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Colombia: Hambre y pobreza en tiempos de rebelión
Revista Insurrección
Cuando en las Naciones Unidas los presidentes y dirigentes de los países del mundo discutían uno de los puntos de la agenda de la 59 Asamblea General, el tema del hambre y la pobreza, ese día morían de hambre 30.000 niños en el mundo. Así de catastrófica es esta realidad.
El presidente Lula da Silva calificó al hambre como la peor arma de
destrucción masiva que existe. Peor aún, diríamos con Frei Betto, pues es un
arma sofisticada, silenciosa, que posee el poder de discriminar de manera clara
quiénes son sus víctimas. El hambre golpea a los más pobres, a los más
necesitados, a los más desposeídos.
La pobreza y el hambre son una pandemia que se reproduce insistente, como
resultado de la injusta distribución de los recursos en el ámbito global y hacia
dentro de la mayoría de los países.
En estos días los periódicos y las revistas están llenos de cifras que aturden
el entendimiento. Son tan grandes que se convierten en incomprensibles. ¿Qué
significa que en el mundo vivan 800 millones de hambrientos? Incluso, que en
Colombia haya 33 millones de pobres de los cuales, según las estadísticas más
serias, 10 millones de compatriotas vivan por debajo del índice de la pobreza,
es decir en la indigencia material más abyecta?
¿A quiénes conmueven esas cifras? ¿Qué política gubernamental estratégica en
Colombia se ha diseñado para resolver este problema de lesa patria, a sabiendas
de las consecuencias negativas demostradas que tiene el hambre persistente sobre
la salud, la inteligencia, el crecimiento integral de las personas?
El gobierno alcabalero de Uribe le quiere imponer una tasa del 3% al Impuesto al
Valor Agregado (IVA) sobre el precio de los alimentos de la canasta básica. Esa
es su respuesta a la catástrofe humana que conlleva esta realidad nacional.
En el mundo llueven las propuestas para paliar esta hecatombe cotidiana. Se
podría con decisión política, sin tocar los elementos esenciales del sistema
capitalista financiar el desarrollo: Tasa del 0.1% de impuestos a las
transacciones de la especulación financiera, la llamada Tasa Tobin, cuyo recaudo
iría a un fondo mundial contra la pobreza (400 mil millones de dólares anuales).
Tasas a la compra de armamentos. El cumplimiento del acuerdo por el cual los
países más desarrollados sitúen un 0,7 % de su PIB como ayuda al desarrollo (
160 mil millones de dólares anuales). La condonación de la deuda a los países
subdesarrollados proveería la extraordinaria suma de 430 mil millones de
dólares.
El hambre y la pobreza son dos consecuencias desgraciadas del orden mundial
imperante. Son la clara muestra de su ineficacia para construir una sociedad
incluyente y justa. La globalización neoliberal ha resultado una catástrofe
social para la humanidad.
Si para la elite imperialista y oligárquica los resultados de este andamiaje de
exacción y explotación son exitosos, las consecuencias para la inmensa mayoría
de los humanos son desalentadoras y para millones mortal.
Las crisis sociales permanentes en que mantiene la imposición del modelo
neoliberal a las sociedades de los países de Africa, Asia y América Latina y el
Caribe, son el indicativo de la inviabilidad de este engendro capitalista. Todos
los índices de desarrollo humano de los países subdesarrollados muestran el
resultado inhumano de esta fina elaboración de las elites financieras mundiales.
El continente africano es un claro ejemplo de los resultados terribles de este
sistema mundial.
* La esperanza de vida al nacer es de 47 años, aunque en algunos países solo
alcanza 30 años.
* La tasa de mortalidad infantil es de 172 por cada mil nacidos vivos. Muchos de
los niños que logran vivir, mueren de enfermedades fácilmente curables como
diarreas, parásitos, malaria y otras.
* Solo 40 de cada 100 habitantes accede al agua potable.
* Treinta millones de africanos están enfermos de SIDA. Son el 70 por ciento de
los portadores que hay en toda la tierra.
La toma de conciencia pasa por la convicción de que estamos en una crisis de
humanidad. Un mundo unipolar, en manos de una camarilla de neoconservadores no
es viable y peligramos como especie. Los resultados de este estado de cosas, la
muerte de millones de seres humanos, las guerras de exterminio que arrasan con
pueblos enteros son consecuencia de esta visión fascista y malthusiana de la
vida y la muerte. El egoísmo y la codicia no pueden ser los ejes de la relación
entre los pueblos.
