Latinoamérica
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Damián Sarrabayrouse
mvd2@adinet.com.uy
Según el almanaque occidental, y por supuesto, cristiano, la celebración del
próximo carnaval se adelantará tres semanas en el año 2005, figurando como
feriados no laborables, en el caso de Uruguay, los días 7 y 8 de febrero. Aquí
conviene aclarar, que el motivo de estos días festivos tiene pocas connotaciones
religiosas, ya que el uruguayo es un Estado laico por excelencia, desde
comienzos del siglo pasado.
Sin embargo, restando menos de dos semanas para las elecciones generales que
pueden significar un punto de inflexión en la historia política, no solo de este
pequeño pero codiciado territorio, sino de América latina toda, parece que
algunos viejos conocidos, comenzaron a sufrir cierto síndrome pre-catástrofe, y
decidieron adelantarse a la mayor celebración popular uruguaya, mundialmente
conocida por la explosión de colores, ritmo de tambores y algarabía popular,
donde la mayoría de los participantes de los distintos conjuntos, se disfrazan
con vistosos trajes y pintan sus caras con envidiable arte, caracterizando
distintos personajes y aspiraciones colectivas.
Es así, que desde determinados sectores, en particular del Partido Colorado, hoy
gobernante, y al borde de la cuasi extinción, según las encuestas más
auspiciosas, pero también desde el sector más conservador del partido Nacional,
comenzaron a revolver en los arcones en busca de viejas caretas, disfraces
apolillados y tambores agusanados, y a reciclarlos uno sobre otro en una
verdadera incontinencia de acusaciones, agravios, toneladas de bosta convertida
en papel picado, metros, horas de publicidad, con spots que no terminan de salir
al aire y ya son reemplazados por otro más incoherente.
Tal cual lo habían previsto los principales dirigentes del MPP, amplio
movimiento donde confluyen diferentes vertientes de la izquierda y con más
adhesión popular que todo el artrítico partido de Batlle y Ordoñez, el ataque
final comenzó puntualmente.
Y si no fuera porque está en juego, nada menos que la supervivencia misma de lo
poco que han dejado de esta democracia renga, tuerta y medio lela, podríamos
reinos a carcajadas del espectáculo dantesco que nos está brindando el ex
presidente, y viejo zorro Sanguinetti, junto a sus más cercanos alcahuetes, y
unos cuantos idiotas útiles en los medios de comunicación.
Como no tienen tiempo de cambiarse el disfraz, los van superponiendo uno sobre
otro llegando a conformar una grotesca masa informe, que sería merecedora del
primer premio en el Concurso Oficial de Agrupaciones Carnavalescas, celebrado
durante todo el mes de febrero en el imponente Teatro de Verano del Parque Rodó.
Así, pudimos verlo hace muy poco a Sanguinetti, alias el cejas, disfrazado de
Abuelito de Heidi, prohibiendo la utilización de sus palabras públicas, en
denuncias de la izquierda. Y hoy, se pone apresuradamente el traje de Lobo
feroz, para defender la difusión de un vídeo manipulado, donde pretende acusar a
la izquierda de asesina y autoritaria, por tener entre sus filas y principales
referentes populares, a ex guerrilleros. Pero inmediatamente, ante la acusación
de los aludidos y de algunos medios más independientes, de estar ensuciando la
cancha y de retornar a un viejo discurso fascista, ahora se pone el disfraz de
Caperucita y nos explica, muy amablemente, que en realidad la campaña la ensució
la izquierda con una nota, de una revista amarilla del interior que acusaba
falsamente al candidato blanco de pegarle a su mujer, y con argumentos similares
termina concluyendo, con una lógica tan forzada como perversa, que en realidad
los únicos que defienden la democracia y las libertades públicas son ellos (los
colorados, claro).
Mucho habría para contar de los innumerables dislates, acusaciones sobre
acusaciones llegando a niveles exasperantes, pero lo importante es destacar,
ante este esperado enrarecimiento del clima, la actitud responsable y
estratégica del Encuentro Progresista, de no caer en el juego de la provocación,
aunque por ahí apareció una voz en off hablando maliciosamente de las
sanguijuelas, lo que obligó a Sanguinetti, ya sin descanso, a vestir un enésimo
traje de víctima y a autoproclamarse destinatario exclusivo del sangriento mote.
A confesión de parte, relevo de pruebas, adujeron otros.
Pero la mala memoria, a diferencia de otras enfermedades propias de la edad, es
una dolencia muy peculiar, que solo ataca de a ratos, justo en el momento
preciso y necesario, algo así como el dolor de panza aquel que nos doblaba a la
mitad el día del examen de matemáticas, cuando aún transcurríamos por la escuela
primaria. Por eso, Sanguinetti olvida rápidamente el pasado de los militares
genocidas, con los que siempre se llevó muy bien, libres e impunes gracias a una
ley aprobada por el parlamento y sostenida por la ciudadanía en un plebiscito, y
nos invita amablemente a dar vuelta la página, de la historia y no revolver más
las heridas...., pero recuerda con la misma celeridad, que algunos que hoy
pueden alcanzar el gobierno por mayoritario apoyo popular, tomaron las armas en
ese oscuro tiempo para enfrentar el autoritarismo de los presidentes a los que
el sirvió y vistiéndose con las ropas del pastor evangelista que nos arenga
desde lo alto a rechazar a Satanás, machaca día y noche con que si los tupamaros
que secuestraron y asesinaron, llegan al gobierno, se termina la democracia en
el Uruguay, para lo cual ha mandado a su escuadrón de obsecuentes a reabrir
archivos, cerrados por él mismo, para acusar a los tupamaros hasta de la muerte
de Gardel, si no hubieran transcurrido treinta años entre el accidente de
Medellín, y la aparición de los primeros.
Es en este contexto, triste, pero casi inevitable que la amplia mayoría
progresista de este país, haciendo gala de una conciencia democrática y
pluralista que muy pocos pueblos en el mundo pueden mostrar con orgullo, deberá
tolerar sin responder al disparate, pero con la suficiente alerta y capacidad de
movilización, para abortar a tiempo lo que puede terminar en actos desesperados
de violencia provocada, para crear un clima de inestabilidad y terror antes del
acto eleccionario.
Afortunadamente, allá afuera, detrás de las paredes de los estudios de TV, y de
las redacciones de los diarios, la realidad insiste con su irresponsable
terquedad, y parece no enterarse de que hay un señor muy viejo con unas cejas
enormes, que gesticula, transpira, adquiere colores imposibles, ruge y se
estremece, con un largo, aburrido, y solitario estertor final.
La realidad, que es ciega e inconmovible, se viste de colores brillantes en
todos los barrios de la capital, se trepa a los arboles y los engalana para
recibir la primavera, se sube a un viejo camión convertido en tablado rodante y
lleva la voz, la música, el canto y la alegría de cientos de artistas a todos
los rincones de la ciudad, baila con la gente en las esquinas haciendo tronar
ancestrales tambores, y anticipándose, quizás, prepara las gargantas de todo un
pueblo, para entonar muy pronto una sola canción.
La realidad se pinta también la cara, con los colores de la bandera de Artigas,
la de la Patria Grande, los del cielo manchado con sangre, y se pone un bien
guardado traje de futuro y les pide a los botijas, un poco, solo un poco más de
paciencia, que cuando empiece por fin esta fiesta, esta si va a ser para ellos.
Porque el verdadero carnaval les pertenece.
Note: Nota enviada por Damián Sarrabayrouse, corresponsal de "Hipótesis" en
la República Oriental del Uruguay, el domingo 24 de octubre de 2004.