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Latinoamérica

23 de febrero del 2004

Movimiento obrero dominicano:
Enseñanzas históricas y propuestas alternativas

José Antinoe Fiallo Billini
Revista PODER POPULAR. Año 1, No. 2
Noviembre-Diciembre 1985. CIDOS.
Ed. Alfa y Omega. Santo Domingo

INTRODUCCION

El día 9 de Junio del presente año nos correspondió participar en el seminario sobre "Historia del Movimiento Obrero Dominicano" organizado por el Departamento de Historia y Antropología de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y el Sindicato de Trabajadores Portuarios de Arrimo (POASI). Específicamente en un panel titulado "Enseñanzas y Propuestas Alternativas", que coordinamos junto al Profesor Nelson Moreno Ceballos, donde intervenimos y presentamos el trabajo que hoy ponemos a manos de los lectores de "Poder Popular".

El trabajo se centra, fundamentalmente, en una sistematización de lecciones extraídas de la década de los años cuarenta y de la década de los años sesenta; de esta última, fundamentalmente, sus primeros cinco años.

Nos concentramos en lo que entendemos enseñanzas fundamentales y propuestas básicas que puedan servir, en el momento presente, al trabajo revolucionario, que parte, claro está, de la posibilidad de una estrategia nacional, popular y socialista ante la hegemonía de estrategias burguesas y pequeño- burguesas en el movimiento obrero.

La temática es tan compleja que ya Federico Engels había dicho en el siglo pasado: "Con el fin de quebrar el poder de la burguesía, se necesita algo más que sindicatos y huelgas". Y en ese sentido van estas reflexiones históricas y políticas.

LA PROBLEMÁTICA DEL DESARROLLO CAPITALISTA

La primera cuestión que aflora de una manera nítida es la sistemática dificultad para una apreciación marxista del desarrollo capitalista y de las diversas formas de dominación de clase de la dictadura burguesa, lo que implica la calidad del marxismo incorporado como elemento teórico del factor subjetivo .

Obviamente, si nos detenemos en los testimonios escritos y orales de la práctica revolucionaria de los años cuarenta, cincuenta y los sesenta, no encontramos una sistematización global y totalizante, y sí análisis parciales cargados de la vieja estructura ideológica y teórica de matriz estalinista, que no podía aprehender la particularidad del desarrollo capitalista en la periferia.

Ello explica algunas cuestiones de relevancia, como por ejemplo, la sucesión lineal de modos de producción en la formación económico-social; específicamente, la existencia del modo de producción feudal en la historia dominicana, así como las limitaciones para asumir en toda su extensión las implicaciones de la forma trujillista de dominación burguesa y su posterior fractura.

En relación a la primera problemática, lo más importante no es su teorización, de elaboración pesepeísta (PSP), sino sus consecuencias políticas, que se extenderían hasta la plataforma Catorcista de la década de los sesenta, pues se establecía como estrategia a la orden del día la "revolución democrático- burguesa", y, por tanto, la asunción de la hegemonía burguesa en la transición post-trujillista.

De entrada se plantea, pues, la subordinación de la vanguardia política y el movimiento obrero (formas organizativas de la lucha de clases en el terreno económico-político) a la crisis política interburguesa, de forma tal que la burguesía servía como mediadora del afloramiento de las fuerzas políticas obreras a la lucha social. O, como se pretendió posteriormente en la táctica catorcista, arrastrar a la burguesía a un frente fáctico de clases.

Sin embargo, esta estrategia implícita en el abordamiento teórico y político de la realidad, conllevaba una débil apreciación del fondo histórico de la dictadura burguesa trujillista y de las consecuencias de su desplazamiento en una transición burguesa. En efecto, salvo el limitado enfoque de José Cordero Michel, por lo demás comprensible, no se pudo caracterizar en toda su extensión el trujillismo, como expresión integral del último intento "criollo" para organizar una sociedad política con la suficiencia autonomía de la fracción hegemónica que generara la ilusión de un proyecto de "nación", como "nación ideológica", no nación histórico-burguesa.

