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Panamá: Cien días de gobierno de Martín Torrijos
Editorial de Buscando Camino
El gobierno de Martín Torrijos ha cumplido sus primeros cien días de gobierno. Y
si bien son pocos para hacer un balance de su gestión, sí son suficientes para
escudriñar los caminos tomados por el gobierno para hacer frente a los grandes
problemas que atenazan al país. En otras palabras, cien días son más que
suficiente para conocer el rumbo por donde transitará la acción gubernamental de
los próximos años.
Los grandes problemas
Cancelada la presencia colonial norteamericana en Panamá, el proyecto nacional
posible y necesario debió haberse construido sobre los pilares del
fortalecimiento de la independencia nacional (Panamá para los panameños), la
satisfacción de las grandes exigencias de participación democrática, y la
resolución de las enormes carencias en materia de trabajo, educación, salud y
vivienda, para lo cual había que transformar la lucha contra la pobreza en un
objetivo prioritario del gobierno del Estado, involucrando para ello a la
mayoría social del país. Por el contrario, todos los gobiernos de la
partidocracia neoliberal avanzaron por el camino del debilitamiento de nuestra
autonomía nacional, el secuestro de la soberanía popular y el empeoramiento de
la ya insoportable pobreza que afecta a más del 50% de la población. El país ha
quedado atado a las decisiones foráneas que sobre el Canal y nuestra economía
adopta el gobierno norteamericano y los organismos financieros internacionales,
todas ellas orientadas a la satisfacción de intereses políticos y económicos
ajenos y contrapuestos a los de la inmensa mayoría del pueblo panameño. En ese
marco se ha venido fortaleciendo y estrechando la alianza entre los minoritarios
sectores dominantes de la sociedad panameña y el gran capital extranjero.
Panamá ya no existe para los panameños, sino para la satisfacción de los
intereses y apetencias de banqueros, multinacionales, organismos financieros
internacionales, y el servicio a los planes hemisféricos de dominación política,
económica y militar de los Estados Unidos. En el plano nacional, un círculo cada
vez más pequeño de plutócratas y políticos neoliberales han transformado al
Estado en una simple máquina de enriquecimiento personal y, para un número cada
vez más reducido de grandes empresas, de acumulación parasitaria.
El peor de los caminos
No es otro el panorama nacional que encontró el denominado gobierno de la
"Patria Nueva", cuyo lapidario eslogan electoral prometió hasta la saciedad
"Cero corrupción, más trabajo y más seguridad". Cien días después hacerse con el
gobierno de la Nación podemos afirmar, con toda objetividad, que la impunidad
escandalosa ha sustituido al "cero corrupción", que la sujeción a las políticas
de seguridad norteamericanas han sustituido a "más seguridad" y que la
profundización de las políticas empobrecedoras del pueblo panameño han
sustituido a "más trabajo".
Ciertamente, en poco más de cien días el gobierno de la "Patria Nueva" ha optado
por transitar el peor de los caminos: reforma antipopular de la Caja de Seguro
Social, una nueva reforma tributaria "saca plata", y la firma del TLC que
recupera para el presente la famosa frase de Mateo Iturralde, "yo no vendo a mi
Patria". Agréguese a esto último que el TLC incorpora una "adenda de seguridad"
que somete a nuestros puertos a las exigencias de seguridad norteamericanas, con
presencia física, inclusive, de agentes aduaneros de ese país.
El paquete de medidas fondomonetaristas, que en breves semanas empezará a
ejecutarse, profundiza en extremo las políticas neoliberales que tienen por
objetivo inmediato el despido de varias decenas de miles de funcionarios
públicos ( más desempleo), la reforma antipopular de la CSS ( más pobreza) y la
reforma tributaria ( más garantías del pago de la deuda externa…no de la enorme
deuda social que las clases dominantes tienen con el pueblo panameño). No cabe
duda que el gobierno de la "Patria Nueva" ha optado por transitar el peor de los
caminos para el pueblo panameño.
Lo que debemos hacer
Frente a tan terrible futuro, los trabajadores públicos y privados, los
profesionales e intelectuales, los docentes, los pueblos indígenas, los
desempleados y excluidos del sistema, los campesinos, así como las cada vez más
empobrecidas capas medias, no tienen otro camino que el de la unidad para
enfrentar a enemigos tan poderosos.
Pero, ¿cómo se construye la unidad cuando el movimiento popular está ciertamente
dividido, las capas medias desarticuladas, y los gremios sociales debilitados
por su escasa capacidad de convocatoria?
Para ello se requiere, en primer lugar, levantar un programa que incorporé las
amenazas más sentidas por el conjunto del pueblo (despidos, reforma tributaria,
TLC y CSS), y no una abigarrada e inacabable carta de quejas populares, que
ciertamente responden a las demandas de muy diversos sectores, pero no unifican
al conjunto de la población.
En segundo lugar, hay que entender que el pueblo agredido está conformado por
una diversidad de sectores de muy distinto nivel de conciencia, y que por ello
intentar vanguardizarlos conducirá al fracaso. Hay que respetar la autonomía de
esos diversos movimientos y sectores, y para ello no hay nada más útil que los
métodos democráticos en el seno del movimiento popular. Se trata de sumar a
todos los sectores, y no de "dirigirlos" desde la exclusiva perspectiva del más
fuerte o del más organizado.
En tercer lugar, definidos los objetivos concretos y coordinados
democráticamente los distintos sectores, tenemos que ser capaces de impulsar una
política de "golpear juntos y marchar separados", pues las divisiones existentes
en el movimiento popular no desaparecerán por el encanto de proclamar
verbalmente la unidad una y mil veces. Debemos ser capaces, en aras de los
intereses populares y no de las organizaciones, de coordinar los esfuerzos para
golpear juntos, respetando la autonomía y diversidad del movimiento social y
gremial
Por otra parte, la construcción de esa unidad tan necesaria requiere de un clima
ajeno a la diatriba, el ataque, el insulto, la descalificación, etc., y sobre
todo ajeno al intento de someter al conjunto de los movimientos sociales y
gremiales a la dirección única de ésta o aquélla organización. Por ese camino
podremos levantaremos una barrera infranqueable al ataque desmedido que se
prepara, en breve, contra el pueblo panameño. Y también por ese camino
empezaremos a forjar la unidad popular que se requiere para la gran
batalla política que se avecina con la pretendida ampliación del Canal de
Panamá.
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