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Internacional

16 de abril del 2004

Irak: El puente indispensable
Grito de cólera

Stan Goff
CounterPunch
Traducido para Rebelión por Germán Leyens

ADVERTENCIA: Este comentario puede provocar angustia

El gobierno de Estados Unidos ha iniciado una reacción en cadena que ya no puede controlar. El vengativo asalto estancado contra Faluja no es más que un síntoma. Igual que la insurrección desatada por la clausura por EE.UU. de un periódico chiíta en Sadr City, Bagdad, seguida por el ametrallamiento de los manifestantes que protestaron (Ah, sí, ni siquiera nos informan del asunto cuando hablan del último demonio, Muqtada al-Sadr… La memoria es tan corta.).

La reacción en cadena es mucho más amplia y profunda que el fiasco actual en el campo de batalla en Irak. Una vez que la comienza a tomar las armas, otros siguen el ejemplo. El mito de la invencibilidad de los militares de EE.UU. - puesto en duda incluso antes de que la Doctrina Bush llegara a esta calle sin salida iraquí en particular - ha sido destrozado. Nadie se horroriza. Nadie se conmueve.

Nada queda ahora más que la brutalidad simple y sucia. Los helicópteros Apache pasan arrasando por los vecindarios con cañones de repetición y cohetes. Lanzan bombas contra mezquitas. Los hospitales y las morgues reciben una rica cosecha.

Recuerdo un letrero a la entrada de Camp Makall en Carolina del Norte, cuando comencé mi entrenamiento en las Fuerzas Especiales. "Regla número 1. No hay reglas. Regla número 2. Cumple con la primera regla."

La renovación de las guerras terrestres en el Sudoeste asiático posterior al 11-S me llevó a un nuevo papel. Un soldado profesional que es izquierdista; un izquierdista que es un soldado en retiro. Me convertí en un triunfo que los activistas contra la guerra podían emplear contra el acoso de los patriotas derechistas, así que he sido llevado al trote de un auditorio a otro, de los ayuntamientos a CNN, como portavoz contra el militarismo de la Doctrina Bush.

Pero la gente transforma su papel. Se desvía de los guiones

Soy un izquierdista que portó un fusil, en una cultura en la que el que pasa por ser de izquierda se horroriza ante los fusiles. Así que la gente me presta atención. De público en público, he notado que la gente me presta atención. Participan incluso antes de que hable, porque saben que sé matar, y eso me da una cierta proximidad… no porque sea diferente de ellos, sino porque soy tan similar. Me río de chistes buenos. Acuno bebés. Me intereso por el tiempo.

Es más que una fascinación mórbida

Somos una cultura aislada de nuestra propia base. Es una condición de la modernidad metropolitana, más incluso que de la post-modernidad. En una sociedad de consumo, en la que el dinero para todo uso ha roído todo vínculo de comunidad, en la que la alienación - e incluso el narcisismo - son definidos como lo normal, en la que la naturaleza es vista como algo separado e inferior a nosotros, la persona misma de cada uno de nosotros es desarraigada y abandonada para que vague como un alma en pena por el paisaje del consumismo. La obsolescencia planificada se aplica incluso a nuestras identidades.

Realmente no tenemos idea de quién paga por este privilegio nuestro de superficialidad, pero los miles de millones de seres que pagan por ello - tan lejos de nuestra visión reificada - están formándose una idea más clara con cada día que pasa.

Desde luego, esta cultura es pura farsa. Podemos pretender que somos todo lo desarraigados que queramos, pero somos invariablemente físicos - diafragmas que se agitan incesantemente, articulando gases en nuestras entrañas, disipando calor, concentrando orina, deshaciéndonos de células muertas, bostezando y comiendo y rascando y durmiendo y follando y, finalmente, muriendo.

Adentro - afuera

Adentro de toda esta farsa, en la que el dinero "crece" y muchachas embobadas por los medios aspiran a ser modelos para Victoria's Secret, reside la hipocresía liberal. Afuera reside el militarismo imperial - el último refugio del capitalismo cuando devora sus propias bases sociales y materiales como un vampiro abandonado en una isla desierta.

Los soldados que fueron criados dentro de esta farsa cultural se encuentran ahora afuera, en el Sudoeste asiático ensangrentándose las manos para que podamos tener centros comerciales y viajes en auto y utensilios domésticos y aire acondicionado. La propia persona de los soldados (en su mayoría varones) se ha convertido en un campo de batalla, también, entre la masculinidad y la disonancia cognitiva. La guerra es la práctica y la masculinidad es lograda en la práctica, pero ahora se ven confrontados por otras personas - gente que es primero reducida por los medios, luego definida en el entrenamiento (El Enemigo), después deshumanizada en la palabra ("¡cabeza de trapo!"), más tarde tratada por el ocupante como personas sometidas, luego - si la obediencia no es rápida - eliminada. Es el momento en el que el soldado o reconoce o niega la hipocresía, porque la realidad total del sistema está ahí mismo ante sus ojos. Ahora tiene que decidirse.

