Latinoamérica
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Santiago Alba, Carlos Fernández Liria, Belén Gopegui y Pascual Serrano entrevistan a Milton Hernández, comandante del ELN
Cuatro intelectuales españoles se reúnen con el Ejército de Liberación Nacional de Colombia
Rebelión
Catatumbo (Colombia). Diciembre 2004. Cuatro españoles viajan al norte del departamento de Santander, a la región de Catatumbo, para entrevistar a Milton Hernández, responsable de relaciones internacionales del Ejército de Liberación Nacional de Colombia (ELN). El escritor y filósofo Santiago Alba, la escritora Belén Gopegui, el profesor de filosofía Carlos Fernández Liria y el periodista Pascual Serrano charlaron durante seis largas horas con el Ejército de Liberación Nacional, el segundo grupo guerrillero más importante de Colombia
Santiago Alba:
Ahora todo el mundo está centrado en el conflicto de Oriente Medio, un conflicto
que se pretende hacer pasar por un choque entre civilizaciones. Pero en Colombia
hay un conflicto bélico desde hace más de treinta años. ¿Por qué este silencio
sobre Colombia y qué es lo que pueden hacer ustedes para hacer llegar vuestra
voz al resto del mundo, en estos momentos, además, en los que se está invocando
la lucha contra el terrorismo para imponer una dictadura mundial? El ELN ha sido
incluido por el Pentágono en la lista de organizaciones terroristas, ¿cómo
podrían hacer para hacerse oír y para que podamos escuchar su versión sobre lo
que realmente está ocurriendo en Colombia?
El tema de Colombia es un tema que, desde el punto de vista militar, tiene mucha
relación con Estados Unidos. A través del Plan Colombia, han llegado siete mil
millones de dólares para el presupuesto de Defensa de las Fuerzas Armadas
colombianas. Sumando a esto lo que aporta el propio Departamento de Estado de
las Fuerzas armadas de Colombia, más los impuestos que el Estado colombiano le
cobra a los ciudadanos como impuestos de guerra, estamos hablando de que el 25 %
del PIB colombiano está dedicado única y exclusivamente a hacer la guerra a los
grupos que no comulgamos con la política del gobierno. Las Fuerzas Armadas de
Colombia, después de las de Egipto y las de Israel, son el ejército del mundo
que más se han financiado con recursos, capacitación y tecnología. Hace dos años
Colombia tenía un ejército de más de 280.000 unidades. Hoy son 450.000. Ni
Brasil que es muchísimo más grande y tiene mucho más territorio, tiene esas
fuerzas armadas. Este ejército no está pensado sólo para combatir a la población
de Colombia. Está pensado, entrenado y fortalecido como una punta de lanza del
proyecto imperialista para América Latina y, en especial, en el punto de mira de
este proyecto está el gobierno bolivariano de Chávez. También el gobierno
democrático de Lula, el cual es visto por el imperio como un interrogante
nacionalista. Se trata de crear unas fuerzas capaces de crear un muro de
contención para cualquier política social en Latinoamérica, ya sea en Ecuador,
en Bolivia o Argentina. Así pues, hay una cierta matriz de opinión, alentada por
los propios medios de Colombia y también por los internacionales, que busca
ocultar este crecimiento militar, tecnológico y armamentístico y, sobre todo, la
orientación política de estas Fuerzas Armadas hacia las naciones hermanas.
A este respecto es paradójica la posición de la Unión Europea. A efectos de
información, el ELN, conjuntamente con el anterior gobierno de Pastrana,
constituyó por acuerdo mutuo un grupo de países amigos que le hacen seguimiento
a los acuerdos o no acuerdos de paz que hemos obtenido con diversos gobiernos,
desde el gobierno de Samper. Recordemos que el 12 de febrero de 1998, con
facilitación del gobierno de Aznar, nosotros, el ELN, entablamos un diálogo con
el gobierno de Samper, en Madrid, y ahí comenzó una ronda de conversaciones que
nos llevaron luego a Alemania, a Francia, a Cuba, a España.
Constituimos ahí un grupo de países amigos que son: Francia, Noruega, España,
Suiza y Cuba. Es decir, estamos hablando de que hay dos países de la Unión
Europea que participan como mediadores entre el ELN y el Estado colombiano. Y a
pesar de todo, y por una extraña paradoja, esos dos países votaron la resolución
de la UE condenándonos como grupo terrorista. Ello pese a que mantenemos un
contacto político permanente con las cancillería de Francia y de España, a
través de sus embajadores en Bogotá y a través de diversos mediadores, siempre
encaminados a buscar hacer algo positivo con el ELN.
Creemos que es parte del doble juego que hace la UE en Colombia. Por un lado, la
UE finge mediar para la paz, pero, por otro lado, nos llama terroristas. Ahora
bien, a pesar de este aparato de guerra tan impresionante, el pueblo colombiano
presenta una resistencia heroica. Estamos hablando de unos treinta mil muertos
al año por su compromiso social o político. Lo que está ocurriendo en Colombia
es un genocidio peor que el de Ruanda. En un año colocamos más muertos que todos
los muertos de las dictaduras del cono sur en la década del 70, lo que es mucho
decir. Y, sin embargo, el pueblo está ahí, resistiendo, y no sólo militarmente.
Eso es importante tenerlo en cuenta. Para nosotros, nuestra resistencia militar,
como la de las FARC, no es lo más importante. En Colombia hay un proyecto de
resistencia política y social con profundas ramificaciones, con la gente en la
calle, en la huelga, en el barrio, en la movilización. Y hoy podemos hablar de
un proceso de participación unitaria de distintos sectores de la izquierda
colombiana, en el cual estamos por competir seriamente por el gobierno de la
nación.
