Latinoamérica
|
Las cosas por su nombre
(Apuntes sobre el informe sobre de la tortura)
Alejandro Lavquén*
Nadie podría negar que el Informe sobre la Tortura y Prisión Política no
es un avance, aunque sea un avance tardío. Sí es criticable en algunos aspectos,
sobre todo en la manera de darlo a conocer por el presidente Ricardo Lagos, que
olvidó hacer referencia a la justicia. Tampoco se dieron a conocer los nombres
de los torturadores, cuestión fundamental si se quiere entregar la verdad
completa. De las pensiones de reparación ni hablar, el monto es una burla, sobre
todo en un país donde el enriquecimiento de los empresarios nacionales y
extranjeros ha sido, y sigue siendo, sobre la base del saqueo de nuestros
recursos naturales y la explotación de los trabajadores.
En cuanto al informe mismo habría que decir algunas cosas muy claras y precisas:
Primero que nada que no es gratuito. Jamás habría sido posible sin la presión y
lucha permanente –desde los años 70- de las Agrupaciones de Derechos Humanos, la
Vicaría de la Solidaridad, los abogados de Derechos Humanos, Instituciones como
la Sech, las Federaciones de Estudiantes, Sindicatos y Agrupaciones
Poblacionales. Pero sobre todo por la resistencia digna de los partidos
políticos de la Izquierda chilena, en especial el Partido Comunista y el MIR,
Partido Humanista, sectores de la Izquierda Cristiana y MAPU, el Partido
Comunista (AP) y el Partido Socialista. A éstos habría que sumar amplios
sectores de base de la DC y la Iglesia Católica. Claro que la actitud de gran
parte de las planas mayores, de estas dos últimas, todavía es un tema que debe
ser aclarado.
Desde la instauración misma de la tiranía de Pinochet la Izquierda organizada
opuso resistencia y denunció los atroces atropellos a los derechos humanos, de
esto existen miles de testimonios escritos, incluso fechados en septiembre de
1973. Por eso resulta extraño ver la cara de asombro de algunos tipos en la
televisión, los mismos que apoyaron a los militares. Pero la verdad ha llegado
para instalarse de manera oficial, aunque generales como Rafael Villarroel o
almirantes como Jorge Martínez Busch pretendan distorsionar los hechos y buscar
contextos históricos que nada podrían justificar, ni ahora ni nunca. ¿Qué
contexto histórico puede justificar entrenar un perro para violar mujeres? ¿Qué
contexto permite abrir el vientre a un joven y luego arrojarlo al mar?. Son
algunas preguntas que Gonzalo Vial, Lucía Santa Cruz, Raúl Hasbún, Sergio
Fernández, Sergio Onofre Jarpa, Francisco Javier Cuadra y Mónica Madariaga,
entre otros, deberían responder ante la ley, o Jaime Guzmán si estuviera vivo.
¿Qué dice ahora Sergio Diez, que negó la existencia de los Detenidos
Desaparecidos en las Naciones Unidas. ¿Con qué moral este señor sigue
participando en política?.
Otros grandes cómplices estuvieron en la prensa, especialmente en El Mercurio
y la televisión. Claudio Sánchez, María Eugenia Oyarzún, Julio López Blanco,
Hermógenes Pérez de Arce y Agustín Edwards, conspiradores y mentirosos
profesionales, son parte de ese sector que ayudó a encubrir los crímenes de los
militares. ¿Serán llevados ante la justicia alguna vez? Lo mismo que Álvaro
Bardón, Pablo Rodríguez, Ambrosio Rodríguez, Ricardo García, Álvaro Vial,
Ricardo Claro y Sergio de Castro, pinochetistas incondicionales. Son muchos los
civiles que deben dar la cara ante el pueblo de Chile. Del Poder Judicial ni
hablar, una frase que todavía se puede leer en algunas murallas lo dice todo
respecto al comportamiento de éste durante la tiranía de Pinochet: "Corte
Suprema, Suprema Impunidad". Más aún luego de dar a conocer su vergonzosa
postura acerca del llamado Informe Valech. El caso de El Mercurio es
asqueroso, y más encima hoy el gobierno lo sigue premiando con la propaganda
estatal mientras que a los medios alternativos que han luchado desde siempre por
los derechos humanos les niega recursos. De hecho, medios de prensa como Apsi,
Cauce, Análisis, Fortín Mapocho, Radio Umbral, que
desde siempre dijeron lo que hoy dicen los medios de comunicación como si fuera
una primicia, terminaron cerrando sus oficinas. El Siglo, Punto Final
y Radio Nuevo Mundo aún perseveran, a duras penas pero dignamente. No le
dará vergüenza a Sergio Bitar, por ejemplo, participar en "Paz Ciudadana" y dar
la mano a Agustín Edwards, el mayor conspirador junto a la CIA para derrocar a
Salvador Allende y uno de los culpables de todo lo que se desencadenó después
del 11 de septiembre de 1973.
Respecto a la derecha, como siempre, intenta evadir sus responsabilidades
pretendiendo confundir a la opinión pública con discursos como los de Jovino
Novoa, Jorge Arancibia, Joaquín Lavín o el de Andrés Allamand durante un
seminario sobre Derechos Humanos convocado por el ejército en la Escuela
Militar. Todos voladores de luces que no dicen nada de fondo y sólo buscan
tergiversar la historia. Aquí no somos todos culpables, eso es absolutamente
falso. Los culpables son quienes desestabilizaron el gobierno de la Unidad
Popular, cuando vieron que éste favorecería a los trabajadores por sobre los
intereses de los explotadores tanto chilenos como extranjeros, usando para ello
a las Fuerzas Armadas. La derecha chilena y el gobierno de los Estados Unidos
fueron los culpables de que se gestara el golpe militar y, por lo tanto,
cómplices de los atropellos cometidos durante 17 años. También es importante
hacer notar que el argumento de que debido a la caótica situación generada por
la radicalización de la política las FF.AA. rompieron su tradición histórica y
actuaron como lo hicieron en 1973, es otra falacia. Acaso no han estudiado
historia de Chile quienes afirman eso, comenzando por el presidente Lagos. O son
muy ignorantes, cándidos o unos hipócritas consumados. Si hay algo que
caracterice al ejército chileno es la participación que ha tenido en las
masacres de trabajadores a lo largo de nuestra historia.
Ahora, ante la pregunta: ¿Sirven los gestos de reconocer que se cometieron
atropellos a los derechos humanos por parte de los ejecutores? Pienso que no
totalmente, lo que aquí sirve es que haya justicia y punto. Los criminales deben
ser juzgados y encarcelados. En mi caso me da lo mismo si piden perdón o no, lo
que deseo –como muchos chilenos- es verlos tras las rejas. Tampoco me interesa
reconciliarme con los asesinos. La reconciliación ante hechos como los sucedidos
es una farsa. Tras el golpe, en mi barrio fueron apresados y ejecutados tres
amigos: Ernesto Mardones, Jorge Pacheco y Denrio Álvarez, y recuerdo a unas
señoras (las mismas que los apuntaron con el dedo) que, al conocer la noticia
decían: "algo habrán hecho". Supongo que hoy ellas estarán entre los que ponen
cara de asombro al leer el Informe Valech.
Todos sabíamos. Cierto. Pero no todos somos culpables.
*Poeta. Colaborador de revista "Punto Final" y conductor del
programa "De puño y letra" de radio Nuevo Mundo. Visite:
http://lavquen.tripod.cl