Internacional
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¿Dónde está Luis Posada Carriles?
La huida de un terrorista
Carlos Fazio
Masiosare
Indultado por la ahora ex presidenta panameña Mireya Moscoso, Posada Carriles
–responsable, entre muchos otros actos terroristas, del bombazo a un avión en el
que murieron 73 pasajeros– se "esfumó" luego de aterrizar en Honduras
EL 26 DE AGOSTO, tras ser indultado por la presidenta saliente de
Panamá, Mireya Moscoso, el terrorista y mercenario de origen cubano Luis
Faustino Posada Carriles se "esfumó" en San Pedro Sula, 240 kilómetros al norte
de Tegucigalpa, la capital hondureña, adonde había llegado en un vuelo privado.
Los otros tres delincuentes perdonados, Pedro Crispín Remón, Gaspar Jiménez y
Guillermo Novo Sampol, naturalizados estadunidenses y quienes, como Posada, han
sido colaboradores de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y especialistas
en "operaciones encubiertas" durante más de cuatro décadas, siguieron el viaje a
Estados Unidos, donde fueron recibidos como "héroes" por la mafia anticastrista
de Miami, que cuenta con la protección del gobernador de Florida, Jeff Bush,
hermano del actual inquilino de la Casa Blanca.
Un día después de recibir el indulto, el presidente de Honduras, Ricardo Maduro,
admitió tener "información de un vuelo que ingresó irregularmente al país con
cuatro personas, las cuales entraron con pasaportes y nombres falsos". Luis
Posada Carriles habría ingresado a Honduras con un documento legal de Estados
Unidos a nombre de otra persona, que, se dice, su dueño "perdió" en Costa Rica.
Todos se acreditaron como "hombres de negocios". Inclusive, se maneja la
hipótesis de que pudieron ser dos los aviones que trasladaron a los reos
perdonados, y que Posada habría encontrado ya santuario en una isla del Caribe.
La clandestinidad y evaporación de Posada Carriles en Honduras, a quien el
presidente Maduro ordenó "ubicar" para proceder a su "deportación", resulta un
tanto inverosímil. Según el director de Migración hondureño, Ramón Romero, el ex
agente de la CIA y criminal confeso –es responsable de una larga cadena de
atentados con explosivos, entre ellos el que se cometió contra una nave de la
compañía Cubana de Aviación, que explotó en pleno vuelo poco después de despegar
del aeropuerto de Barbados, en 1976, ocasionando la muerte de 73 pasajeros, y
contra varios hoteles cubanos la década pasada–, habría sido auxiliado por un
empresario cubano-estadunidense "no identificado".
La impericia de Romero contrasta con las investigaciones de medios de prensa
hondureños, que informaron que la mañana de ese jueves Posada fue identificado
en un hotel de San Pedro Sula cuando comía con el empresario Rafael H. Nodarse,
dueño del Canal 6 de la televisión local. Después se le perdió el rastro; Posada
desapareció de manera misteriosa.
El ministro hondureño de Seguridad, Oscar Alvarez, quien envió una "unidad
especial" de la policía tras Posada, informó el 29 de agosto que habían
localizado "unas viviendas" donde estaría "refugiado" el hombre cuya extradición
había sido solicitada al gobierno de Panamá por sus homólogos de Cuba y
Venezuela. La noticia sonó a mero trámite para ganar tiempo. Tres días después,
el mismo Alvarez, citando un "informante", sugirió que Posada había abandonado
Honduras y se encontraría en una isla del Caribe.
Ralph Nodarse y la CIA en acción
Una sombra de complicidad se proyecta sobre el presidente Maduro y el
responsable de la seguridad interior de Honduras. La preparación del indulto
otorgado por la ex presidenta Moscoso tuvo que estar combinada con el movimiento
de los terroristas. No es casual que el perdón fuera firmado en horas de la
madrugada y los reos hayan sido despertados a las cinco de la mañana con la
instrucción de que en 10 minutos debían salir para el aeropuerto. Además, la
operación "desaparición" contó con la confección de pasaportes falsos y la
contratación del avión (o los dos aviones) para la evacuación. Pero para que la
fuga de Posada resultara exitosa, tuvo que tener el visto bueno de alguna
autoridad migratoria hondureña.
Por decir lo menos, el gobierno de Honduras habría procedido en la coyuntura con
una ineficacia inexplicable. Con sólo interrogar a Ralph Nodarse el caso
pudo haberse cerrado. El emigrado de origen cubano Rafael Hernández Nodarse
(alias Ralph Nodarse) es una figura pública y notoria en ese país
centroamericano. Naturalizado estadunidense, Hernández Nodarse está casado con
una hondureña, reside en San Pedro Sula en Quinta Avenida, entre 25 y 26, y es
uno de los hombres más ricos del país. El y su hijo Joaquín, residente en
Circunvalación 26, son connotados traficantes de armas, aparte de sus
actividades públicas en la esfera de la televisión.