Acabamos de hacer una plenaria de la comandancia del ELN y hemos tomado dos
resoluciones que son históricas para nosotros. Vamos a cumplir ya 40 años de
lucha. Nosotros tenemos una procedencia muy particular. Somos una combinación de
pensamiento guevarista, bolivariano y camilista o cristiano. Este pensamiento
tiene fundamentos éticos cristianos, aunque eso no nos impida ser marxistas. La
mayoría de nuestros cuadros tienen formación marxista, pero, sobre todo,
teológica. El cincuenta o el sesenta por ciento de los cuadros de la dirección
nacional hemos pasado por el seminario. Ello nos ha dado un cierto sentido de la
ética. Camilo Torres y tres sacerdotes españoles nos acompañaron muchos años.
Eran Domingo Laín, Manuel Pérez, y Jose Antonio Jiménez. También tuvimos otro
compañero, Carmelo Gracia, que era vasco.
Carlos Fernández Liria:
Y ¿qué es lo que lleva a un sacerdote a tomar las armas?
Fuimos muy impactados por el pensamiento de Camilo. Camilo Torres fue un
sacerdote, sociólogo, hijo de la oligarquía de Bogotá, una burguesía rancia. A
través de la universidad entró en contacto con los sectores populares, con la
marginación, con toda la injusticia que hay en Colombia. Nosotros catalogamos al
estado de Colombia como una monarquía constitucional, porque son los hijos de
los hijos de los hijos, toda una dinastía de políticos que se perpetúa desde el
año 1870, año en que se creó la Gran Colombia. Los políticos de ahora son los
biznietos de aquellos. Y en nombre de la democracia, esta dinastía domina el
país. Camilo viene de uno de esos troncos, pero se rebeló contra su familia,
contra los principios de la burguesía colombiana. Y se levantó en armas,
precisamente porque veía que por la vía política se le habían cerrado todas las
puertas. La Iglesia lo había expulsado. Los militares le acosaban. Le habían
hecho tres atentados cuando era jefe de un gran movimiento de masas, de un
movimiento social. Como sociólogo y como teólogo comprendió que el pueblo lo era
todo que, según su famosa frase, había que "ascender a la clase popular", y,
cuando ya vio todos los caminos cerrados, pasó a empuñar las armas. Pero no
porque ni él ni nosotros tengamos culto a la muerte, ni a las armas. Para
nosotros, como para él, las armas son un accidente histórico. Tomamos las armas
en el momento en que no tenemos ninguna otra forma de defender la causa de los
pobres.
En Colombia tenemos un decir: "es más fácil y muere menos gente si montas una
guerrilla que si montas un sindicato". ¿Qué significa esto? Muy sencillo: en los
últimos dos años ciento noventa dirigentes sindicales han sido asesinados.
Tenemos 12.000 dirigentes políticos -¡dirigentes políticos legales!- asesinados
en los últimos diez años. Tenemos unos cuatro mil exiliados políticos. Siete mil
presos políticos en este momento: ninguno guerrillero. Todos, defensores de los
derechos humanos, defensores de las causas justas. Colombia es considerado,
después de Ruanda, el segundo país más violador de los derechos humanos en el
mundo. Por tanto, buscar una solución pacífica, sin empuñar las armas, es
imposible para nosotros. Pero las armas tienen que estar al servicio de la
política.
Belén Gopegui:
¿Cuál sería ese proyecto político?
Hemos decidido participar en las elecciones. ¿Cómo lo vamos a hacer? En base a
las siguientes características. El ELN piensa que existe la oportunidad
histórica en Colombia de tener por primera vez un gobierno de carácter
democrático, un gobierno de transición política, entre el Estado y la guerrilla,
que no se corresponda con el modelo neoliberal ni con el modelo fascista del
Departamento de Estado, y que sea posible en base a una gran unidad de
voluntades de sectores patrióticos y de izquierdas. En Colombia hay ya cuatro
frentes de izquierda consolidados y tres de ellos ya estamos de acuerdo en la
unidad. Hay un frente de izquierdas que lo organizan los compañeros de las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), y que se llama el Movimiento
Bolivariano del Pueblo; éste no tiene ninguna confluencia con los otros tres
sectores de los que vamos a hablar. Tienen una propuesta política, una propuesta
de humanización de guerra, pero no un proyecto unitario. Los otros tres
proyectos son los siguientes. Uno, que se llama el Frente Social y Político, en
el que están el Partido Comunista, otro partido de procedencia trotskista que se
llama Presentes por el Socialismo, otro grupo que viene del maoísmo, y, por
supuesto, las bases sociales y sindicales correspondientes. Hay otro bloque muy
importante que se llama el Pueblo Democrático y que es la confluencia de
sectores exguerrilleros que en los años noventa se desmovilizaron y que han
tenido la oportunidad de hacer política, con muertos y todo por supuesto, tal y
como ocurre siempre en Colombia. Pero han resistido, pese a todos los dirigentes
que les han matado. Creo que el Pueblo Democrático va a ser una fuerza electoral
muy importante. Una tercera fuerza es la Alternativa Democrática. Ahí están los
parlamentarios de izquierda, tanto del Frente social y político como del pueblo.
Pues bien. Todos esos sectores se han reunido y tienen 25 senadores. Se ha hecho
conjuntamente con la mayoría del Partido Liberal, que es un partido de la
burguesía colombiana, pero que está en contra del proyecto militarista y de
guerra que representa Uribe y ha hecho una coalición con la izquierda y sectores
democráticos para buscar un candidato único.
