20 de marzo del 2004

Historia de la guerra revolucionaria en Perú

Los comandos de la muerte llegan a Ayacucho

Luis Arce Borja

Este texto es un breve resumen del capítulo 18 del libro "La guerra revolucionaria en Perú" (1). Ahí se describe la crueldad y los métodos sanguinarios que puso en práctica el Estado peruano para reprimir la lucha armada iniciada en 1980. Muchas veces escribir la lucha social, a partir solamente de fechas, periodos y acontecimientos, se torna un terreno árido que somete al silencio a los protagonistas del hecho histórico. Recurrir al testimonio directo de los participantes para revelar una parte oculta de la lucha social, es una forma de poner de testigos a los propios actores de la historia. A través del ángulo de la entrevista y declaraciones se descubre el horror de las masacres, matanzas y secuestros y desapariciones que ejecutaron los diferentes gobiernos en la lucha contra la subversión maoísta. En esta versión abreviada del capitulo en mención, introducimos al lector hacía una dimensión de la historia objetiva y no trucada de los acontecimientos en Perú, que en nuestra opinión son los hechos más trágicos de carácter represivo que ha sufrido el pueblo peruano desde el inicio de la República en 1821. Las 69, 000 personas muertas en el periodo 1980-1999, (según el informe de la Comisión de la verdad y reconciliación, 2004), aparte de ser una cifra extraída arbitrariamente del fenómeno de la guerra interna, no refleja la verdad cuantitativa ni los hechos concretos como se han desarrollado. Las victimas de la guerra de clases en Perú, no resultaron de la casualidad o de los "excesos" de algún soldado o de una patrulla militar, como ha determinado oficialmente dicha Comisión sino de una política criminal y de exterminio que se impartió desde el Estado, y en cuya estructuración y ejecución participaron las fuerzas armadas, las clases dirigentes del país y sus partidos políticos.

Al contrario de lo que dice la propaganda oficial, la guerra de clases que envolvió al Perú desde mayo de 1980, no fue solamente una lucha entre "Sendero Luminoso y las fuerzas armadas". Nada de eso. La idea que se refería a que el pueblo se encontraba "entre dos fuegos" (la de "Sendero y la de los militares"), ha sido una distorsión completa de la historia y uno de sus propósitos fue ocultar que los métodos criminales utilizados contra las fuerzas guerrilleras, provinieron de un Estado terrorista que en 20 años de guerra interna legalizó el secuestro, la tortura y las ejecuciones extrajudiciales. La cruenta guerra de clases en Perú, fue un enfrentamiento entre las masas oprimidas (la mayor parte de la población) y el Estado peruano que movilizó todas sus instituciones y sus fuerzas represivas para enfrentar una subversión que estuvo a punto de ganar la guerra por el poder político.

El 31 de diciembre de 1982, el gobierno de Fernando Belaúnde Terry autorizó el ingreso de las fuerzas armadas en la lucha contra la guerrilla maoísta. Hasta antes de la participación militar, fueron las fuerzas policiales, que con sus 80 mil efectivos, tuvieron que enfrentar una guerrilla que le propino derrota tras derrota. Fernando Belaúnde, aclamado como uno de los símbolos de la "democracia peruana", junto con recurrir a los militares como último recurso para detener una fuerza guerrillera que se extendía amenazadoramente a todo el país, entregó poderes sin límites a las fuerzas armadas para ejecutar sus planes antisubversivos. Se decretaron las zonas en emergencia controladas completamente por el poder militar, y donde las autoridades civiles y las leyes simplemente desaparecieron. El Comando Conjunto de la fuerzas armadas, al mismo tiempo que enviaba tropas a Ayacucho (1° de enero 1983), impartía la directiva secreta N° 01-CCFFAA-PICS, en la cual se indicaba que las "operaciones contrasubversivas deben ser altamente ofensivas y agresivas, sin olvidar que el mejor subversivo es el subversivo muerto". La directiva señalaba también que se "actúen forma clandestina utilizando procedimientos legales e ilegales y si la situación y las condiciones lo permiten podrán realizarse, eliminaciones sin dejar rastro". Es esta directiva, que no era un secreto para las clases políticas y que circulaba oficialmente en los cuarteles, la que servió de doctrina de la muerte para que las tropas militares apliquen su política de extermino contra campesinos, niños, ancianos y mujeres sospechosos de pertenecer a las bases de apoyo de la guerrilla maoísta dirigida por el Partido Comunista del Perú (PCP).

