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Latinoamérica

Un año después del Febrero Negro (12-13):
Bolivia escribe su historia con los pies

Boris Iván Miranda*
La Fogata

El 12 y 13 de febrero del 2003 estalló una de las rebeliones populares más fuertes. Fue la antesala, el ensayo general, de lo que vendría a ser después la caída de Gonzalo Sánchez de Lozada (Goni) en octubre. El gobierno de aquel entonces, bajo órdenes del Fondo Monetario, decretó un impuesto al salario[i], hecho que provocó el estallido social de forma espontánea. El aparato estatal mostró sus primeras fisuras; un motín policial era la primera consecuencia del malestar social. Desde el mediodía del 12 de febrero empezó la confrontación entre policías y militares en frente al palacio de gobierno. Sociedad civil reaccionó incendiando sedes de partidos políticos y ministerios. La multitud se movilizó sin necesidad de mucha organización previa y apuntó su furia directamente a los símbolos de la clase política. Como saldo trágico tuvimos más de una treintena de muertos en aquellos dos días.
Estas jornadas desnudan la implementación real de nuevas formas de confrontación social. Había algo que se iba gestando en los cuerpos de la gente y que (re)nació con el nuevo siglo. Desde el 2000 que ya habíamos presenciado verdaderas batallas. Con la agudización de la pobreza y las necesidades se iban produciendo y rescatando saberes imprescindibles para la reproducción de existencia social. La impotencia individual y la necesidad, la rabia ya fluyen en la multitud en momentos de crisis. Y este desenvolvimiento todavía no reconoce sus infinitas posibilidades. Desde la primera batalla en aquel abril del 2000
[ii] y con el suceder de cada una nos hemos venido sorprendiendo de las posibilidades de la (auto)organización[iii] de las clases subalternas. Desde el 2000 hasta acá ya han pasado muchas cosas pero pocos años. Y en estos pocos años Bolivia ya reconoce en su interior la fuerza para sacar del poder a un mal gobierno si es necesario. En febrero empezamos a sentir, como multitud, la posibilidad de aquello. El 12 – 13 de febrero significó el principio del fin del gobierno de Goni.
Un año después la memoria de aquellos días ya no es sólo homenaje y recuerdo. La memoria de esos días también significa la permanente presencia de nuestra fuerza como colectivo, la posibilidad de cohesión espontánea en tiempos de rebeldía. 12 y 13 de febrero es recordar como aprender y descubrir las cosas que podemos hacer. Porque la gente aprendió a enfrentarse a los cuerpos represivos mientras les lanzaba piedras, devolvía gases y esquivaba balas. La incredulidad en el sistema de partidos políticos que sienten las mayorías desde antes de los noventa recién vino a materializarse, en el 2003, en las quemas a sus sedes. Romper con el mito de que los partidos son un mal necesario, entender que no los necesitamos para que nos representen. Eso se fue asimilando al tiempo en que se lanzaban las computadoras y los muebles a las fogatas. Las imágenes de sedes de partidos políticos y de ministerios vueltos cenizas; de casetas policiales destruidas, de calles llenas de pelea son muchísimo más que "vandalismo" como dicen nuestros operadores políticos regulares. En vez de muestras de barbarie o incivilización son muestras de nuestro crecimiento. Cuando miramos las huellas de aquel febrero
[iv] no pensamos que fuimos cavernarios; al ver la sede del partido de Goni, aún con las paredes negras, recordamos que fuimos capaces de hacer eso. Por eso la memoria de febrero es volver a sentir que el "bichito diabólico y bárbaro" vive en nuestros cuerpos. Sospecho que nuestros políticos tradicionales no entienden muy bien esto y por eso mantienen sin reparar sus sedes o ministerios; ellos dicen que son monumentos a la barbarie.
Un año después todavía se siente dolor pero hay algo distinto en nosotros. Porque la historia reciente boliviana se está escribiendo a pie, la estamos escribiendo con los pies. Suena incoherente pero es así. Los mineros marcharon a La Paz para exigir la renuncia de Goni y el día que llegaron a La Paz, luego de superar el rígido cerco militar que les pusieron, Goni renunció. Las marchas reprimidas fueron una constante en febrero(con francotiradores) y en octubre. A pie y en la calle es que se logró todo lo que se logró el 2003. La gente produjo esa historia y ahora los relatos de aquellos días corren de boca en boca por todas partes. Fue un logro de la colectividad el haber logrado, en aquel febrero, la derogatoria del impuestazo. Esa victoria es creación común, realización del grupo gigante. Ahí está la diferencia entre recordar una gesta heroica escrita a mano y plasmada en libro oficial de una historia que se hizo con los pies y los cuerpos de la multitud. Febrero es parte de nuestra obra, son pasos que dimos y aprendimos a dar entre todos. Algunas veces se juega fútbol o carreritas de tres piernas (amarrándote un pie con el del otro compañero) y por mucho que te expliquen como hacerlo es en la cancha o pista donde se aprende a avanzar. Primero con mucho miedo a caerse y paso a paso vas entendiendo que sólo trabajando con el compañero se van afirmando los movimientos. Es igual en las calles, la famosa unidad de la izquierda en torno al partido y todas esas charlas que nos daban los científicos del marxismo nunca nos enseñaron a desarrollar sentimiento de colectivo como lo hicieron las movilizaciones. Ese sentimiento lo obtuvo la masa en los peores momentos de necesidad y represión, en la calle y bajo la mira de los francotiradores.
Y ahora un año después todavía se siente esa potencia, como se sintió y desplegó en octubre. La potencia para movilizarnos y caminar juntos escribiendo nuevas historias. Esas jornadas de lucha son permanentes imágenes que develan las cosas que se pueden lograr y mejor aún, son imágenes de todos. Nadie, ningún actor social o partido puede reclamarlas como su patrimonio. Como multitud nosotros tenemos a febrero como algo en común, una presencia que nos une permanentemente.



* Estudiante de Sociología de la Universidad Mayor de San Andrés en La Paz (othersubject@hotmail.com).


[i] La medida fue bautizada como el impuestazo y estaba destinada a cubrir el déficit fiscal del Estado. Desde cualquier punto de vista esta medida, muy frecuentemente aconsejada por el FMI a los países de la región, era impopular y cruel. El mismo Sánchez de Lozada en su anterior gestión presidencial fue el que desmantelo el aparato productivo estatal obligando al Estado a depender mucho más de los impuestos.
[ii] La famosa "Guerra del Agua" en la que se expulsó de nuestras fronteras a una de las más grandes trasnacionales que se encarga de administrar el agua en muchas partes del globo.
[iii] Desde el 2000 que las prácticas autogestivas han ido despertando con fuerza en la muchedumbre. Estas formas se han ido mezclando con nuestras tradicionales prácticas y pautas organizativas trastocándolas y entregándoles el poder de la subjetividad rebelde. Octubre fue, en este marco, una formidable demostración de las posibilidades de la autogestión.
[iv] Existen varios inmuebles que no han sido reparados y son presencia cotidiana en las calles céntricas de La Paz.