Por otro lado, la estrategia revolucionaria y obrera tendía, por su raíz obrerista y pequeño burguesa, a ocupar espacios limitados y legales en la sociedad civil, porque sus análisis empíricos de los niveles de complejidad del trujillismo y el desarrollo del capitalismo eran muy simples y, por tanto, los niveles de respuesta eran también simples, a veces lindando en la ingenuidad teórica.

PROBLEMÁTICA DE LA ORGANIZACIÓN REVOLUCIONARIA

En este contexto de articulación de Teoría, Realidad y Organización se explica también la problemática de la naturaleza de las formas de las organizaciones revolucionarias y sus limitaciones en la inserción en el movimiento obrero y la sociedad civil dominicana.

En primer lugar, se produce, como derivado, una importación de los esquemas tradicionales de organización política que se combinan con modalidades informales de participación, pero, sobre todo, se caracterizan por la inserción de una élite de cuadros en el movimiento obrero, utilizando para ello la vía de liderazgos carismáticos en desarrollo, es el caso de Mauricio Báez en la década de los cuarenta.

Es decir, las células clásicas del aparato político se combinan con los liderazgos individuales como enlaces con el movimiento espontáneo, base orgánico-histórica que explica las limitaciones de la acción política en la transición de los años cuarenta o en la crisis post-trujillista, esta última sin la existencia de los liderazgos carismáticos del movimiento obrero anterior.

PROBLEMÁTICA DE LA MEMORIA DE CLASE Y SU RELACIÓN CON LA ACCIÓN DE CLASE

Además de las limitaciones históricas, por la juventud del movimiento obrero de las décadas de los cuarenta, cincuenta y sesenta, es obvio que el desarrollo del mismo no significó un atesoramiento de experiencias de la lucha de las clases en lo económico, político, ideológico y orgánico, de tal forma que cada táctica y cada plan estratégico se diera en un orden de continuidad, sistematización y elevación de las luchas, construyéndose la conciencia de clase sobre una herencia que impregnara de orgullo cada acto de combatividad contra el enemigo de clase.

Podemos afirmar que esta problemática tiene varias implicaciones. En primer lugar, darle seguimiento a la historia de cada acto de clase, de cada acción del movimiento, como base para la elaboración de los planes de acción, en cada centro de trabajo particular, o en cada escenario de escala nacional, sea territorial o sectorial; obviamente, esto no se produjo ni en las décadas de los cuarenta- cincuenta, ni en los sesenta. En segundo lugar, el rescate de la tradición combativa como carburante para la radicalización de la conciencia de clase, es decir, del factor subjetivo de uno de los sujetos sociales de transformación anticapitalista.

Ello explica la ruptura entre la década de los cuarenta y el resurgimiento de la década de los sesenta, tanto en las formas organizativas como en los planes estratégicos, situación que queda corroborada con las intervenciones de los compañeros Julián Peña y Mario Sánchez Córdova, cuando refieren la problemática del surgimiento de FOUPSA (Frente Obrero Unido Pro-Sindicatos Autónomos) y posteriormente de la UNION.

PROBLEMÁTICA DE LA CUESTIÓN NACIONAL Y LA CUESTIÓN DE CLASE

En efecto, la no comprensión marxista de la problemática global del capitalismo periférico lleva también a no saber resolver la relación entre la cuestión nacional, la cuestión de clase y la heterogeneidad de los sujetos sociales revolucionarios, lo que limita e incapacita al proyecto socialista para integrar una estrategia que lo haga hegemónico en el movimiento popular y la sociedad civil.

Obviamente, la cuestión nacional, como problemática antiimperialista y anticapitalista, surge de la condición periférica de la economía neocolonial y de la función subalterna de la sociedad política (es decir, de la dictadura burguesa), a partir de una clase obrera limitada cuantitativamente y de fuerzas políticas que expresan esa debilidad del desarrollo histórico. Surge, además, una multiplicidad de fuerzas sociales de capas empobrecidas, que objetivamente son un bloque social de potencialidades revolucionarias y que necesitan ser articuladas coherentemente por estrategias y formas organizativas que van más allá de la herencia teórica y política asumida por una práctica limitada o importada.

