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Reseña: La trampa del consumo: la mercadotecnia del gran dinero en la vida de EE.UU.
Cómo se fabrica el amor a las posesiones
Richard York
En 1877, hablando en la Conferencia Powder River, el jefe Toro Sentado, de la
nación Lakota, dijo al hablar de los invasores europeos que destruían a su
pueblo y de su modo de vida. "[El] amor a la posesión es una de sus
enfermedades". Enfermedad, es un término adecuado porque no implica
necesariamente que el amor de posesión sea inherente a la naturaleza de los
invasores, sino más bien que la dolencia puede haber sido adquirida. Por ello,
todo erudito que desee ubicar el origen de la dolencia debería, como un
epidemiólogo, buscar sus fuentes y los posibles portadores que la transmiten.
Michael Dawson es un "epidemiólogo" de los mejores, a la busca del origen de la
enfermedad más insidiosa que aflige actualmente a los estadounidenses (junto con
un creciente segmento de la humanidad): el hiper-consumismo, el amor a la
posesión en su última forma. A pesar de lo que puedan decirnos los economistas
neoclásicos, la gente no posee un deseo inherente, insaciable, de consumir sin
fin. Más bien, el deseo de poseer y consumir tiene que ser creado. El propósito
de "The Consumer Trap" [la Trampa del Consumo] es analizar cómo se fabrica, y
quién y con qué intención lo hace.
Dawson llega a la raíz de la dolencia: el gran dinero y su aparato de
mercadotecnia y analiza cómo montan cuidadosamente la trampa del consumo, tanto
para atrapar como para infectar a sus víctimas, para asegurar que los ricos se
hagan más ricos y que los pobres sigan en manos de los poderosos. Dawson basa
gran parte de su análisis en los escritos de los propios especialistas
corporativos del mercadotecnia y muestra que son bastante francos respecto a su
propósito: generar beneficios mediante la manipulación de los pensamientos, los
sentimientos y la conducta de la gente. La mercadotecnia, en efecto, trata de
convertir las vidas privadas de la gente en sólo una parte más de una gran línea
que va de la producción al consumo. En breve, argumenta Dawson, el propósito de
la mercadotecnia es perpetuar el sistema capitalista y sus concomitantes
desigualdades. Así, Dawson nos muestra que la fuente del amor a la posesión en
el mundo moderno es más como el ántrax convertido en arma que como el virus de
la viruela. No se propaga fácilmente de un individuo a otro y vive libre en una
población, como quisieran que fuera los teóricos de la cultura del consumo. La
infección requiere más bien el contacto con una fuente concentrada que ha sido
cuidadosamente diseñada (en este caso por los adláteres de la mercadotecnia de
la clase capitalista) para su maligno propósito.
El fundamento teórico para el trabajo de Dawson proviene de Thorstein Veblen y
de eruditos posteriores, en particular Paul Baran y Paul Sweezy, que se basaron
en la economía política de Veblen para estudiar la era del capital monopolista.
Dawson argumenta que los teóricos de la cultura del consumo se apropiaron del
trabajo de Veblen y lo tergiversaron. Lejos de concentrarse en la conducta de
los consumidores individuales, la economía política de Veblen está firmemente
asentada en el reconocimiento del poder coercitivo de la elite económica. Dawson
logra, al mismo tiempo, despojar a los teóricos de la cultura del consumo de la
base de su trabajo y desarrollar un enfoque auténticamente radical del
consumismo utilizando adecuadamente el marco de Veblen que argumenta que el
capitalismo corporativo requiere la coerción clasista para expandir las ventas y
lograr la dominación social.
No se trata, sin embargo, de una obra de exhibición teórica abstracta. Dawson
permanece cercano a su propósito, nunca se aleja de su enfoque sobre la práctica
de la mercadotecnia. Una gran parte del texto se dedica a detallar el desarrollo
de la mercadotecnia para colocar nuestra situación actual en su contexto
histórico. Dawson hace llegar la pista de las tácticas modernas de mercadotecnia
a la "dirección científica de empresas" de Frederick Winslow Taylor de comienzos
del siglo XX. Escribe:
Harlow S. Person, en aquel entonces director general de la Taylor Society
argumentó que el propio capitalismo corporativo "iba a obligar" en última
instancia a sus firmas más importantes a un nuevo "sistema inclusivo de
dirección de empresa". Person bautizó el inminente sistema de "ingeniería de
ventas" y predijo que, una vez que se estableciera, los dirigentes corporativos
se verían próximos a la tarea de manipular las percepciones y las acciones de la
gente fuera del sitio de trabajo de un modo tan riguroso y adrede como ya habían
aprendido a actuar – gracias a las enseñanzas de Fred Taylor sobre la
organización en el sitio de trabajo – para enfrentar la tarea de diseñar la
actividad de los empleados en su puesto de trabajo. (páginas 17-18).