Este candidato único de los sectores patrióticos y de la izquierda se está
trabajando en base a cinco puntos de unidad. Uno: no al Plan Colombia. Dos: no
al ALCA. Tres: sí a la solución política negociada entre el gobierno y la
insurgencia. Cuatro: no a la gran reforma fiscal que proyecta el Estado
colombiano. Y cinco: no a la reelección del gobierno de Uribe. Con estos cinco
puntos de confluencia es como se busca un candidato único. El ELN apoya estas
cinco propuestas. No es una unidad ideológica ni política, no estamos
discutiendo el tema del socialismo, ni la forma de lucha, estamos siendo muy
pragmáticos. Hay varios precandidatos, pero jugaremos con uno solo. Carlos
Gaviria es un precandidato. Lucho Garzón, que es el alcalde de Bogotá, un
alcalde de izquierda que ocupa el segundo cargo más importante del país y que
está realizando una labor admirable de justicia social. Es un verdadero peso
pesado para enfrentarse a Uribe. Hay también una compañera que es del Partido
Liberal, una senadora negra, muy valiente y muy querida por las comunidades
negras e indígenas. Otro compañero es Angelino Garzón, que es el gobernador del
Departamento de El Valle, algo parecido a lo que sería para ustedes una
comunidad autónoma, de tres millones y medio de habitantes. Estamos hablando,
pues, de que las cuatro ciudades más importantes de Colombia, Bogotá, Medellín,
Cali y Barranquilla están en manos de sectores de izquierda y democráticos. Dos
comunidades autónomas, El Valle y Nariño (en los límites con Ecuador) están
dentro de un proyecto democrático. Tenemos 25 senadores en la pelea
constitucional. Lo que nunca se dice, porque siempre el conflicto se reduce todo
al conflicto con la guerrilla y con los narcotraficantes, es que en Colombia hay
una resistencia política muy profunda. No se dice que la izquierda colombiana ha
madurado a punta de sangre. Nos han hecho madurar a base de víctimas. Hemos
puesto mucha sangre, no nos podemos permitir el lujo de perder el tiempo, como
se lo puede permitir la izquierda en Europa.
Santiago Alba:
Precisamente por esto, a Uribe le da mucho más miedo que la insurgencia armada,
toda esta resistencia social. Pero, viendo lo que ha ocurrido en otros procesos
electorales anteriores, ¿se dan realmente las condiciones para que un candidato
de izquierdas, en estos momentos, pueda llegar siquiera hasta el final del
proceso electoral con posibilidades de ser elegido?
Nosotros corremos este riesgo. Y es que no tenemos otra opción. El juego
militar, en Colombia, está estancado. Unas Fuerzas Armadas de casi 500.000
unidades, unos grupos guerrilleros que, entre las FARC y el ELN, podemos tener
unos 30.000 combatientes alzados... Suficientes para resistir. Pero nosotros no
queremos morirnos de abuelitos en la montaña, resistiendo militarmente. Nosotros
queremos, desde que nos levantamos en armas, formar parte del gobierno, tener un
nuevo país y dejar una nueva herencia a los ciudadanos colombianos. Si ya hemos
colocado tantos muertos, ahora estamos dispuestos a seguir presentando una
batalla política, buscando una legitimidad internacional. Lo que está claro es
que por la vía militar no hay salida para ninguno de los dos lados. El Estado
colombiano no nos puede derrotar por la vía militar: conocemos la montaña como
la palma de la mano, somos invencibles.
Pero me gustaría dejar claro que el ELN no tiene interés en formar gobierno en
tanto que ELN. Nosotros representamos ante el país sólo una pequeña porción de
la ciudadanía. Somos un proyecto político y ético, pero Colombia es mucho más
que el ELN y que las FARC. Colombia es un pensamiento y una riqueza cultural y
política, es la unidad dentro de la diversidad, y es un país de un millón
doscientos mil kilómetros cuadrados, somos 45 millones de personas, tenemos
todas las riquezas del mundo en cuanto a economía y geografía. Por tanto, el ELN
lo que quiere aportar es su experiencia política y no sólo su fuerza militar. Y
también somos una fuerza social y por eso se nos respeta.
El enemigo dice que somos 7.000 guerrilleros, pero ese número hay que
multiplicarlo por 10 si contamos nuestra base social, en la ciudad, los
intelectuales, los trabajadores, la iglesia popular, las comunidades... Esto
hace que tengamos un proyecto político, pero no para jugarlo como ELN. Para
jugárnoslo como país, y por eso no supeditamos nada al proyecto de unidad. Lo
que estamos haciendo es poner sobre la mesa toda nuestras posibilidades
políticas en función de la convergencia y de la unidad, para buscar un candidato
que valga para todos los sectores sociales. El gobierno que debe resultar de
este proceso deberá enfrentarse a una situación muy complicada, a la DEA, a la
CIA, al Imperio, a la oligarquía colombiana, que es una burguesía muy
inteligente, capaz, con muchos medios. Pero, no obstante, estamos convencidos de
que vamos a hacer un buen juego político para un gobierno de transición, una
transición de cuatro años de paz, que permita pactar la formación de una
Asamblea Nacional Constituyente. La nueva Constitución tendrá que poder resolver
los tres principales problemas que tiene Colombia: la dependencia de los EEUU,
la gran concentración del capital y el problema de las Fuerzas Armadas.
Carlos Fernández Liria:
¿Y cuáles son las diferencias con las FARC en este proceso?