La contradicción entre lo popular y lo proletario, en este contexto, no se resuelve en ninguna de las variantes. En primer lugar, el pesepeísmo (Partido Socialista Popular) se mantiene en un obrerismo sacralizado para el cual lo nacional se resuelve en una alianza con la burguesía para cumplir las tareas "anti- feudales"; el Movimiento Revolucionario Catorce de Junio parte de un aparato político armado, al cual el movimiento obrero sirve en una estrategia logística para el cumplimiento de tareas "democrático-burguesas" avanzadas; para el Movimiento Popular Dominicano (MPD), las tareas democrático-burguesas se debían dar en una alianza obrero-popular-urbana con la burguesía en conflicto en la sociedad política.

En todo caso, las estrategias ataban al movimiento obrero al cumplimiento de tareas en torno a la cuestión nacional, a partir de una hegemonía burguesa en su cumplimiento, lo que impedía su afloramiento independiente y, por consiguiente, la proletarización de la estrategia política de las fuerzas progresivas.

PROBLEMÁTICA DE LA ESTRATEGIA BURGUESA

En tal sentido, cada estrategia burguesa, aunque fuera débil por su contexto o por su diseño, siempre fue lo suficientemente capaz para evitar o derrotar las estrategias alternativas revolucionarias, en la medida en que estas últimas estaban dentro de la gran estrategia de recambio de las fracciones burguesas. Por ejemplo, ante la estrategia de dominación despótica- administrativa trujillista desde la sociedad política (la dictadura y sus recursos materiales de coerción), que se expresa en la liquidación de los sindicatos y sus líderes, deportaciones, exilio, etc., el movimiento y las direcciones políticas no fueron capaces, en la década de los cuarenta, de articular una estrategia contrahegemónica de mediano plazo para proteger y restaurar fuerzas golpeadas y semiderrotadas.

En todo caso había una combinación de legalidad con una utopía insurreccionalista de corto plazo al exterior del movimiento obrero y urbano, lo cual no daba profundidad a la estrategia política del movimiento y, por tanto, limitaba las posibilidades de establecer raíces orgánicas perdurables.

Esto explica que, cuando la dominación burguesa abre el expediente de subordinación del movimiento obrero, para sostener la atomización del mismo en la sociedad civil, le sea imposible, en la década de los cincuenta, recomponerse y relanzarse en el combate de clase, creándose una coyuntura de ruptura en la continuidad orgánica de las luchas de clase.

Esto se reflejaría, como afirmamos en párrafos anteriores, en la debilidad del post-trujillismo, que, aunque se abre en una lucha generalizada por reestructurar las alianzas burguesas, y por ende abre campos inéditos de emergencia proletaria, el proyecto revolucionario no puede disputar las masas a la burguesía; sobre todo el movimiento obrero y las fuerzas de raíz socialista no pueden ser un polo de organización de contra-hegemonías.

PROBLEMÁTICA DEL ESTUDIO DE LAS COYUNTURAS

Trasladando al plano táctico los elementos problemáticos, y como consecuencia de la baja calidad del factor subjetivo marxista, se enfrentaba la inexistencia de estudios sobre las coyunturas de crisis o transición, lo cual impedía la elaboración tanto de estrategias contrahegemónicas como de tácticas que garantizaran el ascenso popular.

Por ejemplo, la transición entre los dos momentos históricos de la dictadura trujillista en la década de los cuarenta no fue estudiada; fundamentalmente la relación estrecha entre incremento de los precios de los artículos básicos, deterioro de los salarios y conflictos políticos de la dictadura para su real solución, teniendo en cuenta los procesos de adaptación que las formas de dominación de clase ejecutarían entre 1941 al 1947-48, en un contexto de crisis y guerra mundial.

