Sao Paulo, 11-06- 04