Una de las diferencias fundamentales es la decisión del ELN de meterse en un
proyecto político institucional y buscar ser gobierno a través del espacio
electoral. Y la otra, es que hemos decidido, que, sin abandonar los espacios
rurales y de la montaña, vamos a dedicarle en los próximos años un enorme
esfuerzo a la lucha política en las ciudades. Es una carencia que tiene la
insurgencia colombiana. En las grandes ciudades, tenemos apoyos, tenemos fuerza,
pero Colombia es un país de 44 millones, y 30 millones viven en las capitales.
Pero ahí no vamos a dedicarnos a una lucha militar de liberación o muerte, sino
a una lucha política, en los barrios, en las comunidades. Hay que tener en
cuenta que, contra lo que todo lo que aparece en las encuestas, según las cuales
el pueblo apoya a Uribe y es proimperialista, el pueblo colombiano es todo lo
contrario, un pueblo con mucha capacidad de aguante, de resistencia y con muchas
ganas de forjar un nuevo proyecto político. Este proyecto político está muy
claro que no es un proyecto de guerra, porque los colombianos no se lo respaldan
ni a Uribe ni a nosotros. Si así fuera, si el pueblo estuviera con las fuerzas
del gobierno, haría tiempo ya que estaríamos destrozados, porque nadie puede
enfrentarse a un pueblo. Igual se lo decimos a las FARC: no se equivoquen, que
tengamos legitimidad en muchos sectores, no significa que el pueblo entero nos
esté respaldando, porque, si así fuera, haría ya tiempo que estaríamos hablando
como gobierno y no como fuerza guerrillera. Claro, esto es una diferencia muy
grande que tenemos con las FARC. Para nosotros la opinión central no la define
la guerrilla, sino el movimiento democrático que estamos construyendo entre
todos.
Belen Gopegui:
¿No temen que el Estado colombiano y los EEUU se les adelanten y tomen medidas
para impedir que este proyecto siga adelante?
Mira. El otro día, en Quito, hubo una reunión de todos los ministros de defensa
del continente. Fue organizada con el aval del Pentágono y estuvo uno de los
oficiales encargados del Plan Colombia. El gobierno de Bush presentó una
iniciativa que respaldaron el gobierno de Colombia, el de Perú y el de Granada.
Se trata de crear una fuerza multinacional desde el punto de vista militar, con
todo el respaldo de los EEUU, para ser un muro de contención de las insurgencia
colombiana y de todos los proyectos políticos que se están construyendo en el
país contra el ALCA y contra EEUU. Una fuerza de contención e intervención
formada por todos los ejércitos de Latinoamérica. Uribe, sabiendo que esta
fuerza está definida hacia Colombia, respaldaba esta propuesta, junto con Toledo
y el gobierno de Granada. No obstante, se levantaron en contra unas voces muy
dignas de los ministerios de Defensa de Brasil, de Venezuela, de Argentina, de
Paraguay y de los demás países de América Latina, que dijeron NO. Dijeron "no,
eso, desde el punto de vista militar es lo que representa el ALCA en el plano
económico, por tanto, no vamos a apoyar esa fuerza multinacional".
Evidentemente, los ministerios de Defensa saben que si apoyan esta iniciativa en
cuatro años tienen a los EEUU dirigiendo sus ejércitos.
Así pues, lo que ocurrió hace algunos días en Quito, fue una derrota histórica
de los EEUU, la mayor derrota política en los últimos diez años en América
Latina, una derrota de la que no se ha informado adecuadamente. Para el ELN esto
ha sido muy importante, porque no nos alcanzamos a imaginar lo que podría ser
una intervención militar multinacional en Colombia. Eso alargaría la guerra en
unos treinta o cuarenta años, algo bestial, una guerra en la que los soldados
argentinos, los brasileños, todos los que participaran, colocarían miles de
muertos, en unas montañas que les son desconocidas... Estamos muy satisfechos,
pues, con esta decisión. Es un ejemplo que debemos seguir.
Santiago Alba:
Insistimos en la pregunta. ¿Creéis que ese proceso de participación política y
electoral que habéis comprometido no va a ser obstaculizado o directamente
destruido por el gobierno de Uribe a través de todos los instrumentos que tiene
en sus manos, desde los pseudolegales hasta los abiertamente violentos? Tenemos
la experiencia de todos los otros procesos electorales en los que se ha
asesinado a los candidatos de la izquierda. ¿Qué esperanzas encara la coalición
de la que nos está hablando?
Sí, Uribe ya está utilizando ese poder. Todos los días del año hay tres o cuatro
muertos entre dirigentes sociales o políticos que están en este proceso.
¿Y periodistas?
Sí, periodistas también, al igual que intelectuales, abogados, sacerdotes.
No baja la cifra de tres o cuatro asesinados al día. Si sumamos eso al año, son
como mil. La lucha política está desarrollada ya, y nos están golpeando. No
obstante, hay una situación que es más favorable ahora que hace cinco años. Hace
cinco años, cuando se plantea el Plan Colombia, se concibe sobre la base de una
América Latina totalmente sumisa, subordinada a los designios del Imperio.
Recordemos que hasta el año 99 por ejemplo el vecino país de Venezuela lo
manejaban como una finca los adecos y copeianos. Y, en América Latina, salvo en
Cuba, no había ninguna resistencia. Lula acababa de sufrir su segunda derrota
electoral y por él ya nadie daba nada en el continente. En Argentina estaba
Menem, la derecha en Uruguay y Chile, es decir, no había ningún proyecto
diferente. Ahora, el movimiento bolivariano ha comenzado a demostrarnos que es
posible luchar y ganar a nivel institucional, crear otras opciones políticas y
otros frentes, difíciles y duros, pero por los que se puede apostar.
