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El presidente de ecuador, Lucio Gutiérrez, no se salva del juicio politico
Franklin Falconí
OPCION
¿Se va, o no se va? Hasta el cierre de esta edición, todo parecía indicar que
el Presidente de la República se salvaría de ser destituido en el juicio
político que le plantearon cuatro partidos al interior del Congreso Nacional: el
Social Cristiano, la Izquierda Democrática, el Movimiento Popular Democrático y
Pachakutik. Aunque las cosas podrían cambiar, ya que estos partidos han
anunciado que con el fracaso en la constitución de la Comisión Especialísima
para que analice la factibilidad del juicio, solo se ha perdido una batalla,
pero no la guerra. El juicio, según dicen, aún sigue vivo y trabajan para
obtener los votos y así cumplir con esta fase del proceso.
En todo caso el país se apresta a espectar, seguramente en una transmisión
directa de televisión, el resultado de un juego político al que la mayoría de
ecuatorianos no ha sido invitada, excepto por algunos diputados que -hay que
decirlo- intentan halar a la cancha de los pueblos este proceso político que se
inició en el Congreso Nacional. Están anunciadas movilizaciones desde el 17 de
noviembre, que se sumarán al paro de los servidores públicos y los maestros.
Los cabildeos, los chantajes, la compraventa de votos que se desarrollan
intensamente en estos días, lo único que dejan en claro es que,
institucionalmente, el Congreso Nacional no es un escenario de los pueblos,
quienes son los realmente afectados por la gestión del actual gobierno, sino que
es un escenario de resolución de disputas entre grupos poderosos.
Sin embargo, quedarse solamente en la constatación de este hecho y no
involucrarse en estos procesos, con voz propia, aprovechando los resquicios que
dejan las contradicciones entre oligarcas, para denunciarlos y para hacer
avanzar el proceso emancipador, sería actuar ingenuamente en política, por ello,
es necesario analizar la participación en este proceso de quienes sostienen
posiciones progresistas y de izquierda, así como de los partidos acusadores, en
sus respectivas visiones e intereses.
Como no podía ser de otra manera, los medios de comunicación, principalmente la
televisión, se han encargado de tratar al juicio político como una bronca
personal entre el ex presidente León Febres Cordero y Lucio Gutiérrez. Se han
destinado grandes espacios a sus declaraciones, unas más reveladoras que otras
en torno a actos reñidos con la ética en que ambos estarían involucrados.
No se trata simplemente de un enojo de palabra entre dos compadres, porque el
mismo Presidente de la República y otros militantes de Sociedad Patriótica se
han encargado en denunciar que lo que hay detrás es el interés de apoderarse de
jugosos negocios, tanto en el área petrolera, como en el área eléctrica. Además,
por su puesto, de la existencia de deudas impagadas desde la crisis bancaria de
1999 y que ascenderían, según lo denunció Gutiérrez, a 110 millones de dólares
(ver nota adjunta sobre el tema).
Hasta ahora, la política del chantaje le ha funcionado bien al PSC, pues con
cada amenaza de destitución a Gutiérrez obtenía nuevos favores, pero a partir
del proceso electoral, el rompimiento con el gobierno y el mostrarse como su
opositor radical le ha costado quedarse al descubierto en sus prácticas junto a
su antiguo socio.
No está claro si el PSC realmente trabajará por la destitución, y si está
dispuesto a echarse encima todo el peso político que le signifique la sucesión
presidencial que devenga, y sus resultados. O si solamente busca una digna
plataforma preelectoral de cara a las presidenciables del 2007, además de lo que
el gobierno esté dispuesto a ceder esta vez.
La acusación que presentó el PSC fue la de peculado, 'por haber dispuesto
arbitrariamente fondos, recursos y bienes públicos a favor de los candidatos del
Partido Sociedad Patriótica al cual se pertenece'. Y si se dejan de lado los
votos de los 100 jueces (diputados) que deben decir si es cierta o no esta
acusación, es evidente que lo que los ecuatorianos han visto durante la campaña
electoral última, exime de cualquier prueba para una sanción por ello al Primer
Mandatario.
