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Internacional


12 de april del 2004

A semanas de la "entrega" del poder en Irak
La guerra civil que no fue

Naomi Klein
Masiosare

Todo parece indicar que Washington no quiere entregar el poder a un gobierno interino iraquí el próximo 30 de junio. Ahora, explica la analista canadiense, está creando un caos para declarar que esa entrega es imposible. Sólo así se pueden comprender actos como los sangrientos ataques de los soldados iraquíes y las fuerzas de la coalición contra manifestantes pacíficos el domingo pasado, a raíz de los cuales el líder chiíta Moqtada Sadr llamó a sus seguidores a dejar las manifestaciones "porque su enemigo prefiere el terrorismo" y los conminó a emplear "otras maneras" para resistir la ocupación. Muchos interpretaron esta declaración como un llamado a las armas.

BAGDAD.- Oí el sonido de la libertad en la plaza Firdos de Bagdad, la famosa plaza donde la estatua de Saddam Hussein fue derrumbada hace un año. Suena a fuego de ametralladora.

El domingo, soldados iraquíes, entrenados y controlados por las fuerzas de la coalición, abrieron fuego aquí y obligaron a una evacuación de emergencia de los cercanos hoteles Sheraton y Palestine. Cuando los manifestantes regresaban a sus hogares en el barrio pobre de la ciudad de Sadr, el ejército estadunidense, seguido de tanques, helicópteros y aviones, abrió fuego al azar sobre casas, tiendas, calles y hasta sobre ambulancias. Según los hospitales locales, 47 personas murieron y muchas más están heridas. En Najaf, el día también fue sangriento: 20 manifestantes murieron y más de 150 están heridos.

En la ciudad de Sadr las marchas fúnebres pasaron al lado de los tanques militares estadunidenses y los hospitales estaban inundados de heridos: Ali Hussein, de 16 años, tiene una bala en la espina dorsal disparada desde un helicóptero; Gailan Ibrahim, de 29 años, fue herido en la espalda por un avión estadunidense; a Ali Faris, de 14 años, le quitaron la vejiga después de que una bala estadunidense atravesó la puerta de su hogar. "Lo mismo le sucedió a otros dos niños del barrio", nos dijo su abuelo.

Afuera, los niños bailaron sobre los restos de un vehículo Humvee estadunidense quemado y gritaron la lección que aprendieron la noche anterior: "George Bush es Saddam Hussein. ¡George Bush es un terrorista!" En la tarde los enfrentamientos habían terminado.

Que quede claro: esta no es la "guerra civil" que Washington predijo iba a estallar entre sunitas, chiítas y kurdos. Es una guerra provocada por la autoridad de ocupación estadunidense, que libran sus fuerzas contra un creciente número de chíitas que apoyan a Moqtada Sadr.

Sadr, descrito por los seguidores que lo veneran como una mezcla entre el ayatola Jomeini y el Che Guevara, es el más joven y más radical rival del gran ayatola Alí Sistani. Sadr culpa a Estados Unidos de los ataques a civiles, compara al jefe de la ocupación estadunidense Paul Bremer con Saddam Hussein, se pone del lado de Hamas y Hezbolá, y ha hecho un llamado a favor de una jihad contra la controvertida constitución interina. Su Irak podría asemejarse mucho a Irán.

Y se trata de un mensaje que tiene un mercado. Mientras Sistani se concentra en cabildear en Naciones Unidas, en vez de enfrentar en las calles la ocupación dirigida por Estados Unidos, muchos chiítas están cada vez más inquietos y recurren a las tácticas más militantes que pregona Sard. Algunos se unieron al Mahadi, el ejército de negro de Moqtada, que asegura tener en sus filas a cientos de miles.

Al principio, Bremer respondió a la fuerza creciente de Sadr ignorándolo; ahora intenta llevarlo a una batalla abierta. Los problemas comenzaron cuando Bremer clausuró el periódico de Sadr la semana pasada y desató una ola de manifestaciones pacíficas. El sábado antepasado Bremer subió la apuesta al enviar fuerzas de la coalición a que rodearan la casa de Sadr, cerca de Najaf, y a arrestar a su encargado de comunicaciones.