La condición de la deuda externa es insostenible. Los países deudores han pagado
ya 4.000 millones de dólares por servicio de una deuda que ahora es de 2,600
millones. Los países pobres financian así el jolgorio consumista e irracional de
los países más ricos.
La pobreza y la miseria del mundo son construidas. Los funcionarios del Fondo
Monetario Internacional y el Banco Mundial, reparten las recetas de país en
país, para sostener este inicuo sistema expoliador, representando realmente a
las transnacionales y a los bancos privados. La aplicación del Consenso de
Washington es su consigna. Su decálogo es el fundamento de los llamados planes
de Ajuste y Acuerdos bilaterales con los gobiernos de turno en nuestros países.
Sus ingredientes siempre traen la limitación profunda a la asistencia social de
los Estados, la restricción a la inversión productiva estatal, el robo del
patrimonio nacional con las privatizaciones, el saqueo de los recursos naturales
con la liberalización de la economía, el fin de las conquistas de los
trabajadores con la llamada flexibilización laboral, la obligación de regímenes
tributarios regresivos como el IVA y el control fiscal monetarista. Así se
construyen el hambre y la pobreza.
Todo esto con el fin principal de preservar los recursos del sacrosanto pago del
servicio de la deuda externa. El gobierno colombiano se ufana de su credibilidad
internacional y de ser un buen deudor. En su discurso oculta las consecuencias
sociales de esta caballerosidad.
El doblemente expresidente Cesar Gaviria, victimario nacional, retorna sin un
ápice de vergüenza. Su ya tristemente célebre Apertura Económica, que impuso el
modelo neoliberal en Colombia, plagó al país de pobres y hambrientos. Sus
émulos, Pastrana y Uribe, han reforzado el régimen con tremendas consecuencias
sociales, acompasadas con la debacle de los pobres de la tierra.
En el gobierno del presidente Uribe, cada hora 142 colombianos ingresan al
estrato de la indigencia. Más de 4 millones son desempleados. Más de 7 millones
sobreviven del rebusque.
Actualmente 2.5 millones de niños trabajan, de ellos 800 mil tienen menos de 11
años. De 700.000 niños que nacen anualmente 34.000 no cumplen un año de vida.
37.000 niños duermen diariamente en las alcantarillas.
Son más de tres millones los desplazados de un campo donde el 1% de propietarios
posee el 50% de la tierra y el 0.2% posee el 47 % de las tierras cultivables
La ineficiencia manifiesta, la incapacidad gerencial, la falta de voluntad
política, la corrupción, son el signo de este gobierno de ricos y paramilitares.
Un régimen que no provee ni siquiera la posibilidad de trabajo, mucho menos la
posibilidad de bienestar, está llamado a ser barrido por la justísima rebelión
de los pobres.
Organismos que son parte de la institucionalidad como el DANE, la Contraloría,
la Defensoría del Pueblo, el ICBF (Instituto Colombiano de Bienestar Familiar),
mantienen las alarmas prendidas y sus informes concuerdan con los de las ONGs
humanitarias. Es tan profunda la condición de crisis, tan manifiesto el desastre
que no puede ocultarse y la dignidad de los funcionarios o su sentido de
humanidad está por encima de la funcionalidad y la gobernabilidad del unanimismo
uribista.
El hambre y la pobreza conllevan la respuesta del pueblo. Eso lo sabe la
oligarquía y por eso paramilitariza el país. El control y la represión se
convierten en la única posibilidad de gobernar para la oligarquía. El
autoritarismo se impone para poder contener el mar de pueblo que seguro arrasará
con todos los responsables de esta situación insostenible.
Uribe es un alumno aventajado de Bush y su corte de criminales de guerra. El
emperador impone la fuerza en el mundo para mantener el status imperante, se
apoya en el discurso único y refuerza el andamiaje de los privilegios y de la
ausencia de justicia social. En Colombia Uribe realiza su Reality Show y despeña
la gobernabilidad y la legitimidad por cuenta de la necesidad de mantener las
condiciones de privilegio e injusticia.
Paramilitarizar es contener la respuesta de los hambrientos y los pobres. Un
régimen de ultraderecha se impone sobre la sangre de miles de colombianos.
Gaviria, Hommes, Montenegro, Echevarria, Santodomingo, Ardila Lulle, Sarmiento
Angulo, etc., todos desde sus madrigueras apuntalan. Los medios y los políticos
del partido único de la oligarquía enredan la opinión, esconden la realidad.
Resolver el problema acuciante de la pobreza y el hambre no está en la agenda de
los dueños del poder, ni en Colombia, ni el mundo. Los pueblos impondrán una
salida por las buenas o por las malas.
Todos sabemos que es imposible contener la ira de los pueblos.