Latinoamérica
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La izquierda ha muerto, viva la izquierda
Gabriel Mazzarovich
Revista Koeyu Latinoamericano
El domingo 31 de octubre, Uruguay dio un viraje histórico, por primera vez en
sus 174 años de vida independiente la izquierda ganó las elecciones y accedió al
gobierno nacional.
Según los primeros datos conocidos, el Encuentro Progresista-Frente Amplio
alcanzaría entre el 51% y el 52% de los votos.
Por lo tanto Tabaré Vázquez es el presidente electo de Uruguay sin necesidad de
una segunda vuelta electoral. Esta votación asegura además que la izquierda
tendrá mayoría en las dos cámaras del Parlamento uruguayo. Vázquez será el
primer presidente uruguayo en 40 años con mayoría absoluta en el Poder
Legislativo.
Hay algunos otros datos a destacar, la izquierda que gobernaba desde hace tres
períodos Montevideo, la capital de Uruguay, por primera vez se transformó en
primera fuerza en 7 departamentos del interior del país, bastiones tradicionales
de los partidos de derecha.
Además, en estas elecciones, se plebiscitaba una reforma constitucional para
garantizar la propiedad estatal sobre la explotación y distribución del agua:
salió aprobada con el 64% de los votos.
El mensaje del pueblo uruguayo en las urnas fue claro y contundente: se
pronunció por un cambio en serio y a fondo y además rechazó explícitamente y más
allá de los votos de izquierda, la última intentona neoliberal de abrir los
ricos yacimientos acuíferos uruguayos a las trasnacionales.
Tabaré Vázquez un prestigioso oncólogo, ex alcalde de Montevideo, hijo de un
obrero petrolero y nieto de un obrero de los frigoríficos, nacido en un barrio
popular, será presidente uruguayo.
En un primer y apretado análisis cabe decir que para este triunfo de la
izquierda han confluido varios factores. El primero, una historia política
uruguaya que tiene como valor incorporado la unidad de la izquierda desde hace
33 años en una fuerza política, el Frente Amplio. Esta unidad se da también en
el campo social, Uruguay es el único país de América Latina que tiene una
central única de trabajadores donde participan todas las tendencias ideológicas
y profesionales.
El segundo, el enorme desgaste sufrido por los partidos de la derecha uruguaya,
en particular el Partido Colorado, que ha gobernado el país en 150 de los 174
años de vida independiente y que hoy ha quedado reducido al 11% de la votación
popular.
Este desgaste va mucho más allá de la falta de renovación de liderazgos,
responde esencialmente a la sujeción obsecuente y ácritica, al credo neoliberal
y a las recetas económicas de los organismos financieros internacionales.
El modelo económico impulsado por la derecha uruguaya con la bendición del FMI y
el Banco Mundial, implicó transformar el país en un centro financiero, el
desarrollo del turismo y los servicios, la privatización de los servicios
públicos y la extranjerización de la banca y de la tierra.
Ese modelo de país de servicios, hizo implosión cuando se cayó a pedazos la
falacia de país que había montado Carlos Menem en Argentina. La derecha uruguaya
y sus correligionarios en América Latina han querido explicar la derrota
diciendo, que han pagado los costos de una crisis que no fue de ellos y que eso
provocó el desgaste político.
Eso es mentira. La crisis devastadora que sufrió en los últimos años Uruguay, es
consecuencia directa de una política económica aplicada por el gobierno de Julio
María Sanguinetti, primero, continuado por Luis Alberto Lacalle y profundizado
hasta el ridículo por Jorge Batlle; de apertura indiscriminada, postración y
abandono del aparato productivo y sujeción casi religiosa a los dictámenes de
Estados Unidos, tanto económicos como políticos.
Cuando la crisis argentina, se fueron de Uruguay tres mil 800 millones de
dólares en quince días. Eso fue posible porque el gobierno fomentó la llegada de
capital financiero especulativo y a eso apostó, así nos fue.
La derrota de la derecha en Uruguay, es expresión de un fenómeno que tiene sus
particularidades en cada país pero que toma dimensiones continentales, el
fracaso absoluto del esquema neoliberal aplicado durante dos décadas en nuestros
países.
Dentro de las características particulares de Uruguay cabe destacar una: la
necesidad de construir alternativas políticas serias y reales a los modelos
dominantes.
En Uruguay votó más del 90% de los habilitados, un porcentaje histórico, en un
país donde el voto es obligatorio y además tiene una tradición añeja de alta
participación política.