Te estoy hablando, soldado, no juzgándote. Es una invitación a que recuperes tu personalidad. Es una invitación a confrontar todos los miedos, a que destruyas todo obstáculo, a que tomes todos los riesgos; a que saltes por sobre tu propia sombra y te lances a una lucha más profunda.

El capitalismo tiene que construir puentes entre su hipocresía metropolitana y las escenas de sus crímenes imperiales, y esos puentes son erigidos con las espaldas de los soldados. Tenemos que construir un puente desde la escena del crimen a la claridad.

Para hacerlo no podemos dejar de lado el tema del fusil, todo este asunto de la violencia. Cuando el guerrillero toma el fusil, el soldado imperial tiene que prestar atención. Cuando un adolescente alienado en Columbine toma un fusil, nosotros los metropolitanos prestamos atención. Deberíamos hacerlo.

La gente con fusiles tiene que ser tomada en serio. La gente que ha vivido con fusiles debería ser tomada en serio, y así es. Algunos de nosotros no nos vamos a preocupar por Victoria's Secret o mierdas semejantes. Vemos directamente a través de esos espejismos, directamente a través de nuestro presente animal, directamente a través del horror vacío de un mundo en el que la gente puede eliminar y elimina a otra gente, y ningún dios desciende a corregir las cosas. No hay decretos desde lo alto, y sigues siendo responsable.

Muchos de mis compañeros en el movimiento contra la guerra hablan de "llegar" a los militares. Quieren convertirlos. Quieren convertirlos de máquinas robóticas de asesinar en Gandhianos. Son los progresistas.

Los soldados no escuchan a los progresistas, ni lo hace la mayoría de la gente. Intuyen su distancia, su abstracción en otro mundo, su deseo de quedarse con la torta y comérsela al mismo tiempo. Cuando la gente tiene miedo o se enfurece, puede sentir confusión respecto a la fuente de su temor y de su enojo, pero sabe que quiere estar junto a alguien que luche. Los progresistas nunca lo han comprendido.

Una joven que encontré recientemente se sorprendió por su propio primer encuentro con varios soldados. No se trata de una "izquierdista" de Nation Magazine, sino de una muchacha revolucionaria que reconoce que la transformación social no es ni indolora ni incruenta, y no tiene ilusiones al respeto. Lo que la sorprendió en esos jóvenes soldados fue su propio reconocimiento de que estaban, como ella, dispuestos a tomar tremendos riesgos - hasta e incluso perder la vida - para luchar por lo que consideraban justo. Era la cualidad misma que ella había estado buscando entre sus propios aliados políticos.

Se preguntó en alta voz si es más fácil convertir a una persona con claridad intelectual en una persona valerosa, o si es más fácil ayudar a una persona valerosa a lograr mayor claridad.

"¿Deberíamos tratar de convertir a gente inteligente en combatientes, o a combatientes en gente inteligente?"

¡Qué buena pregunta! Podrá tener los elementos de una falsa dicotomía, pero sigue siendo una buena pregunta. Está harto más próxima del objetivo que los que ven a los militares como aneroides con el cerebro lavado que necesitan una epifanía religiosa. Sabe que los soldados no son robots, y no quiere vaciarlos de su beligerancia, que es una actitud adecuada para nuestro Entorno. Quiere liberarlos de las cadenas de sus ilusiones. La crueldad, a la que se ha acostumbrado a estos soldados, tiene el potencial de volverse contra la hipocresía, luego contra el sistema. La claridad es a menudo cruel; la crueldad es a menudo clara. El soldado imperial está constreñido por las supersticiones del patriotismo, y el soldado se convierte en un peligro para el poder cuando se da cuenta de lo engañoso del patriotismo. Por ahora, imita la confiada aceptación de la narrativa oficial, pero vive la contradicción como un sarpullido recurrente. Un amigo mío dijo que los soldados son politólogos. Son, por lo menos, politólogos embrionarios, que esperan la llegada de las parteras…, las preguntas apropiadas, tal vez, o las pesadillas adecuadas.