Y detrás de Venezuela comenzó a desgajarse una esperanza que el ELN saluda. Lula,
por ejemplo. Nosotros vemos a Lula con mucha simpatía, pese a todo lo que se
dice de Lula, que hay fuerzas hermanas que le califican de derechas. Eso es muy
peligroso, porque si le ponemos esa etiqueta, ¿qué le estamos diciendo a las
masas de Brasil? ¿Qué la derecha no pudo y la izquierda se derechizó? Entonces
ya no les queda ninguna esperanza, nada. Ese lenguaje hay que saberlo manejar.
Nosotros estamos siendo muy cautos con Lula. Realmente, Brasil y Lula son un
soporte para las luchas sociales de América Latina. Así, en el 99, contamos con
Chávez. En el 2002, con Lula. Ahora, contamos con Torrijos, con Chávez, con Lula,
con Tabaré, de alguna forma con Kichner, hay una muy buena proyección con Evo
Morales en Bolivia. Desafortunadamente, sí, hubo una traición de Lucio en
Ecuador, pero, bueno, ahí están de todos modos las masas aguantando...
Hay, por tanto, una nueva correlación de fuerzas políticas en el continente que
es totalmente desfavorable a los intereses del imperio yanqui, en lo político,
en lo militar y en lo económico. Eso significa que América Latina creció en los
últimos años en su proyecto de soberanía, de integración, de recuperación del
continente bajo una concepción de democracia y soberanía popular. La población
de EEUU, con el último empujón que le dan a Bush, lo que le está diciendo es
"vayan a la guerra". ¿Qué pensamos nosotros? Creemos que Bush y el imperio no se
la van a jugar ahora militarmente en el continente. Y eso por varios motivos:
primero, porque lo que hay en el continente son gobiernos de transición
democrática que permiten juegos económicos en el sentido de que no está en
peligro todavía el sistema capitalista. No tienen la sartén por el mango, pero
todavía hay juego económico. Segundo, no están en peligro militarmente, todavía,
los intereses de los EEUU porque ningún proyecto de estos gobiernos dignos está
planteándose una ruptura definitiva con ellos, ni siquiera desde el punto de
vista militar. Ni siquiera Venezuela. Venezuela no puede dejar de depender
militarmente en algunos suministros como los equipos de comunicación, que son
armas compradas en EEUU. Y también los EEUU tienen una dependencia económica
respecto del continente. No pueden generar un frente de batalla de intervención
inmediato en Venezuela, por ejemplo, porque son tres millones de galones de
petróleo los que se van para el mercado norteamericano que ellos no conseguirían
de la noche a la mañana en otros mercados que ya están completamente copados.
Total, creemos que los EEUU todavía van a plantear escenarios políticos y
económicos, y tenemos que jugar en ellos.
Ahora, desde el punto de vista militar, sabemos muy bien el peligro que corremos
con el proyecto de participar electoralmente con un candidato único, a la vista
de tantos candidatos anteriormente asesinados, pero no tenemos otra opción. Si
emprendemos una lucha política de este tipo, nos matan, y si no la hacemos,
también. Por supuesto, no es lo mismo que cuando nos asesinan a un guerrillero.
Cuando nosotros morimos en combate, cuando enfrentamos armas contra armas,
estamos en conocimiento de la causa por la que luchamos y morimos en la ley,
pero cuando ellos asesinan a un dirigente social que está en campaña política
eso tiene unos costos muy grandes. Por eso, cada vez que matan a un dirigente
político, le colocan el uniforme de guerrillero, para que se crea que era de las
FARC o del ELN, engañando a la opinión pública, la cual se tranquiliza pensando
que eran guerrilleros.
No puede ser que estas muertes de agentes sociales no tengan ningún coste para
el gobierno. Sería muy distinto si, cuando mataran a un dirigente indígena,
hubiera una campaña mundial de todas las comunidades indígenas diciendo que
matan a los indígenas; que nos matan a periodistas, una campaña de todos los
medios alternativos, de los pocos que hay en el país, denunciando que matan a
periodistas. Esto es lo que pretendemos hacer. Los riesgos no se van a aminorar,
pero los logros políticos sí los vamos a cuantificar en función de un proyecto
nuevo.
Pascual Serrano:
Hay unas acusaciones en Europa contra ustedes que me gustaría que comentara. El
tema de los secuestros y sus relaciones con el narcotráfico.
Sí, siempre se maneja como una matriz de opinión el tema de las conexiones entre
la guerrilla y el narcotráfico. Esto es una tragedia para el ELN. Yo hablo del
ELN, no de las FARC, aquí no globalizo la insurgencia. Hay paradojas en este
asunto. Un embajador que de los EEUU que hubo en Colombia, que se llamaba Lewis
Tambs, en los años noventa, acuñó el término "narcoguerrilla". Y este señor,
cuando regresó del servicio diplomático en el año 91, lo capturaron en
Washington con tres kilos de cocaína y con cinco millones de dólares, producto
de que era el principal soporte de los narcotraficantes y de los conductos
americanos con los carteles de Medellín y de Bogotá. Pero este caballero
narcotraficante, que era embajador, fue el que nos etiquetó a nosotros este
término, y así nos quedamos para nuestra desgracia. Las investigaciones que ha
habido en Colombia sobre agregados militares de los EEUU implicados en el
narcotráfico son cosa de todos los días, pero eso todo el mundo lo calla. Hace
veinte días hubo una reorganización de las Fuerzas Armadas de Colombia que ante
los medios se ha querido presentar como una cuestión de rutina, un cambio de
generales. No es normal, se cambiaron treinta generales y coroneles, toda la
comandancia. Por dos motivos: por corrupción y por falta de logros contra la
guerrilla.
