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Latinoamérica

La irrupción de la violencia social


Editorial del diario La República

No se han extinguido en el país, ni en el extranjero, los elogios y autoelogios acerca de la corrección, bien real por cierto, con que el pueblo uruguayo dirimió en las urnas el fin de un ciclo de gobiernos afines al neoliberalismo y la legitimación de un gobierno con sentido de la justicia, con sensibilidad social y con sentido de soberanía nacional. Se nos ha vuelto a comparar con Suiza y otras lindezas simplificadoras y caricaturales.
Inesperadamente, un trágico crimen cometido por un policía desencadena una situación nueva. Aflora el otro país. El Uruguay de las tinieblas. El que no aparece en las fotos "for export", el que paso a paso y año a año han venido construyendo las políticas del libre mercado, de la ley de la selva aplicada a lo social, las ideas de moda importadas de los países capitalistas centrales.
El otro Uruguay, el que resulta del cierre de las fábricas y demás fuentes de trabajo, el que nace de la incuria de los funcionarios corruptos y del deterioro de todos los servicios sociales del Estado.
Esa sociedad olvidada, presente en todas las regiones donde se ha aplicado el modelo neoliberal, aflora así, oscura, irracional, casi vandálicamente.
No se ensaña con los responsables de su miseria, ni con los otros cientos de miles de uruguayos. Esos viven lejos y viven en barrios cercados, búnkers sociales especialmente protegidos por policías privadas.
No, se encarniza con otros estratos sociales que le están más próximos, también en la injusta, injustísima escala social construida paciente e inexorablemente por el capitalismo decadente de este momento mundial, población trabajadora, explotada, que apenas ha reunido para sí unos pocos bienes para mejor cumplir en hora con las exigencias de los horarios despiadados del capital.
La comparación entre los acontecimientos electorales, su preparación, su curso y sus festejos, con estos episodios sociales tan dramáticos y dolorosos viene a cuento.
En la instancia masiva de acción política, el protagonista fue una masa organizada y consciente, el pueblo frenteamplista, que emocionado y solemne luchó, triunfó y festejó su victoria.
Los sucesos de Malvín Norte pertenecen a otros protagonistas. El FA no es, no puede ser, por ahora, ni arte ni parte. Ni en la conducción de la Policía, que tiene una gran responsabilidad en todos estos episodios, ni en el desarrollo de las acciones violentas por parte de los sectores más pobres y desprovistos de derechos.
Los sucesos del Euskal Erría dan la medida exacta de la explosividad latente que reina en nuestra patria, en la bronca acumulada, la violencia sin control, sin guía, sin sentido de clase ni de protesta política.
Son apenas una muestra del polvorín estructural en que está asentada la sociedad, resultado que dejan veinte o treinta años de políticas antipopulares en todos los terrenos, empezando por el económico.
Como resulta obvio, la solución de la problemática de la zona del Euskal Erría y el asentamiento sobre el arroyo Malvín, al otro lado de la calle Hipólito Irigoyen, no será fácil de resolver en poco tiempo. Se trata del resultado de muchos años de dejar a los pobres a la buena de Dios, en la sociedad despiadada de la desigualdad y el consumismo.
Quizá en ningún otro terreno de la realidad nacional se note de forma más lapidaria y estruendosa el fracaso total de las políticas sociales de los neoliberales, esos que han llenado de violencia no sólo a los barrios montevideanos sino a los de todas las ciudades de América Latina.
El gobierno electo deberá encarar en forma integral y planificada, con espíritu solidario y haciendo participar a la gente, el problema inhumano e insoportable de la miseria y la marginalización social.
Fuente: La República