En el caso de la ID, ésta fue la ocasión para darle mayor contundencia a sus
acusaciones de violaciones a la ley electoral, por el financiamiento de la
campaña presidencial de Gutiérrez, que convirtió en escándalo hace meses y que
los catapultó como el partido de oposición al gobierno, algo que aliviaba en
algo el dolor que le causó a su caudillo, Rodrigo Borja, la contundente derrota
que sufrió como candidato presidencial frente a la propuesta programática de
unidad popular que llevó a la presidencia a Gutiérrez.
La ID sacó buenos frutos de esa actitud en el último proceso electoral, y su
interés es potenciarlos aún más, superando incluso al PSC en sus proyecciones
presidenciales para el 2007. En el fondo, la ID no representa el cambio que su
oposición aparenta, pues también tiene relaciones con grupos económicos de poder
en el país, por lo cual su acción política hay que ubicarla dentro del grupo de
los poderosos en pugna.
Pachakutik siempre será un rompecabezas, primero porque mientras parte de su
cúpula actúa con una lógica socialdemócrata institucionalista, que lo vuelven un
partido más del stablishment - y por eso mismo, fácilmente absorbible por la
ID-, como por el conflicto de intereses que otra parte de esa cúpula produce en
esa organización. Su bloque legislativo refleja lo que una parte de sus
direcciones intermedias viven; es decir, una división en la actuó directamente
el gobierno. Lo que hace Pachakutik en este escenario está cruzado por la lucha
constante de evitar que se termine de fracturar el movimiento indígena que
dirige, pues de las tres regionales de la CONAIE, dos se muestran gobiernistas,
y solo una, la ECUARUNARI, sigue sosteniendo posiciones de avanzada.
Decíamos que este conflicto se expresa en el bloque legislativo porque no han
sido pocas las ocasiones en que varios de sus diputados se han salido de la
línea partidista del bloque y se han alineado con posiciones gobiernistas. Hoy
se conoce a estos diputados como parte de los posibles comprables en el mercado
de votos del Parlamento.
El interés de Pachakutik queda claro en la decisión de primero 'despachar' el
juicio político contra Antonio Vargas, que es parte sustancial del acuerdo que
ese partido tuvo con el PSC y la ID para el método Imperiali, pues con ello
golpea a uno de sus principales enemigos, quien ha erosionado gravemente la
organización indígena.
Lo de ser un partido parte del establishment, se demuestra en la acusación misma
que presentó Pachakutik contra Gutiérrez. Hablan de que el Presidente a cometido
el delito de 'atentar contra el orden interno y la seguridad pública' al incitar
a la población a incendiar las cortes del país ¿y la traición que Gutiérrez
infringió a la propuesta programática que llevó al triunfo a la alianza 3-18?
¿No es razón suficiente para ser destituido?
Quien más bien recoge esos elementos políticos que siempre fueron parte central
de la acción de los movimientos sociales, antes que elementos enmarcados en lo
estrictamente institucional es el bloque del Movimiento Popular Democrático, que
habla principalmente de que el Presidente ha traicionado la confianza que el
pueblo depositó en él y sus ofrecimientos de campaña, como en lo que se refiere
a la política externa. Acusa al Presidente 'de implantar una política
internacional lesiva a los intereses nacionales, que no consolidan la soberanía,
frente a los riesgos que implica la ejecución del Plan Colombia', por lo cual lo
acusan de delitos que atentan contra la seguridad del Estado y de traición a la
patria.
Si al final el juicio se archiva, lo cual sería un golpe político fuerte
principalmente para el PSC, los problemas y las violaciones constitucionales del
Presidente siguen ahí. La lucha popular también sigue ahí por su destitución,
pero con una propuesta no de 'sucesión constitucional', como los
institucionalistas evocan, sino con una propuesta de gobierno popular que esta
vez sí cumpla con el proyecto político que Gutiérrez traicionó y que sigue
vigente en la conciencia de los pueblos.