Otro caso que sirve como ejemplo es la coyuntura de 1961 y la transición post-trujillista, cuando la cultura marxista preponderante no pudo caracterizar ese momento de redefinición, lo que obviamente permitió la lucha entre la burguesía tradicional, los remanentes burocrático-burgueses trujillistas y el populismo boschista perredeísta, al establecer como contradicción fundamental la apreciación politicista, trujillismo-antitrujillismo.

PROBLEMÁTICA DE LA UNIDAD

Si bien es cierto que la cuestión de la unidad obrero-sindical refleja una política de alianzas o de concertación, no menos cierto es que, al descansar solamente en ese aspecto, no ha sido en realidad una política combativa de unidad. Naturalmente, la situación puede caracterizarse dependiendo de los diversos momentos históricos.

Por ejemplo, en la década de los cuarenta, el reingreso pesepeísta y la plataforma de discusión del Congreso Obrero de mediados de esa década deben ser analizados, en primer lugar, en función de la relación estrecha entre la estrategia del PSP cubano y su dirección obrera y la condición subalterna del pesepeísmo dominicano a esa estrategia esquemática etapista de los comunistas de ese país. Esta condición política se vincula estrechamente al fracaso momentáneo de los intentos dominicanos por anclar un proyecto socialista en la sociedad civil desde finales de la década del treinta, e, incluso, los primeros años de los cuarenta.

En tal sentido, confluían varios elementos prácticos, importados y endógenos, que desembocarían en un acuerdo para aflorar el conflicto de clase en una coyuntura internacional que lo permitía, pero que tenía en sí la dinámica de la ruptura y destrucción de uno de los polos del acuerdo, claro está, el obrero- socialista.

En ese contexto, el trabajo de base estaba subordinado al conflicto en la superestructura sindical-política entre trujillistas y socialistas, lo que, de todos modos, ataba a la legalidad las fuerzas populares y las condenaba a no poder soldar la unidad de base, tanto por las limitaciones de su inserción en la sociedad civil, como por la efectividad del control trujillista territorial.

En la transición post-trujillista (1961-1966), además de heredar la ya señalada ruptura histórico-orgánica de la década de los cincuenta, se producen intentos burocráticos bajo conducción burguesa en la cúpula, a partir de FOUPSA, pero, fundamentalmente, girando alrededor de una estrategia de consignas políticas puras de la burguesía tradicional y de formas organizativas obreras que acentuarían la dispersión frente a la concentración corporativa de la burguesía tradicional.

PROBLEMÁTICA DE LA ACCIÓN GLOBAL Y LAS ACCIONES AISLADAS

La dispersión orgánica y política ha tenido diversas expresiones y consecuencias históricas para el curso de las luchas de clase y para el afianzamiento de la dominación burguesa.

Por ejemplo, la no concentración de la dirección político-sindical para los conflictos de 1946-1947 en la Zona Este azucarera del país, permitió errores graves de coordinación entre los sindicatos de San Pedro de Macorís y La Romana, de acuerdo a testimonios del destacado dirigente sindical Justino José del Orbe.

Esta situación significó el aislamiento de una huelga obrera en La Romana, lo que permitió a la dictadura burguesa trujillista la utilización del terrorismo abierto, las medidas administrativas y, en general, la posibilidad de debilitar sistemáticamente el área de conflicto más sensible del movimiento obrero.

En la década de los sesenta, la problemática, para los fines de lección, se presenta en otra vertiente, y es la no integración de las acciones particulares en un plan global de clase independiente, aunque sí estaban integradas en el desarrollo de los hechos a un plan global de clase: el de la transición burguesa post-trujillista, lo que significaba la transformación del movimiento obrero en un movimiento-apoyo para reorganizar los polos de acumulación y reordenar la función del Estado.

