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Latinoamérica

El día que el Parlamento se llenó de esperanza

Jorge López Ave
Colectivo Cádiz rebelde

Un uruguayo vestido con los colores del Frente Amplio festeja por la principal Avenida de la capital, en la mano lleva un cartel que dice: "Mamá, gracias por haber cambiado". Puede ser un resumen perfecto de lo ocurrido este Domingo en Uruguay.

Después de 170 años de bipartidismo colorado y blanco, estos hacedores del país en una primera etapa, se descubrieron como gestores neoliberales en las últimas décadas, vieron en el año 1971 como nacía el Frente Amplio con la confluencia de los partidos tradicionales de la izquierda (comunistas, socialistas), junto a sectores demócrata-cristianos y desencantados de los Partidos colorado y blanco. Quizás la recién comenzada experiencia chilena con la Unidad Popular, pesó de un modo importante para llenar de generosidad a los actores protagónicos de aquel alumbramiento unitario. El tránsito del FA en estos 33 años ha sido una prueba de resistencia, ya que a los dos años de su nacimiento, un golpe de estado fascista mandó a buena parte de sus cuadros y militantes a la cárcel, al exilio, a la clandestinidad, incluso a algunos de ellos, a la muerte y la desaparición. Recobradas las libertades, el FA tuvo en la conquista de la Intendencia de Montevideo, un objetivo estratégico, un jalón que sirviera para mostrar al resto del país que era posible, que la izquierda había sellado su unión para gobernar. Así sucedió en Noviembre de 1989, cuando el hoy Presidente electo, Tabaré Vázquez, fue elegido Intendente de la capital. Ante el avance inexorable del Frente Amplio, la derecha articuló toda una serie de medidas electorales, como la necesidad de obtener la mitad más uno de los votos para eludir una segunda vuelta, que como se demostró iba a servir para que colorados y blancos se unieran para evitar el triunfo de la izquierda.

El 31 de octubre de 2004, no fue así, a la abrumadora mayoría de votos jóvenes se le juntaron muchas madres, como rezaba el cartel, que siendo votantes tradicionales, no pudieron más y dijeron basta a la degradación tan acelerada que ha vivido Uruguay en estos últimos años, basta a la permanente despedidas a jóvenes que emigran buscando sueldos dignos, basta a los ladrones vestidos de políticos y jerarcas, basta al expolio de lo público, basta a la miseria de tantos niños por las calles, basta a jubilaciones que conducen inexorablemente al hambre, basta a las campañas del miedo y la soberbia, basta a la chatura y grisitud; y pusieron en la urna cientos de miles de votos llenos de frenteamplismo.

La mayoría del Frente en ambas cámaras, junto a la actitud progresista, en algunos temas, de un sector del Partido Blanco, garantizan cinco años de gobierno de izquierdas, sin sobresaltos. Un gobierno que tendrá en su propia cohesión interna el primer desafío, más, sabiendo que para conseguir ese anhelado 50% de votos, se han demostrado imprescindibles cada uno de los votos, desde el más moderado, que pretende un acuerdo más justo con el Fondo Monetario Internacional, hasta el marxista-leninista que ve en este sanguinario organismo, una de las razones de la situación del país. El grupo político más votado en el FA ha sido el MPP (Movimiento de Participación Popular), que tiene en el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaro su principal exponente. El grueso de su dirigencia, apostó a finales de los sesenta por la lucha armada como herramienta para salvar al país del marasmo, al que indefectiblemente se encaminaba. Es cierto que el MLN-Tupamaros ha cambiado en estos treinta años, alguna inclusión en sus listas electorales parece demostrarlo, pero la mayoría de sus dirigentes, y buena parte de sus votantes, no han podido olvidar su ideología nacionalista radical y marxista.

Uruguay ha puesto rumbo a la esperanza, a los cambios. Ojalá que el ritmo lo marque el pueblo movilizado y no las políticas de lo posible.