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Latinoamérica

Raúl Sendic
Un enigma sin resolver

Algo quedó inconcluso y algo no fue comprendido. Muchos lo saben cuando piensan que el líder tupamaro falta desde hace una década y media, aunque pocos puedan identificar las coordenadas del hueco.

Marcelo Pereira
Brecha

Murió hace ya 15 años en París, el 28 de abril de 1989, en un período terrible para la izquierda que sin embargo terminó, contra todas las contras, con la victoria de Tabaré Vázquez en la elección del gobierno de Montevideo. Antes se había perdido el referendo contra la ley de impunidad y se había consumado la ruptura del Frente Amplio.
Murió hace 15 años y la suya es una ausencia extraña, porque muchos sienten que desde entonces ha faltado algo muy importante, pero no saben explicar bien qué.
Quizá los dirigentes políticos de la izquierda, e incluso los de su Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), no siempre supieron qué hacer con él cuando estaba vivo (especialmente desde que salió de la cárcel en 1985 hasta su muerte), y por eso tampoco ahora.
EL RARO. Cuando se editaron en Uruguay sus Reflexiones sobre política económica. Apuntes desde la prisión, el comentario elogioso promedio fue que eran muy interesantes la perspectiva humanista y el esfuerzo por expresar cuestiones complejas en términos sencillos. No quedaba claro si eso significaba atribuirle a ese libro algún valor en el terreno al que expresamente se refería, y de hecho la obra casi no ha dejado rastros, salvo quizá en los frecuentes planteamientos del senador tupamaro José Mujica sobre la diferencia entre consumo necesario y superfluo, que abrevan directamente en el libro de Sendic y comparten con él una encantadora concepción del ser humano, por lo menos hasta que se sepa quién va a definir, en cada caso, lo necesario y lo superfluo, y cómo se va a evitar el riesgo de convertir inclinaciones personales a la austeridad en la medida de lo deseable para todos.
La recurrente definición de los tupamaros como "luchadores sociales" expresó esa brecha nunca del todo cerrada con el sistema partidario, del que Sendic había elegido apartarse temprano y al que nunca retornó plenamente. Un tenaz y parco pragmatismo lo condujo de la infancia rural en Flores al socialismo y la abogacía, a compartir la suerte de los cañeros para organizarlos y a la lucha armada hasta 1972, y luego a la reflexión de 13 años de cárcel en durísimas condiciones, que desembocó en propuestas "por la tierra y contra la pobreza" y de creación de un Frente Grande. Ese largo camino tuvo continuidades que él se guardó, y una coherencia de entrega a sus convicciones que nunca necesitó proclamar.
Pero quizá muchos de los que eran jóvenes a la salida de la dictadura, esos por cuya participación dicen que se preocupó hasta el final, quedaron tan extrañados cuando fueron a verlo hablar, por ejemplo el 19 de diciembre de 1987 en el estadio Franzini, que no pudieron entender a ese líder guerrillero de fama mundial, tan distinto de lo que podía imaginarse que era un líder guerrillero, especialmente si se lo comparaba con otros que no habían sido pero parecían. O querían parecer.
Fue jefe en materia de autoridad moral, pero a menudo desde un segundo plano inescrutable. No tuvo fama interna de infalible, ni mando indiscutido en todo momento.
Las descripciones coinciden en que el carisma suyo era de cerca, y aparecía con cierta mirada de ironía contenida, o de tímida ternura; con cierta inflexión en la voz y cierta forma de explicar poco pero despacio, o de explicar con sencillez pero no del todo. Que no era para los estadios.
Vaya uno a saber, ahora. La cosa es, parece, que pocos supieron bien cómo era, y aun así les resulta más fácil contar algo de cómo era que explicar qué pensaba. Y más fácil recordar algo de lo que pensaba que explicar por qué.
LO TUYO ME DICES. Sin que el enigma se resuelva, muchos toman contacto con la ausencia de Sendic por el lado de lo que más valoran o de lo que sienten que hace más falta.
Cuando murió, Héctor Rodríguez destacó desde BRECHA (5-V-89) que fue uno de los precursores de la sindicalización de los trabajadores rurales y un tenaz convencido de que era inevitable luchar por la liberación nacional. Carlos María Gutiérrez, amigo de la infancia y compañero hasta el final, reivindicó su pertenencia a la generación del 45.
El senador tupamaro José Mujica dijo a BRECHA el martes 27, cuando acababa de disiparse la crisis relacionada con dichos del economista Carlos Viera (véanse páginas 2 a 4), que dos de los rasgos sobresalientes del que no está eran "la enorme capacidad de ver lejos" y el "sentido global de la izquierda" expresado en la convicción de que "no había que dedicarse de ninguna manera a la polémica interna" con otras fuerzas izquierdistas.