Pienso que los soldados también necesitan acercarse a la izquierda. Tal vez nosotros, los soldados, tenemos que contribuir a su claridad. Los izquierdistas académicos pueden hablarles hasta asfixiarlos de la reificación - sea la reificación que confunde lo fugaz con lo eterno, o que substituye lo abstracto por lo específico. Pero todo líder militar, comenzando con un cabo de 19 años, sabe que antes de toda tarea tiene que haber una evaluación de la situación - que tome en cuenta la misión, el enemigo, la población, el terreno y el tiempo, la propia capacidad en tecnología y personal… y el tiempo disponible… como un conjunto unificado y cambiante. ¿Hablamos de dialéctica?

Mientras los izquierdistas metropolitanos ensalzan las virtudes de los combatientes del FLN vietnamita - con razón- otros los vimos muriendo por su lucha. Sus cadáveres éramos nosotros. Nos hemos visto nosotros mismos como cadáveres. La política no ocurre en sitios limpios, bien iluminados. Ocurre en la arena y en el barro. Ocurre en los riachuelos de sangre que corren por el borde del piso de un hospital iraquí. Ocurre en la cabeza de algún marine o boina verde o artillero de tanque desconocido, que mira hacia la realidad del paisaje imperial en Sadr City o Faluja o Kut y que reconoce que ha sido lanzado hacia este drama en forma anónima y que ahora comparte un espacio más íntimo con su "enemigo" que el que jamás compartirá con las compañías petroleras y los contratistas militares y los políticos que lo mandaron aquí.

Ani DiFranco dice, "Los que deciden nunca están en la línea de fuego"

La no-violencia puede ser una táctica efectiva, pero también puede serlo la violencia. Sólo la hipocresía liberal lo niega. Para Irak, es la única táctica posible. Y la resistencia armada en Irak - a pesar de sus métodos o ideologías - hace más por detener el tren fuera de control que es el capitalismo global que cualquier otra cosa en el mundo en este momento. (Si quieres gorritos blancos y héroes, anda y cómprate una entrada para el cine.)

No podemos imaginar la pura alegría del redescubrimiento que siente toda la región ahora mismo cuando ven a esos combatientes devolviendo el golpe a la fuente de su prolongada humillación: el imperialismo, y por extrapolación al perro de presa local del imperialismo: el sionismo.

Gandhi y King fueron personas importantes, personas valientes, personas que adoptaron la no-violencia como principio central; esa no-violencia como táctica fue algo que tuvo éxito en su momento. Funcionó en un tiempo y en un contexto específico. La noción de que esa táctica sirva de principio generalizado, que pueda funcionar ahora, no toma en cuenta este contexto. Sin la Unión Soviética, con todas sus imperfecciones, no hubiera habido un Gandhi, y no hubiera habido un King. Si EE.UU. y la URSS no hubiesen emprendido la lucha por la credibilidad en la periferia global, la no-violencia hubiera sido un suicidio. Incluso esa lucha se basó - como el contexto final del camino - en el poder militar de la Unión Soviética que confrontaba cara a cara al imperialismo hasta que se derrumbó por ese esfuerzo.

Existe una diferencia entre la matonería imperial y la resistencia armada al imperialismo, y en esta era de imperialismo exterminador, la resistencia armada se ha convertido para más y más gente en sinónimo de autodefensa. El soldado ocupante fragmenta su personalidad con el fusil. Con este último la resistencia recupera su humanidad.

Fue Sartre, en su introducción a Los condenados de la tierra de Fanon, quien dijo: "El nativo se cura de la neurosis colonial expulsando al colono con la fuerza de las armas. Cuando su cólera estalla, redescubre su inocencia perdida y llega a conocerse cuando crea su propio ser. Lejos de su guerra, nosotros [los privilegiados blancos metropolitanos - SG] lo consideramos un triunfo de la barbarie, pero por su propia voluntad logra, lentamente pero con seguridad, la emancipación del rebelde, porque poco a poco destruye en él y a su alrededor el pesimismo colonial. Una vez iniciada, es una guerra que no da cuartel. Se puede temer o ser temido, es decir, abandonarse a las disociaciones de una parodia de existencia o conquistar su derecho inalienable a la unidad. Cuando el campesino toma un fusil en sus manos, los antiguos mitos se disipan y las prohibiciones se olvidan una tras otra. El arma del rebelde es la prueba de su humanidad".

Como soldado, necesité esta historia para comprender la mía, y para aceptar la mía, y para transformar la mía en este proyecto. Y, como soldado, las palabras de Sartre, y las de Fanon, tienen para mí un significado especial precisamente porque no hay nada de abstracto en ellas. Yo formé parte de esta historia - no importa de qué lado; fue puro accidente.

Y así comencé a construir este puente

Soldado, digo, aquí está la causa, aquí está el lado de la historia del que tus nietos querrán verte. Soldado, estudia esta historia y este movimiento, para que tu valentía y tu sangre no sean enviadas al espacio como esas estúpidas cápsulas llenas de instantáneas y recuerdos para que las descubra alguna forma de vida extraterrestre.

