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Internacional

El "ejército Al Mahdi", la tropa de desposeídos que desafía a EE.UU.

Alejandra Pataro

Son milicianos pobres. Están sumergidos en la desesperanza y van mal armados. Son la nueva pesadilla de EE.UU. en Irak. Y componen el ejército Al Mahdi.
Cuando el régimen de Saddam Hussein colapsó hace un año, se extinguió el fuego de la dictadura de 25 años de los sunnitas, una corriente del islam minoritaria en Irak. La gran mayoría shiíta festejó. Casi vio con agrado la presencia de las tropas norteamericanas en Irak, supuestas "liberadoras" de la opresión del clan Hussein.
Con Saddam finalmente derrocado, EE.UU. no emprendió la retirada, enviando el mensaje de que los libertadores eran más bien ocupadores, y que los vientos de bonanza y prosperidad que se habían prometido se volatilizaron en la anarquía.
No fue difícil para el clérigo radical Muqtada al Sadr, un mesiánico verborrágico y ambicioso de poder, armarse un ejército propio entre las legiones de desamparados jóvenes shiítas, para combatir al invasor.
Pocos meses después de que George Bush festejara a bordo de un portaaviones el fin de la guerra en Irak, Muqtada al Sadr comenzó a reclutar a sus milicianos. Usó la prédica explosiva, nacionalista e islamista. Y cada viernes se ocupó de pronunciar un sermón de alto voltaje que caló hondo entre los jóvenes de los barrios pobres de las ciudades shiítas como Saddam City, en el suburbio marginal de Bagdad, que ahora, casualmente, se llama, Sadr City.
Muqtada, de apenas 30 años, también usó su diario Al-Hawza (cerrado por la coalición a fines de marzo) para movilizar a sus seguidores. "Aterroricen a sus enemigos porque ya no podemos permanecer silenciosos ante sus violaciones", disparó el clérigo, sembrando la semilla para un levantamiento popular. Desde que empezó abril, las fuerzas de la coalición combaten en las calles a milicianos feroces armados con granadas, ametralladoras y los infaltables Kalashnikov.
Hijo de un prestigioso líder shiíta, el ayatolá Mohamed Sadeq Sadr (asesinado por el régimen de Saddam en 1999) Muqtada era prácticamente un desconocido hasta la invasión de marzo de 2003. La caída del régimen sunnita le abrió las puertas a una formidable base de poder: las instituciones de caridad shiítas fundadas por su padre. Y en las primeras semanas de la guerra, los seguidores del joven clérigo patrullaban las calles de Saddam City con comida para repartir.
Nadie sabe con certeza cuántos milicianos componen el ejército Al Mahdi, llamado así en homenaje a una figura religiosa tradicional de los shiítas.
El Pentágono supone que son entre 3.000 y 6.000. Y los expertos aseguran que no superan los 10 mil. Pero advierten que cada día se reclutan más y más.
Con todo, Muqtada corre con desventaja. La jerarquía shiíta lo mira con desagrado. Lo ve con desconfianza, especialmente por su corta edad en una tradición donde la sabiduría se consigue con los años y la lectura de las escrituras. Sus detractores estiman además que el apoyo con el que cuenta es relativamente pequeño. No más del 15% de los shiítas lo respalda.
Pero subestimar a Muqtada y a su ejército de desposeídos no parece ser una buena idea. Estados Unidos sabía de sus existencia y prácticamente miró para otro lado hasta que le explotó en la cara la semana pasada. Y como dijo a la BBC Toby Dodge, un experto en Irak de la Universidad de Warwick, "cualquier grupo es una amenaza que Estados Unidos hoy no necesita tener".
Fuente: Clarín