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Latinoamérica

Una jornada por los héroes de abril

Ernesto Aburto M.
El Nuevo Diario

50 años de una gesta y el festín de sangre de la dictadura. Cuando la suerte todavía favorecía a la dinastía somocista

Abril de 1954 despuntó con calorazos que auguraban terremoto. Pero si algo tembló en aquel mes fueron las piernas de los cobardes; el coraje de los valientes, las mandíbulas iracundas de la familia Somoza, y la conciencia nacional sacudida por los sangrientos sucesos de los días cuatro, cinco, seis y siete. En este abril cumple cincuenta años aquella rebelión cívico-militar contra la dictadura de Anastasio Somoza García y sus hijos, la cual sofocaron con un infame baño de sangre.
A Pablo Leal y Adolfo Báez Bone, jefes militares de la conjura, los asesinaron uno o dos días después en el sótano de Casa Presidencial, presumiblemente torturados por el propio coronel Anastasio Somoza Debayle, hijo menor del dictador. A otros los mataron tras hacerlos prisioneros en cafetales cercanos a Las Cuatro Esquinas y Diriamba, departamento de Carazo.
Y aquellos que no tuvieron la suerte de escapar del país o asilarse, sufrieron penosos presidios tras ser sometidos a los rigores de largos interrogatorios, y un aparatoso Consejo de Guerra.

Una jornada conmemorativa
Por eso, una comisión nacional de notables ciudadanos, agrupados por el Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica (IHNCA) de la Universidad Centroamericana (UCA), inaugura un mes de jornadas conmemorativas.
Preside la comisión el escritor Sergio Ramírez Mercado, y la integran Margarita Vannini, Directora del IHNCA; Ernesto Leal, hijo de Pablo, extinto jefe militar de la conspiración; Eduardo Báez Cruz, hijo de Adolfo Báez Bone, otro jefe militar de la gesta, la periodista Cristiana Chamorro, y el alcalde de Managua, Herty Lewites.
La conmemoración inicia en el IHNCA con un intercambio de testimonios entre sobrevivientes de la época y de la gesta, en el marco de la "Exposición de Montajes y Asociaciones", diseñada por el artista Ernesto Salmerón Jr.
En la muestra se expondrán documentos y reliquias, como la pistola-metralleta Mauser que portaba Pablo Leal, comandante en jefe de la Junta Revolucionaria, así como actas manuscritas indicativas de que, "después del triunfo", el movimiento habría de convertirse en el partido político "Unión Revolucionaria Democrática (El Partido del Pueblo)", con el lema de "Libertad y Justicia Social. No reelección".

Monumento en Tiscapa
El 20 de abril, como parte de la jornada conmemorativa, la comisión inaugura en la Loma de Tiscapa el "Monumento a los Héroes y Mártires del Cuatro de Abril", que consiste en una columna de tres caras, en una de las cuales están grabados los nombres de todas las víctimas, y en otra, el epitafio dedicado por el poeta Ernesto Cardenal a Adolfo Báez Bone.
La exposición fotográfica, documental y de reliquias que se inaugura esta noche en el IHNCA de la UCA, también estará abierta el día 20 en Tiscapa, lo mismo que un mapa y planos históricos de los sucesos, junto con la proyección de un vídeo con imágenes relativas a la fecha histórica.

22 asesinados
En total, fueron 20 asesinados alrededor de los hechos y en los días posteriores, sin incluir a dos conjurados que fueron asesinados poco más de dos años después por el coronel Carlos Silva, acatando orden directa de Luis Somoza Debayle --la noche y madrugada del 27 de septiembre de 1956-- como represalia por el ajusticiamiento de Somoza García.
Las víctimas tardías del 4 de abril de 1954 fueron el revolucionario y militar hondureño Jorge Ribas Montes, y el ingeniero matagalpino Luis Morales Palacios, sobrino de la célebre médica antisomocista, doctora Concepción Palacios.
El plan original que se ejecutaría en abril, propuesto en Managua por el general conservador Emiliano Chamorro a Pablo Leal, quien entró clandestino desde Costa Rica, era apoyado por el presidente José Figueres de Costa Rica, y por el escritor y político venezolano, Rómulo Betancourt.
También por el ex presidente cubano Carlos Prío Socarrás --que había sido derrocado por Batista-; el político dominicano Juan Bosh y hasta por el propio cómico mexicano Mario Moreno (Cantinflas), quien le entregó dinero al nicaragüense Adolfo Zamora Padilla para la compra de armas.

En otras palabras, la Legión del Caribe
Según el plan, los conservadores pondrían 300 hombres quienes, dirigidos por el ex teniente Adolfo Báez Bone, se tomarían la Casa Presidencial y la Loma de Tiscapa.
Pero pocas horas antes del cuatro de abril, los treinta combatientes que entraron de Costa Rica con las armas, tropezaron con una realidad decepcionante: "Los 300 hombres de Emiliano" no existían, y en el mejor de los casos, no pasaban más allá de doce viejitos chontaleños, veteranos de las últimas gestas militares del caudillo.

Emboscada "al vapor"
Pero ya no hay retroceso. Entonces los expedicionarios, con apoyo de la valiosa información que dan los oficiales conjurados que todavía están dentro de la Guardia somocista, deciden "al vapor" (como dice Aldo Díaz Lacayo) lanzar una emboscada para capturar o matar a Somoza.
No existe confirmación de que se haya montado la emboscada fallida, que según Somoza García debía ocurrir la noche del día tres, junto al cerro de hormigón rojo, en la bajada de Las Piedrecitas, cuando él viniera saliendo de una fiesta en la residencia del embajador norteamericano Thomas Whelan.
La recepción era dedicada al general Lester Whitlock, jefe del Comando Sur y del Caribe de Estados Unidos, quien un día después recibiría del coronel Anastasio Somoza Debayle una casa para alojar a la misión militar norteamericana en Managua.
Durante la recepción a Whitlock, a la que asistía el jefe de la Escuela de Policía, teniente Jorge Cárdenas, tímidamente implicado en la conjura, más por lo que sabía que por lo que hacía, entró una llamada como a las siete y media de la noche.
En realidad, el somocismo no tenía información concreta de algo. Pero en su piel sensible soplaban aires de atentado. El telefonema fue atendido por Somoza García en la alcoba del embajador Whelan, en presencia de éste y del entonces mayor Luis Ocón, asistente personal del autócrata.

Cambio de planes
Según la versión histórica recabada por Agustín Torres Lazo, el teniente, abogado y fiscal militar del Consejo que habría de instalarse después del 21 de septiembre de 1956, para juzgar a implicados verdaderos y falsos en la muerte de Somoza García, el tirano empalideció por las noticias recibidas, y como media hora después, llegó una caravana de carros militares jefeada por el capitán José R. Somoza, hijo extramatrimonial del tirano, quien se lo llevó fuertemente escoltado a Casa Presidencial. La emboscada se montó, en efecto, el día cuatro, desde tempranas horas de la mañana, pero en otro lugar.
Fue en el sector de Casa Colorada, conocido como Las Conchitas, con base en la información de que Somoza viajaría esa mañana a su hacienda Montelimar.
Ahí, mientras los conjurados aguardaban agazapados en la maleza, Arturo Cruz Porras, quien se regresó a Jinotepe, conversó por última vez con su cuñado Adolfo Báez Bone, el cual, según testimonio que prepara don Arturo, andaba un pie fracturado, y aquella mañana, junto al rifle, también cargaba un bastón.

Publicado en El Nuevo Diario - Nicaragua en Abril 2004