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Latinoamérica

14 de febrero del 2004

Arístides una coproducción de la conciliación y del imperialismo
Haití: una rebelión más de la pobreza

Luis Arce Borja

La lucha popular que se desarrolla en Haití muestra una vez más que Latinoamérica es una región en plena explosión social donde las masas pobres engendran respuestas violentas contra la injusticia, el hambre y la corrupción. Por lo menos 68 muertos y una centena de heridos, es el resultado de la violencia que ya lleva una semana en este país. La situación es de "insurrección popular armada", lo califican algunos observadores políticos. Una docena de pueblos están en poder de los insurrectos. La rebelión se inició el jueves 5 de este mes y en su recorrido han caído incendiados cuarteles policiales e instituciones del Estado. El detonante de esta revuelta popular ha sido la mezcla explosiva del hambre, la pobreza extrema, la corrupción y la represión policial impuesta por un odiado gobierno en manos de un títere del imperialismo norteamericano. La mayoría de la población (cerca de ocho millones de habitantes) viven con menos de un dólar por día.

Los hechos que ocurren en Haití no se pueden analizar al margen de la situación social y política del conjunto de los países latinoamericanos. Los hambrientos de Haití tienen las mismas características y la misma decisión de luchar que los hambrientos de Argentina, Brasil, Ecuador, Perú, Bolivia, donde otros arístides (Lula, Kirchner, Gutierrez, Mesa, Toledo, etc.) atizan la caldera y alientan futuras explosiones sociales. Ahora es Haití mañana será cualquier otro país, donde a través del enfrentamiento violento, las masas expresarán su odio contra una clase política degenerada y mafiosa.

En Haití se muestra dramáticamente la coparticipación de la izquierda latinoamericana para engañar a las masas y contribuir a la ascensión al poder de individuos como el actual presidente haitiano. Este hecho no debe pasar desapercibido en tanto representa actualmente una práctica nefasta de partidos y organizaciones políticas que desde una supuesta posición de izquierda inducen a las masas a colaborar con mercenarios y testaferros del imperialismo y de los grupos de poder. Jean Bertrand Arístides, cuando en 1990, ganó las elecciones presidenciales fue aclamado como pro hombre de la libertad, la justicia y la democracia. El Foro de San Paulo, que reúne a la crema y nata de la izquierda oficial latinoamericana, se vistió de gala para aclamar la victoria de uno de sus participantes. Arístides y su partido personal, el movimiento Lavalás, participan en el Foro desde 1990. Además, Arístides, junto con Frei Beto (actual asesor de Lula) y Leonardo Boff fueron los expositores oficiales de la Teología de la Liberación en la reunión del Foro de San Paulo realizada en 1993. Arístides se hizo de la presidencia el 7 de febrero de 1991. Estuvo en el poder solo 8 meses. Fue sacado por un golpe militar dirigido por el Raúl Cedras, jefe de las fuerzas armadas de este país. Arístides huyó a Venezuela y después se fue a residir a Washington. El gobierno norteamericano le autorizó a usar los fondos del Estado haitiano depositados en los bancos de los Estados Unidos. En tres años, Arístides usó en forma ilegal 50 millones de dólares de estos fondos. Fue restituido como presidente en 1994 gracias a la intervención de Estados Unidos. Terminó su primer mandato en 1996. Arístides fue reelecto en noviembre de 2000 y comenzó su segundo mandato en 2001. Y de ahí para acá la historia no necesita ser contada. El hambre, la miseria, la corrupción y crimen son los sinónimos del gobierno de este ex sacerdote y militante de la teología de la liberación.

Haití, desde el punto de vista del análisis social, es una repetición de acontecimientos que se desarrollan en latinoamericana desde hace por lo menos 50 años. Los ingredientes políticos que contienen la rebelión haitiana, son los mismos que han configurado las rebeliones en otros países de este sub continente (Perú, Argentina, Ecuador, Bolivia, Paraguay, y otros). La similitud en los hechos son como copias salidas de un laboratorio, y tienen que ver con los planes de dominación de los Estados Unidos, con una clase política decadente, y con un Estado policial que no da para más. Inútil es decir que el proceso de lucha social en Haití, tiene los mismos ingredientes de otra rebeliones populares en Latinoamérica, y que en lo fundamental tienen que ver con la espontaneidad de las luchas populares (la más grande debilidad de esta rebelión), y con la bancarrota de los partidos de derecha o de la izquierda oficial.

La lucha en Haití como antes fue en otros países de América Latina, tienen el mismo sello maléfico respecto a una falta de organización revolucionaria y por consiguiente una carencia de estrategia de poder político independiente de los partidos oficiales. En términos generales, y sin restar méritos políticos a la actual rebelión de los pobres haitianos, esta lucha será una vez más canalizada, no para cambiar la situación de los pobres, sino para arreglar las cuentas internas de los grupos de poder y sus partidos políticos. El campo proletario y el de los oprimidos en Haití, tiene que plantearse la tarea urgente de organizarse en su propio partido de clase. Mientras no se cumpla esta tarea propia de revolucionarios, el periodo revolucionario (situación revolucionaria en desarrollo) que vive este país, así como toda América Latina, será una ola pasajera que no afectará los intereses fundamentales (El Estado y las riquezas) de los grupos de poder y del imperialismo.

Febrero, 13 del 2004