Latinoamérica
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Bush lanzará ultimátum monroeista contra Venezuela, Cuba y el Bloque Regional de Poder
Heinz Dieterich
1. La lealtad clasista de Kerry
John Kerry perdió las elecciones contra Georg Bush porque se negó a romper la
lealtad de clase con la elite, a que pertenece. Movilizar a los apáticos era una
buena idea, pero que no podía triunfar sin atacar la cabeza de la hidra.
Pocas veces en la historia estadounidense había un presidente más vulnerable que
el ladrón electoral del 2000. Su imagen corporativa electoral de "Comandante en
Jefe", que habría creado "un mundo mejor y más seguro" sin Saddam y su agresión
contra Kerry, de que "you can run, but you can´t hide" ("puedes correr, pero no
esconderte"), podrían haberse destruido en los primeros treinta minutos del
primer debate televisivo.
Pero, desenmascarar a un Commander in Chief, que sí "corrió y se escondió"
detrás del mantra de su papi durante la Guerra de Vietnam, hubiera sido
equivalente a desenmascarar a la institucionalidad de la República de Wall
Street que sostiene la farsa de la democracia estadounidense.
Kerry repitió la actitud clasista de Al Gore que ante el delito constitucional
de Bush en el año 2000 prefirió hacerse cómplice del fraude, antes que
traicionar a la oligarquía plutocrática. De esa manera, Kerry entró en la arena
con una mano amarrada y un equipo asesor castrado ----que buscaba tan
desesperadamente y tan en vano al gran capital filantrópico moderno y la clase
profesional liberal del centro, como los partidos estalinistas habían buscado en
el pasado a la mítica "burguesía nacional"--- vis-á-vis un contrincante que
escondía una herradura en cada guante y tenía un sólido equipo de expertos de
guerra sucia en su esquina.
El resultado de esa tragicomedia, en la cual no se discutió seriamente ningún
tema de importancia para la nación, consiste en que la camarilla dominante del
Complejo Militar-Industrial Político (CMIP) del país más poderoso de la tierra
controla ahora: al Senado; a la Cámara de Representantes; a la mayoría de las
legislaturas estatales; a la mayoría de las gobernaturas estatales y a la Corte
Suprema de Justicia, en la cual el nombramiento de dos jueces afines a Bush
podrá cementar por medio siglo más el control de la derecha sobre la máxima
instancia jurídica del país.
2. El Termidor
La democracia en Estados Unidos es el resultado directo de las ideas más
progresistas de la modernidad burguesa ---vilipendiada ciegamente hoy día por
una aznocracia de nuevos "filósofos", sociólogos y "cientístas" políticos--- que
son incompatibles con el macroproyecto involutivo de la camarilla de Bush.
Ese proyecto prevé la destrucción de ideas e instituciones centrales nacidas de
la ilustración europea que ha sido una de las fases más productivas de todos los
tiempos, para el progreso de la humanidad. Como tal, la agenda de Bush encarna
la amenaza de una auténtica contrarrevolución que implica el retorno a los
tiempos de la Inquisición y del Estado teocrático-autocrático. Se trata, en
términos evolutivos, de una regresión de cuatrocientos años que tiende a generar
en Occidente un régimen integrista a la par con los regímenes integristas del
Talibán y Al Quaeda en Asia.
Tal regresión podría considerarse un asunto interno de la Unión Americana si no
fuera por el doble hecho de que ese país sigue siendo: a) el Centro de Gravedad
(CG) del sistema mundial y, b) que Centro de Gravedad significa, al mismo
tiempo, Centro de Equilibrio (CE) del sistema.
Todo desarrollo protofascista en el Coloso del Norte es, por tanto y a priori
(de antemano), un asunto de extrema importancia a escala mundial. Para los
países latinoamericanos la implicación es aun más dramática: se trata de una
cuestión vital para su futuro como sujeto de la política mundial.
3. América Latina: The Empire strikes back
Bush ha expresado que su triunfo electoral significa un endosamiento de su
política de los últimos cuatro años, de sus "valores" y de su geopolítica, y un
mandato para profundizar esa política en los años venideros.