Person tenía toda la razón, como nos lo muestra Dawson. Los mercadotécnicos
modernos se basan en un inmenso aparato de investigación para determinar maneras
de manipular a la gente para que compre y use productos. El conocimiento
obtenido con una tal investigación no es sólo utilizado en la publicidad, sino
también en todo el proceso mercadotécnico desde el diseño de los productos a las
ventas. Por lo tanto, durante todo el siglo XX, la mercadotecnia fue
exhaustivamente taylorizada para que la conducta de la gente fuera del sitio de
trabajo fuera tan propicia a la acumulación de capital como sus actividades en
el sitio de trabajo.
Dawson muestra cómo la industria de la cultura se ha desarrollado
substancialmente más allá de lo que consideraron los eruditos preocupados de la
Escuela de Frankfurt, que analizaron la manipulación ideológica más sutil
(aunque seguramente poderosa) perpetrada por la elite económica. La
mercadotecnia hace que la producción capitalista de cultura sea mucho más
dirigida y enfocada, coaccionando a menudo a la gente para llevarla a la
sumisión por su simple, ineludible, ubicuidad. Las primeras dos frases de su
libro lo dicen todo sobre el tema:
Los grandes negocios en Estados Unidos gastan ahora bastante más de un billón de
dólares por año en mercadotecnia. Es el doble de los gastos anuales de los
estadounidenses en toda la educación pública y privada, desde la guardería
infantil hasta las universidades. (p.1)
La extraordinaria suma gastada en la mercadotecnia no se compadece con las
afirmaciones generalizadas de que la gente toma sus propias decisiones libres,
en gran parte, de influencia corporativa. O los mercadotécnicos son estúpidos (y
no lo son) o el dinero gastado en mercadotecnia se más que justifica por la
docilidad del consumidor. Considerando que una buena parte de la educación
pública y privada también sirve para favorecer los intereses de los capitalistas
– clases sobre mercadotecnia, negocios y economía neoclásica son los ejemplos
más obvios, pero la perspectiva capitalista también ha infiltrado la mayoría de,
si no todos, los aspectos de la educación en Estados Unidos, de historia y
literatura y física – hay que preguntarse si el estadounidense típico recibe
gran cosa en cuanto a su educación crítica.
Aunque las preocupaciones sobre la vigilancia gubernamental de nuestras vidas
"privadas" no dejan de tener motivos – especialmente durante el actual reino de
la extrema derecha paranoica, jingoísta y militarista en la política nacional
–deberíamos estar por lo menos igualmente preocupados por la penetración de los
mercadotécnicos en nuestros hogares y familias. Dawson señala que además del
control rutinario de nuestra conducta en el sitio de trabajo, no estamos libres
de la intrusión corporativa cuando lo abandonamos. No sólo somos atacados
abiertamente por la mercadotecnia directa – todo ese correo basura y esos
llamados telefónicos – sino nuestras condiciones demográficas y nuestro estilo
de vida, nuestro uso de Internet, y nuestras costumbres adquisitivas son
controlados y registrados cada vez que es posible para ser utilizados por los
investigadores de la mercadotecnia para ayudar a convertirnos en objetivos de la
mercadotecnia en el futuro. El Gran Hermano nos vigila, no sólo, o incluso
fundamentalmente, como lo hace el Ministro de Justicia John Ashcroft. Por su
parte, el fantasma de Frederick Taylor sirve de ojos al capital monopolista,
controlando todas nuestras conductas.
