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Latinoamérica

19 de abril del 2004

Guatemala: El clamor por la tierra

Andrés Cabanas
Rebelión

Miles de campesinas y campesinos, indígenas, obreras y obreros, sindicalistas, ciudadanas y ciudadanos se manifestaron en la capital el 30 de marzo pasado. La manifestación fue continuación de la realizada el 26 de noviembre, cuando los manifestantes recibieron promesas, muchas promesas, de parte de los dos candidatos presidenciales triunfadores en la primera vuelta. Regresaron cuatro meses más tarde para recordar que aquellas promesas no han empezado a ser cumplidas.

La manifestación marca un tiempo político nuevo para el gobierno de Oscar Berger: el tiempo de las realidades. Más allá del desastre en que dejó al país el gobierno anterior; más allá de la falta de recursos; más allá de los rezagos históricos acumulados y la incapacidad de satisfacerlos en un plazo razonable de tiempo, existe un margen para la maniobra del actual gobierno. Se hace necesario finalizar la campaña electoral en la que parece permanentemente inmerso el presidente (Fundación Myrna Mack) y empezar a ofrecer respuestas, paulatinas pero concretas, a los grandes problemas del país.

Hoy, abril de 2004, ya no funciona culpabilizar permanentemente al gobierno anterior de todos los males. Tampoco funcionan las acciones equidistantes entre lo populista y lo demagógico, a las que parece tan aficionado el Presidente: acciones como la inauguración de un tramo de calle de 800 metros a través de las instalaciones de la antigua aduana, la víspera de la manifestación campesina. Mientras miles de campesinos se preparaban para una gran movilización, el Presidente actuaba como quien oye llover, y de hecho llovió inusualmente y mucho esa tarde noche víspera de la marcha en la ciudad capital. Mientras se reclaman medidas estructurales para problemas muy viejos, el Presidente focaliza su actuar en la capital y en lo más inmediato, empeñándose en dar la razón a quienes critican su visión "capitalina" y su desconocimiento y despreocupación por la situación en el interior del país.

La sucesión anticipada

No contribuyen a encaminar a Guatemala por una nueva senda las rivalidades al interior del grupo gobernante. La campaña electoral pareciera haber iniciado con cuatro años de anticipación. En función de réditos electorales, distintos peones mueven sus piezas de manera más o menos hábil, de forma más o menos disimulada. Desde militares-políticos que apuestan su futuro político a la problemática reducción de los índices de violencia y se abocan a sofocar mítines carcelarios y perseguir encarnizadamente delincuentes de cuello blanco; hasta los que aprovechan la cercanía con el Presidente y el control de algunos de los exiguos recursos del Estado. Están también aquellos que –dentro del gobierno- se alegran de los fracasos de sus propios compañeros, pues despejan el hoy enmarañado, agreste y superpoblado camino de la sucesión de Oscar Berger. Sucesión anticipada, ardua y para todos desgastante.

Pero de entre todos los rivales no parece haber ninguno empeñado en pasar a la historia por haber empezado a resolver el llamado problema agrario, a partir del diálogo, la negociación, la participación y la concesión. A partir de la inevitable redistribución de la tierra y de la riqueza y de un nuevo modelo de desarrollo innovador e inclusivo. No está de más recordar que una iniciativa similar se truncó hace 50 años, y que se necesita mentalidad de estadista para intentar hoy lo que hace medio siglo no se pudo.

Un movimiento articulado

Adicionalmente, el gobierno de Berger encuentra condiciones favorables para los cambios que el país necesita. Ni Berger ni su gabinete pueden achacar al movimiento social y campesino una actitud polarizadora y violenta. El movimiento campesino está demostrando capacidad de movilización, propuesta y articulación (a partir, entre otras, de instancias como la Plataforma Agraria, CNOC, Espacio y Coordinación Maya Waqib Kej), conocimiento y utilización de diversas formas de trabajo y presión, rigor técnico. El polvorín que todavía y siempre es Guatemala es, por ahora y gracias a sus actuaciones, un contenido y diplomático polvorín. La pregunta es ¿hasta cuando podrá mantenerse este difícil equilibrio?

¿Tienen razón los campesinos que se manifiestan?. En cualquier caso, exigen respuestas, y respuestas audaces, que implican para el gobierno romper el cordón umbilical con el empresariado organizado y retomar una visión de país presente en los Acuerdos de Paz y en muchas propuestas de nación elaboradas durante los últimos años.

La capacidad del gobierno para convencer a los aliados empresariales de la necesidad imperiosa de concesiones y cambios en la estructura económica, la voluntad política para confrontar poderosos intereses sectoriales es el reto fundamental de la actual administración. ¿ Está el gobierno de Berger dispuesto a dar este salto? ¿Querrá el actual Presidente pasar a la historia como un estadista o, por el contrario, será recordado como presidente de una nación plural, múltiple, compleja, desigual, que nunca dejó de actuar como representante de un solo sector, en fin, como el ex alcalde de la ciudad capital?