Latinoamérica
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Mesa y las petroleras
Andrés Soliz Rada
Rebelión
"Ahora deben hablar las regiones". Tal la expresión del Presidente Carlos
Mesa, en respuesta al Proyecto de Ley de Hidrocarburos, de contenido
nacionalista, aprobado el 20 de octubre pasado, por la Cámara de Diputados. Mesa
no se refirió a todas las regiones, sino a Santa Cruz y Tarija, donde se ha
concentrado la influencia de las petroleras. Las dirigencias cívicas de ambos
departamentos, de acuerdo a lo previsto por el Jefe de Estado, rechazaron el
proyecto y exigieron la realización inmediata de un referéndum que imponga el
federalismo o las autonomías.
A fin de neutralizar la rebelión popular del 17 de octubre de 2003, que derrocó
a Gonzalo Sánchez de Lozada (GSL), Mesa prometió referéndum, asamblea
constituyente y una nueva ley de hidrocarburos que permita al país recuperar la
propiedad de sus hidrocarburos, incrementar sus tributos al 50 %, industrializar
el gas y re fundar YPFB. Desde entonces, sus esfuerzos se volcaron a incumplir
sus promesas. El 20 de abril de 2004, envió al Parlamento un primer proyecto de
Ley, que carecía de las características anotadas. El 18 de julio, se realizó el
referéndum sobre los hidrocarburos, con preguntas tan confusas, que hacían
prever el caos que hoy se vive. Días después, envió un segundo proyecto,
denominado Ley Corta, por el que se facultaba al Ejecutivo a resolver, mediante
reglamentos, los problemas centrales de la actividad petrolera. El nuevo
borrador fue redactado por el asesor norteamericano J. Sallivan, previo pago de
$US 123.000 (cedib.org, de 24-X-04). Un tercer borrador del Ejecutivo fue
reemplazado por el Proyecto de los diputados al que hicimos referencia.
En forma previa, Mesa trató de condonar impuestos a las petroleras por 80
millones de dólares. Autorizó la monetización de parte de las acciones de los
ciudadanos bolivianos que se hallan en manos del denominado Fondo de
Capitalización Colectiva (FCC). Los puestos claves del manejo de la economía del
país permanecen en manos de adherentes del "gonismo". Resulta curioso, por decir
lo menos, el irrestricto apoyo que las dirigencias cívicas de Tarija y Santa
Cruz brindaron en todo momento al ex presidente GSL, quien nunca disimuló su
apego al centralismo como forma de controlar al país, en tanto que esas mismas
dirigencias enfrentan a Mesa, a veces muy duramente, pese a que este proclama su
adhesión al proyecto autonomista.
Los "barones" del estaño (Patiño, Hoschild y Aramayo), impusieron la visión
centralista de la República, quienes, aliados a los latifundistas del altiplano
y valles, consolidaron el poder de la oligarquía minero-feudal, que sometió a
Bolivia hasta la revolución del 9 de abril de 1952. La derrota de la revolución
nacional impulsó el poderío económico de GSL, quien, como heredero de los
"barones" del estaño, hizo prevalecer su visión centralista, en virtud de la
cual la economía boliviana debía girar alrededor de la minería. Se deduce, de lo
anterior, que las dirigencias cívicas de Santa Cruz y Tarija están siendo
utilizadas por transnacionales, cuyos intereses son ajenos a los del país. Así
el eje Mesa, cívicos y petroleras, respaldado por embajadas de países
imperiales, organismos internacionales y los presidentes de Brasil y Argentina,
busca impedir que Bolivia cuente con una ley que detenga la succión de sus
recursos energéticos.
En estos momentos, nuevos gasoductos se están construyendo de Argentina a
Bolivia. Antes del referéndum (es decir sin consultar a la ciudadanía), Repsol
Bolivia reanudó, a precios subvencionados, la venta de 4 millones de metros
cúbicos diarios (MCD) a Repsol Argentina y Petrobrás. Esta operación contó con
el apoyo del opositor Movimiento al Socialismo (MAS), de Evo Morales. Sin
esperar la nueva Ley de Hidrocarburos, el volumen anterior fue aumentado a 6.5
millones de MCD. El 14 de octubre último, Kirchner y Mesa suscribieron una carta
de intenciones para asegurar otro incremento que llegará a 20 millones de MCD
adicionales, apenas los gasoductos estén concluidos. El eje de referencia
coincide en el apuro de llevar el gas boliviano a México y EEUU. Las autonomías,
basadas en la necesidad de construir una sociedad más justa y participativa,
deberían servir para estructuras un bloque defensivo frente a las petroleras y
no para astillar al país por tratar de defenderse.