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Latinoamérica

5 de enero del 2004

Colombia: La captura de Simón Trinidad, Uribe y la prensa


Lázaro Fuentes Girardot


En medio del jolgorio y la embriaguez por la captura del comandante Simón Trinidad, destacado miembro de las FARC-EP, la prensa colombiana ha corrido sin escrúpulo alguno a reproducir las diferentes informaciones proporcionadas por la inteligencia militar, al parecer la única fuente que los medios colombianos consultan. Los titulares son variados, veamos: "Capturado "Simón Trinidad" miembro del secretariado de las FARC", "líder de finanzas de las Farc y número cuatro de la cúpula subversiva", "cuarto hombre en importancia en las FARC", "miembro del estado mayor", "jefe del bloque José Maria Córdova", "Jefe del bloque Caribe", "comandante del frente 19 y 41", "coordinador de finanzas de las FARC", etc

Uno de los grandes retos que se ha propuesto el gobierno de Uribe Vélez, para legitimar su fracasada política de "seguridad democrática" es la captura de un importante jefe guerrillero, preferiblemente de las FARC. Necesita Uribe un hecho en el campo de la guerra que pueda mediatizar convenientemente y le dé un respiro ante tanto desgaste político. Así que sin duda, como ya lo está haciendo, acrecentará el rango y la importancia del comandante guerrillero capturado.

Y es que los reveses sufridos por Uribe Vélez en los últimos meses son muchos, entre otros, el fracaso del referéndum, el adverso resultado de las elecciones, las reiteradas críticas nacionales e internacionales por el "estatuto antiterrorista" esperpento que condensa toda la política represiva desarrollada en los últimos 40 años, la lluvia de críticas por su negativa a adelantar un acuerdo humanitario, etc.

Pero sobretodo el desgaste de su política de "seguridad democrática" que en realidad sólo ha servido para reprimir indiscriminadamente a los sectores populares y organizaciones sociales y políticas. A granel ingresan personas a la cárcel que luego debe soltar el Estado ante la imposibilidad de demostrar su culpabilidad por los cargos imputados.

El solitario presidente ha decidido superar las adversidades sufridas en el campo de batalla, haciendo e intentando ganar la guerra a través de la prensa; ante la incapacidad de mostrar resultados realmente positivos contra la insurgencia, ha recurrido a ascender de rango a cuanto guerrillero logra capturar o incluso a otorgar alto rango jerárquico a civiles acusados de pertenecer a las filas insurgentes.

Es claro que las guerras modernas no se ganan sólo en el frente militar, se ganan también en el frente mediático. En Colombia el actual régimen político cuenta con una gran maquinaria "informativa", que funge en la práctica más como aparato propagandístico que como sistema mediático independiente.

La subordinación de la prensa a las estrategias políticas del gobierno está determinada, en lo fundamental, por la pertenencia de los medios a los mismos grupos económicos que el gobierno representa; dicho de otra manera, los medios de comunicación y el gobierno pertenecen al mismo dueño.

Cuando la lógica informativa se basa en "vender una idea" y no en informar verazmente, se abandona la ética periodística, se olvida el rigor investigativo, la consulta de varias fuentes deja de ser un principio básico de la profesión y la profesión misma deja de tener sentido, en cuanto el trabajo del periodista termina limitado a lo propio de una sala de edición.

Esto ocurre hoy en día no sólo en Colombia, sino en casi todo el mundo, pero Colombia es un país en guerra, donde hay dos partes enfrentadas; de un lado el Estado, representante de los diferentes grupos económicos y de poder, que hace la guerra militar a través de un muy bien mantenido aparato militar y paramilitar y de otro lado las guerrillas, expresión armada de diferentes sectores populares.

La gran prensa está del lado estatal y como tal participa en la guerra. En el régimen político actual su papel es el de aplicar un principio básico y caro al pensamiento político que representa Uribe: "repetir una mentira hasta hacerla parecer verdad".

Así, la muerte de algunos cuadros guerrilleros y la captura de otros han sido presentadas como grandes golpes a "las cabezas de la subversión", cuando es normal que en la guerra haya bajas, que mueran combatientes en el fragor del combate - combatientes de todos los rangos, incluidos jefes guerrilleros pues éstos, a diferencia de los jefes del ejército oficial, van al combate.