Como era de esperarse, la detención provocó manifestaciones inmediatas en Bagdad, a las cuales el ejército iraquí respondió abriendo fuego y causó, supuestamente, la muerte a tres personas. Fueron estas muertes las que provocaron las manifestaciones sangrientas del domingo.

Al final de ese día, Sadr emitió una declaración en la que llamaba a sus seguidores a dejar de llevar a cabo manifestaciones "porque el enemigo prefiere el terrorismo y detesta esa manera de expresar las opiniones", y los conminó a emplear "otras maneras" no especificadas para resistir la ocupación. Muchos interpretaron esta declaración como un llamado a las armas.

***

En apariencia, esta serie de eventos es desconcertante. Con el llamado triángulo suni en llamas tras los terribles ataques en Faluja, ¿por qué está Bremer empujando al calmado sur chiíta a la batalla?

Una posible respuesta: Washington ya renunció a sus planes de entregar el poder a un gobierno interino iraquí el 30 de junio, y ahora está creando el caos necesario para declarar que la entrega es imposible. Una prolongada ocupación sería una mala noticia para George W. Bush en su campaña, pero peor sería que la entrega tuviera lugar y el país estallara, un escenario cada vez más probable dado el amplio rechazo a la legitimidad de la constitución interina y al consejo gobernante designado por Estados Unidos.

Puede ser un plan que tiene sentido en las reuniones en Washington, pero aquí en Bagdad parece una simple locura. Al enviar al nuevo ejército iraquí a abrir fuego contra la gente que, se supone, tendría que estar protegiendo, Bremer destruyó la escasa esperanza que podía tener de ganar credibilidad entre una población altamente desconfiada. El domingo, antes de lanzarse contra los desarmados manifestantes, se podía ver a los soldados poniéndose pasamontañas para que después no pudieran ser reconocidos en sus barrios.

Y a la Autoridad Provisional de la Coalición, que contrató a una empresa de publicidad londinense para convencer a los iraquíes de que está comprometida con la democracia, cada vez con más frecuencia se le compara en las calles con Saddam Hussein, a quien tampoco le gustaban mucho las manifestaciones pacíficas o los periódicos críticos.

En entrevista el lunes pasado, el ministro de Comunicaciones iraquí, Haider Abadi, condenó el acto que comenzó la actual ola de violencia: el cierre del periódico de Sadr, Al-Hawza. "Fue completamente erróneo", me dijo. "¿Es así como van a gobernar el país en el futuro?, ¿enviando soldados a cerrar periódicos?"

Ababi, quien supuestamente está a cargo de los medios en Irak, dice que se le informó del plan de cerrar Al-Hawza hasta que los candados estaban en la puerta, y añadió que el periódico de Sadr no hizo más que especular que Estados Unidos estaba detrás de los ataques terroristas aquí. "Pero estos son rumores difundidos en todo el país, los oigo en todos lados".

Mientras tanto, el hombre que se encuentra en el centro de todo, Moqtada Sadr, en cada hora que pasa ve acrecentado su estatus de héroe.

El domingo, todas estas fuerzas explosivas se juntaron cuando miles de manifestantes se reunieron en la plaza Firdos. En un lado de la plaza, un par de niños se subió a un edificio y rasgó un espectacular que publicitaba al nuevo ejército iraquí. Del otro lado de la plaza, las fuerzas estadunidenses apuntaron sus tanques hacia la muchedumbre, mientras que a través de un altavoz informaba que "las manifestaciones eran una parte importante de la democracia pero bloquear el tráfico no sería permitido".

Al frente de la plaza estaba la nueva estatua que los estadunidenses pusieron en el lugar de la de Saddam Hussein. Se supone que las figuras sin rostro de la nueva estatua representan la liberación del pueblo iraquí. Hoy están cubiertas de fotografías de Moqtada Sadr.

*Autora de No logo y Vallas y ventanas
(Traducción: Tania Molina Ramírez. Copyright 2004 Naomi Klein)