Latinoamérica
|
Magnicidio en caracas:
Washington acelera plan terrorista
Heinz Dieterich
Danilo Anderson, fiscal venezolano democrático y patriótico, fue asesinado la
noche de ayer en un sofisticado atentado con bombas contra su vehículo en el
sureste de Caracas. Con este magnicidio, precedido por el asesinato de seis
militares y una ingeniera de PDVSA en la frontera colombiana, el plan de
destrucción terrorista de la Revolución Bolivariana por parte de Washington
entra en su fase virulenta y abierta.
Asesinar a Danilo fue, desde el punto de vista de la subversión, una operación
de alto rendimiento propagandístico y de guerra psicológica, con un riesgo
mínimo. Danilo fue un hombre emblemático del proceso bolivariano.
Dentro del corrupto aparato de la justicia clasista venezolana, fue uno de los
pocos abogados que aplicaron la ley a los golpistas y delincuentes de la
subversión nacional y que enfrentaron su impunidad.
Era el Fiscal que llevó el caso de Capriles Radonski por la agresión a la
Embajada de Cuba durante el golpe de Estado, el 12 de abril; estaba llevando el
caso de Súmate; fue quien citó a la Fiscalía a los dueños de los medios que
conspiraron con el golpista Carmona aquel 12 de Abril en Miraflores; estaba
citando, en calidad de imputados, a todos los firmantes del Decreto Carmona y
estaba investigando a los sicarios de la Policía Metropolitana del alcalde
Alfredo Peña.
El peligro de Danilo para el proyecto terrorista de Washington era doble: le
quitaba uno de sus principales instrumentos de poder, la corrupta justicia de
clase venezolana, y se convertía en símbolo del patriota honesto y servidor de
las mayorías en la nueva Patria bolivariana. Asesinarlo no era difícil. Porque
ese hombre modesto, joven de 38 años, detestaba los atributos del poder, como
guardaespaldas, carros blindados, de tal manera que se convirtió en un blanco
fácil para los terroristas de Washington.
Lo conocí por primera vez, durante la subversión urbana foquista de la "guarimba".
Yo salí de una entrevista con el Ministro de Defensa, General García Carneiro;
él esperaba para entrar. Aprovechamos para hablar y me quedé impresionado con el
valor de ese joven "flaquito", casi tímido y reservado, que ponía su vida en la
línea del fuego. Preguntado al respecto, respondió con una sonrisa y esa
tranquilidad estoica de la gente que valora su misión por encima de cualquier
riesgo personal.
El 11 de septiembre, Danilo estuvo en la presentación del libro: Hugo Chávez, El
Destino Superior de los pueblos latinoamericanos, en el Teatro Municipal Teresa
Carreño. Tuvimos la misma conversación sobre los peligros que corría; pero el se
reía e insistía que estaba bien y que se acercaba la hora de la justicia para
los implicados del golpe de Estado.
El asesinato de Danilo Anderson evidencia que la subversión ha dado un salto
cualitativo hacia una ofensiva generalizada. A partir de ahora, personajes
emblemáticos del proceso, cuya muerte tendrá un alto valor propagandístico para
Washington y sus cohortes, estarán en peligro agudo. Asimismo, la subversión
iniciará atentados contra la infraestructura energética y de transporte y más
asesinatos e incursiones en la frontera colombiana.
Haciendo memoria histórica, podemos decir que la Revolución bolivariana ha
entrado en la fase de la Revolución cubana de 1960, cuando la contrarrevolución
estadounidense-cubana dio inicio a la lucha armada, sabotajes y asesinatos desde
los núcleos subversivos en la sierra del Escambray o, también, de Nicaragua, a
partir de 1983.
La respuesta a esa peligrosa escalada de la subversión en Venezuela debe
construirse sobre las experiencias de ambos modelos contrarrevolucionarios (Cuba
y Nicaragua), porque la amenaza es seria y potente. Solo una campaña masiva y
rápida, inteligentemente planeada en todos los niveles, va a derrotar
definitivamente a los mercenarios de Bush.
La violencia antidemocrática de la derecha, sin embargo, no es nueva; más bien,
no ha sido discutida en su justa dimensión. Hay, por ejemplo, más de ochenta
líderes campesinos, que han sido asesinados por las fuerzas subversivas a raíz
de la reforma agraria, en los últimos años, sin que haya habido una respuesta
contundente del Estado.
En su tiempo como Comandante de la base de Maracay, la vida del General Raúl
Baduel estuvo alrededor de diez veces en peligro, a raíz de atentados planeados
no solo por operadores venezolanos de la subversión, sino también por
mercenarios introducidos desde Colombia y Centroamérica. (Casualmente hoy en el
semanario Quinto Dia, en la columna "Las verdades de Miguel", se advierte que el
General es la persona en mayor peligro de magnicidio en el país, después del
Presidente Chávez, por incorruptible y por ser el hombre de "más autoridad moral
en el Ejército".) Otro ejemplo es un plan de magnicidio contra el Presidente
Hugo Chávez que fue desbaratado hace pocos meses por sectores de la inteligencia
venezolana.
El terrorismo de la derecha no es nuevo, pero ha entrado en otro nivel. Por lo
tanto, la violencia de la agresión va a potenciarse rápidamente. Esto por dos
razones: 1. Las sucesivas derrotas en el referendo revocatorio y las posteriores
elecciones han dejado a la derecha sin vías institucionales para conquistar el
poder antes de las elecciones presidenciales del 2006.
2. El rotundo fracaso de Rumsfeld y Uribe en la VI Conferencia de Ministros de
Defensa de América, en Quito, donde su intento de constituir una fuerza militar
latinoamericana para Colombia fue derrotada con 16 votos ---en una alianza
protagonizada por Brasil, Argentina y Ecuador, con apoyo de Chile y Bolivia y un
papel sorprendentemente desdibujado de la delegación venezolana--- aumentará la
propensión del terrorista Bush para intensificar la desestabilización
paramilitar y el sicariato político.
Y no hay que tener ilusiones sobre la dimensión de la amenaza y la brutalidad de
sus operadores. Se trata de la misma red que ha orquestado más de 600 intentos
de asesinato contra el presidente cubano Fidel Castro, en los últimos cuarenta
años, es decir, más de uno por mes.
En todo proceso revolucionario hay acontecimientos claves, que indican cuándo la
contrarrevolución pasa a la ofensiva del terror. Viviendo en Buenos Aires en
1974, participé en el entierro del Padre Carlos Mugica, quien había sido
asesinado brutalmente el 11 de mayo por las bandas paramilitares de la AAA. En
ese entierro del "Protector de los Humildes", no entendía todavía que el proceso
había pasado un umbral y que la derecha comenzaba una guerra sin cuartel. Hoy lo
entiendo, en el caso de Danilo Anderson.
El Padre Mugica, quien había dejado atrás su familia oligárquica para compartir
la cruz de los pobres, reaccionaba ante las amenazas de muerte de los
terroristas, diciendo: "Nada ni nadie me impedirá servir a Jesucristo y a su
Iglesia, luchando junto a los pobres por su liberación. Si el Señor me concede
el privilegio, que no merezco, de perder la vida en esta empresa, estoy a su
disposición." Nunca le pregunté a Danilo si era cristiano. Pero la verdad es que
no importa. Murió, como el Padre Mugica, "junto a los pobres, luchando por su
liberación".