Y para mis camaradas, ahora, tengo nefastas noticias de los sitios donde van los soldados.

No ganarás con no-ganadores. No ganarás con no-violencia. No ganarás con no- comprometidos. Para ganar tienes que volverte efectivo, y al hacerlo, te atacarán. Entonces tendrás que combatir o te exterminarán. Puede ser que luches y que, a pesar de ello, te exterminarán. No hay garantías. Eres responsable.

Jamás harás una revolución detrás de la espalda de la burguesía, porque la burguesía tiene ojos detrás de su panóptica cabeza. Nunca harás una revolución mientras la clase gobernante duerme, porque nunca duerme. No llegarás a hurtadillas a la necesidad, y nadie puede evadirla.

Los soldados lo han visto

Por eso no escuchan las perogrulladas liberales sobre la moralidad abstracta. Conocen el poder del cañón del fusil. Termina los debates. Obliga a la gente a prestar atención.

La gente me escucha, y los veo escudriñándome, tratando de imaginar lo que soy, como a veces tratan de imaginar las relaciones sexuales de otros. Argumento contra el imperialismo, y puedo hablar del fetichismo de la mercancía con los mejores - porque me dediqué a ello con el mismo rigor e intensidad como lo hice con los protocolos de traumas como médico de las Fuerzas Especiales o con los fundamentos de la puntería como francotirador. Pero esos auditorios pueden escuchar a muchos otros que hablan del imperialismo.

Pero, no obstante, tienen frente a ellos a alguien que ha estado dispuesto a arrebatar vidas o a sacrificar la suya. Y prestan atención.

Pero en realidad no soy yo. No soy suficientemente arrogante como para creerlo. No soy más que una circunstancia. A lo que realmente prestan atención es a sí mismos, a las preguntas que no se han formulado, a las dudas que los atormentan sobre su política, junto al incesante murmullo de la mortalidad.

Y les presto atención. Estudio a Rosa Luxemburgo, Alf Hornborg, Robert Connell, Joy James, Robin D. G. Kelley, Mao Zedong… y estudio la investigación académica y la teoría social y ciencia y filosofía. Porque no basta con comprender simplemente el argumento definitivo del fusil. Nosotros los soldados necesitamos comprender lo que sucede antes y después del fusil, y necesitamos comprender - lo mejor posible - dónde nuestra calidad de persona está arraigada en construcciones sociales y dónde la sociedad está incrustada en la biosfera y dónde no existe una clara línea de demarcación entre la biología y los símbolos. Necesitamos el contexto.

Así que como izquierdista construyo este puente hacia mis hermanos y hermanas bajo las armas. No juzgo. No puedo hacerlo.

La máxima hipocresía liberal es la que rechaza al soldado como si el soldado viviera en un sistema paralelo, sin reconocer que el militarismo no flota sobre la historia, igual como no lo hace la marca y el modelo de tu coche. Si alumbras la luz con un interruptor en el muro y bebes agua limpia de tu grifo, si caminas por el parque, si usas una prenda de vestimenta fabricada, si has comprado vacaciones en el extranjero, incluso si respiras en Estados Unidos de [Norte] América, formas parte del cuerpo del imperialismo realmente-existente, igual que cualquier marine de gatillo fácil que asesina a una familia en un bloque de ruta en Bagdad.

Habitaciones diferentes, la misma casa

Haití sin bosques cocina con carbón para que puedas cocinar con electricidad. Un niño en Botswana muere de SIDA para que yo pueda trabajar con este ordenador. Y la ética personal no transformará esta realidad. Es un sistema, la expresión de una red inmensamente compleja y dinámica de relaciones y realidades, y recurrirá a su programa básico - la acumulación de capital - una y otra vez, y otra más, hasta que sea destruido.

Y caerá como una bestia rabiosa, si el lector me perdona esta mutación metafórica.

Necesitamos este puente entre la izquierda y los militares, porque cuando llegue el momento, cuando la hipocresía termine por fracasar y nos confronte con la dolorosa realidad de la transformación, cuando todo lo que quede sea el fusil y la alternativa sea aprovechar o disminuir nuestra humanidad, el soldado tendrá que convertirse en revolucionario, y el revolucionario tendrá que convertirse en soldado.

El tiempo vendrá cuando seamos todos participantes. La mayor parte del mundo ya lo es.

Soldado, izquierdista... "abandónate a las disociaciones de una parodia de existencia o conquista tu derecho inalienable a la unidad".

¡Faluja vive!

13 de abril de 2004
Stan Goff es autor de "Hideous Dream and Full-Spectrum Disorder". Su correo es: sherrynstan@earthlink.net