La libertad sindical fue, sin lugar a dudas, la vía para garantizar la concentración patronal-corporativa y el debilitamiento de la capacidad de negociación global del movimiento obrero en esta coyuntura de reestructuración, cuestión que comprendió muy bien la estrategia contra-insurgente de la Embajada Norteamericana, sobre todo en los años 1962-1963, a partir de la acción de sus agentes Sommeford y MacLeland, vinculados a la AFL-CIO.

Donde la situación comienza a variar un poco es cuando una parte del movimiento obrero se articula al plan global de derrocamiento del régimen del Triunvirato, en un proceso que va desde las huelgas insurreccionales de mayo de 1964 al Congreso Obrero de 1965 en La Romana. Puede afirmarse que este momento, acerca la acción particular a la acción global del movimiento, aunque, de todas formas, como un apoyo logístico de la clase obrera a la lucha conspirativa del proyecto boschista contra la burguesía tradicional en el poder compartido con el imperialismo yanqui.

PROBLEMÁTICA DE LAS COYUNTURAS DE COMBATE

Subordinado a estrategias burguesas o a formas organizativas y políticas aparatistas, el movimiento obrero y sus direcciones políticas no han podido pasar, orgánicamente, a formas generalizadas de acción clandestina o armada. El primer caso es la incapacidad del PSP en la década de los cuarenta para organizarse con estructuras estables clandestinas (estructuras de supervivencia) en primer lugar, y posteriormente, estructuras de combate clandestino.

Ello se reflejaría en el movimiento obrero, en cuanto las células obreras correrían la suerte de la estructura del aparato central. Y en el movimiento sindical, el predominio de las formas organizativas "sindicaleras", impedirían la gestación de organizaciones de clase clandestinas, capaces de operar en las nuevas condiciones y sostener el nivel de participación en forma limitada; pero, que era la fundamental, en capacidad de lenta recomposición adoptando nuevas e imaginativas formas de supervivencia y lucha.

Por otro lado está la lección de La Romana en Abril-Mayo de 1965, según relataba el compañero Julián Peña. A diferencia del Sindicato de Arrimo del Puerto de Santo Domingo (POASI) que pudo transitar de la forma sindical a la forma de poder armado (Comando Constitucionalista) en escala territorial en la Revolución de Abril de 1965, el Sindicato Unido de La Romana, a pesar de la debilidad territorial de las fuerzas armadas de la burguesía, no pudo constituirse en poder armado de La Romana, asumiendo la gestión industrial azucarera, sino también en poder popular local.

En efecto, la estrecha concepción sectorial predominante en el movimiento obrero, su escasa identificación de clase, incluso a nivel de dirección, con la gestación de un poder alternativo, lo reduce a transitar combates que, por su dinámica, solo pueden tener desenlaces en el marco del poder burgués, al cual le disputan sus propias cuotas marginales.

PROBLEMÁTICA DE LOS SINDICATOS DE FÁBRICAS, OFICIOS Y SERVICIOS

Es obvio un cierto desarrollo desigual del movimiento sindical, y su peso específico, según sean empresas productivas, de servicios o de oficios, porque en última instancia la debilidad profunda del movimiento obrero se concentra en las empresas productivas capitalistas.

Para producir demandas globales, el movimiento obrero estuvo supeditado en muchas ocasiones a las presiones huelgarias del servicio de transporte, como por ejemplo en 1929-30 o a partir de 1962, pero fundamentalmente en los años 1964 y 1965, de forma tal que la paralización de empresas artesanales, manufactureras o industriales era una consecuencia de las limitaciones del transporte (huelgas en el sector transporte) de trabajadores o artesanos.

Por otro lado, es significativo que coyunturalmente el movimiento sindical despegue en áreas no fabriles, como por ejemplo empleados de comercio urbanos, tal y como aconteció en la década de los 40 en la ciudad de Santo Domingo, o a nivel de ciertas actividades que dan independencia al trabajador, como por ejemplo los oficios vinculados a la actividad de la construcción.

