Latinoamérica
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Inermidad ante la disgregacion
Andrés Soliz Rada
Rebelión
Las elecciones municipales del 5 de diciembre pasado han ratificado la
inexistencia de un proyecto político hegemónico y de una fuerza partidaria
aglutinadora de la mayoría nacional. La participación en los comicios de
agrupaciones ciudadanas y pueblos indígenas ha incrementado la dispersión,
acentuada por el debilitamiento de los partidos políticos. En ese laberinto, la
consigna más difundida, en beneficio de posiciones antinacionales, fue lanzada
por el candidato Roberto Fernández que obtuvo la primera mayoría en la ciudad de
Santa Cruz, al exclamar que la autonomía, la autonomía y la autonomía serán las
tres tareas más importantes que cumplirá a la cabeza de su municipio.
No es que las autonomías regionales sean negativas en si mismas. Si ellas
impulsan una democracia más participativa, en la que los gobernados fiscalicen
mejor a sus gobernantes, y mayores decisiones en el ámbito público, obvio que
serán bienvenidas. Sin embargo, si se convierten en instrumento de las
petroleras para negociar concesiones con cada región por separado, marginando al
Estado nacional, las autonomías serán seguidas de propuestas federalistas y
separatistas. El avance de esta segunda alternativa es cada vez más desembozado.
La oligarquía cruceña, supeditada sin rubor al poder transnacional, ha decidido
auto convocarse a un referéndum vinculante, a realizarse en próximas semanas,
sin esperar el llamado a una Asamblea Constituyente en la que debería discutirse
los alcances de esa propuesta.
Saúl Lara, Ministro de Gobierno de Carlos Mesa, ha calificado la medida de
separatista y sediciosa. Lara fue desautorizado por el Ministro de Participación
Popular, Roberto Barbery, quien recordó que el Jefe de Estado es ardiente
partidario de las autonomías. Los disgregadores recolectan firmas preguntando si
los habitantes de Santa Cruz están de acuerdo con las autonomías y el empleo.
Salta a la vista la maniobra de juntar ambos conceptos conocimiento la
desesperación por fuentes de trabajo. En consecuencia, Mesa ha cambiado la
"agenda de Octubre de 2003", la que, fruto de la rebelión popular que logró la
fuga de Gonzalo Sánchez de Lozada (GSL), incluía la recuperación de la propiedad
estatal de los hidrocarburos, el cobro del 50 % de regalías a las compañías y la
industrialización del gas en territorio nacional, por la "agenda de Junio de
2004", en la que las oligarquías de Tarija y Santa Cruz proclamaron el régimen
autonómico, a fin de exportar el gas a Chile, Argentina, Brasil, Paraguay,
Uruguay, México y Estados Unidos. La discusión, lejos de estancarse en
academicismos autonómicos, tiene como trasfondo la pugna por las utilidades que
generarán 54 Trillones de Pies Cúbicos de gas y 900 millones de barriles de
petróleo que, gracias a un decreto delincuencial de GSL, han quedado en manos,
principalmente, de Repsol, de España, Total, de Francia, British Gas, de
Inglaterra, Amoco, de EEUU y Petrobrás de Brasil, equivalentes a más de cien mil
millones de dólares, cifra que podría multiplicarse si se añade valor agregado
al gas y al petróleo. Esto explica la pasión con que las petroleras impulsan las
autonomías de Tarija y Santa Cruz, a través de cúpulas foráneas.
Desde un punto de vista retrospectivo, se trata de un capítulo más de las
maldades del poder petrolero, a lo largo del siglo pasado, en perjuicio de los
países sometidos al capital financiero. Lo que llama la atención, en cambio, es
la pasividad con que el movimiento popular boliviano, cuyo heroísmo ha llenado
muchas páginas en la turbulenta historia de América Latina, observa el
advenimiento de lo que podría ser una tragedia nacional. Existen ahora dos
proyectos paralelos. En tanto las oligarquías citadas trabajan por un referéndum
inmediato, los sectores populares discuten los alcances de una Constituyente a
realizarse posteriormente en la que los citados grupos de poder no están
interesados.
Por fin en los últimos días, el Comando del Ejército ha advertido que los
recursos naturales son del conjunto del país y que el capital extranjero
pretende explotarlos sin beneficio nacional. El Cardenal Julio Terrazas ha
lanzado similar voz de alerta. Pero lo anotado es insuficiente, ya que la falta
de iniciativas, como la apertura de libros en respaldo de la unidad nacional, de
movilizaciones, pronunciamientos y de una campaña activa a través de los medios
masivos de comunicación social, podría acelerar los intentos separatistas que
podrían tornarse irreversibles.