Latinoamérica
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La manipulación del miedo
Editorial de Gara
Comienzan a imponerse las sospechas de que la alerta decretada por la
Administración Bush en Washington y Nueva York obedece más a intereses políticos
que a la existencia de indicios ciertos que avalen la amenaza de un ataque
contra centros financieros. Según desvelaban ayer los más influyentes diarios
estadounidenses, la «información muy reciente» de la que habló la Casa Blanca
para justificar su decisión no está actualizada y en buena parte es anterior
incluso al 11 de setiembre de 2001. Entre los líderes demócratas, comentaristas
y buena parte de la ciudadanía se está instalando la opinión de que cada vez que
el gobierno republicano sufre un revés como pueden ser los datos de la
investigación sobre el 11-S que desvelaron la existencia de graves fallas en los
servicios de información o intuye que algún rival político puede obtener cierto
protagonismo como ocurrió con la nominación de Jonh Kerry, de inmediato echa
mano de la «amenaza terrorista» para desviar la atención sobre estas cuestiones
que le resultan incómodas, para causar en la población la parálisis de la
reflexión que siempre produce el miedo y para avivar los instintos derechistas
que saltan como resortes cuando se produce una sensación de peligro e
inseguridad.
Esta utilización espuria del miedo resulta inmoral en sí misma, puesto que
pretende convertir a la población propia en rehén de su gobierno, destruyendo el
principio de la soberanía popular. Bajo falsos pretextos, se instauran de manera
permanente los estados de sitio o de guerra, que merman facultades básicas de la
ciudadanía. De manera que lo excepcional se hace cotidiano, alterando la
percepción de la realidad que acaba teniendo la sociedad, lo que supone una
forma inaceptable de manipulación. Afortunadamente, en ocasiones la población
despierta y reacciona, como ocurrió en el Estado español tras los atentados del
11-M y la infame manipulación que pretendió desarrollar el Gobierno de José
María Aznar.
Pero, además, este uso abusivo de continuas alertas que después se demuestran
falsas está produciendo, incluso entre las propias autoridades locales y
policiales, una sensación de fatiga y hastío, que puede devenir en que si en
algún momento la alerta es cierta y se presenta un peligro inminente, ni la
ciudadanía ni los servicios reaccionen de la manera adecuada. Es decir, cabe
concluir que la Administración de George Bush, por sus propios intereses, está
poniendo innecesariamente en peligro a la población de EEUU que dice defender. -