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Latinoamérica

ATASCOS EN LA SENDA IZQUIERDA

Por: Mario H Peralta
BRECHA

La izquierda, favorita y con mucha ventaja respecto de sus rivales, enfrenta una nueva situación, que podría modificar su discurso hacia octubre.

La novedad es que uno de sus competidores tradicionales (Julio María Sanguinetti) ya no estará, y el otro, Luis Alberto Lacalle, tal vez tampoco comparezca. La reactivación económica en curso, aunque no derrame sobre la gente, podría jugar su partido. Bien puede decirse que hay victorias que complican el futuro, o lo hacen menos previsible. La derogación de la ley de Ancap no sólo significó el triunfo de la izquierda enfrentada a los partidos tradicionales (unos pocos dirigentes de dichas colectividades se pronunciaron contra la norma), sino que tuvo el efecto de desgastar fuertemente a los dos principales líderes de blancos y colorados, haciendo evidente la percepción que la gente tiene del gobierno y sus principales aliados y figuras.

El ex presidente Julio María Sanguinetti fue el primero, junto a su Partido Colorado, en comprender que la exposición en la derrota no es trampolín para intentar el acceso a una tercera Presidencia de la República. De ahí que emergiera la candidatura del ex ministro del Interior Guillermo Stirling como una solución al desgaste partidario y del liderazgo.

Otro tanto parece haber ocurrido con Luis Alberto Lacalle, al que en la interna blanca le salió un competidor, el senador Jorge Larrañaga, que por ahora lidera en las encuestas y ha recibido el apoyo de los restantes precandidatos blancos, con la solitaria excepción de Cristina Maeso.

La posibilidad de que Larrañaga sea el candidato del Partido Nacional y la segura victoria de Stirling en junio en las internas coloradas modificarían un escenario hacia octubre, que originalmente se preveía disputado entre Tabaré Vázquez, Sanguinetti y Lacalle.

Por decisión del presidente Jorge Batlle y de Sanguinetti entre los colorados, o por las urnas en el caso de los blancos, los partidos tradicionales se dirigen tendencialmente a candidaturas que no sólo traerían cambios en los nombres, sino también en las estrategias hacia las elecciones. Si se toma en cuenta el consejo de Batlle a Stirling de no hacer campaña en base al anticomunismo, o el documento programático de Larrañaga (con puntos de contacto con los lineamientos de la izquierda), se puede afirmar que el escenario electoral evolucionará hacia una disputa por los votantes de centro, descartándose un planteo polarizador, al menos de parte de los candidatos (Sanguinetti dio muestras en estos días de que no abandonará su prédica de ataque a la izquierda sobre el eje de establecer los lados de la dicotomía caos-orden, donde el contrario, el EP-FA, es simpatizante del terrorismo de ETA porque en su seno hay fuerzas políticas que empuñaron las armas 'contra la democracia', durante los años sesenta y principio de los setenta).

Esa posible desaparición (segura en un caso y factible en el otro) de los dos principales contendores de la izquierda en la etapa posdictadura es un factor que seguramente alterará, aunque no en planos sustanciales según algunos dirigentes encuentristas, la forma de pararse del EP-FA. Incluso, en el caso de que Lacalle resultara vencedor tendrá, como lo dijo en su acto de lanzamiento del Palacio Peñarol, un discurso desmarcado del gobierno, opositor, que sin dejar de lado la descalificación de la izquierda buscará competir en propuestas para resolver la emergencia social.

No obstante, el éxito de la nueva estrategia de los candidatos de los partidos tradicionales estará en relación directa con la capacidad de despegarse de la gestión de gobierno y de los liderazgos que caracterizaron el período.

Una realidad diferente

Lo cierto es que la izquierda no competirá 'con el gobierno', o con personas nítidamente identificadas con su gestión, por lo cual no podrá apostar a la inercia de una insatisfacción prolongada ni a la estrategia de 'hacer la plancha', como forma de asegurar los votos para la victoria en octubre. Ello a pesar del hecho indesmentible de que pertenecen a partidos que cogobernaron y comparten responsabilidades en la peor crisis de la historia del país. Pero eso que era cantado con Sanguinetti y Lacalle, ahora deberá ser demostrado con argumentos, toda vez que aparecen candidatos nuevos y Larrañaga (en el caso de que lo fuera) ha tenido algunas posturas opositoras. Por tanto, el EP-FA deberá revivir una identificación, que con Sanguinetti y Lacalle no ameritaba una demostración. Es claro, también, que en ese plano el mayor hándicap lo padece Stirling, porque fue 'parido' por los jefes partidarios y ocupó responsabilidades de gobierno, lo que le torna más difícil la tarea de despegarse de una gestión muy mal vista por la mayoría de la población.