Además, el ministro de Seguridad hondureño, Oscar Alvarez, debe saber –porque
existe profusa documentación que así lo acredita–, que Hernández Nodarse hizo
parte de su capital por medio del contrabando de mercancía entre Colombia y
Estados Unidos. Y en algún archivero de su ministerio debe constar, que ya en
1985, Ralph Nodarse era el representante de la revista Girón,
órgano oficial de la Asociación de Combatientes de Bahía de Cochinos en
Honduras, y que ocupó ese cargo por lo menos hasta 1994. Es decir, fue una de
las piezas clave del entramado de veteranos de operaciones de contrainsurgencia
que dejó en ese país, como "células durmientes", el ex embajador de Estados
Unidos en Honduras, John Dimitri Negroponte, actual procónsul en el Irak
ocupado.
Los antecedentes de Hernández Nodarse se remontan a los años 60, cuando
comenzaron las transmisiones radiales con fines diversionistas en las
frecuencias de ondas medias de Estados Unidos contra Cuba. El habría sido uno de
los operadores de Radio Swan, emisora financiada en forma encubierta por
Washington para transmitir propaganda adversa a la revolución cubana desde la
isla del Gran Cisne, en una frecuencia de 1160 kHz. Durante la invasión
mercenaria por Playa Girón, Radio Swan transmitió mensajes en clave e hizo
llamamientos para levantamientos internos de la población y de los miembros de
las fuerzas armadas cubanas, al tiempo que impartía instrucciones en el arte de
efectuar sabotajes. La emisora –rebautizada luego como Radio de las Américas–,
operó bajo la cobertura de Gibraltar Steamship Corp., nombre de fachada
utilizado por la CIA.
En su libro autobiográfico Los caminos del guerrero, Luis Posada Carriles
señala que Hernández Nodarse lo ayudó en 1990, cuando fue herido de gravedad en
un atentado en Guatemala. "La gente de Miami (se refiere a la dirigencia de la
Fundación Nacional Cubano-Americana) se comunica con Rafael Nodarse para que me
dé apoyo. Rafael me lleva al mejor hotel de San Pedro Sula, el Copantl. Allí
permanezco durante dos meses. Rafael paga los gastos. Sus hijos Tadeo y Joaquín
me protegerán mientras dura mi lenta convalecencia. Rafael siempre estará cerca
de mi" (Los caminos del guerrero, 1994, página 376).
Posada Carriles y el Irán-contras
Otra punta de la madeja que arroja indicios sobre la desaparición de Luis Posada
Carriles en San Pedro Sula son sus viejos nexos con militares hondureños,
establecidos desde la época en que junto con su ex compañero de la Brigada 2506,
Félix Rodríguez (alias Max Gómez), formó parte del equipo del teniente
coronel Oliver North en la operación encubierta contra la revolución sandinista,
que derivó en el escándalo Irán-contras. Destacado en el aeropuerto militar de
Ilopango, en El Salvador, Posada se movió a sus anchas por varios países de la
región bajo los alias de Ramón Medina y Rivas López. Ya
establecido en Honduras, donde en 1992 fue interrogado por agentes de la FBI en
la embajada de Estados Unidos en Tegucigalpa, acerca de sus actividades en
Centroamérica durante la administración de Ronald Reagan (indagatoria que fue
clasificada como "secreta" y archivada sin que se le fincaran cargos
criminales), se mantuvo cerca del embajador estadunidense Crescencio Arcos, ex
consejero de "relaciones públicas" de esa misión diplomática en la época de John
D. Negroponte.
El embajador Crihs Arcos gestionó ante el gobierno de Honduras
autorización para que terroristas cubanos realizaran entrenamientos en campos
ubicados en ese territorio. Y Posada Carriles, que gozaba entonces de la
protección del jefe de las Fuerzas Armadas locales, general Luis Alonso Discua,
fue el hombre contratado por el Partido Unidad Nacional Democrática y su brazo
militar Armas del Pueblo (PUND-ADP), con sede en Miami, para entrenar a
terroristas de esa organización en el manejo de explosivos. Operaba en una casa
detrás del Instituto Agrario, en Tegucigalpa.
En enero de 1994, Posada Carriles se instaló en el Edificio Moncada, apartamento
401, en la avenida Juan Lido, colonia Ninites de Tegucigalpa. En sus planes
estaba atentar contra el presidente de Cuba, Fidel Castro, en caso de que éste
asistiera a la toma de posesión del mandatario electo de Honduras, Carlos
Roberto Reina. Un año después, según denunció Ramón Custodio, presidente del
Comité para la Defensa de los Derechos Humanos de Honduras, Posada organizó una
serie de atentados terroristas contra comerciantes de Tegucigalpa y San Pedro
Sula, que mantenían relaciones con Cuba. Además, era miembro del proyecto Somos
Uno, para eliminar a Fidel Castro, y fundó y dirigió un grupo paramilitar
llamado Mosca (Movimiento de Solidaridad con Centroamérica).