Entrenamiento para el crimen

Lima, 1984. ¿Saben para que sirven estos entrenamientos?. Para irnos a Ayacucho a combatir con los terrucos, le dijo el oficial a los soldados mientras le mostraba lo efectivo que era el cuchillo para degüellar y descuartizar un perro que desde la primera estocada dejo de ladrar. Muerto el animal, le toco el turno a un soldado que a torso desnudo tenía que arrancar con las manos las viseras del perro. Pero ahí no terminaba el adiestramiento, estaba obligado a darse un baño con la sangre aún caliente del can victimado a cuchillazos. Y como parte final del macabro rito castrense, el aprendiz a matarife, estaba obligado a ponerse el perro descuartizado sobre la espalda y en medios de gritos dar tres vueltas el campo de entrenamiento que tenía el tamaño de un terreno de fútbol. Nueve meses de instrucción fueron suficientes, y la patrulla de 38 soldados y oficiales estaba lista para ser trasladada a Ayacucho. Fueron embarcados en un avión portatropas del ejército, y apenas la nave aterrizaba en el aeropuerto principal de esta ciudad fueron conducidos al cuartel "Los Cabitos". Al día siguiente, a las 5 de la mañana cuando el frió de los andes calaba hasta los huesos, los recién llegados fueron despertados bruscamente. "¡De pie todo el mundo carajo nos vamos de cacería!, grito el oficial. La patrulla fue dividida en dos grupos y cada una de ella salió con diferente rumbo a "barrer" las zonas "rojas" de Ayacucho. Ahí ya no serían los perros, los que caerían descuartizados por los comandos antisubversivos, sino la población campesina, y entre ellos niños, mujeres y ancianos.

Esta es la historia de una patrulla militar integrada por 17 soldados y un oficial que durante 3 meses recorre diferentes comunidades y pequeños pueblos de Ayacucho. El testimonio proviene de un soldado de origen andino que se enroló en Lima, pero que después de un intenso adiestramiento para asesinar fue trasladado a la "zona de combate" en Ayacucho que en esos momentos era la región donde la guerrilla maoísta se había implantado solidamente y que con vitalidad se extendía a otras regiones. El testimonio que aquí entregamos, la hemos extraído de la revista Quehacer de julio-agosto de 1991, y nos ha servido de base para la redacción de este texto.

El testimonio

En Acobamba, en un pueblito tuvimos un enfrentamiento con un grupo de muchachos. Nos gritaban diciendo que éramos unos sinchis (2), unos ladrones, unos rateros, que no querían que hubiera un puesto ahí, y nosotros no éramos "sinchis", éramos del ejército. No importaba, seguían tirando piedras por dos horas, desde las tres hasta las cinco más o menos...Subimos, subimos. Lanzamos granadas. La gente que estaba ahí empezó a correr como conejos a sus chozas. Llegamos al pueblo y reventamos todas las chozas sin miramientos con granadas. Las volamos todas, con ellos adentro. Murieron unas 17 personas.

Seguimos caminando y encontramos a un muchacho acurrucado con una latita de petróleo. Entre los muchachos de mi promoción pensamos que era seguro para prender una fogata, algún mechero, pero el oficial dijo: ¡Agárrenlo!. Lo amarramos con una soga y lo llevamos. Más arriba encontramos a otro acurrucado, y agarró el oficial y le metió un tiro en la cabeza. Entonces yo también me acostumbré. Y el oficial decía: "Pobres cojudos, que le encuentre su cacerina llena y yo les vació la mía en su cuerpo", y por miedo tenías que disparar al aire. En algunos casos y revisaba de un momento a otro. Te pedía tu FAL sacaba la cacerina y veía cuántas balas faltaban, y si la encontraba llena te castigaba.

¿Matar niños y mujeres?. En esos momentos no piensas en nada, porque te han instruido. Tienes un enemigo y si no disparas primero alguien dispara por ti. Incluso yo también lancé un par de granadas a una choza pero después, en la noche, te ponías a pensar y te daban ganas de llorar de cólera. ¿Se conoció eso en los periódicos?. No, nunca se supo. Es un pueblito bien retirado, pertenece a la provincia de Acobamba, colindando con la provincia de Tayacaja, como yéndose a las minas de Cobriza. Son caseríos, pueblitos chicos. Son campesinos, quechuas netos. ¿Y las informaciones que aparecen en la prensa?. La prensa todo lo tergiversa. Todo lo que dice es falso. Yo sé, yo lo he vivido en carne propia, yo estuve allá. Matábamos a campesinos, a grupos de personas, con grandas, con fusiles FAL, con todo, pero nunca decíamos que habíamos matado porque sí: siempre decíamos que había sido en enfrentamiento.

¿Y después de esa matanza?. Continuamos nuestro camino. Al muchacho lo amarramos con soga. Encontramos cholos jalando su burro y los capturamos también. "Chacal", el capitán a cargo de la patrulla dijo: "Ya me empinché ¡carajo!, y ahora sí llevó a todos los capturados". Para él todos eran igualitos (terrucos). Después uno de mi promoción se volvió sádico. El corazón lo sacaba con bayoneta, le cortaba la yugular. Estuvo un año internado en el hospital Militar Central. Nosotros sabíamos por qué. Nadie más sabía, ni su familia, porque de eso no se entera nadie.