Esto significa para América Latina que las dos macrodinámicas contradictorias
del continente ---la reesclavización monroeista y la liberación bolivariana---
entrarán en una fase de conflicto que en la Primera Independencia se conocía
como "la guerra sin cuartel". Se trata de un juego de cero suma, en el cual no
hay medias tintas, sino sólo ganadores y perdedores. El que triunfa se lleva
todo.
Uno de los miembros más influyentes de la camarilla "neoconservadora", Frank J.
Gaffney, Presidente del Centro para Políticas de Seguridad (Center for Security
Policy) y ex-funcionario en el gobierno de Ronald Reagan (Deputy Assistant
Secretary of Defense for Nuclear Forces and Arms Control Policy) ---cuyo "National
Security Advisory Council" (NSAC) tiene más de veinte miembros en altas
posiciones del Complejo Militar-Industrial-Político, entre ellos siete sub-Secretarios,
y los pesos pesados Douglas Feith, Elliott Abrams y Richard Perle--- ya ha
demandado públicamente que después del triunfo electoral el gobierno Bush tiene
que diseñar una estrategia para confrontar a los "regímenes agresivamente
antiestadounidenses en América Latina".
Tales regímenes abarcan, según Gaffner, a Cuba, Venezuela, Brasil, Argentina,
Uruguay y las fuerzas sociales del Ecuador. "El régimen de Fidel Castro, por su
antigüedad, está en primer lugar en la lista". Pero, "Chávez en Venezuela está
llegando ahí rápidamente y creo que es probable que lo suplante dada su
habilidad de actuar por su rabioso sentir antiestadounidense y porque tiene
petróleo".
El Presidente brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva es otro blanco de los
planificadores estratégicos de la camarilla, también por su supuesto "agresivo
sentir antiestadounidense", que Lula da Silva trata de "disfraza…con políticas
pro mercado (libre)".
A escala internacional, los objetivos incluyen la "pacificación" de Irak y
Afganistán, el cambio de los regímenes en Irán y Corea del Norte, el apoyo
incondicional a Israel y la "derrota de nuestros enemigos islamofascistas y su
patrones estatales".
Es obvio que antes de que termine el año, Bush pondrá a los gobiernos de
Venezuela, Brasil, Argentina y Uruguay ante la alternativa de capitular ante su
política de reanexión militar, económica, política y cultural monroeista y
renunciar al Proyecto Histórico del Bloque Regional de Poder (BRP)
independiente, o ser desestabilizados violentamente.
Ante tal amenaza, la única estrategia de defensa posible es la intensificación y
aceleración de la integración sudamericana a nivel estatal en lo económico,
político, cultural y militar, combinado con la construcción de una alianza
estratégica entre los gobiernos respectivos y los movimientos populares
latinoamericanos.
La primera fecha para implementar esa estrategia es la VI Conferencia de
Ministros de Defensa de América (VI CMDA) que tendrá lugar en Quito, del 16 al
21 de noviembre, del 2004 y en la cual es vital frenar en lo posible que
Washington avance más en la aplicación de la intervencionista Carta Democrática
Interamericana, en el sometimiento monroeista de las Fuerzas Armadas de la
región, en la privatización de la Amazonia y en la consolidación de la
dependencia financiera (deuda externa) y económica latinoamericana.
A tal fin, múltiples organizaciones de la sociedad civil ecuatoriana, como la
Asociación Americana de Juristas, sección Ecuador; la Confederación de
Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE); el Movimiento por la República
Bolivariana del Ecuador (M-RBE) y la Asamblea Permanente de Derechos Humanos,
realizarán el miércoles, 18 de noviembre, una Conferencia alternativa a la VI
CMDA que entregará al día siguiente a los Ministros un manifiesto que contendrá
la posición y las demandas respectivas del Movimiento por el Bloque Regional de
Poder latinoamericano (MBRP). Este evento es público y los organizadores invitan
a organizaciones y personas solidarias del mundo a participar en el y apoyarlo (quijote@punto.net.ec)
en la medida de lo posible..
Para defender los intereses latinoamericanos e impedir el avance de la agenda
monroeista de Bush en Quito, sin embargo, es imprescindible que los gobiernos de
Venezuela, Argentina, Uruguay y Brasil, lleguen a un consenso previo para
presentar una posición unificada frente al Pentagonismo y Panamericanismo, en
Ecuador.
El único protagonista con el poder, la visión estratégica y el dinamismo
necesario para lograr ese consenso, es Hugo Chávez.