La discusión de la macromercadotecnia de Dawson (pp. 117-23) es especialmente
interesante, aunque desgraciadamente breve. La macromercadotecnia se refiere a
la dirección por la elite corporativa del contexto sociopolítico mayor,
particularmente la política pública, para que sea más propicia a los intereses
del capital. Dawson presenta varios ejemplos, uno de los cuales es la influencia
corporativa en el desarrollo del sistema Interestatal de Carreteras de EE.UU. La
aprobación de la Ley Federal de Ayuda a las Carreteras de 1956 fue una gran
ayuda para el capital, porque debilitó el transporte público y expandió
enormemente las oportunidades de mercadotecnia, en particular y evidentemente,
de los fabricantes de automóviles. La aprobación de esta ley y el apoyo federal
al desarrollo de carreteras que la siguió, no fueron accidentales, representaron
el producto de la intervención estratégica de los capitalistas en la política
pública. Una tal intervención continúa en nuestros días con la presión de los
lobbys políticos y el financiamiento de las campañas electorales por las
compañías automovilísticas y petroleras.
La macromercadotecnia es fascinante porque es mucho más abiertamente política
que otros aspectos de la mercadotecnia. En lugar de tratar simplemente de lograr
que la gente compre un producto específico, la macromercadotecnia trata de
estructurar todo nuestro modo de vida alrededor del consumismo. La
macromercadotecnia es especial para el capital monopolista porque en el
capitalismo de los pequeños negocios ninguna empresa individual tiene los
recursos para involucrarse en la macromercadotecnia y, además, aunque lo
hiciera, los beneficios serían demasiado difusos para que valga la pena. Sin
embargo, a medida que el capital monopolista expande y la competencia disminuye,
los grandes negocios tienen evidentemente más que ganar al trabajar, no sólo
para mercadear productos específicos, sino para asegurar que satisfagamos todas
nuestras necesidades y deseos y definamos nuestras vidas a través del
consumismo, porque una gran parte de los dólares del consumo terminarán en unos
pocas manos corporativas acaudaladas. Con seguridad este tópico es digno de más
de un tratamiento de siete páginas. No obstante, Dawson trata muchos aspectos en
este libro relativamente corto, así que se le puede perdonar que no considere en
detalle todos los tópicos.
Dawson realiza una proeza admirable al cerrar el libro en una nota esperanzadora
al discutir cómo podemos escapar a la trampa del consumo al "recuperar nuestras
macro-opciones". La propaganda capitalista ha tenido tanto éxito en Estados
Unidos que mucha gente acepta que no tengamos otra alternativa que nuestro
sistema actual de capitalismo corporativo: Es, o el capitalismo o el
totalitarismo del fascismo, o el stalinismo. La democracia y el capitalismo son
vistos a menudo como términos intercambiables, y nada puede estar más alejado de
la verdad. Dawson tiene toda la razón cuando escribe: "La mercadotecnia
corporativa moderna es, en último análisis, un instrumento para impedir el
gobierno democrático de las instituciones económicas de gran escala y las
grandes decisiones que toman" (p. 166). Aunque seguramente existen muchas otras
formas con las que el capitalismo suprime la democracia, la mercadotecnia se ha
convertido en uno de los instrumentos más poderosos del capitalismo en la era
contemporánea.
A fin de cuentas, sin embargo, podemos elegir algo diferente que la opresión
totalitaria o que la explotación capitalista; tenemos otras macro-opciones.
Dawson argumenta que el socialismo democrático sigue siendo una opción y que
vale la pena luchar por ella. La enfermedad del consumismo debe ser erradicada
por su raíz: el capitalismo corporativo. La solución para lograr un mundo más
justo y sostenible no se encuentra en las micro-opciones, sino en el cambio
estructural que arranque el poder económico, social y político de manos de la
elite corporativa. Las frases finales de "The Consumer Trap" aclaran su
propósito, e importancia.
Si la democracia conquistara la esfera económica de la vida, limitaría
severamente la esfera económica de la vida, limitaría severamente las
prioridades privadas que actualmente la impulsan. Entonces la gente podría gozar
no sólo de una amplia gama de micro-opciones – qué desodorante, pasta de
dientes, automóvil o revista comprar – sino también de un grado sin precedentes
de control sobre las macro-opciones, incluyendo la opción de que se ponga a la
gente antes de los beneficios. (p. 174)
Michael Dawson, "The Consumer Trap: Big Business Marketing in American
Life" (Champaign: University of Illinois Press, 2003), 203 páginas, tela $26.95
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Richard York enseña sociología en la Universidad de Oregon. Sus artículos han
aparecido en The American Sociological Review, Ecological Economics,
Organization & Environment, The Human Ecology Review, y otras
partes.
El autor agradece a Brett Clark por sus comentarios.
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