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La izquierda guatemalteca en el siglo XXI (primera parte)
Andrés Cabanas
Memorial de Guatemala
El pasado nueve de noviembre se cumplió un año de la derrota electoral del
Frente Republicano Guatemalteco, FRG y de su candidato presidencial, Efraín
Ríos Montt. Esta derrota representó, en primer lugar, un voto de castigo a la
gestión del gobierno eferregista (2000-2004). En segundo lugar, la sanción ética
y política a un candidato vinculado a la violencia genocida. En este sentido,
las elecciones permitieron que el pueblo de Guatemala, extraño conviviente
durante cuatro largos años con su propio agresor, se liberara de un
lastre que comprometía pesadamente su dignidad.
Aparte esta nota positiva, poco más. La derrota de Ríos Montt tuvo como telón de
fondo la disputa entre sectores empresariales, políticos y militares por el
control estratégico del Estado y la economía. Y si miramos a la izquierda, las
elecciones 2003 supusieron la marginalización (cuasidesaparición
parlamentaria) de los dos partidos participantes: Alianza Nueva Nación, ANN, y
Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca, URNG, que fungieron de espectadores
pasivos de la disputa arriba mencionada.
Los resultados obtenidos tanto por ANN como por URNG evidenciaron la severa
crisis de representatividad de las formaciones partidarias de izquierda.
Asimismo, revelaron una grave falta de comunicación de aquellas con el contexto
social y con las necesidades y percepciones de la población. Apenas unos días
antes del nueve de noviembre de 2003, análisis internos de URNG avizoraban un
crecimiento prolongado de esta organización y la posibilidad de competir en una
segunda vuelta electoral. Es decir, la izquierda dibujaba escenarios opuestos
a los imaginarios sociales preelectorales, lo cual constituyó no solo un
error de apreciación sino un importante divorcio con la realidad.
La incomunicación pareció extenderse al periodo poselectoral. Contra lo
necesario (aunque no contra lo previsible) los resultados del nueve de noviembre
no han generado hasta la fecha un caudal significativo de reflexión (y
rectificación). Lo necesario recomendaba transformar la coyuntura de profunda
crisis en opción de transformación, a partir de un ejercicio crítico público
y amplio que condujera a renovaciones de fondo y forma y a cambios
institucionales y personales. Pero lo previsible sancionó la práctica histórica
de cerrar filas en los momentos malos para no ofrecer flancos débiles al
enemigo.
La crisis con apellidos
Sin debate amplio y público, las razones de la crisis se esbozan a cuenta gotas
y todavía en baja voz. Para apoyar un incipiente análisis nos basamos en el
texto que el sociólogo Carlos Figueroa Ibarra presentó en el Encuentro
Nacional por la Paz y la Democracia celebrado en la ciudad de Quetzaltenango; en
la Declaración final de dicho Encuentro; y en las ponencias leídas
durante la presentación del libro de Luis Santa Cruz, Comandante Santiago,
"Insurgentes. Guatemala: la paz arrancada". Se esbozan aquí algunas de las
razones internas de la crisis, sin olvidar que los factores externos
(desaparición de una generación completa de líderes; impacto del neoliberalismo;
necesidades de supervivencia) tienen tanto o más peso que aquellas y sin negar
los aportes de toda una generación de revolucionarias y revolucionarios para la
democratización y construcción de una nueva sociedad. Se esbozan asimismo
argumentos de carácter organizativo, ya que los elementos programáticos serán
objeto de revisión en otro escrito.
Según los textos citados, la crisis de la izquierda partidaria parte de los
siguientes supuestos:
La organización de los partidos de izquierda descansa en el autoritarismo y
el personalismo. "En Guatemala, el culto estalinista al secretario
general se mezcló con la autoridad indiscutida del comandante. Aún la izquierda
democrática tuvo su parte, con su devoción al secretario general. Partimos del
supuesto de que el autoritarismo burocrático, el centralismo organizativo y el
liderazgo personalizado e indiscutido deben ser erradicados. No se debe
convertir en virtud lo que en el mejor de los casos era un mal necesario".
(Figueroa Ibarra) Por consiguiente, la vida interna de los partidos de izquierda
carece de espacios de participación, y se produce una separación entre el
discurso de lo necesario para el país (la democracia participativa) y la
práctica interna de las organizaciones.
Las organizaciones de izquierda han perdido coherencia ética y moral.
"En los últimos años hemos visto en Guatemala a decenas, casi centenares de
antiguos militantes de izquierda vincularse en puestos de alto y mediano nivel
de gobiernos neoliberales y/o compuestos o encabezados por violadores de
derechos humanos... La norma general, en una organización de izquierda de
pensamiento renovado debería ser: ninguna colaboración con gobiernos de derecha
como no sea con acuerdos puntuales en circunstancias específicas. Obviamente, el
que no esté permitido que militantes o dirigentes de una organización de
izquierda sean funcionarios de alto o medio nivel en un gobierno de derecha no
implica que militantes de esta organización no sean trabajadores del Estado".
(Figueroa Ibarra) Para Santiago Santa Cruz, el "hombre nuevo"
propugnado por las organizaciones guerrilleras se refirió más a "a
privilegios y prebendas que a renuncias y sacrificios".
