Latinoamérica
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América Latina: El cambio es incontenible
Antonio Peredo Leigue
Alai-amlatina
En un solo día, el domingo 31 de octubre, cuatro votaciones realizadas en otros
tantos países de Sudamérica, ratificaron algo que está avanzando
irreversiblemente en este continente: el cambio.
Uruguay, Venezuela, Chile y Brasil, pese a todas las diferencias que hay entre
una y otra situación, mostraron una indeclinable decisión popular de cambiar el
modelo que nos ha agobiado durante más de dos décadas.
Neoliberalismo en acción
Alrededor de 1980, los países desarrollados estaban preparados para acelerar el
proceso de absorción de las economías atrasadas y dependientes. Estados Unidos
se apresuraba a terminar con las dictaduras militares que campearon durante las
dos décadas anteriores en este continente.
"Ajuste estructural", "economía de mercado", "globalización", entraron en la
terminología de los gobernantes para significar la estrategia que iba a dominar
nuestro mundo (el de los países pobres) para beneficio del otro (el de los
ricos).
En Bolivia, aquellos años '80, la minería era la más importante fuente de
ingresos; el petróleo suplía los requerimientos internos y el gas se exportaba a
la Argentina; desde dos años antes, el FMI y el BM insistían en una revisión a
fondo de la economía nacional, pero aún éramos propietarios de los recursos
naturales y mirábamos el futuro con confianza; un dólar valía 20 pesos
bolivianos, que alcanzaban para pagar cuatro boletos de micro, un diario, una
cajetilla de cigarrillos y algo más. Pero, en el lado oscuro, aún debíamos pasar
por la dictadura de García Meza.
Tuvimos que transitar el nefasto periodo de ese régimen y, después, pagar los
costos del banzerato entre 1982 y 1985, en que la inflación nos arrancó hasta
las ganas de vivir. Acosados por la desvalorización de nuestra moneda, que
transportábamos en enormes bultos, le dimos el voto a la derecha, resignados a
sufrirla para detener el desastre económico. Creímos que, la fuerza de la clase
obrera, impediría los desmanes.
Pero no fue así. El 21060 (número del decreto supremo con que se inició el
neoliberalismo y que es el nombre que el pueblo le dio a ese modelo) impuso a
sangre y fuego las nuevas condiciones. Miles de trabajadores fueron literalmente
echados a la calle, desapareció la seguridad laboral, los sindicatos pasaron a
una virtual clandestinidad y los empresarios recibieron cheques en blanco para
despedir y contratar personal, importar a su antojo, recibir subsidio por sus
exportaciones, tener todas las garantías estatales incluyendo el uso de las
fuerzas represivas en su beneficio.
Desde 1985, se sucedieron seis gobiernos que entraron en una verdadera
competencia por servir mejor los intereses del neoliberalismo y la
globalización. Víctor Paz Estenssoro (1985-89) que impuso el modelo y aceitó la
maquinaria del Estado para acelerar la entrega de nuestros recursos; Jaime Paz
Zamora (1989-93) que concretó los detalles del más absoluto sometimiento a
Washington; Gonzalo Sánchez de Lozada (1993-97) que inventó la forma más
despiadada de la privatización, a la que llamó "capitalización"; Hugo Banzer
Suárez (1997-2001) que confiscó los ahorros de los trabajadores para entregarlos
a las "Administradoras de Fondo de Pensiones" (AFP's); Jorge "Tuto" Quiroga
(2001-02) que contentó a las transnacionales del petróleo con decretos y
resoluciones; 'Goni' Sánchez nuevamente (2002-03) que con mucho afán quiso
concretar el gran negociado de las petroleras, mediante la venta de gas a
California.
Neoliberalismo acosado
Cualquier lector puede sustituir los párrafos anteriores por lo sucedido en su
respectivo país. Menem aquí, Fujimori allá, Carlos Andrés Pérez más arriba,
Pinochet y sus sucesores demócratas al otro lado, la historia será la misma:
reducción de las funciones del Estado, entrega del aparato productivo, represión
de los movimientos populares, dispendio de la economía nacional, absoluto
sometimiento a los dictados imperiales.
Esta constante que recorría Latinoamérica con una monotonía abrumadora, se rompe
al iniciarse el nuevo siglo. La insurgencia de ese poderoso movimiento
bolivariano en Venezuela es la avanzada de este proceso, pese a que muchos
descreímos de su proyección. Vino luego el empuje del movimiento indígena en el
Ecuador, aunque hay aún muchas frustraciones. Hizo saltar de alegría, la
victoria de Lula en Brasil, con la que coronó su larga batalla por llevar al
poder a los trabajadores, aunque a veces sea lento el andar de su gobierno.
Sorprendió la tesitura de un Kirchner, en Argentina, que sólo es explicable por
esa extraordinaria movilización de piqueteros, echando por tierra las
impunidades de Menem y las indefiniciones de un De la Rúa.
La explosión que vivió Bolivia a fines de 2003, cocida a fuego lento desde el
año 2000, era más que aleccionadora: el autor del 21060, ejecutivo del
entreguismo y planificador dela masacre, se exilió en Washington para no rendir
cuentas ante el pueblo que impuso su voluntad de cambiar la ley de hidrocarburos
y redactar una nueva Constitución Política del Estado.
En las calles y en las urnas
Los movimientos populares han sido acusados, por quienes se creen dueños del
poder, de ser un grupo reducido de agitadores. Desde el conocido 'Tricky Dicky'
Nixon, quien habló de la "mayoría silenciosa" que dizque lo apoyaba, hasta el
acobardado 'Goni' Sánchez, que sigue inventando complots en su contra, todos
sostienen que el voto ciudadano les favorece.
Bastaría la tremenda y multiplicada lección de este domingo 31 de octubre, para
demostrar que se acabó el tiempo de la globalización y el neoliberalismo. No es
que, de pronto, los pueblos de este continente hayan encontrado que Tabaré,
Lula, Chávez o Lagos reparten simpatías a granel. Hay una clara voluntad de
cortarle el paso a la derecha que sigue apostando al modelo neoliberal. Incluso
por encima de las vacilaciones de algunos gobernantes que, llevados por el
pueblo a esas posiciones, temen despertar las iras del imperio.
Incluso esas diferencias pueden notarse en el alcance de las respectivas
votaciones. No es lo mismo el indiscutible triunfo del candidato frenteamplista
en Uruguay o la arrolladora votación bolivariana en Venezuela, que los éxitos
municipales en Chile y Brasil. Aún así, la voluntad de cambio, de
transformación, se manifestó en esos cuatro países de esta región. Eso nos dice,
con toda claridad, que otra vez hay esperanza en el futuro.