Centrándonos en la pregunta, el ELN tiene unos fundamentos éticos muy firmes
desde hace cuarenta años para no involucrarnos en ninguna de las etapas de
siembra, ni de cultivo, ni de comercialización, ni ninguna circunstancia que
comprometa la vida política o militar del ELN con el narcotráfico. Para nosotros
es un tema político y económico, pero también es un tema ético con el que no
transigimos. El Plan Colombia, como pretexto global, pensaba erradicar 180.000
hectáreas de cultivo de coca. Hoy, después de seis años, hay 240.000, a pesar de
las constantes fumigaciones que ha habido sobre el país. De esas 240.000, el ELN
tiene zonas de influencia en unas 35 o 40.000 hectáreas, o sea, en el 30% de
influencia del ELN se cultiva la mata de coca. La cultivan las comunidades
campesinas más paupérrimas que no tienen absolutamente nada de qué vivir ni de
comer. Son comunidades a las que nadie les compra su siembra de yuca o de papa,
porque están muy lejos de la sociedad, de lo que ellos llaman la civilización.
El Estado antes, por una carga de papas les daba dos mil pesos y ahora sólo les
da mil. Los vendedores abusan de los campesinos y entonces, ellos, cansados de
hacer las cosas legalmente y no tener ninguna rentabilidad, se dedicaron hace
veinte años a cultivar coca y en vez de ganarse dos mil pesos por un kilo de
papa, se ganan diez mil por un kilo de coca, que es lo que sacan como resultado
final del cultivo.
Como nosotros no somos la DEA ni la policía para iniciar una confrontación
social con estas comunidades, llegamos a un trato con ellas. Ahí donde están
bajo la influencia del ELN, si una comunidad tiene diez hectáreas de coca, cinco
se las obligamos a tumbar, y a cultivar cacao, café, hortalizas. Es decir, que
estamos haciendo una sustitución gradual de cultivos, bajo una fórmula
inteligente: por cada hectárea donde tenga coca, una hectárea para el cultivo.
Organizamos cooperativas para dar salida a los productos agrícolas. Ya hemos
hecho una cooperativa de cultivadores de caña y con apoyo de algunas ONGs
estamos sacando caña para venta, para madera, de tal manera que el campesino
pueda ir teniendo entraditas económicas diferentes de las de la coca. El
campesino no es narcotraficante por condición, si no por necesidad, y en dos o
tres años, ellos ven que tienen apoyo para ir erradicando sus cultivos de coca.
Teníamos 35.000 hectáreas hace 7 años, hoy el ELN, con el apoyo de algunas ONGs,
hemos erradicado 10.000 hectáreas. Esto es una noticia muy buena, y hemos
tratado de negociar con la UE y con los países amigos, y con la ONU: les hicimos
un proyecto a diez años para erradicar todas las hectáreas. Valía diez millones
de dólares. Pero no quisieron comprometerse. Para ellos es más beneficioso
vendernos el glifosato, el agente químico para deforestar, acabar con las
comunidades y seguir teniendo el pretexto del narcoterrorismo para poder seguir
vendiendo armas.
Nosotros somos camilistas, somos cristianos. Tenemos una opinión política en el
país muy favorable respecto a este tema. En el Observatorio Antidroga de París,
en el que estuvimos hace tres años, nos mostraron cuadros y estadísticas de los
políticos y de las fuerzas de Colombia comprometidas con el narcotráfico. Y los
dijimos "sáquenos el cuadro del ELN". Nos dijeron que no tenían ninguna
acusación contra nosotros. Y estos informes lo tienen en la Casa Blanca. En el
año 99 tuvimos una reunión con el Departamento de Estado porque estábamos
negociando con el gobierno de Pastrana y, evidentemente, aceptaron dialogar con
el ELN. A pesar de todo lo que dicen públicamente, por mucho que nos tilden de
narcoterroristas, la embajada norteamericana en Colombia sabe que con el ELN no
hay problema en ese sentido. Nosotros no tenemos una doble moral ni un doble
discurso. Los EEUU, sí tienen, en cambio, un problema de doble moral. El
narcotráfico de Colombia lo ha manejado la clase política del país, la clase
económica, la clase dirigente. En el año 1970 se comenzó a cultivar marihuana y
se calcula que, desde el 70 hasta el 2004, con el cultivo de la marihuana, de la
cocaína y de la amapola, las clases políticas y dirigentes de Colombia han
ingresado 40.000 millones de dólares que les han entrado por la ventanilla del
Banco de la República. Es lo único que puede explicar por qué la economía
colombiana, estando en guerra, se mantiene como una economía relativamente
estable dentro de los parámetros de América Latina. Porque ninguna otra economía
tiene una entrada financiera como la que tiene la colombiana. Y esto es
demostrable.
En las épocas de los grandes carteles, usted iba a las grandes ciudades del
país, Bogotá, Medellín, y, el lujo que ustedes veían en Europa, nosotros ya lo
habíamos visto en Colombia. Los grandes grupos financieros, cuando se vieron en
bancarrota, recurrieron al narcotráfico. ¿Quién sostuvo la industria colombiana?