Pero a la altura de Cobriza tuvimos un enfrentamiento con Sendero Luminoso. Nos disparaban con fusil FAL, escopetas, carabinas, revólveres y no querían rendirse. Ellos conocían bien la zona y nos esperaban en un sitio estratégico. No podíamos avanzar ni retroceder: era un callejón. "Chacal" agarró a uno de los cholos capturados en el pueblo anterior y dijo gritando: "Diles que se rindan o si no van a morir como tú". Y "chacal" agarraba su pistola y le disparaba en el cerebro. Así mató a ocho. Cuando ya no había a quien matar, le dijo al guía que vaya a buscar refuerzos. Nosotros éramos 18 nada más. Ello eran bastantes, pero tenían poco armamento. Así nos tuvieron hasta la amanecida, y casi en la mañana llegó el refuerzo. "Chacal" dijo entonces, "síganme". Nos disparaban pero no tenían seguridad en los disparos. Sus disparos eran a ciegas, y felizmente no nos han herido.

Llegamos a la comunidad y comenzamos a matar a todo el mundo. Había gente del campo, niños, ancianos, mujeres. "Chacal" decía: "¡fuego, carajo!. Hay que matar a todos estos indios". Luego hicimos una batida entrando casa por casa y sacando a todos a la plaza y les hablamos diciendo que ellos nos habían atacado y que por eso empleado nuestras armas, y que nosotros somos el ejército y venimos a cuidarles del terrorismo.La gente lloraba, lloraba con miedo.

¿Y esos pueblos apoyaban a Sendero?. Mucha gente apoyaba, casi la mayor parte estaba convencida. Apoyaban a Sendero porque tenían una manera de convencimiento más que todo por lo que pasó antes con los "sinchis". Y los de Sendero aprovechaban eso para decir: "están abusando, vamos a formar patrullas y luchar contra ellos". ¿Y qué pasaba con los prisioneros que la patrulla entregaba al cuartel principal?. Ya no sabíamos; los dejábamos ahí y nos íbamos. Seguro que trataban de sacarle información. Pero otros prisioneros no lo entregábamos, y los torturábamos hasta que nos den alguna información. "Chacal" lo agarraba y le cortaba la oreja, le pinchaba los ojos, la cara, le cortaba la lengua. Había algunos que lloraban, que se quejaban, se arrodillaban, no sabían qué hacían, pero había otra gente que había sido capturada con armamento en un enfrentamiento, no decía ni su nombre. O tenían documentos, por eso es que deducías que eran terroristas de verdad con todo el silencio que ellos demostraban. Entonces se le mataba. "Chacal" decía: "Para qué gastar municiones en estos perros", y le metía bayoneta. Mucha gente fue muerta con bayoneta, y alguna vez fueron enterrados otras veces los desbarrancábamos a una pendiente donde nadie lo va a encontrar.

¿Y el código del silencio?. Nadie puede decir nada, ni siquiera cuando uno se retira del ejército. Incluso nos decían: "Salen de baja y no tienen que decir a nadie. Si nos enteramos de algo los traeremos de donde sea y ya saben qué les hacemos". Uno de mi promoción me contó que un muchacho se había enterado de algo malo y se había acercado al oficial y le había dicho: "mire mi teniente, estos soldados han ido y violado a una señora y su hija y le han robado sus joyas". ¡Ah tu eres un soplón!, respondió el oficial. Al día siguiente el soldado que había denunciado amaneció muerto. ¿Y las violaciones?. En todos los pueblos violábamos. Agarrábamos a una chica y éramos cinco o seis para una chica. Había también profesoras que tenían documentos o textos de José Carlos Mariátegui, Lenin, Marx, y por eso las violábamos. Las agarrábamos por la fuerza, las encañonábamos con el fusil y así pasábamos todo el tiempo. El oficial decía, que ni te metas con una costilla, porque estás ahí y te mete un cuchillo, así que tenías que estar necesariamente entre varios para hacer el acto sexual. ¿Y nadie se quejaba?. A quién, si nosotros éramos la ley allá.

En algún lugar en las alturas de Huanta la patrulla perdió rumbo. Anduvieron por lugares inhóspitos, cruzaron decenas de caseríos adentrándose más y más en la selva. En cada pueblo, aprovechando las guardias, los soldados se dedicaron al saqueo. Las mochilas fueron llenadas de relojes, dinero. Todo robado. Por fin, tras doce días de camita y pillaje, la patrulla llegó a un cuartel de la infantería en el poblado de Ajatunruni. De los 18 que habían iniciado el recorrido tres meses antes quedaban 15: dos habían sido muertos en enfrentamiento, uno en un accidente. El general Huamán Centeno, recién nombrado jefe político-militar de la zona recibió a su tropa con los brazos abiertos: "Estos son mis soldados modelos, todos deben seguir su ejemplo", dijo el general. (3).

Bruselas, marzo 2004.




Notas

1. La guerra revolucionaria en Perú. Historia del Partido Comunista del Perú (PCP). (Actualmente en corrección). Autor, Luis Arce Borja.

2. "Sinchis", cuerpo de élite de las fuerzas policiales. Fue creado y adiestrado por los "Boinas Verdes" de los Estados Unidos. Según la propaganda eran expertos en lucha antiguerrillera y fue la primera fuerza que enfrentó, con poco éxito, la guerrilla maoísta.

3. Testimonio extraído de la revista peruana QUEHACER, número 72 de julio-agosto 1991. Reportaje hecho por Oswaldo Carpio y Zenaida Mateos.