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Internacional


BUSH, EL BUEN AMIGO DE LAS CORPORACIONES (PARTE I)

Por: Iván Salgado*

En los últimos días de la administración Clinton, los republicanos se escandalizaron porque ese presidente 'perdonó' a varias personas que tenían problemas legales con la justicia estadounidense. La base de los 'perdones' fueron las espléndidas donaciones que los acusados hicieron al partido demócrata, en especial, a los proyectos del saliente presidente.

Uno de ellos fue el millonario Marc Rich, exiliado en Europa, quien a través de su esposa, Denise Rich, y su abogado, el señor Jack Quinn, donó para la biblioteca que Clinton deseaba fundar como su 'legado', la cantidad de 450.000 dólares. Eso le valió que los cargos por evasión fiscal y tráfico ilegal con Irán durante 1983, que pendían sobre su cabeza, fueran suprimidos de las actas del Departamento de Justicia y que Rich pudiera regresar cuando lo quisiera a Estados Unidos, sin temor a ser encarcelado.

Así como este caso, hubo algunos otros, aunque el de Rich fue el más sobresaliente. Muchos funcionarios entrantes prometieron que todo eso se iba a investigar y a aplicarse todo el rigor de la ley si el ex presidente era hallado culpable de malos manejos durante su administración.

Sin embargo, ninguna de esas amenazas prosperaron, probablemente, como veremos, porque el entrante presidente, el señor George W. Bush, también se traía entre manos oscuros tratos con ejecutivos de empresas, los cuales le hicieron jugosas donaciones cuando aquél era candidato presidencial. Probablemente por esas circunstancias se debió a que nada se hizo contra Clinton, para evitar los escándalos contra Bush.

Pero por los días en que salió a la luz el escándalo de la quiebra del gigante de la electricidad, Enron Corporation, el cual donó al candidato Bush miles de dólares, se verá que no fue la única empresa que lo hizo.

Las siguientes son algunas de las corporaciones que donaron dinero a Bush, y los problemas en que se vieron envueltas y como el buen amigo Bush les ha ayudado a resolverlas: FORD-FIRESTONE.

La Ford Motor Company, el segundo gran fabricante mundial de autos, que abarca el 14.9% de la producción mundial, y Firestone-Brigstone, hasta hace poco uno de los cuatro fabricantes de neumáticos más importantes en el mundo, se inmiscuyeron en un escandaloso descrédito que dio origen a especulaciones sobre la poca atención a las normas de diseño y fabricación que muchas empresas practican cotidianamente.

Los motivos de tal descrédito fueron dos productos. Por un lado, el Ford Explorer, un SUV (sport utility vehicle) muy popular entre los conductores de este tipo de agresivos vehículos, excesivamente consumidores de gasolina (podría decirse que representan el regreso de los típicos automóviles estadounidenses tan distintivos de los cincuentas, sesentas y setentas: demasiado grandes, imprácticos y voraces quemadores de combustible), altos, rudos, fuertes, ideales para el conductor con complejo de superioridad que ve en dicho vehículo una extensión de su aplastante personalidad.

El otro producto fue la llanta Firestone, modelo Wilderness AT, elegida por Ford como equipo estándar para equipar al Explorer. Todo iba bien hasta que las estadísticas de accidentes, sólo en los Estados Unidos, provocados por las volcaduras de esas cruzas de camionetas familiares y pickups, así como los muertos y heridos provocados por aquéllas, eran alarmantemente altas: 174 personas fallecidas y más de 700 heridas.

Ya desde el año 2000, cuando se presentó el problema en toda su magnitud, a la compañía a quien en principio se responsabilizó fue a Firestone, señalando que sus métodos de fabricación fueron los causantes de los accidentes, pues se buscó la rapidez en la manufactura de sus neumáticos, a cambio de sacrificar la calidad.

Sin embargo, al analizar los hechos, más bien, como han señalado ya varios investigadores gubernamentales y privados, el problema fue una combinación de negligencias por parte de ambas empresas.

El problema de los accidentes, de acuerdo con los peritajes señalados por los expertos, surgió como consecuencia de que las llantas Wilderness AT involucradas sufrieron un repentino desprendimiento del revestimiento, que es la capa en donde va el dibujo de la llanta, la cual se pone en contacto con el pavimento. Según las propias declaraciones de los testigos sobrevivientes de las volcaduras, las llantas simplemente se 'pelaron', así como si a un plátano se le quitara la cáscara, y se abrieron, dejando a los conductores sin la más mínima oportunidad de maniobrar para evitar que el vehículo perdiera el control y se volteara.

Pero, por otro lado, una buena parte de la explicación de los accidentes, sobre todo, los fatales, radicaría en la tendencia de conducir dichos vehículos a excesiva velocidad, lo cual les resta estabilidad, dadas sus características de altura en relación con su ancho, la que no está equilibrada, pues lo conductores los tratan de manejar como si fueran autos deportivos, por ejemplo, un BMW o un Audi, pero no lo son. Por otro lado, Ford, desde un principio, no cumplió con todas las especificaciones originales de diseño, con tal de ahorrarse dinero en su fabricación y aumentar la ganancia.

Pero ninguna de las dos empresas aceptó su culpabilidad. Cuando todavía en diciembre del año 2000, sin crisis económica, en Estados Unidos se vendían cientos de Explorers, Ford demandó más llantas a Firestone. Esta empresa así lo hizo, pero, ya durante las demandas, Ford la culpó de haber descuidado sus controles de calidad. Y así fue: Firestone aumentó su producción, pero no con mejores máquinas, sino, simplemente, acelerando la producción, haciendo trabajar más a sus obreros, con lo cual disminuyó el tiempo individual de la manufactura de cada llanta.

De acuerdo con el testimonio de obreros despedidos de Firestone en varias de sus plantas, la empresa desde mediados de los noventa, en vista del enorme éxito del Explorer, elevó sustancialmente la producción implantando condiciones que hacían trabajar más a sus empleados, es decir, los sobreexplotaban. De hecho, hubo un paro obrero que duró 10 meses entre 1994 y 1995 en la planta Decatur, en Illinois, luego del cual, aquélla quedó en manos de obreros inexpertos, pues los antiguos y experimentados trabajadores fueron despedidos porque exigieron aumentos de sueldos, reducción en el ritmo de trabajo y otras prestaciones acordes con sus incrementadas responsabilidades.


* Iván Salgado es catedrático de la UNAM (Universidad Autónoma de México).