En las organizaciones de izquierda es la historia o la inercia la que definen
los liderazgos. Estos no se basan en la "legitimidad" y tampoco se
"construyen sino que se poseen de manera automática". (Taracena, en
Insurgentes)
Las organizaciones de izquierda no renuevan su dirigencia. Se fundamentan en
"liderazgos vitalicios" y "gerontocracia" que "imponen su voluntad y
manipulan a sus seguidores cercanos para imponer una dictadura interna".
(Figueroa Ibarra) En este punto, la renovación y la apertura a nuevas
generaciones aparenta vedada.
Las organizaciones de izquierda no han realizado la transición hacia una
cultura de la diversidad. "Una organización de izquierda renovada en
Guatemala debe luchar porque la democracia política se profundice como
democracia social, como democracia participativa y como democracia cultural".
(Figueroa Ibarra) "Todo programa de renovación pasa por la inclusión de
los indígenas, las mujeres, los jóvenes y otros sectores marginados".
(Declaración)
Las organizaciones de izquierda permanecen fragmentadas y divididas. El
comandante Santiago analiza críticamente la conformación de la URNG, al decir
que careció de una "auténtica y consistente práctica de estrategia
unitaria". Y añade: "El demoledor déficit estratégico, que más daño ha
causado a la izquierda, es la ausencia de unidad". Por otra parte, la
Declaración del Encuentro de Xela afirma: "Reconocimos de manera madura la
dispersión, división y marginalidad política de las fuerzas democráticas,
progresistas y de izquierda del país"
Personajes en busca de autor
No obstante, la crisis de la izquierda partidaria no se corresponde
mecánicamente con la crisis de la(s) izquierda(s) sociales. Así, los votos
recogidos hace un año por ANN y URNG pueden ser muy inferiores a la real
identificación con las opciones de izquierda de la población guatemalteca; y la
actual composición del Congreso de la República no refleja cuantitativa ni
cualitativamente el pensamiento de izquierdas realmente existente en Guatemala.
El 15 de noviembre de 2003 nos preguntamos en el número 16 de "memorial de
guatemala": "URNG y ANN (deben) detenerse a observar el potencial de
izquierda existente en el país, muchos de cuyos votos fueron a
opciones conservadoras y otros engrosaron las filas de los votos nulos, en
blanco y la abstención. ¿O no es real y potencialmente transformadora la actitud
de aquellas y aquellas que esperaron un promedio de dos horas sólo para anular
su voto o dejarlo en blanco, porque conscientemente no apoyaban ninguna de las
opciones presentadas, ni de izquierda ni de derecha? ¿No es esa una actitud
profundamente cívica, profundamente consciente, democrática y ética, es decir,
profundamente de izquierdas?"
Lo mismo cabría decir de la compleja actividad cultural e intelectual existente
en todo el país: ¿pueden ser reflejo de una actitud de izquierdas: la creciente
producción cinematográfica; el trabajo ininterrumpido desde 1998 de un periódico
que reta dos de nuestros más grandes defectos como guatemaltecos: el machismo
y la hora chapina, al aparecer en las manos del lector cada 30 días
con un contenido feminista (hablamos del periódico La cuerda); la creatividad de
las organizaciones de desarrollo comunitario; el empuje –a veces conflictivo- de
nuevos liderazgos en organizaciones tradicionales?
Por otra parte, mientras la izquierda partidaria se sume en el desconcierto de
su derrota, el movimiento campesino, social, popular e indígena ha realizado las
manifestaciones más importantes de los últimos años: noviembre de 2003 y marzo
de 2004, así como un ensayo de paro nacional el ocho de junio. Estas acciones
congregaron en un esfuerzo poco usual a organizaciones vinculadas a URNG, a ANN,
independientes, a una convergencia de organizaciones indígenas
(Coordinadora Waqib´ kej), y a una alianza de organizaciones indígenas,
sindicales, sociales y populares. Coordinaciones y convergencias que caminan en
dirección contraria a la que los dos partidos de izquierda han planteado en los
últimos años.
Algunas de estas experiencias de renovación y convergencia son todavía endebles.
Por ejemplo, existen alianzas que paradójicamente sólo logran aglutinar
intereses individuales y liderazgos sin base social, disminuidos. En algunas
ocasiones, los procesos de renovación aparentan respuesta táctica a la crisis
actual y no parecen nacer de convicciones y planteamientos estratégicos. En
otros casos, se inician procesos de unidad sin haber superado errores de
convergencias pasadas (por ejemplo, las lecciones aprendidas de la crisis de la
Coordinadora de Organizaciones del Pueblo Maya, COOPMAGUA). En fin,
eventualmente el movimiento social sigue siendo percibido como subordinado a los
intereses del partido vanguardia, sin proyecto y desarrollo propio.
No obstante, pese a estas debilidades, se revela que existe hoy en Guatemala un
"capital social movilizable" y, sobre todo, que la sociedad guatemalteca
no es homogéneamente conservadora, unánimemente apática, mayoritariamente
despolitizada. El periodista nicaragüense William Grigsby afirma a este respecto
"En Guatemala se han ido creando poco a poco redes de organizaciones
departamentales y nacionales, integradas por centenares de organizaciones de
todo tipo, entre las cuales destacan las indígenas". Este capital social
necesita traducirse en interlocución y presión política frente al
gobierno y al Estado.
(Fin de la primera parte)