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Autonomia agitada por petroleras
Antonio Peredo Leigue
Repitiendo el entrampamiento que le obligó a firmar un compromiso electoral
para llevar el gobierno a Sucre, el presidente Carlos Mesa declaró que apoyará e
impulsará el referéndum por la autonomía regional exigido por el comité cívico
de Santa Cruz.
Formado y dirigido por los empresarios de esa región, que siempre han asumido
posiciones separatistas, el Comité Cívico pro Santa Cruz, está agitando una vez
más la exigencia autonomista, apoyada ahora por su par de Tarija, cuyo dirigente
es conocido por su apego a los intereses de las transnacionales petroleras.
La intención regionalista está claramente orientada a preservar los exagerados
beneficios que tienen las empresas extranjeras que manejan el negocio de los
hidrocarburos en Bolivia. El argumento es que, si se modifican los contratos,
las empresas se irán y el país perderá incluso los pocos ingresos que
actualmente tiene, buena parte de los cuales se entregan directamente a las
regiones productoras. Por supuesto, ese argumento lo esgrimen las propias
empresas, pero tiene, aparte del apoyo comiteísta, el del mismo gobierno de
Carlos Mesa.
El negocio en peligro
Un negocio que, en las condiciones actuales, ronda los mil millones de dólares,
reporta a Bolivia una cifra inferior a los 90 millones. En algún momento, hace
más de un año, un representante de las petroleras hizo una sincera confesión: el
riesgoso negocio del petróleo (que abarca al gas) es bueno, si tiene un
beneficio de 3 a 1; hay contratos muy ventajosos que suben ese beneficio a 10
por 1; en Bolivia, los rendimientos son muy superiores.
Lo que pide el pueblo, según votó en el referéndum del 18 de julio, es el 50 por
ciento del valor en boca de pozo. Manteniendo los niveles actuales, el beneficio
nacional sería de alrededor de 200 millones de dólares.
Esto es lo que escandaliza a las empresas, que trajeron a un alto funcionario
del gobierno norteamericano para amenazar al país con la aplicación de
sanciones. Los empresarios cruceños toman banderas a favor de las explotadoras;
los comiteístas de Tarija corean muy entusiasmados la consigna empresarial: ¡el
negocio está en peligro!, ¡hay que impedir que la plebe se beneficie!
Autonomía a todo dar
No podían haber encontrado argumento más perverso que la bandera
autonomista, para defender a los consorcios internacionales.
La autonomía es un proceso que se orienta a descentralizar un poder que, en
Bolivia, se ha hecho perjudicial al desarrollo nacional. Regiones autónomas que
emprendan el desarrollo con fuerzas propias, contando con el apoyo del conjunto
nacional.
Pero no es así como los comiteístas ven el tema. Han proclamado que quieren la
autonomía para decidir, por su cuenta, qué hacer con los hidrocarburos. Es
decir, lo que quieren es que los empresarios locales lleguen a arreglos con las
transnacionales para continuar el manejo de esta riqueza en las condiciones
actuales y, talvez, sobredimensionando los volúmenes de explotación.
En esas condiciones, ya no se trata de autonomías. De lo que se trata es de una
política separatista. Tan clara es tal postura, que los separatistas han
anunciado que, si su demanda no es atendida, convocarán a un referéndum local e
incluso a una Asamblea Constituyente de Santa Cruz, talvez con el acompañamiento
de sus pares de Tarija. Mal hace el presidente Mesa en asumir posición al lado
de esa exigencia, claramente desintegradora del país.
Ni Ley propia ni Constituyente soberana
Los abanderados de esta posición, de hecho, quieren convertir al país en un
protectorado en el que, tal cual sucede en Puerto Rico, las leyes sean dictadas
en la metrópolis y la soberanía sea una palabra vacía de sentido.
No se trata, por supuesto, de la pesadilla indigesta de un grupo de empresarios.
La causa esencial es la explotación del gas. Este negocio ha motivado ya dos
guerras de ocupación en Asia y toda una política de desestabilización contra el
gobierno de Chávez, en Venezuela. En Bolivia, bien puede llevar a un golpe de
estado, a la agitación regional, a la intervención extranjera e incluso al
separatismo. Ya sufrimos, en el pasado, varios desmembramientos, por la codicia
de las riquezas naturales (salitre, guano, caucho, petróleo).
La aprobación de la nueva Ley de Hidrocarburos y la realización de la Asamblea
Constituyente, son la garantía de que no aceptaremos las imposiciones de las
empresas petroleras.