En todo caso, ello expresa el poder burgués en los centros donde hay mayor desarrollo de las fuerzas productivas, y la debilidad del movimiento para lidiar ese poder y la presión del ejército industrial de reserva, que ocupa el espacio marginal en la sociedad civil, y que por su organicidad política no había generado expresiones de presión global sobre la sociedad política burguesa y en la sociedad civil capitalista, contribuyendo a una estrategia de pinza que forzara una profundización de la estrategia obrera.

Este último fenómeno era de mayor importancia en el post-trujillismo, cuando los controles estatales para la migración interna y los asentamientos urbanos empobrecidos se relajaron al quebrarse la forma trujillista de monopolio de la violencia territorial de clase. Para ello se requería un movimiento obrero que trascendiera al obrerismo y un movimiento urbano popular que trascendiera el populismo, bajo una sola conducción estratégica popular y nacional, del movimiento socialista.

PROBLEMÁTICA DE LA DIRECCIÓN POLÍTICA

Lo que señalamos en el párrafo anterior no podía suceder porque a lo largo de esas tres década no pudo surgir una dirección política revolucionaria desde la sociedad civil. La tradición combativa del viejo nacionalismo antiyanqui de la década de los años veinte, con su tradición antillanista e internacionalista, se dividió en dos vertientes: un núcleo conservador se integró a la dictadura burguesa trujillista, fundamentalmente como intelectuales y plantilla de la "burguesía de los funcionarios", cuadros de sistematización y administración del régimen antipopular y antinacional. Y otros se mantuvieron en la resistencia antitrujillista, militando en organizaciones clandestinas o en el exilio.

Sin embargo, la sucesión del viejo nacionalismo por militantes socialistas se da lentamente y de manera muy débil, lo que dificulta la elaboración y ejecución de plataformas frentistas antitrujillistas, y sobre todo extender la alianza pequeñoburguesa-obrera. Ello es un proceso objetivo independiente de la voluntad política de las nuevas fuerzas emergentes a partir de los años cuarenta.

Pero, si bien es cierto lo que apuntamos, también es necesario recalcar que el nivel de calidad de dirigentes y cuadros estaba por debajo de la exigencia de complejidad del proceso, lo que permite que el trujillismo y su experiencia histórica desborden la plataforma socialista y las potencialidades del movimiento obrero.

Otro desborde histórico sucede en el post-trujillismo, en la medida en que la crisis generalizada como consecuencia de la ejecución del jefe o cabeza de la dictadura, tomó por sorpresa a todas las fuerzas de la clase, menos al imperialismo yanqui y un pequeño núcleo de la burguesía tradicional, lo que hace aflorar a estas fuerzas en un contexto general y particular de improvisación histórica.

La constitución de las direcciones políticas y obreras, pues, a partir de los años sesenta, se da en esas condiciones de relevo, donde no se puede recapitular la experiencia de la clase de manera orgánica y sistemática, por un lado, y por el otro, no es posible elevar la calidad marxista de la dirección del elemento consciente.

La conciencia opositora del movimiento obrero y de las direcciones de izquierda no cuajan como conciencias y estrategias contrahegemónicas, lo que permite una competencia interburguesa, que solo encuentra espacios cerrados, cuando la incapacidad de las propias fracciones de la burguesía les impide establecer alianzas estables y duraderas. A pesar del crecimiento del movimiento sindical, que en términos cuantitativos llega a más de 270 sindicatos en el período 1962-1965, de huelgas insurreccionales y de un alzamiento urbano de relevancia, no es posible articular una estrategia obrera independiente capaz de constituirse en centro de una alianza popular, lo que crea las condiciones para la reconstrucción capitalista del balaguerismo y el imperialismo.

PROPUESTAS ALTERNATIVAS

Asumiendo críticamente las lecciones de algunos elementos importantes de los períodos analizados en este seminario sobre "Historia del Movimiento Obrero Dominicano", nos permitimos plantear algunas sugerencias, que como reflexiones, se podrían intuir en el contexto de las problemáticas analizadas.