La coca. ¿Quién sostuvo la Federación de Cafeteros de Colombia? La coca. ¿Quién
sostuvo nuestra empresa de aviación? La coca. ¿Quién sostiene el aparato de
guerra? La coca. ¿Quién creo los mejores centros comerciales que nada tienen que
envidiar a los europeos? La coca. Vendiendo café no habríamos tenido esa
riqueza. Cuando el Estado colombiano empezó a enfrentarse a los grandes carteles
de la exportación de coca, hay que ver cómo creció el desempleo, la crisis
económica que se desencadenó en Bogotá, Calí y Medellín. Ahora el país tiene un
crecimiento del 5 %, hay plata para la guerra, la burguesía está bien boyante,
están entrando diecisiete mil millones de dólares de la economía norteamericana
a la colombiana, directamente al Banco de la República. ¿Quién maneja este
negocio? Lo están manejando los principales grupos económicos a través de los
paramilitares. Porque los paramilitares en Colombia no son sólo los escuadrones
de la muerte. Son un proyecto de Estado, es más, son parte del Estado. Usted
encuentra que los principales industriales del país están ligados a los
paramilitares, porque dependen del narcotráfico. Es la misma razón de existir y
de vivir.
Los paramilitares son los que están sosteniendo la contrarreforma agraria. En
los años 80 hubo un levantamiento campesino y se hizo una reforma agraria de
hecho, el campesino recuperó la tierra. Como los terratenientes y los ganaderos
no veían cómo recuperar la tierra, se unieron a los escuadrones de la muerte e
iniciaron una contrarreforma agraria de más de 100.000 hectáreas que se han
vuelto a arrebatar a las comunidades. La misma alianza con los paramilitares
tienen los proyectos urbanísticos del Estado y también los ganaderos. Los
paramilitares son una parte del Estado, financiados por los principales factores
económicos y los bancos y, por supuesto, gozan del apoyo de las Fuerzas Armadas.
Los EEUU tienen una doble moral respecto al diálogo con los paramilitares. Lo
están auspiciando, y están muy metidos en los diálogos de paz de Santa Fe de
Ralito, donde se está supuestamente negociando el desarme de los paramilitares,
aunque la izquierda lo que denuncia es que se está sencillamente aplicando una
amnistía. A los EEUU no les importa nada que allí haya una cantidad de matones
que han asesinado a más de cien mil colombianos, con motosierras, que les han
cortado la cabeza para jugar al fútbol, que les han sacado las tripas delante de
las comunidades para infundir terror, que han quemado a los niños de los
indígenas delante de las mujeres. Eso a los EEUU les importa un bledo, porque
son ellos quienes lo han enseñado en la Escuela de las Américas. Ellos están
jugando una doble moral. Apoyan el proceso porque si los EEUU, con Uribe como
representante, logra la desmovilización de los paramilitares -que lo van a
lograr-, supondrá que la economía norteamericana dejará de perder cada año
diecisiete mil millones de dólares que salen ilegalmente de Estados Unidos por
motivos del narcotráfico. Porque los paramilitares viven de eso.
EEUU está jugando una apuesta económica: apoyar en la desmovilización de los
paramilitares, porque así van a dejar de perder diecisiete mil millones de
dólares anuales clandestinos. Mientras dicen que los paramilitares son grupos
terroristas, están negociando con ellos con el respaldo de EEUU. Lo que decimos
nosotros es que el Estado los creó legalmente hace décadas para enfrentarlos a
nosotros y ahora ese aparato de muerte tiene un problema con los EEUU a causa de
los diecisiete mil millones que sacan de su economía. Para Uribe es muy oneroso
esto de mantener este proyecto de Estado paralelo, porque le genera muchas
problemas, fundamentalmente ante Canadá y la Unión Europea. Para quitarse esta
carga de ilegitimidad, nada mejor que volver a recoger a sus antiguos aliados
paramilitares e institucionalizarlos. Les va a quitar el carácter de ilegal y
los va a volver a su cauce legal. Así, no pierde nada, sólo gana, porque le va a
resolver los problemas con la UE, porque supuestamente no va a haber
paramilitares en dos años, no va a haber violaciones de los derechos humanos,
que es lo que la UE exige al gobierno de Uribe. Y también le va a quitar
problemas con los norteamericanos por la exportación de droga. Por supuesto que
el problema del narcotráfico no se va a resolver con la desaparición de los
paramilitares. Muchos de ellos no van a aceptar el diálogo y va a seguir
habiendo problemas.
Respecto al tema de los secuestros, que nosotros llamamos retenciones, sí es
verdad que forman parte de nuestro modo de operar. No nos gusta éticamente, por
corrupta que sea, una persona retenida se trata de una violación de los derechos
humanos. Lo hacemos por dos razones, políticas y económicas.
Actualmente treinta millones de colombianos viven en la pobreza y diez millones
en la indigencia. Eso sucede en un país rico. No es justo mientras que un mínimo
sector económico dispone de ocho mil millones.
El Estado cobra un impuesto de guerra a los ciudadanos, nosotros no cultivamos
coca, si lo hiciéramos tendríamos resueltas nuestras necesidades económicas. Si
un industrial le paga al ejército para la guerra, también le debe pagar al ELN
el 10 % de sus ingresos. Muchos son inteligentes y pagan, y los que no, los
retenemos. Si no pagan no los matamos, está prohibida la pena de muerte en el
ELN. Esas retenciones de quienes no pagan nos crean problemas, los hemos tenido
hasta dos años trabajando con las comunidades, es decir, con servicios sociales
a la comunidad. Después se considera cumplida su deuda y son liberados.