El escritor y ex dirigente tupamaro Mauricio Rosencof alegó, en diálogo con BRECHA, que el planteo de Sendic sobre la creación de un Frente Grande, desde que salió de la cárcel, no tiene en realidad mucho que ver con la actual política de alianzas de la izquierda para formar la Nueva Mayoría, porque aquella propuesta tupamara de mediados de los años ochenta era, ante todo, semejante a la concepción defendida en el Frente Amplio por el general Liber Seregni (que Rosencof comparte plenamente) sobre la necesidad de políticas de Estado, asumidas por entendimiento de todos los partidos para asegurar la continuidad en áreas clave del país. Ante ese tipo de tarea, la preocupación por el ingreso de tal o cual sector a una coalición es "baladí", opinó.
También destacó su preocupación de siempre, consecuentemente artiguista, por la cuestión de la tierra, mucho más que por la del salario, pero no se internó en la comparación de las propuestas de Sendic sobre el asunto con la actual relación entre frenteamplistas y grandes terratenientes. Sí enfatizó el hondo vínculo del jefe tupamaro con la vida rural, que lo hacía feliz cuando, en medio de una reunión política de alto nivel, le avisaban de la chacra, por teléfono, que la chancha había parido ocho lechoncitos.
Todo lo que adquiere vuelo y sentido en el MLN-T nace en torno a la lucha por la tierra de los cañeros, impulsada por Sendic, aseveró.
Mujica coincide en que la idea del Frente Grande no apuntaba a formar un agrupamiento político del tipo del Frente Amplio, sino a unir tras un programa nacional mínimo a todos los que lo compartieran, incluso para impulsarlo cada uno dentro de su partido, y aprovechar "esa brutal energía que había a la salida de la dictadura y que se perdió". Sin embargo, piensa en que la orientación política típica de Sendic, de total apertura y pragmatismo para sumar en pos de objetivos básicos, coincide de alguna manera con los actuales esfuerzos frenteamplistas (encabezados entre otros por el senador) por incorporar aliados a la Nueva Mayoría.
SOÑABA OTRA COSA. En lo que parece más difícil reconocer la idea del Frente Grande es (casi nada lo del ojo) en los contenidos y las formas de la alianza. No cabe duda de que en aquel momento el dirigente tupamaro ("muy abierto pero a la vez muy definido", y "bastante negador del análisis dialéctico", según Mujica) planteó un puñado de bases para el acuerdo que actualmente serían consideradas ultraizquierdistas, trasnochadas o directamente suicidas, como no pagar la deuda externa, nacionalizar la banca, repartir tierras y limitar la extensión de los latifundios, al tiempo que se activaba el mercado interno mediante un aumento generalizado de los ingresos fijos. Todo eso a partir de entendimientos "en la base", y con la premisa de mantener elevados niveles de militancia social.
Pero antes de precipitarse a darle toda la razón al ex dirigente tupamaro Jorge Zabalza (véase página 13) habría que recordar que Sendic no fue nunca un fundador de ortodoxias. Es imaginable que hoy no le hiciera mucha gracia que lo invocaran para defender algunas orientaciones dentro y fuera del MLN-T, pero quizá lo más probable es que se descolgara, acaso directamente en los hechos y por la libre, con algo lejano a lo que ahora se hace y también a lo que él hacía a comienzos de los años ochenta. Tal vez después de recoger un cúmulo de informaciones y opiniones para luego rumiarlas por su cuenta y llegar a una conclusión inesperada.
Comenta Mujica que era "un verdadero rumbeador, a veces sin fundamentar mucho", y que eso resultaba "medio desconcertante", como "una cosa de fantasía", por ejemplo cuando "al salir de la cárcel, en medio de la crisis mundial, insistía en que había que inducir a los países ricos a regalar sus enormes excedentes agrícolas a los países pobres, cosa que mucho después vi teorizada con muchos fundamentos, pero que él simplemente intuía".
Cuando murió más de una elegía invocó el respeto que merecía el difunto, "con independencia" de sus decisiones políticas, y especialmente de su opción por la lucha armada. Este tipo de posición suele quedar muy bien, pero no tiene demasiado sentido. La diferencia entre la trayectoria de Sendic y la de otros muchos uruguayos, políticos y no políticos, luchadores sociales o no, se debe muy precisamente a la acción del MLN-T, y parece inviable valorar al hombre sin revisar esa herramienta, el pensamiento que lo condujo a forjarla y el modo en que llevó la idea a la práctica. No hacer esto y optar, en cambio, por fórmulas masomenistas como "en el acierto o en el error, fue consecuente" es, en definitiva, escamotear el centro de su vida y oscurecer aun más el enigma. O quizás hallar una forma muy cómoda de eludir juicios sobre el pasado y el presente, para ocuparse sólo del futuro inmediato.
Sendic nunca pensó, por lo que se sabe, que ser consecuente a partir del error fuera una característica elogiable.