Pero de lo que se trata ahora es de magnificar cualquier acción o golpe a las fuerzas insurgentes. Sin embargo, en medio de su desesperación por presentar resultados, el régimen termina mostrando sus incongruencias informativas. Todos los guerrilleros capturados terminan ascendidos de rango, siendo responsables y actores materiales de grandes operaciones y casi siempre jefes de finanzas. No importa que sean capturados en el sur, en el norte, el oriente o el occidente, todos terminan siendo acusados de los mismos hechos. ¿Será que los guerrilleros colombianos tienen el don de la ubicuidad?.

Un seguimiento a las informaciones de prensa deja claras varias contradicciones en la política informativa del Estado. Veamos tres de ellas:

1) aunque se presenta el actual como uno de los momentos donde más golpes se le han propinado a la insurgencia, en el último año ha bajado el número de combatientes irregulares muertos;

2) según la prensa los golpes a las FARC en el departamento de Cundinamarca han sido tan certeros que ésta ya no existiría, pero al mismo tiempo se habla del gran poder de los "terroristas" en los alrededores de Bogotá;

3) se habla de miles de guerrilleros capturados, pero cuando se necesita aumentar el presupuesto de las FFAA, entonces se informa del vertiginoso crecimiento de las guerrillas.

Son las incoherencias normales de la mentira y del afán de mostrar resultados donde no los hay. En este contexto mediático, la captura del comandante Simón Trinidad, va a ser instrumentalizada al máximo por el Estado, en primer lugar magnificando el hecho y la importancia del jefe guerrillero y en segundo lugar mostrando la eficacia de su política autoritaria. Ya se lee y se escucha a los analistas del régimen hacer sendos pronósticos sobre el fin de las guerrillas a través de la derrota militar de éstas, eterna obsesión de los guerreristas colombianos, que confunden sus deseos con la realidad.

El comandante Trinidad es sin duda un gran cuadro de las FARC, de sólida formación académica y política, así lo demostró en el papel de negociador en el proceso de diálogos del Caguán. Un revolucionario ejemplar, al decir de miembros de las FARC, de convicciones seguramente bien puestas, no de otra manera se explica que haya abandonado las comodidades que le otorgaba el pertenecer a una pudiente familia, para asumir la dura vida guerrillera. Su dignidad de revolucionario la estampó en las arengas que soltó cuando era conducido por sus carceleros: ¡Vivan las FARC, viva Bolívar!

En reciente comunicado expedido por el estado mayor de las FARC-EP, donde presenta la composición de su nuevo Secretariado, no aparece el nombre de Simón Trinidad; tampoco existe documento alguno que demuestre que es miembro de su estado mayor y, aunque siempre se presentó como una persona con alguna responsabilidad en el bloque Caribe, jamás se ha presentado como su comandante. El país lo conoce como un brillante dirigente que integró en un inicio el comité temático de las FARC y luego su comisión negociadora, antes de ser designado como uno de los voceros oficiales para los contactos que permitan un canje o acuerdo humanitario.

¡Seguimos en la lucha! respondió Trinidad al preguntársele si esto significaba un duro golpe a las FARC. Los sesudos analistas que vaticinan la muerte de las guerrillas olvidan, o no quieren reconocer, que si bien la falta de uno de sus miembros es un golpe para cualquier organización humana, máxime cuando se trata de un dirigente, las FARC son ante todo una organización política con gran experiencia y una estructura orgánica que les permite formar permanentemente cuadros dirigentes y al mismo tiempo un ejército dotado de mandos bien capacitados en la disciplina militar.

Ahora Uribe Vélez y sus generales harán gala de las bondades y eficacias de su política de "seguridad democrática", destinarán más recursos para la guerra contra el pueblo colombiano y pedirán más apoyo internacional, pero es bueno recordar que no es lo mismo dar de baja o capturar un combatiente en el fragor del combate en montañas, selvas y poblados colombianos que hacerlo indefensamente mientras camina por alguna calle de cualquier ciudad.