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Bolivia: 45 días de lucha por el gas y el poder
Econoticiasbolivia.com
La ofensiva popular en pos de la nacionalización del gas y el petróleo,
lanzada hace 45 días, se ha convertido en un largo asedio sobre el endeble e
improvisado gobierno de Carlos Mesa, cada vez más alineado con los intereses de
las transnacionales petroleras y de los organismos internacionales. Los sectores
laborales acosan y presionan al gobierno, lo desgastan y le restan apoyo y
credibilidad entre los ciudadanos, pero aún no logran arrinconarlo y menos
doblegarlo.
En el último mes y medio, las ciudades bolivianas, especialmente La Paz, han
visto en varias oportunidades gigantescas marchas de protesta de los militantes
de la Central Obrera Boliviana (COB) y han sentido la presión de maestros,
camineros, gremialistas, rentistas y fabriles, que bloqueaban calles y avenidas,
y marchaban, a veces, mañana, tarde y noche.
En el campo, la presión de campesinos y colonizadores, al cortar los caminos del
Altiplano y las rutas hacia el Perú y los valles del norte de La Paz, también se
hace sentir cada vez con más fuerza, aunque aún en forma limitada y focalizada
en los distritos de La Paz, Cochabamba y Tarija.
La ofensiva de la COB, dirigida por el minero Jaime Solares, es parcial y hasta
hace una semana se había sostenido sobre la radicalidad de los maestros urbanos
y rurales, que cumplieron una huelga de más de un mes, convulsionando las
ciudades, cortando sus accesos y enfrentándose con las fuerzas policiales. Hoy,
concluida la huelga, tras la aceptación parcial de algunas demandas
socioeconómicas de los maestros, el eje de la arremetida popular se asienta
sobre los bloqueos campesinos, liderados por el "Mallku" Felipe Quispe.
La táctica de la COB es consolidar los bloqueos del Altiplano, lo que
paulatinamente va logrando, y cortar las rutas del valle de Cochabamba y los
accesos a Oruro, Potosí y Sucre, lo que aún no ha conseguido. Con la fuerza de
los campesinos, la COB prevé también reforzar las movilizaciones de masas en las
grandes ciudades, organizando una nueva marcha hacia La Paz, esta vez con el
masivo apoyo de las poblaciones de El Alto y Cochabamba, que son dos de las
cuatro más numerosas e importantes del país.
Por la lucha de la COB y la decisión gubernamental de convocar a un referéndum
sobre el gas, en el que no se incluye la nacionalización, tal como demanda el
81% de la población boliviana, los pueblos de El Alto y de Cochabamba, con todas
sus organizaciones sociales, cívicas y populares, se volcaron en contra de Mesa
y de su consulta, calificada como tramposa.
En lo inmediato, los dirigentes y activistas de la Central Obrera se han fijado
la tarea de organizar el creciente repudio popular ante el referéndum, convocado
para el 18 de julio y que ha sido hecho a medida de los intereses de las
transnacionales petroleras como Repsol y de los organismos internacionales como
el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, los que por separado han
manifestado su respaldo y apoyo a la consulta. Y no es para menos, ya que el
propio presidente Mesa aseguró que, sea cual fuere el resultado del referéndum,
el Estado boliviano respetaría todos los contratos de las petroleras, lo que
garantiza que éstas seguirán teniendo la propiedad real de las reservas de gas y
petróleo, y de todos los beneficios que derivan de su explotación, por lo menos
por los siguientes 36 años.
La lucha social ha posibilitado también que sean cada vez más los sectores
sociales que comprendan que el referéndum, a pesar de la intencional ambiguedad
de sus preguntas para confundir a la población, está diseñado sólo para dar a
escoger entre mantener la actual política hidrocarburífera antinacional del ex
presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, derrocado en octubre por una insurrección
popular, o cambiar esta política por una muy similar, como es la del neoliberal
Mesa. Ambas totalmente favorables a las transnacionales.
En los sindicatos y organizaciones sociales y populares, los únicos que
defendían el referéndum de Mesa eran los partidarios del líder cocalero y jefe
del Movimiento al Socialismo (MAS), Evo Morales, aunque ya van siendo
desplazados y rebasados por las bases. La tarea trazada por la COB es acelerar
esta depuración, para así superar el boicot a las movilizaciones que estaban
ejecutando los militantes del MAS desde el interior de las organizaciones
sociales y populares.
La presión sobre la burocracia que apoya silenciosamente al actual gobierno y
maneja varios sindicatos y organizaciones sociales es intensa y paulatinamente
va dando frutos. Este es el caso, por ejemplo, de la denominada Coordinadora del
Gas, dirigida por Oscar Olivera, que hasta hace poco se había mantenido al
margen de la lucha social y habían evitado cuestionar la política de Mesa.
Hasta ahora, en la batalla del gas, el presidente Mesa ha logrado, con matices
de forma pero no de fondo, el respaldo del Congreso y de casi todos los partidos
neoliberales que gobernaron con Sánchez de Lozada (con la excepción de la
derechista Nueva Fuerza Republicana), de la Embajada de Estados Unidos, del
Banco Mundial, del FMI, de la Iglesia Católica, de las Fuerzas Armadas, de las
transnacionales petroleras, de los empresarios nacionales, de intelectuales y
clases medias con ingresos elevados, de casi todos los medios de comunicación,
de los comités cívicos de Tarija y Santa Cruz y del MAS de Evo Morales.
Sin muchas variantes, los mismos que gobernaron y apoyaron a Sánchez de Lozada,
y que hoy, al igual que en las jornadas insurreccionales de octubre, se
enfrentan a las fuerzas de la COB de Solares y a la Confederación de campesinos
de Quispe.
La COB y los campesinos apuestan a consolidar los bloqueos y a las
movilizaciones de masas para arrinconar a Mesa y liquidar su referéndum,
avanzan