La interrogante es si las nuevas candidaturas y la disputa por el centro del electorado, descontándose que ambos postulantes mantienen los votos más conservadores de sus partidos, obligará a la izquierda a modificar su discurso.

El secretario general del Partido Socialista (PS), diputado Roberto Conde, dijo a BRECHA que 'sería una torpeza' no reconocer el cambio de escenario, a partir del matiz de la imagen seudo renovadora de las nuevas candidaturas 'y de una coyuntura económica donde Uruguay ha salido de la recesión, para entrar en el inicio de una fase de crecimiento. Combinadas esas dos cosas, pueden hacer que los candidatos de los partidos tradicionales, si centran el debate en eso, logren generar alguna confianza que tenían perdida por la forma en que se procesó la crisis y las responsabilidades de ambos partidos en el hundimiento del país'.

La respuesta, para Conde, no sólo deberá consistir en el ataque al modelo y en las consecuencias más dramáticas de su aplicación (por ejemplo el desbarranque del sistema financiero y sus efectos sobre la producción y la sociedad), sino en la discusión de las propuestas y en el cuestionamiento a una política que, aun en etapas de crecimiento, significó más desempleo y marginación.

No obstante, el dirigente socialista indicó la necesidad de señalar las responsabilidades de ambos partidos tradicionales en la crisis y la imposibilidad de que los mismos sean los promotores de otro esquema que favorezca la producción y una mejor distribución de la riqueza.

Entre los ejes a desarrollar, Conde señaló la importancia de mostrar que un crecimiento (al igual que en la etapa 1990-98) bajo esos lineamientos económicos no conduce a una mejora en el nivel de vida de la población. En aquel período, dijo, aumentó el desempleo y la marginación, pues el crecimiento se hizo en base al endeudamiento y la superexplotación de los trabajadores.

El secretario socialista sostuvo que el discurso del EP-FA debe tener un mayor contenido de izquierda, cuestionando el modelo de crecimiento con una propuesta que acentúe la idea de un proyecto ensamblado, 'y no un archipiélago de medidas', con el desarrollo de la demanda interna 'a través de una participación decisiva y planificada del Estado, en condiciones de absoluto control de la variable inflacionaria. Ello supone inversión pública, políticas activas de empleo, subsidio social y generar áreas de desarrollo mediante la implementación, con apoyo estatal, de proyectos de economía social y solidaria en las distintas regiones del país'.

La reactivación económica en proceso y el enfrentamiento a una disputa por el electorado de centro parecen conducir al EP-FA a dar un paso más en los cuestionamientos al modelo económico vigente y a desarrollar sus perspectivas desde una óptica más de izquierda.

Los conceptos de Conde tienden a darle mayor contenido a consignas como la de 'país productivo' o 'atender la emergencia social', entre otras cosas, porque Uruguay inició ya un proceso de reactivación, donde la diferencia estaría en el contenido del mismo. Entonces, a las ideas de desarrollar 'un capitalismo en serio' expresadas por el senador José Mujica (mpp), la izquierda deberá agregar una propuesta redistributiva capaz de ser aceptada por la sociedad (y no exclusivamente la idea de que las chimeneas comiencen a funcionar), para alcanzar el discurso diferenciador que el nuevo escenario exige.

En el plano electoral, eso es para el senador Enrique Rubio (VA) 'disputar el centro desde la izquierda'. Rubio, que advirtió que en cualquier escenario 'gana Tabaré', dijo sin embargo que la proyección de las nuevas candidaturas modifica la naturaleza del debate. Y, 'si bien la agenda pasa a ser la del EP-FA, el nivel de diferenciación es más chico e implica un desafío de afinamiento de las propuestas, de un importante despliegue y profundización del programa, así como una unidad de acción de la fuerza política que evite los repiques discordantes que ya existen'. El presidente de la va aludió a los recientes dichos del líder de Asamblea Uruguay, Danilo Astori, cuestionando la afirmación de Vázquez de que un gobierno progresista congelaría las tarifas públicas.