Cuando se plantean diagnósticos sobre el descreimiento en la política y en la
democracia, cabe señalar que la gente responde y masivamente, cuando se le
presentan alternativas serias y reales.
El cansancio no es con la democracia, es con la falta de propuestas diferentes,
es a seguir legitimando a lo mismo de siempre, es a elegir entre Coca Cola y
Pepsi Cola, cuando se quiere votar por jugo de fruta, aunque sea una vez.
El discurso de desprestigio de la política y de la acción colectiva, general en
América Latina, con las consabidas frases de "todos los políticos son
corruptos", "todos son iguales" y que fue llevado hasta el paroxismo en Uruguay
y Argentina con frases publicitarias como "No te metas, hace la tuya"; solo
favorece al poder.
Nuestras sociedades latinoamericanas empobrecidas y dependientes, solo saldrán
de esta situación con más política, con más acción colectiva, con propuestas
alternativas serias, sin temor a ser diferentes, a proclamarlo, sin miedo a ser
de izquierda.
Es cierto que la izquierda uruguaya no ha votado sola, el Encuentro Progresista,
es una coalición en la que convergen la izquierda histórica del Frente Amplio,
donde están comunistas, socialistas, ex guerrilleros, democristianos y
nacionalistas de izquierda, con sectores democráticos y progresistas que se han
desprendido de los partidos tradicionales. En lo social, los trabajadores
organizados, los cooperativistas, los trabajadores del campo, se han aliado con
empresarios nacionales golpeados por la crisis y sobre todo con propietarios
rurales medianos que enfrentan la extranjerización de la tierra.
Las alianzas y los consensos son necesarios, es más, cuanto más amplias e
incluyentes mejor, el problema fue, es y seguirá siendo, hegemonizados por
quién. En este caso el corazón político es la izquierda y el motor social son
los trabajadores y los sectores populares organizados.
Para aliarse con alguien y promover cambios, primero hay que construir la
fortaleza propia, en eso han estado la izquierda y el movimiento social uruguayo
las últimas tres décadas.
Por último, el triunfo de Vázquez se incluye en la correntada progresista y de
izquierda que tiene a Lula en Brasil, Néstor Kirchner en Argentina y Hugo Chávez
en Venezuela como referentes. No es casualidad que los primeros saludos a Tabaré
Vázquez hayan venido desde allí. La construcción de un MERCOSUR político y no
sólo económico y la búsqueda de una Comunidad Sudamericana de Naciones, han
recibido un nuevo y quizás decisivo impulso.
Ahora comienza una tarea difícil y compleja, sólo para decir un dato, la
izquierda necesita designar tres mil 500 cargos públicos en puestos decisivos.
Esos cuadros saldrán de los sindicatos, de las cooperativas, de las pequeñas
empresas de la industria y del agro y sobre todo de la Universidad de la
República, el futuro ministro de Economía será el ex decano de la Facultad de
Ciencias Económicas, destituido por la dictadura y se maneja el nombre del ex
rector de la Universidad para un cargo clave. En Uruguay habrá un cambio
completo del elenco de gestión en el Estado.
Tampoco será fácil administrar tanta expectativa postergada, tanto sueño suelto,
tanta ansia de justicia. Pero habilitar caminos de participación popular
verdadera, de control y gestión ciudadana es imprescindible para un gobierno de
izquierda de verdad.
El Frente Amplio ya lo ha hecho en la Intendencia de Montevideo durante 15 años,
ahora lo tiene que hacer en el país. No es fácil, pero es imprescindible.
Pero no podría terminar este artículo sin hablar de los miles de uruguayas y
uruguayos de todas las edades que con las caras pintadas, los ojos brillantes y
la garganta ronca, poblaron todas las calles de mi país, para gritarle al viento
su alegría.
Pienso en los que no están y dieron todo para que llegara este día, pienso en
los que están y viven su merecida hora de festejo y sobre todo pienso en los que
vienen y se merecían llegar a un país mejor.
Son muchos años, de sueños, de dolores, de sacrificio. Son muchos años de
represión, de desconocimiento. Son muchos años de trabajo paciente, de errores y
de aprendizaje.
Dijo Eduardo Galeano: "Nos hemos ganado el derecho a construir nuestros sueños".
Es así, no hay tarea más difícil y más hermosa, que hacer realidad los sueños,
en eso estarán los uruguayos ahora.
¿Será posible? Quien sabe, pero es una hermosa empresa intentarlo.
Después de 174 años es la hora de las fuerzas populares, ganada en buena ley, en
democracia y con una votación histórica.
No es poca cosa.
* Periodista uruguayo.