Por otro lado, no se les cobra el impuesto a los pequeños propietarios, aunque
es verdad que ha habido errores con retenciones improcedentes. El ELN tiene una
propuesta que consiste en que mientras estemos en diálogo con el gobierno, las
instituciones internacionales sostengan nuestra parte social y política –no la
militar- y nosotros no retendremos a nadie.
Además están las razones políticas. Nosotros retenemos a funcionarios políticos
que son corruptos. Se trata de personas que han robado a la gente siendo
concejales o alcaldes. Hace dos años un alcalde robó dos mil millones de pesos.
Llamamos a la familia y reconoció ese enriquecimiento ilícito y en seis meses
devolvió el dinero. La entrega del retenido se hizo ante las cámaras de
televisión con una parodia en la que escenificamos que estábamos vacunando
contra la corrupción al retenido con una gran jeringuilla. Ese era el mensaje
que queríamos transmitir.
Luego también hay retenciones para promover el intercambio humanitario de
prisioneros.
Belén Gopegui:
Recientemente el Premio Nobel de Literatura José Saramago ha sido muy crítico
con las guerrillas colombianos, ¿qué piensan de sus declaraciones?
Nos duele porque demuestra que somos incapaces de explicarle la realidad.
Santiago Alba:
¿Nos podría relatar cómo es la vida en los campamentos del Ejército de
Liberación Nacional?
Nos levantamos a los 4:45 horas, los muchachos se asean. Desde las 5:00 a las
5:30 hay instrucción militar, se canta el himno, se iza la bandera y se rinde
homenaje a nuestros mártires. A continuación, de 5:30 a 6:15 hay ejercicios
físicos. Entre las 7:00 y as 8:00 se desayuna, este desayuno suele ser arroz y
yuca, según la zona. Siempre hay carne y panela, un dulce típico de Colombia
hecho con caña de azúcar.
De ocho a diez, es el periodo del estudio. Existen niveles bajo, medio y alto.
Desde alfabetización a cursos de economía y filosofía, a cursos de debate
político. Tenemos acceso a internet y leemos las informaciones de los medios más
importantes, incluidos los medios alternativos. A continuación, de diez a doce
del mediodía ayudamos en las labores de las comunidades cercanas. Nuestra
consigna es estudiar, trabajar, combatir. Por ello, el trabajo agrícola en las
comunidades es obligado.
Desde las doce a las 15 horas, es el almuerzo, el juego del tipo de fútbol o
voleibol y el baño. De nuevo hay estudio desde las 15 a las 17 horas. A
continuación, hasta las 18 horas es la comida. Hasta las 20 horas vemos
televisión, desde películas a informativos. A las 20:30 nos vamos a dormir.
Santiago Alba:
¿Cómo son las relaciones de pareja en sus campamentos?
Las favorecemos. Estamos convencidos de que los muchachos tienen más estabilidad
emocional si viven en pareja. Nuestro criterio es no aprobar tener hijos hasta
que la pareja no lleva seis meses de convivencia. Suelen tener una media de dos
o tres niños. Nosotros no somos una guerrilla nómada. Somos producto de la lucha
social por la tierra, por el trabajo. Por eso pertenecemos a otros sitios,
estamos estabilizados en nuestras zonas en comunidades familiares, sólo el 30 o
el 35 % de los miembros de la comunidad tienen rango militar. También tenemos
nuestras misas, cuando no hay disponible un sacerdote las oficiamos los mandos.
Santiago Alba:
¿Y cómo resuelven los conflictos sociales en el seno de la comunidad?
Tenemos el problema de que hay más hombres que mujeres en nuestras comunidades.
Treinta y cinco mujeres por cien hombres. Eso provoca que las chicas estén muy
solicitadas. Buscamos no separar mucho a las parejas por cuestiones de acción,
pero tampoco caemos en un moralismo extremo. Nosotros nunca les obligamos a
seguir juntos si no están a gusto. Hay mucho matrimonio, y mucha separación. Por
otro lado, la incorporación al ELN se hace por un mínimo de tres años, a partir
de entonces son libres de continuar con nosotros o irse.
Pascual Serrano:
¿Y si un joven se niega a coger las armas?, ¿cómo afrontan esa situación?
Eso nos parece estupendo. Nuestra preocupación es que a los muchachos le gustan
demasiado las armas. En las clases teóricas de formación nos cuesta lograr que
no se duerman, pero en el entrenamiento militar están entusiasmados. Formar un
cuadro político puede llevarnos cinco años, en cambio un jefe militar se hace en
mucho menos tiempo. Pero es importante que tengan claro que la acción armada es
un elemento secundario y accidental en la lucha, nuestra causa es
fundamentalmente política y de justicia social. Quienes usan un fusil tienen que
tener muy claro por qué lo cargan, por qué lo empuñan y contra quién está
dirigido.
¿Cuál es su mayor preocupación ahora?
Nos preocupa el éxodo de las comunidades. Si hay una comunidad de diez mil
personas, la mayoría cercana al ELN, nos hacen matanzas, queman fincas y centros
comunitarios, matan campesinos, les cortan las piernas con sierras eléctricas. Y
la gente abandona la comunidad. El éxodo de las comunidades campesinas de
Colombia es de tres millones de desplazados.
Por otro lado es importante que se sepa que lo que hay en este momento en
Colombia es el enfrentamiento del Estado contra un nuevo país que se está
manifestando a través de organizaciones militares pero que son lo de menos, hay
otras muchas manifestaciones de sindicalistas, de organizaciones populares,
contra lo que se está actuando.