En 1997, Posada Carriles trabajaba en Propesa y se hacía llamar José Ramón
Medina. En octubre de ese año, el presidente de Honduras, Carlos Reina,
ordenó a la fiscalía local investigar una posible conspiración de
contrarrevolucionarios cubanos contra su persona. En esa fecha, dos bombas
estallaron cerca del mandatario, una de ellas en el garaje de su casa. Entre los
sospechosos estaban Luis Posada Carriles y el traficante de armas, Mario
Delamico. Ese año comienza la serie de atentados contra hoteles y centros
turísticos cubanos, perpetrados por una red de terroristas centroamericanos
organizada por Posada Carriles. Según The Miami Herald, Posada fue el
"cerebro gris" de esas acciones terroristas, que según The New York Times
fueron financiadas por el presidente de la Fundación Nacional Cubano-Americana,
Jorge Mas Canosa, conocido como El Chairman (ya fallecido).
En 1998, la agencia española EFE confirmó desde Miami que cinco años antes
Posada Carriles había planificado volar un barco cubano en Honduras y, además,
gestionó establecer una base secreta en ese país para lanzar ataques contra Cuba
con el apoyo de militares hondureños; se citó a Guillermo Pinel Cálix, quien
después sería inspector general de las Fuerzas Armadas locales. El despacho
consigna el ofrecimiento de 100 mil dólares a jefes militares hondureños y la
existencia de 250 mil para "gastos operativos".
En diciembre de ese año, la agencia estadunidense AP divulgó que desde 1985 se
custodiaban en Honduras pertrechos bélicos propiedad del contrabandista Mario
Delamico, según un acuerdo suscrito por el general Humberto Regalado con el
empresario panameño Enrique del Valle, representante de la firma Longlac
Enterprise. El acuerdo fue avalado por el presidente José Azcona Hoyos y
refrendado por sus sucesores. Las armas, que eran parte del trasiego para los
contras nicaragüenses operado por la CIA desde su base en Ilopango (acción
encubierta en la que participaba Posada Carriles), fueron ubicadas en el Comando
de Apoyo Logístico de las Fuerzas Armadas de Honduras, situado en las afueras de
San Pedro Sula. En noviembre de 2000, el ministro de Defensa hondureño, Edgardo
Dumas, ordenó la destrucción de las armas, valoradas en 2.7 millones de dólares.
Doña Mireya y El Renacer
Luego de su detención, en noviembre de 2000, junto con los otros tres
indultados, acusados de conspirar para asesinar al presidente Fidel Castro en el
marco de la Cumbre Iberoamericana celebrada en Panamá, la defensa de Posada
Carriles y sus compinches utilizó diversos ardides en su intento por liberarlos.
El argumento más socorrido fue el supuesto "delicado" estado de salud de Posada;
el mismo argumento utilizado en las casos de Augusto Pinochet en Chile y Miguel
Nazar Haro en México. En junio de 2002, Posada fue llevado a una clínica privada
para valorarlo. Su abogado, el ex recluso común panameño Rogelio Cruz,
destituido como procurador por corrupto, señaló entonces que "los exámenes
salieron muy mal" (cable de Notimex del 28 de junio de 2002).
El 8 de mayo de 2003, la presidenta Mireya Moscoso visitó la prisión El Renacer
y se "sorprendió" al observar la obra pictórica de uno de los reclusos. Se
trataba de Luis Posada Carriles, a quien, ¡por pura casualidad!, el Canal 4 de
la televisión panameña presentaba en esos días como "perseguido político del
régimen castrista", un "hombre anciano que padece varias enfermedades". Ya
entonces, expresiones de la señora Moscoso muy beligerantes contra Cuba,
arrojaban indicios de un posible arreglo de liberación. Está consignado en los
medios que durante su visita a El Renacer la ex mandataria panameña saludó a los
cuatro terroristas cubanos y que algo se habló de un posible indulto.
La complicidad de Mireya Moscoso en el desenlace resulta obvia. También existen
indicios de que el presidente de Honduras, Ricardo Maduro, fue parte de una
transacción que llevó a la "desaparición" de Posada Carriles en San Pedro Sula.
Pero es evidente que para que esto se diera hubo un tercer y poderoso actor que
desde las sombras movió los hilos de la trama: Estados Unidos. No hay que
olvidar que la CIA siempre protege a sus antiguos guerreros sucios.