Propuesta número 1:

Se ha determinado que la problemática central para el movimiento obrero es de dirección política, por lo que la cuestión fundamental en este aspecto se puede resumir en la necesidad de construir organizaciones revolucionarias nuevas a partir de estrategias revolucionarias nuevas que articulen lo proletario, lo popular, lo nacional y lo participativo. En este sentido se requiere establecer con nitidez la relación contradictoria entre poder burgués y poder popular-obrero con la finalidad de dejar sentados los siguientes elementos con claridad:

- El trabajo en la clase es un trabajo político y que el movimiento obrero es una complejidad organizativa política, económica e ideológica, y no una realidad exclusivamente sindical o "sindicalera".

- La lucha económica es parte de una estrategia que articula las exigencias de reformas con un proceso de acumulación de fuerzas para destruir el poder de la dictadura burguesa (revolución).

- La independencia programática del movimiento obrero de las formas burguesas de hegemonía es lo que permite al mismo movimiento ser parte de una estrategia contrahegemónica de todas las fuerzas populares, articulando el comportamiento global de las fuerzas obreras con cada acción particular de los centros de trabajo.

- Las nuevas formas organizativas de la vanguardia política contribuyen a las nuevas formas organizativas del movimiento obrero, que serán capaces, entonces, de transformarse de coyunturas de lucha, en órganos de poder sectorial y territorial.

Propuesta número 2:

Es necesario establecer una multiplicidad de formas de acción y organización obreras que garanticen la reproducción sistemática de la relación entre espontaneidad y conciencia de clase.

En efecto, hemos señalado con anterioridad lo grave que ha significado la hegemonía en el seno del movimiento obrero de la vía "sindicalera", es decir, la plataforma exclusiva legal-economicista que ha predominado como vía estratégica permanente. En tal sentido es importante combinar las formas organizativas sindicales con las políticas propiamente dichas, es decir, las de vanguardia de clase, además de las estructuradas para dar relevo al poder burgués en las coyunturas de combate, es decir, las formas obreras de poder popular.

Obviamente, las formas organizativas de la lucha de clases están entrelazadas y su desarrollo tiene relación con cada tradición particular del movimiento en los centros de trabajo, y la capacidad de cada particularidad de ascender en cada momento de combate. En tal sentido, es de importancia vital combinar formas alternativas que puedan responder a cada momento de dominio del capital y su Estado, sea a nivel particular de cada centro o en situaciones regionales o nacionales de lucha.

Por ello es necesario combinar formas:

- Políticas clandestinas, donde se organizan los militantes más calificados de la estructura revolucionaria.

- Clandestinas o semiclandestinas de masas, como nuevas formas allí donde no pueda darse la organización sindical o como forma de desdoblamiento de la organización sindical (doble estructura de supervivencia).

- Sindical, para llevar la lucha legal económica, cuya participación deberá tener una relación estrecha con las demás, de forma tal que la estructura política de base o de masas no se confunda en su integración con la sindical o legal y los golpes del capital se distribuyan en toda la estructura defensiva del sistema de participación obrera.

- Territoriales, en la medida en que la necesidad de incorporar y preservar militantes obreros se realiza al través de formas organizativas barriales, de secciones o parajes, para garantizar posteriormente la penetración en centros de trabajo. Estas formas inéditas todavía permitirían una articulación en gran escala con una nueva estrategia revolucionaria a escala nacional, que desplazaría progresivamente el eje de la lucha de masas al hábitat barrial, de parajes y secciones, a partir del espacio marginal en la sociedad civil.

Es importante precisar que se trata en el fondo de un rediseño total de las formas revolucionarias de organización, en cuanto, para poder reproducirse, el núcleo socialista deberá superar las viejas formas celulares tradicionales, sustituyéndolas por una relación estrecha entre el núcleo estratégico de reproducción y la acción cotidiana de masas, sin más mediación que la lucha de clases.

Propuesta número 3:

Redefinición de la política de cuadros obreros para el trabajo en la clase, por cuanto dicha política expresa la relación conflictiva entre el trabajo sindical-legal y la participación en la estructura política-orgánica, relación de la cual surgen muchas desviaciones, que van desde el reformismo sindical; la manipulación partidaria, el autonomismo estratégico, el desarrollo de cúpula dirigente (aparatismo), etc.