Gatopardismo

La lectura en filas de la izquierda acerca del grado de modificación del escenario electoral no es la misma en todos los grupos o dirigentes, o al menos no todos participan de la preocupación de los antes consultados.

Así, el diputado Víctor Rossi (AP) comentó a BRECHA que 'estilos diferentes no hacen a la sustancia', advirtiendo que son formas de 'maquillar viejas y agotadas propuestas'. Para Rossi, el EP-FA deberá procurar que la gente haga un ejercicio de memoria y recuerde que tanto Stirling como Larrañaga participaron del gobierno y jugaron del lado de la derecha en temas clave como la ley de Ancap. También que, en cuanto a buenas intenciones y programas 'bonitos', basta recordar el compromiso que firmaron Lacalle y Batlle el 9 de noviembre de 1999, en ocasión del balotaje contra Vázquez. De todas esas medidas, añadió, sólo se cumplió la creación del Ministerio de Deporte, después 'no hubo recuperación salarial, eliminación de impuestos (al contrario, se crearon más), etcétera, etcétera'.

El dirigente de AP sostuvo que los mencionados como candidatos a la Presidencia de la República no son nuevos en política y no pueden argumentar distancia respecto a lo ocurrido durante el gobierno de Batlle. Y concluyó que 'cuando las palabras pierden, por repetición, su contenido, las decisiones se toman incluyendo otros factores', y sobre éstos -la memoria y las responsabilidades compartidas en la administración del país- el EP-FA debe desarrollar una línea argumental para que no se vuelva a engañar al electorado.

Eduardo Bonomi (Mpp), por su parte, admitió una mayor cercanía de Larrañaga respecto al programa del Frente, pero indicó que de ser presidente no contaría con el respaldo de su partido, por el compromiso del otro sector, el Herrerismo, con el neoliberalismo.

Según Bonomi, una presidencia de Larrañaga repetiría lo acontecido con Irineu Riet en la Intendencia de Rocha, que con posturas progresistas no pudo gobernar porque su Partido Nacional tenía concepciones radicalmente opuestas.

Ambos dirigentes (Rossi y Bonomi) desestimaron la posibilidad de que tanto Stirling como Larrañaga puedan hacer creíble un discurso distinto que los despegue de sus respectivos partidos.

El dirigente emepepista añadió, además, que no se puede confundir la imagen de Stirling ministro -'incluso hay que separar la percepción personal sobre él de los malos resultados de su gestión en la cartera'- con la que tendrá como candidato. Bonomi sostuvo que es muy difícil que pueda alienarse de la administración Batlle, y por tanto de sus malos resultados, habida cuenta de que se incorpora al ruedo con su bendición.

La percepción de que las nuevas candidaturas no introducirán cambios sustanciales en el escenario hacia octubre también es compartida por la dirigente de AU Daniela Payssé, para quien la cuestión es desplegar y dar contenido a algunos de los planteos realizados por el FA, en lo que debe ser una campaña que acentúe el carácter propositivo.

Si entre los blancos se confirmaran las tendencias hacia el triunfo de Larrañaga, el escenario electoral (básicamente en sus discursos) tendería a aproximarse al que prevaleció en las pasadas elecciones brasileñas, donde resultaba difícil identificar a un candidato con la derecha. Y si bien los antecedentes pesan y son determinantes a la hora de analizar el crecimiento de la izquierda uruguaya, también es cierto que las campañas electorales tienen su efecto y deciden voluntades.

En resumen, el escenario previsible no es el que esperaba el EP-FA, tanto por las características de los posibles candidatos de los partidos tradicionales como porque el país comienza a mejorar su economía, aunque la reactivación no se derrame sobre la sociedad. Ambos factores -en esto coinciden varios responsables de la izquierda- representan un cambio, aunque no dramático, del panorama hacia octubre.

En todo caso, dirigentes de izquierda y politólogos advierten que el favoritismo de Vázquez se mantiene, pero no dejan de señalar que el mismo necesita un nuevo empuje diferenciador, un plus no previsto hace unos meses.