Las política de cuadros deberá estar atada estrechamente a las nuevas formas de reproducción que vincularían al movimiento, las organizaciones, la lucha de clase y las formas o mediaciones organizativas surgidas. Contexto en el cual el cuadro es expresión de esa relación armónica, de un sistema de enlaces y control que garantiza democracia y participación revolucionarias.

Este esquema simple de reproducción y control permitiría una politización en niveles de base y medios, en cuanto al manejo orgánico de la confrontación de clase con el capital sería la escuela fundamental de formación y no aparatos separados y segregados de la lucha.

Propuesta número 4:

En tal sentido, la modificación de los "Programas" de educación en el movimiento obrero es una tarea fundamental; la modificación radical deberá centrarse en convertirlos en un medio de apoyo a la lucha de clases en sus diversos niveles económico, social y político, así como también en lo ideológico.

En ese orden, muchos de los programas utilizados confunden diversos niveles y contenidos, y en el fondo se transforman en programas técnicos y economicistas. En torno a ello nos parece que debe precisarse:

- El programa de apoyo en la formación de cuadros socialistas obreros, que deberá rescatar la tradición mundial y nacional de la cultura de lucha de la clase, estableciendo claramente como centro el poder alternativo, el poder popular, en el contexto de nuestras particularidades latinoamericanas y dominicanas.

- Los programas de militantes y participantes en las diversas estructuras señaladas en la Propuesta 2, y que deberán abarcar, desde los elementos técnicos y reformistas hasta toda la propaganda y la información obrero- popular, para hacer todas las prácticas de lucha vehículos de formación masivos. En tal sentido deben abordarse la multiplicidad de vías, desde los periódicos, boletines, series gráficas educativas, hasta el análisis concreto de cada coyuntura de confrontación con el capital, a partir de formas de sistematización de experiencias.

Propuesta número 5:

Institucionalización de la memoria de clase con la finalidad de dar continuidad a la tradición, enriqueciendo la experiencia y dotando de orgullo revolucionario a cada destacamento del movimiento obrero en lo particular y general. En perspectiva deberán implementarse mecanismos como los siguientes:

- Todo responsable de control sobre actas o rendición de cuentas en cualesquiera de las formas organizativas señaladas deberá asumir el rol de "historiador de la clase", y guardar y archivar toda relación documental.

- A nivel general, las formas superiores del movimiento obrero y las instituciones de investigación aliadas, deberán estructurar un núcleo de sistematización especializado como centro de investigación del movimiento obrero.

- Para dar base a esta experiencia se establecerá como forma de trabajo los "talleres de rescate y sistematización de la memoria de clase", para ser ejecutados en cada centro de trabajo y reconstruir cada historia de la clase.

Propuesta número 6:

Institucionalizar el estudio de las coyunturas históricas en el marco de planes estratégicos del movimiento obrero, para darle un seguimiento al comportamiento de los momentos agudos de confrontación y las raíces comunes identificables que generan coyunturas revolucionarias. En tal sentido es importante darle seguimiento a los siguientes elementos:

- Comportamiento de los salarios
- Comportamiento de los precios
- Comportamiento de las crisis cíclicas de los centros hegemónicos imperialistas
- Comportamiento de las crisis políticas en el Estado burgués
- Comportamiento, fuerzas y debilidades del movimiento obrero y popular

Los elementos señalados no son limitativos, sino solo enunciativos, para una metodología que debe garantizar una participación de lo general y lo particular; a nivel de cada centro de trabajo, esa metodología debe implementarse, de forma tal que el movimiento comprenda cada comportamiento del capital y sus implicaciones tácticas y estratégicas. Por ello los elementos indicativos deberán ampliarse para abarcar un conocimiento específico de la tradición de cada capital en particular y su contradicción con la clase obrera.